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Capitulo 13: Salgamos de aquí

Empiezo a sentir que la humanidad entera tiene el privilegio de ver lo que va a suceder, antes de que acontezca. Yo no. Yo siempre me tengo que voltear para ver lo que sucede.

¿Por qué soy la última en enterarme de todo?

Jeremy se sienta a mi lado y apoya sus antebrazos sobre la mesa, dejando ver todos los tatuajes que tiene en ellos. Jeremy es hermoso, no importando desde qué punto de vista. Hayley es una completa tonta.

Jeremy alza su cabeza en modo de saludo a Hayley. Si los hombres tuvieran la visita de Andrés, diría que Jeremy está en sus días. Se voltea a mirarme y me sonríe. Vaya, no quiero causarle un disgusto a Hayley.

De inmediato, al verme detalladamente, a Jeremy se le esfuma la sonrisa y su gesto de angustia lo invade. Esperaba que me preguntara sobre lo que tenía, pero no lo hace. Me parece un poco descortés de su parte, pero hago esa idea a un lado. Apenas nos conocimos ayer. No está en el deber de preguntar si estoy o no bien.

— Jeremy, ¿cómo vas? — Rompo la tensión.

— Bien, Sam — vuelve a sonreírme —. Hace poco me levanté y lo primero que sentí, fueron unas tremendas ganas de comer.

— ¿Por qué no trajiste tu desayuno? — Pregunta Hayley.

— No, aún no. He quedado con alguien —. Dice con su voz cortante.

Oh, golpe bajo, y de los duros. Pobre Hayley. Quizá si se hubiera comportado anoche, ese alguien sería ella. Me mira y sé de inmediato que está devastada con lo que acaba de escuchar. Suena un teléfono, el de Jeremy.

— Hola L... — la persona que está en la otra línea parece haberlo interrumpido, porque se queda escuchando y no completa lo que iba a decir — ¿ya estás aquí? Bien, ya me dirijo hacia allá... Si, lo sé. Desde que te conozco, siempre te ha gustado desayunar eso — se ríe con modestia y empieza a levantarse de su silla —... Si, también yo a ti — baja el tono de su voz notablemente, susurrando esas palabras —... Bien, espérame. No te pongas de graciosa a esconderte. Adiós.

Así que ese "alguien" es una chica, y además su nombre empieza por la letra L. Todo va cogiendo color. Debe ser Lucy, no hay otra. Todo concuerda. Incluso la actitud de Jeremy durante la llamada fue algo cursi. Se despide de nosotras y se va de nuestra vista.

Me rompe el corazón ver así a Hayley, tan desdichada. Jamás la había visto tan decaída, o tan ilusionada con un hombre. Pero ella es fuerte, no se dejará derrumbar por un chico. Nunca lo hace. Su sonrisa sale a la luz. Estamos pensando lo mismo, lo veo en sus ojos. En definitiva, no conozco a una chica más fuerte que Hayley; aparte de su madre, claro.

Por un pequeño instante, recuerdo lo que me contó unos meses después de habernos conocido. Lloré muchísimo, mi pena era incontrolable. No lograba entender cómo aquella chica pelirroja pudo haber pasado por tal situación, y aún así, ser feliz.

Una vez Hayley termina su desayuno, nos retiramos hacia la residencia y nos quedamos en la habitación.

Hayley pone en su laptop un poco de música, mientras organiza su lado del cuarto. Reconozco a la cantante y esa canción. Es Zara Larsson, con "Lush Life". Un excelente tema, a mi parecer. Yo también ordeno lo que puedo de mi lado de la habitación. Por lo general, nunca dejo algo fuera de su lugar. Preparo, según mi horario, todo para mañana, mi primer día de clases. La verdad es que tanta emoción me quita las ganas de comer.

Todo será totalmente diferente a partir de mañana. Sólo veré a Hayley un par de veces en el día. A Eloise, cada vez que nos propongamos a hacerlo.

Eloise y yo pertenecemos a la misma facultad, Humanidades y Ciencias. Ella empieza su carrera de psicología y yo de arte e historia del arte. Hayley es un poco más atrevida, ella entró en el programa de medicina. Si, Hayley es lista. Habla de un montón de cosas, en términos médicos, que la verdad me da pereza entender. Es increíble que sea capaz de leer esos textos tan largos, que enseñan sobre el cuerpo humano, enfermedades, y cosas así; y no le de la gana de leer una novela juvenil.

Ya me imagino con un cuadro en frente mío, con pinceles de todos los tamaños y pinturas de todos los colores posibles. Deseo nuevos retos, que me desafíen como artista. Siempre he pintado cuadros, de diferentes espacios, o personas. Busco plasmar imágenes que me afecten de manera positiva o negativa a mi vida.

En el sótano de casa, en San Francisco. Tengo unos cuantos, no muy grandes, pero me han elogiado por ello. Hay uno que pinte de la caja musical que tengo en casa. Es un artículo tan femenino y adorable, rosa con detalles dorados. Aún no he descifrado de qué músico es la melodía. La encontré en una caja que estaba en el sótano, y lo adopté, junto al collar que también está encima de mi mesa de recuerdos. No me recuerdan a alguien o a algo, pero le dan un toque antiguo a mi habitación en casa de mi padre.

Me informé de que en el programa enseñan a hacer esculturas, analizar y comprender fotografías, la arquitectura, la moda, el cine, entre otros. Debemos sumergirnos en el estudio de la incontables culturas que han existido en cada continente. Hay mucho por leer, cuando digo mucho, es mundial. Estoy tan contenta, que si sigo pensando en el día de mañana y en los años que estaré aquí, lloraré de la alegría.

— ¿Con quién crees que se iba a ver Jeremy, Sam?— La voz de Hayley me sobresalta.

La miro. Está un poco desconcertada. Escucho la canción que tiene puesta, depresiva, a decir verdad.

¿En qué instante paso de "Lush Life", a "Unbreak My Heart" de Toni Braxton"? Vaya, le ha dado como un golpe entre los ojos el asunto de Jeremy.

— No lo sé. Quizá sea su hermana, ¿no lo piensas? — Trato de hacerla sentir mejor, pero el que haya dicho "hermana" empeorará todo. Debí pensar antes de hablar.

— No, él es hijo único. Me lo contó anoche antes de que me comportara como una idiota —. Se empieza a mirar las uñas de las manos y a correr sus cutículas. Está ansiosa.

Por lo menos se corre las cutículas, y no se muerde las uñas, como Eloise. Yo cuando estoy ansiosa dejo de comer. Quizá por eso sea tan delgada. Ojalá tuviera un poco más de carne sobre mis huesos.

— Tranquila, Hayley, no te preocupes. Ha de ser algo sin importancia.

Hace un puchero y sigue observando sus manos. Detesto con mi alma ver a mi amiga de esa manera. Debo recuperarla. Se le ha metido el espíritu de depresión.

— Tengo una idea —. Digo con emoción.

— ¿Cuál es?

Digo lo primero que se me ocurre.

— Salgamos de aquí.

Hayley aplaude y se levanta de su cama.

— Qué brillante, Sam. Jamás había escuchado algo igual —. Su sarcasmo es tan propio de ella.

— Hablo en serio. No nos quedemos aquí en la cueva de la autocompasión y aburrimiento. Tu misma dijiste que debíamos hacer vida social.

— Si, lo sé. No tengo ganas, de verdad. Pero ya que estas tan emocionada, no me hará daño hacerte compañía.

— Te arrepentirás de haberte resistido.

***

Son las 6:00 p.m. Hayley y yo estamos de regreso en un taxi a la residencia. La hemos pasado de maravilla, como en los viejos tiempos.

Primero le hice una trenza a esa melena roja de Hayley, porque parecía una loca que acababa de escapar del manicomio. Salimos y llame a Eloise para que viniera con nosotras. Hayley no estaba muy feliz con la idea. De todas maneras, Eloise no contestó.

Eloise a veces me preocupa. No sé en qué estará metida, o con quién estará andando por ahí. Espero que Layla no le esté disminuyendo los años de vida.

En fin. Hayley y yo fuimos a comer un delicioso banana split en la ciudad. Caminamos un rato y a ella se le pasó toda tristeza. Entramos a cuanta tienda de ropa ella viera a la distancia y todo lo examinaba. Ella es una persona muy díficil para complacer, en el sentido que todo lo que tenga que ver con ropa y accesorios tiene que ser perfecto.

Vimos a unos cuantos chicos lindos por ahí. Incluso uno de ellos se acercó a pedirle el número a Hayley. Se veía mayor, yo diría unos 25 años. Cabello negro, ondulado y hasta los hombros y ojos azules. De hecho, muy atractivo. Primer hombre al que no le ví ningun tatuaje. Roderick, es su nombre.

Ninguno si quiera me preguntó por mi nombre. Todavía tengo apariencia de infectada.

Creo que salir de la residencia me ayudó a ver lo grave que estoy con el tema de Clyde. Por más que quisiera, no lograba ver a un chico y decir "hey, que lindo", porque a todos, en cierta forma, los comparaba con Clyde. Esto no puede seguir así. Su belleza no le quita la maldad. No logro ver el encanto que me causa Clyde en otro chico.

¿Es normal que me sienta tan atraída hacia ese cabello desordenado suyo, y que me den ganas de pasar los dedos en medio de éste?

¿Esta bien sentir una extraña curiosidad hacia él cada vez que pasa su lengua por sus labios, dejando ver esa perforación, cuya imagen no logro sacar de mi cabeza?

¿No se supone que debería odiarlo, con todas las de la ley, en vez de preguntarme estas cosas tan absurdas?

¿Cómo es que su cuerpo se volvió un imán para mi? ¿Por qué dejo de ser yo misma cuando él está cerca? ¿Cuál es la verdadera razón por la que me molestó que Alana le hubiera dado un beso cerca a sus perfectos labios?

Dudas. Es lo único que ha permanecido en mi cabeza desde que ví a Clyde.

¿Por qué Clyde ha revolcado mi mundo de esta manera, si lo único que me ha causado es daño? Sólo necesito verme frente a un espejo para confirmarlo.

Sólo llevo 24 horas fuera de casa y ya mi mente esta hecha un desastre. Si anoche me hubiera quedado en la residencia, nada de esto estaría pasando.

El taxi nos deja en el estacionamiento y nosotras seguimos nuestro camino a pie.

Una vez en la habitación, lo primero que hago es darme una ducha. Caminar tanto me ha dejado la piel pegajosa, y no me gusta tenerla así.

Aún está temprano para usar la pijama. Me pongo una blusa blanca y una sudadera negra hasta los tobillos. Me encanta que no se pegue tanto a mis delgadas piernas. Vuelvo a usar mis converse negras y muevo los pies como una niña pequeña.

— Sam, tengo que decirte algo.

Me volteo a ver a Hayley, noto que ya tiene su pijama puesta y que está bajo sus cobijas. Asiento para que hable.

— ¿Me traerías algo de comer? — Junta sus manos, hace pucheros y mueve esas pestañas velozmente — ¿Si, si, si? — Su tono de voz se agudiza mientras intenta hablar como una niña chiquita.

Cruzo los brazos y enarco mi ceja. Es el colmo del atrevimiento.

Pero, ¿cómo decirle que no? Es mi amiga.

Le sonrío y ella me aplaude, mientras busca dinero en su cartera. Me da el dinero y salgo de la habitación.

Para ser un domingo en la noche, hay muchos estudiantes merodeando por aquí, con estos suaves vientos helados. He notado que abundan las chicas con colores llamativos en el cabello. Pero tampoco faltan las que usan lentes y visten sin preocupaciones, igual que yo. Lo mismo con los hombres.

Increíble. Me he duchado en vano. Espero no sudar de nuevo.

Paso por un lugar que es muy oscuro, no hay un rayo de luz. Ya tengo miedo. Hay muchos arboles, altos y frondosos, y algunas sillas vacías. Observo con detenimiento y camino despacio, no sé por qué. En cualquier momento puede salir un violador, un asesino o un destripador.

Llego al local de comidas y le compro.un sandwich a Hayley. Que se conforme con eso. Desearía no tener que caminar por ese valle de sombra de muerte. Pero no hay nada que un grito y una corrida no arregle.

A lo lejos, observo a alguien sentado en una de las sillas. Qué extraño, no lo noté hace un rato. Creo que está tomando agua. Me acerco un poco, y me doy cuenta de que no es agua. Es licor. Al parecer, la gente aquí no descansa ni un sólo día de ingerir alcohol. El sujeto bebe y se limpia los labios con el dorso de su mano. Ese brazo... Clyde.

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