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XXX

Los días pasaron con rapidez y cuando menos pensaron la fecha de la fiesta de caridad ya estaba en puerta. Las hermanas Lombardi eran reconocidas por su participación en dicha festividad, el viejo Lucio fue popular por sus dadivosas aportaciones en piezas únicas que donaba para las subastas, una tradición que sus hijas se encargaban de perpetuar.

Para Emilia aquello era algo nuevo. Hacer "caridad" de esa manera no era un gusto que compartía con Danielle. Era irónico que se organizara una fiesta tan ostentosa para ayudar a otros. Aún así, sabía que tendría que ir, se lo había prometido y no pensaba fallarle.

—Se le ve estupendo, señorita Navarro.

Emilia estaba frente al espejo de cuerpo completo, la modista le sonreía mientras le daba unos toques finales al hermoso vestido que Danielle personalmente había mandado a elaborar para ella. Se sentía como una princesa en un cuento de hadas. Estaba agradecida de que las flores se convirtieran en lujosos vestidos, podría acostumbrarse con facilidad.

Escuchó su teléfono, tomó su bolso de mano y caminó con su modista hasta la entrada del edificio de su departamento donde Danielle ya la esperaba. Llevaba un lujoso traje color vino con una camisa negra y lustrosos zapatos tipo mocasín. Estaba recargada sobre el increíble Mustang 69 que le había heredado su padre.

—Por Dios, Diciembre... —Se aproximó hasta ellas con los brazos abiertos, para rodear por completo el cuerpo de Emilia—. Excelente trabajo, Dina.

La mujer hizo una reverencia y se marchó.

Danielle tomó la mano de Emilia, llevándola personalmente al auto para abrirle la puerta. La rubia miró a su alrededor, habría jurado que un par de sujetos acababan de tomarles algunas fotos pero decidió ignorarlo y continuar con la alegría que la tarde-noche les deparaba.

Llegaron al elegante recinto, Emilia no se había equivocado. Aquellas fiestas de caridad eran solamente un pretexto para que la gente de élite se regodeara con su propia riqueza. No le sorprendió ver que la prensa les esperaba ya en la entrada. Ella personalmente había enviado a un reportero para cubrir la nota de ese evento. Después de todo, grandes celebridades estarían presentes en ese lugar, la subasta era un evento magnánimo.

Danielle estacionó el Mustang y Emilia vio al grupo de personas que les esperaban. Estaba nerviosa pero no lo suficiente como para dejar de disfrutar la repentina atención. Esta vez compartiría las miradas con ella. Y por fin, todas las sospechas y rumores quedarían más que claras. Ambas estaban saliendo en una relación formal.

—Puedo caminar más delante o detrás si te incomoda.

Escuchó decir a Danielle, una vez que había ido hasta su puerta para abrirle caballerosamente. Emilia sonrió tranquila. Sabía que estaba recordando su nerviosismo en la fiesta de aniversario del 24/7. Pero esta vez no había temor que la abordara así que se aferró a su mano y finalmente bajó.

—Y yo que creí que querías aprovechar las cámaras para dejarles en claro que oficialmente soy tu novia —contestó esbozando una sonrisa mientras los flash comenzaban a dispararse.

Danielle le devolvió el gesto y continuaron caminando entre la marea de medios que de inmediato intentaron interrogarlas.

—¡Señoritas, posen para la revista GayPride!

Emilia aceptó, aferró a su compañera por la cintura mientras las cámaras estaban fijas en ellas. Aquello había sorprendido ligeramente a Danielle que ahora correspondía y en ocasiones se inclinaba para besar sus mejillas o hablarle al oído. La prensa estaba loca, ambas estaban afirmando la relación de la que se había especulado durante meses en redes sociales. El hashtag de #Danecia había desaparecido y ahora la tendencia era #Emielle como la pareja del año.

—Dime algo, ¿qué se siente estar de este lado?

Emilia sonrió. Admiró la sublime belleza de Danielle, se veía increíble. Ese traje color vino le quedaba perfecto y aunque no tenía ni una gota de maquillaje su rostro terso era hermoso. Ella por su parte llevaba ese precioso vestido color negro, largo; con los hombros caídos y un revelador escote. Sin duda, lucían como la pareja perfecta.

—¿Como tu chica o solo como Emilia Navarro? —contestó entre risas. Mientras se aferraba con más fuerza del antebrazo de Danielle y finalmente entrar al lujoso recinto.

Las cámaras terminaron justo ahí. Aquel lugar era sorprendentemente y lucía como la recepción de un palacio real. Las miradas no dejaron de estar sobre ellas. Las personas les sonreían, pero a Emilia le extrañó recibir algunos gestos de desagrado y reprobación. Era como ver el rostro de sus hermanos en esas hirientes personas.

—Todos son unos cerdos hipócritas, solo ignora su estupidez —le susurró Danielle, percatándose también de las desagradables impresiones.

Emilia asintió. En realidad no estaba preocupada por lo que dijeran los demás, preocuparse por eso no era una filosofía que practicara. Además junto a ella se sentía segura.

Comenzó a ver los rostros conocidos de toda la vida. Grandes empresarios que había tratado gracias a su padre y sus hermanos. No era más que otra fiesta de élite después de todo.

—Danielle, que gusto verte. ¿Cómo has estado?

Un hombre delgado de bigote tupido y poco cabello estaba frente a ellas, llevaba de la mano a una mujer rubia tan delgada como él, debía ser su esposa. Emilia se percató de la elegancia de su vestido azul y esa sonrisa cansada que no podía ocultar. Danielle estrechó su mano con cordialidad a ambos que parecían genuinamente alegres de verle.

—Muy bien, muchas gracias. Me da gusto verlos nuevamente. Permítanme presentarles, la señorita Emilia Navarro. El arquitecto Lozano y su esposa, la señora Beatriz.

—Mucho gusto.

El hombre al parecer no había reparado en la particular acompañante de Danielle. Pero una vez que pudo analizarla le tendió la mano con simpatía.

—¿Es usted la hija de Guillermo Navarro?

Emilia asintió.

—Es un gusto conocerle, nunca la habíamos visto en este tipo de galas.

—En realidad no suelo acudir a eventos de esta... —titubeó, observando a la mujer altiva que ahora se colgaba del brazo de su esposo— ...magnitud. Estoy aquí acompañando a la señorita Lombardi únicamente.

Danielle sabía que Emilia no estaba cómoda en ese lugar, podía notarlo por su increíble seriedad y la manera en que articulaba sus palabras. Aun así era adorable que hiciera un esfuerzo.

—Con permiso. Fue un gusto.

Continuaron con su camino rumbo a la sala de subastas en donde tenían un lugar reservado. Entre la multitud, otros invitados se acercaron a ellas. Rostros conocidos y algunos que jamás habían visto antes pero curiosos por su situación. Emilia había comenzado a marearse, era impresionante la cantidad de personas que albergaba aquel lugar.

Finalmente se quedaron junto a la mesa de bocadillos y bebidas, Emilia había puesto uno en su boca cuando vio a su compañera devorar tres de una sola tajada. No dudó en preguntarle a dónde demonios iba todo lo que comía, pero Danielle no hizo más que alardear flexionando sus fuertes brazos que parecían que en cualquier momento rasgarían su saco. Estaban charlando y riendo después de esa situación cuando vieron a Ferrer que se acercaba tranquilamente hasta ellas.

—La pareja del año, bien ahí —dijo el sujeto, sosteniendo enfático su bebida rojiza—. Este mundo de ricos aparentes es un verdadero asco. Necesitamos gente auténtica, que rompa los malditos estereotipos.

Emilia le regaló una resplandeciente sonrisa mientras el hombre le ofrecía un tierno apretón de manos. Danielle se aproximó a él pero en ese instante su móvil comenzó a sonar. Miró la pantalla haciendo una expresión de fastidio que nadie se atrevió a cuestionar.

—Tengo que atender —se disculpó, pidiéndole a Ferrer que acompañara a Emilia durante su ausencia.

—Será un placer.

Emilia la vio alejarse, a su plática se había unido un sujeto más. Un conocido de Ferrer al que lo único que le interesaba eran las piezas de arte que iban a subastarse. Parecía ser un gran conocedor, y por su acento debía ser extranjero.

—Los perros jugando póker, ¿alguna vez has visto esa pieza? Es comiquísimo. Realmente lo quiero.

Emilia decidió alejarse sutilmente. Su atención estaba ahora en los tragos, tomó una copa de vino a pesar de haberse prometido no hacerlo. Pero sentía que la necesitaba con urgencia. Analizó su alrededor, su mirada coincidió con las de algunos de los invitados que le sonreían y otros que eran totalmente indiferentes. Miró hacia el lugar a donde había caminado Danielle para atender su llamada pero ya no estaba. Comenzaba a sentirse como un niño perdido en una tienda comercial.

Las pruebas de sonido habían iniciado en el templete junto a un elegante pódium de madera fina. Al parecer la gran subasta estaba por comenzar.

—Emilia Navarro, que placer poder conocerle finalmente. Es usted mucho más hermosa en persona.

Sus oídos reconocieron esa voz, había estado analizando cada una de sus ruedas de prensa desde que se había lanzado a la candidatura. Volvió su rostro para poder mirarlo; ese despreciable sujeto había lastimado a Danielle y a su hermana. Además, con toda la información que Lucía había recabado ahora conocía la clase de alimaña que era.

—Gastón Espinoza. Candidato a la presidencia —se precipitó.

Los ojos negros de Gastón estaban fijos sobre ella mientras esbozó una sonrisa maliciosa. Se acomodó la corbata roja que hacía juego con su traje negro. Era como ver al mismo lucifer entre los mortales.

—Me halaga, no pensé que me conociera.

—Soy periodista, es mi trabajo conocer a toda clase de...personas.

El hombre se acercó súbitamente a su rostro, como si intentara hablarle al oído mientras Emilia comenzaba a sentirse irritada, aquella proximidad era atrevida.

—Ya lo creo. Cuando haya ganado las elecciones le daré todas las exclusivas que necesite, señorita Navarro.

Emilia dio un paso hacia atrás. Lo último que necesitaba era soportar el aliento de aquel sujeto junto a su cuello. Ahora entendía por qué Danielle no había tenido más remedio que darle una paliza. Con la cercanía descubrió que aún tenía algunas cicatrices en su labio y su nariz. Al parecer se había llevado la peor parte.

Danielle regresó al punto en donde debía estar Emilia esperándola pero solo encontró a Ferrer y a uno de sus colegas charlando. Miró hacia el otro extremo de la sala y sus ojos la encontraron. Emilia lucía aún más incómoda que antes ya que Gastón la abordaba con insistencia. Sintió que la sangre le hervía, así que caminó deprisa hasta llegar a ellos cuando de pronto se percató de que Grecia aparecía en la escena, interponiéndose entre ellos mientras le daba un abrazo a la rubia.

—¿Qué tenemos aquí? ¡Mi cuñada favorita!

Besó su mejilla. Mientras Gastón hacía un gesto sorpresivo al enterarse de aquella interesante noticia.

—Vaya, entonces ella es la nueva conquista de tu hermana.

Grecia hizo un gesto de fastidio que solamente Emilia pudo ver.

—No seas descortés, es la novia de Dany. Al parecer la señorita Navarro logró atrapar el corazón fugitivo de mi pequeña hermana, ¿no es maravilloso?

Gastón miró aquella farsa. No podía creer que Danielle finalmente formalizara con alguien. La casanova estaba siendo dominada por esa bella mujer, y no era cualquier mujer. Era poderosa, Emilia Navarro podría ser el talón de Aquiles que estaba buscando hacía tiempo.

—No tenía idea. Debemos celebrarlo entonces.

—¿Celebrar qué?

Danielle había entrado a la escena. Justo cuando Gastón intentaba chocar su copa con la de Emilia y Grecia la sostenía de los hombros como una arpía. Era obvio que tenía que salvarla de aquellos dos demonios.

Grecia por su parte, estaba feliz de verla. Después de casi un mes de no saber de ella tenerla enfrente le daba un poco de calma a su corazón. Clavó su mirada en su precioso rostro de marfil esperando que la viera fijamente, pero se resistía.

—¡Ahí estás! hablábamos de tu romance con la señorita Navarro, eso no se ve todos los días.

Podía sentir sus penetrantes ojos grises en ella. Pero no iba a lograr nada. Danielle se encogió de hombros, tomando su lugar entre Gastón y Emilia para marcar una distancia entre ambos.

—¿Qué puedo decir? Soy una afortunada. —Se dirigió hacia Gastón mientras intercambiaban una sonrisa hipócrita y se estrechaban la mano como viejos amigos.

—Danielle Lombardi, la única mujer que puede lucir un traje con más porte que muchos hombres.

Esta acomodó la solapa de su saco deslizando una mano por la cintura de Emilia. Ahora estaba segura en sus brazos. Se encargaría de sacarla de ahí antes de que esos dos se salieran con la suya.

—Hay quienes nacemos con porte y hay quienes tienen que... esforzarse.

Grecia esbozó una sonrisa, fingiendo que aquello solamente era una broma entre amigos. Se acercó a Danielle para darle un beso en la mejilla, aquel roce de su boca con su piel era delicioso. En verdad la extrañaba. Esperaba que en cualquier momento, por fin, dejara de lado el drama y pudieran estar juntas de nuevo. Tenían tanto de qué hablar y darse un tiempo para hacer las paces como solo ellas sabían.

—Le decía a Emilia —continuó Gastón en un intento de cambiar el tema— que cuando quiera puedo darle una entrevista exclusiva.

—Me temo que ni Emilia ni yo estamos interesadas en la pseudo política de hoy en día. Sin ofender.

Aquellas palabras habían sido letales. Espinoza simplemente sonrió, mirando a Danielle como si quisiera apuñalarla ahí mismo.

—Bueno, de ti me quedó muy claro después de verte saltar del barco —continuó, con un tono de voz áspero—. No puedo creer que nos abandonaras justo en la recta final de la campaña.

—Es de sabios cambiar de opinión —replicó, con altivez—. Tengo que velar por mis propios intereses. Pero estoy segura de que mi hermana lo tiene todo bajo control.

Grecia esbozó una media sonrisa. Danielle estaba siendo muy estúpida al subestimar a Gastón pero era tarde para corregir su habladurías. Sintió el cuerpo del hombre aproximándose a ella para acariciar su rostro y rodearla por la cintura como si fuera un tierno cachorrito.

—Ha sido de gran ayuda. Me encargaré de recompensarla cuando hayamos ganado las elecciones.

Los labios de Gastón tocaron los de Grecia, que fingía una gloriosa alegría de recién casada como toda una actriz profesional. Danielle había visto aquello, la conocía tan bien que su actuación le pareció repulsiva y deprimente. Ahora más que nunca quería matar a ese sujeto a golpes. No soportaba tener que verla humillarse para él y lo peor es que seguía sin entender el por qué.

—Espero que así sea —se animó a decir, intentando despejar su mente—. De verdad necesitamos que alguien ponga orden en esta ciudad, la delincuencia está cada día peor. Escuché lo de tu asalto, es terrible.

«Esa noticia», pensó Gastón. Había tenido que difundir por algunos medios que alguien lo había asaltado para ocultar su derrota durante el combate con Danielle. Estaba provocándolo, no tenía idea de lo lejos que era capaz de llegar si continuaba jodiéndole de esa forma.

—Son gajes del oficio, afortunadamente ese maldito delincuente no se fue limpio. Pero ya me encargaré de que todos los criminales tengan su merecido.

Sus ojos estaban clavados en Danielle. Podía sentir y ver todo ese odio pero no iba a intimidarla. Era un patético sujeto sin oficio. No sabía hacer nada más que ser un criminal. Solo esperaba que cayera en su propia trampa, con todo lo que la prensa sabía sobre él y lo que estaba por descubrirse sería difícil llegar a la cima de su candidatura. Estaría feliz de verlo caer y así mismo de ver a su hermanita pedirle perdón de rodillas.

Emilia solamente observaba aquella intensa charla como una espectadora más. La rubia había decido callar porque la tensión en aquella conversación era tan obvia como la fingida simpatía que Grecia decía sentir por ella. Por fortuna el presentador les había ordenado tomar sus asientos ya que estaban a minutos de iniciar con la subasta.

—¿Por qué no se sientan con nosotros? —intervino Gastón antes de que se marcharan.

Pero Danielle negó.

—Ya tenemos nuestros lugares, pero los veremos más tarde. —Acto seguido dirigió a Emilia hasta su mesa. Se había encargado de gestionar aquella privacidad para poder pasar una velada tranquila y evitar ese tipo de situaciones. Nada podría arruinarlo.

Se sentaron a la mesa y Danielle se inclinó hacia Emilia que permanecía totalmente seria. Quizá estaba molesta y no podía culparla. Su hermana y Gastón habían sido una presencia indeseable.

—Te ves hermosa, ¿ya te lo dije?

La rubia le regaló una fugaz sonrisa, acariciando su muslo con suavidad. Pero se percató de que su rubia había perdido el humor.

—¿Por qué le dijiste todo eso a Gastón? ¿Qué ganas con provocarlo?

—No le tengo miedo.

—Yo sí. Ya intentó hacerte daño, ¿qué le puede impedir volverlo a hacer?

—Te aseguro que él me tiene más miedo.

Emilia no estaba segura, hasta ese momento Gastón había mantenido las cosas tranquilas a pesar de su conflicto con su cuñada. Pero era un hombre deshonesto y astuto, no le gustaba que su Danielle lo subestimara.

—Prométeme que no volverás a provocarlo.

—Emilia, no tienes que preocuparte por ese imbé...

—Promételo, Danielle.

Miró a la rubia, no quería preocuparla más con la situación y prefería decirle lo que quería escuchar para evitar discusiones.

—Está bien. Te lo prometo.

Compartieron una sonrisa, mientras chocaban sus copas de champagne y observaban al sujeto sobre el escenario a punto de iniciar con el evento.

—Por cierto, gracias, mi amor. Tú también estás preciosa.

Danielle se sorprendió, era la primera vez que Emilia se dirigía a ella con tanta ternura. Sintió sus dedos entrelazándose a los suyos mientras prestaba atención al evento. Estaba atrapada, prisionera del cariño que le profesaba esa mujer.

Durante la subasta Emilia se vio envuelta por el ambiente competitivo de los compradores. Era una carrera por ver quien era el que gastaba más dinero en piezas extrañas y costosas.

—¡Quince mil dólares por el collar de perlas genuino!

Aquello era una verdadera locura. Emilia observó el pesado y poco elegante collar de perlas.

—¡Es una locura! —exclamó, mirando con mucho asombro aquella exorbitante suma. Danielle sonreía. Era la primera vez de Emilia, en algún momento se recordaba igual de sorprendida pero ahora para ella aquel mundo de la compra y venta era sólo una maldita tarea que su padre les había dejado. Sintió que su móvil vibraba, lo sacó de su bolsillo y descubrió que tenía un mensaje de Grecia. Lo abrió y encontró una provocativa foto de esta, posando en uno de los cubículos del baño. Llevaba un coordinado color rojo oscuro y el liguero marcaba delicadamente sus preciosas curvas. Aquella foto le haría perder la razón a cualquiera.

"Grecia: ¿No piensas venir?"

Miró a su alrededor, cerciorándose de que Emilia no viera nada. Se puso de pie.

—Iré al baño, enseguida regreso.

Emilia asintió. Mientras el anunciador hacía la presentación y ponía en la subasta el siguiente producto.

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