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XXVIII

En cuanto llegaron las miradas se posaron en ellas, entraron a la planta superior del conocido Full Night y Danielle la dirigió hacia un área reservada en donde un grupo de personas se reunían. Aquellos debían ser sus amigos ya que en cuanto llegaron comenzaron a vituperar y aplaudir como para hacer alarde de su tardanza. Los ojos estaban sobre Emilia, podía sentir las miradas que coincidían con la de ella regalándole una sonrisa. Oficialmente era la novia de Danielle Lombardi e imaginó que al ser sus amigos ya estaban al tanto de su relación. Su novia la presentó finalmente y sintió como todos volvían a lo suyo después de un rato. Le llamó la atención ver a un hombre que evidentemente era mayor que los demás, llevaba traje sin corbata, tenía el cabello cano pero aun así lucía impecable. Fue él quien se acercó directamente a ella extendiendo su mano para estrecharla.

—Gonzalo Ferrer, es un gusto poder conocerla en persona, señorita Navarro. Conocí a su padre cuando usted era apenas una niña. Es impresionante ver la extraordinaria mujer en la que se ha convertido.

A Emilia le pareció exagerada su presentación, pero le regresó la sonrisa. Pensó que seguramente había escuchado de él en alguna ocasión, su padre solía rodearse de muchas personas en el mundo de los negocios. Era difícil para ella recordarlos a todos y más si los había conocido durante su infancia.

—Mucho gusto, señor Ferrer.

—Por favor, Gonzalo o Ferrer está bien, no me haga sentir más viejo aún.

Ambos compartieron una sonrisa, Danielle estaba a un lado de ellos y le dio un abrazo al hombre como si fueran viejos amigos.

—Ferrer es dueño de una importante cadena de restaurantes en el extranjero y uno de los liquidadores más reconocidos del país.

El hombre comenzó a reír.

—La verdad es que me divierte más lo segundo. Aunque no es precisamente un oficio bien visto.

Emilia sabía a lo que se refería al llamarlo liquidador. Ferrer se dedicaba al negocio de la compra y venta de empresas en quiebra o con problemas de financiamiento. El negocio más sucio dentro del mundo de los empresarios según algunos.

—No lo es para aquellos que seguramente comulgan con la doble moral —intervino Emilia, acercándose a él para que pudiera escucharle—. Me parece un riesgo enorme apostar por una empresa en quiebra. Pero sé perfectamente que si se investiga sobre el mercado de la misma y se elige un gestor adecuado la empresa puede ser tan o más fructífera que en sus inicios. Un liquidador o saqueador es el pillo de los negocios. Pero su brillante astucia puede hacerlo el magnate más grande del mercado. No veo inmoral sacarle provecho a las cosas.

Danielle y Ferrer coincidieron sus miradas. Sin duda Emilia estaba en otro nivel cuando se trataba de negocios. Ferrer sintió que le recordaba a su padre, el hombre era un tiburón en el amplio océano empresarial. Guillermo había recuperado las empresas de su padre después de que este muriera y las transformó en el imperio que ahora hijos legítimos estaban desmoronando con sus incompetencias. Había cometido un error al dejar a esos dos rubios idiotas a cargo de todo y no al precioso ángel que tenía enfrente.

—Ahora entiendo porque, a diferencia de tus hermanos, has logrado construir todo un imperio en el mundo de la comunicación.

Emilia le regaló una sonrisa. Aquellas palabras le daban una tranquilidad inefable.

—Me siento halagada, en realidad todo lo que soy se lo debo a mi padre. Él me enseñó todo lo que sé.

—Hizo una extraordinaria labor —continuó Ferrer, ahora dirigiendo su mirada hacia Danielle—. Lombardi, finalmente encontraste una mujer apropiada para ti.

Sonrió, mirando a Emilia con una expresión orgullosa y sujetándola por la cintura para luego besar su mejilla.

—No podría estar más de acuerdo contigo.

La fiesta apenas comenzaba, los tragos y los bocadillos llegaron a la mesa de la zona vip como si aquello fuera un gran banquete. Danielle estaba tirando la casa por la ventana. Quería que Emilia viera su imperio en auge en un intento por demostrarle que estaba a su altura. Una vez que Ferrer se distrajo se acercó a ella para hablarle al oído.

—No tienes idea de cuanto me excita escucharte hablar como hace rato.

Emilia rio, atragantándose un poco con su trago de whisky.

—A ti todo te resulta excitante.

—Quizá, pero de verdad, encuentro exageradamente seductor escucharte hablar de negocios.

—Eres tan workaholic que seguramente tienes una fantasía con eso.

—Lo confieso, ¿crees que podamos hacer algo al respecto?

Emilia sintió una de sus manos recorrer su pierna, miró a todos lados. Esperaba que nadie estuviera viendo aquel descarado espectáculo pero todos estaban concentrados en la fiesta, la música y las bebidas.

—Lo voy a pensar —contestó, colocando la mano traviesa de Danielle sobre el descansador del elegante sillón de piel.

La noche transcurrió aparentemente tranquila, los tragos comenzaron a hacer de las suyas en casi todos. Emilia sintió como esas copas de whisky estaban ahora en su cabeza y le inyectaban una extraña energía. No recordaba haberse sentido tan cómoda en un club como en aquella ocasión. Danielle y sus amigos habían organizado una competencia de shots así que estaba segura de que aquella locura apenas empezaba.

Danielle observó a uno de sus hombres acercarse, se inclinó para decirle en secreto que tres mujeres estaban preguntando por ella. Miró hacia el acceso, eran Lina y sus amigas. No podía creerlo esa mujer sí que sabía ser una verdadera molestia. Le dio indicaciones al hombre de que las dejara entrar; se puso de pie disculpándose con su bella rubia y Ferrer mientras iba directo hacia ellas para terminar con eso.

—¿Cómo están señoritas?

—¿Por qué no nos invitaste a tu fiesta privada? —Lina estaba frente a ella, tenía un revelador vestido color rojo y sus amigas no parecían discretas tampoco.

Observó ese brillo oscuro en sus mirada e imaginó el motivo de su indeseada visita.

—Precisamente porque es privada.

—¡No puede ser que seas tan mala, Dany!

Lina había colocado sus brazo alrededor de su cuello, pero Danielle logró zafarse con rapidez. No tenía tiempo ni disposición para estupideces.

—Es cumpleaños de un amigo, en realidad soy una invitada más.

—Entonces puedes ausentarte y nadie se dará cuenta.

Danielle suspiró, reparando en el trío de mujeres que le miraban fijamente con mucha sensualidad. No iba a caer.

—No puedo, pero ¿por qué no van y piden lo que quieran?

—Creo que ya sabes que queremos, Dany. ¿No vas a dárnoslo?

Danielle negó. Estaba harta de ser su maldita proveedora. Además, tenía un enorme motivo por el cual permanecer ahí y portarse bien.

—Esta noche no puedo, vengo con mi novia.

Las chicas abrieron sus ojos asombradas. Aquella era seguramente la noticia del año. ¿Danielle Lombardi con novia? Imposible.

—¿Novia? ¡mentirosa!

—Es verdad, ¿ven a esa rubia preciosa del vestido negro? Es mi novia.

Danielle ni siquiera volvió su rostro, pero ahora estaban curiosas. Emilia no podía pasar desapercibida después de todo. Su belleza era superior a la de cualquier mujer que pudiera estar a la redonda. Lina había hecho un gesto de fastidio.

—Vamos, Dany, las rubias no son tu tipo, apuesto a que es una aburrida, vente con nosotros.

Comenzaba a colmarse en verdad, tomó el rostro de Lina presionando ligeramente para acercarla a ella. Sabía que si no le ponía un alto ahora las cosas podrían salirse de control y no tenía tiempo ni ganas de lidiar con ella.

—Escúchame bien, preciosa, porque no lo voy a volver a repetir. No puedes molestarme de esta forma cada vez que quieres meterte algo, no soy un puto dealer, busca la forma de pagar tu mierda o deja el maldito vicio. Y eso va para ustedes también. —Les dirigió una mirada encendida a la que las chicas asintieron sin más—. Es la última vez que vienen a buscarme para eso, ¿quedó claro?

Lina hizo un movimiento brusco para alejarse, acariciándose su mentón adolorido.

—No te pongas así, pensamos que podríamos divertirnos contigo.

—Son las últimas mujeres que buscaría para divertirme. Ahora lárguense.

No dijeron más, caminaron de regreso a la salida y Danielle se dio la media vuelta para ir de regreso a la fiesta.

Emilia había visto todo aquel espectáculo, por su actitud imaginaba que serían amigas muy cercanas de Danielle. Incluso creyó haber visto que acariciaba el rostro de una de ellas, la misma que se había colgado de su cuello. Estaba molesta, no iba a negarlo. Danielle tenía un nivel de cinismo superior y no estaba dispuesta a soportarlo.

Cuando la vio regresar continuó inmersa en una charla desconocida entre Ferrer y otros dos sujetos. No iba a hacer demasiado alarde por el momento, pero tampoco era como si fuera a olvidarlo tan fácilmente.

Sintió los labios de Danielle sobre los suyos.

—¿Quiénes eran?

—Amigas de Grecia.

Emilia asintió.

—¿En serio? porque parecían tener mucha confianza contigo.

—Las conozco desde hace tiempo... —continuó, acercándose a su oído.

En ese momento uno de los guardias regresó. Al parecer un percance había surgido en otro de los clubs y necesitaba arreglar el problema. Hizo cara de pocos amigos y se puso de pie.

—Ya regreso.

Workaholic.

Danielle sonrió, se acercó para darle un tierno beso y caminar deprisa hacia el otro extremo del lugar en donde estaba su oficina y su deslumbrante penthouse.

Emilia continuó aquella fiesta por su cuenta, ahora los amigos de Danielle le parecían tan relajados y amenos que comenzaba a llevarse mejor con ellos. Quizá era el alcohol o el ambiente, lo que fuera estaba haciéndola entrar en confianza y eso era bueno.

—¡Ya llegó el maldito Rodrigo!

Emilia volvió sus ojos al sujeto, tenía una camisa estilo hawaiana y detrás de él le seguía un chico de cabello negro y ojos claros que, desde el primer instante, no había dejado de mirarla. Se acercó a saludarla después de un par de minutos y Emilia le regaló una sonrisa. Se sentía tan ligera que ese gesto fue en automático.

—¿Emilia Navarro, cierto?

Asintió, intentando mantener la compostura.

—No lo puedo creer, soy un seguidor de tu trabajo. Me encantó tu reportaje sobre la plataforma petrolífera de Playa Azul. Es increíble lo que hacen esos malditos empresarios para forrarse en millones a costa del planeta.

Emilia estaba sorprendida, aquel había sido su primer reportaje para el 24/7, cuando solamente eran ella, Lucía, un editor y los de la imprenta. No podía creer que ese chico conociera su trabajo.

Wow, gracias, pensé que había quedado en el olvido.

—¡Claro que no! tuvo un impacto enorme en la decisión que tomaron las autoridades para su cierre.

El joven sonreía, era un chico sumamente atractivo y al parecer no iba de pareja con Rodrigo. Eso solo significaba una cosa: estaba coqueteando con ella.

—Me alegra saber que mi trabajo fue de ayuda.

—Aunque después de eso no volviste a publicar nada.

Emilia hizo un mohín con sus labios, que al parecer había captado toda la atención de aquel joven que no había dejado de mirarla ni un instante. Comenzaba a ser intimidante.

—Me dedico a la administración del periódico.

24/7 uno de los más importantes ahora a nivel nacional. Es admirable que una mujer joven esté al frente de una empresa de esa magnitud.

—Gracias, solo hago mi trabajo.

El chico sonreía, durante un instante hubo un breve silencio, pero era insistente.

—No te había visto antes por aquí, ¿con quién viniste?

—Con Danielle.

El chico levantó sus dos pulgares, la música sonaba ahora por lo alto y era casi imposible entablar una buena conversación. Así que en ocasiones podía sentir su aliento sobre su cuello. No era buena idea tanta proximidad.

Ferrer había ido hasta ella de nuevo, observando aquella escena con algo de incertidumbre. Conocía a Danielle, las cosas podrían tornarse difíciles si mal interpretaba la situación. Sin embargo, después de un rato dejaron las charlas, todos se habían puesto a bailar así que a Emilia no le quedó más remedio. Comenzó a bailar junto a todos los invitados de su novia. Incluso de Ferrer, que se esforzaba por mantener el ritmo.

Cerró los ojos, alzando los brazos mientras sentía cómo su cuerpo se volvía liviano. Se estaba divirtiendo en verdad, después de tanto tiempo se podría decir que estaba feliz de estar en ese club y bailar con esas personas como si nada importara. Sintió unas manos rozando su vientre y una respiración agitada sobre su cuello. Imaginó que sería Danielle pero para su sorpresa se trataba del chico con el que había charlado antes. Emilia se alejó, comenzó a hacerle señales para que dejara de bailar detrás de ella pero no podía escucharla.

Fue entonces que Danielle llegó, lo tomó del hombro para alejarlo definitivamente de su rubia pero en su rápido movimiento el joven había tropezado con la alfombra y caído de forma estrepitosa sobre la mesa de bebidas. El sujeto se puso de pie con rapidez, lucía avergonzado y muy enojado con Danielle así que no dudó en acercarse hasta ella para encararla.

—¡Qué carajo te pasa!

—¿Por qué estabas tocándola? —Danielle no había bajado la guardia. Se había enfrentado a hombres más intimidantes, ese mocoso no le preocupaba en lo más mínimo.

—Solo estábamos bailando.

—¿Bailando? no me pareció que quisiera bailar contigo.

—Oye, ¿qué te pasa? ¿cuál es tu problema?

Danielle acercó su rostro al de él, había fuego en su mirada y sabía que meterse con ella en su propio club era un terrible error.

—Mi problema es que le pusiste las manos encima a mi novia, ese es mi problema

Emilia observó cómo Danielle endurecía sus nudillos. Sabía que en cualquier momento lanzaría el primer golpe y no iba a permitirlo. Así que se interpuso entre ambas para terminar con con ese innecesario conflicto.

—¡Danielle, basta!

—Oye, Lombardi, tranquila, no pasó nada, nos estamos divirtiendo. —Ferrer tenía una mano sobre su hombro.

Miró los ojos de Emilia y supo en ese momento que tenía que detenerse. No quería hacerla sentir más incómoda con su estúpida actitud.

—Perdón, no sabía que era tu novia.

—¡Lárgate!

Danielle hizo una señal y tres de sus hombres llegaron rodeando al joven que ahora estaba aturdido.

—Sáquenlo de aquí, no quiero que vuelva a pisar ninguno de mis clubs.

Los hombres comenzaron a forcejear con él hasta que el chico se zafó y salió por su cuenta. Emilia estaba furiosa, no podía creer el nivel de arrogancia con el que había actuado Danielle. Era repulsivo.

—¿Qué te pasa? —preguntó la rubia, como si de pronto no la reconociera, ¿a dónde había ido su amable chica?

—¿A mí? ¿Qué te pasa a ti? ¿por qué mierda estabas bailando en él?

Emilia abrió sorprendida sus ojos. Era la primera vez que la escuchaba hablarle de esa manera y tener esa mirada desquiciada.

—No vuelvas a hablarme así, no estaba haciendo nada malo. Solo estábamos bailando y por si no lo viste yo me alejé cuando se acercó demasiado, no como tú que te dejaste besar y abrazar por las amiguitas de tu hermana.

Danielle supo entonces de dónde venía el repentino desplante provocativo de Emilia. Era enfermo, pero ella se encargaría de hacerle ver que no era como Lucía. Con ella esos estúpidos juegos de estira y afloja no tenían cabida.

—¿Entonces así va a ser? ¿unas por otras? Perfecto. Mi turno, déjame ver —Danielle comenzó a mirar a todos lados, como si buscara algo entre la multitud— con esa, me llevaré a esa puta al penthouse.

—¿Sabes qué?, me voy. Estás insoportable.

Emilia no iba tolerarlo más, dio la media vuelta tomando su bolsa y caminando hacia la salida. Ni siquiera se había despedido de nadie. Solamente quería volver a casa y olvidar aquella absurda y sorpresiva discusión.

Danielle se quedó de pie, miró de reojo a Ferrer que negaba con la cabeza mientras bebía de su copa de vino. En verdad lo había arruinado a lo grande. Fue detrás de su rubia. Incluso la siguió una vez que caminaba por las oscuras calles, no iba a dejarla sola en esos lugares.

—Emilia...

Pero esta la ignoró y siguió caminando, estaba dispuesta a volver a casa, su departamento no estaba más que a media hora de ahí. Prefería que los pies le sangraran antes que volver con Danielle.

—¿Puedes dejar de hacer berrinche como si fueras una niña?

—¡Deja de seguirme!

—Te llevaré a casa.

—No, me iré caminando. Regresa a tu club de mierda con tus putas de mierda.

Danielle suspiró, comenzó a trotar hasta poder sostenerla del brazo. No iba a dejarla irse de esa forma.

—¡Suéltame! —Había logrado zafarse de Danielle. Estaba herida, sentía que su corazón tenía un hueco—. ¡No puedo creer que te hayas comportado de esa forma!

—¿Yo? ¡pero si fuiste tú la que estuvo bailando con otro haciéndome ver como una imbécil frente a mis amigos!

—Claro, ¡es eso lo único que te importa! que arruine tu impecable reputación.

Tenía suficiente de esas tonterías, fue hasta Emilia, tomándola en brazos para colocarla sobre su hombro.

—¡Bájame! ¡Danielle, te ordeno que me bajes!

—Lo haré una vez que volvamos, entremos al auto y te lleve a tu casa.

Emilia continuaba forcejeando, caminaron durante un par de minutos cuando comenzó a patearla y moverse con locura. Danielle sentía como se volvía más y más pesada y con sus movimientos era posible que pudiera resbalarse de sus brazos. La colocó finalmente sobre el suelo y de inmediato sintió una fuerte bofetada sobre su mejilla. La sujetó con fuerza de la cintura, pegando su cuerpo al de ella que no dejaba de manotear y maldecirla. Sintió como intentaba empujarla hasta quedar libre. Pero Danielle la tomó de las muñecas, llevándola hasta el interior de un oscuro y profundo callejón.

—Deja de hacerlo, porque entonces voy a dejar de ser amable.

—¿Crees que esto es ser amable, idiota?

Danielle sonreía, sostenía los brazos de Emilia mientras continuaba recargándola sobre la pared. Emilia la observaba, su enorme cuerpo la cubría como un abrigo y podía ver su mejilla irritada, esperaba no ser la única que se sintiera excitada por la enferma situación. De pronto, estar cautiva y sometida por ella había despertado sus deseos.

Sintió la mano de Danielle comenzar a hurgar entre sus piernas, deshaciéndose de su ropa interior que ahora lanzaba hacia la calle sin más. Comenzaron a besarse, podía sentir como si su saliva fuera lava entrando por su boca.

Dejó que la arrastrara aún más adentro de aquel lugar oscuro, Danielle se arrodilló frente a ella y comenzó a estimularla sin control. Emilia se estremecía. No podía creerlo, estaba teniendo sexo con Danielle en un callejón en plena avenida principal. Tapó su boca, la situación era aterradora pero se dio cuenta de que ese mismo terror era el que aumentaba su deseo de llevar las cosas al límite. Tomó el rostro de Danielle y comenzó a hundirlo con fervor entre sus piernas. Quien de un momento a otro se había puesto de pie y proseguía a terminar aquello con sus propias manos cuando sintió a Emilia aferrarla con fuerza del cabello.

—¿Quién demonios te dijo que podías levantarte?

Danielle estaba completamente seducida por esa actitud. Dejó que la propia rubia la llevara justo al punto que quería. Se hincó una vez más a su voluntad y continuó satisfaciéndola.

De un momento a otro fue como si no le importara que sus gemidos hicieran eco por todo el oscuro callejón.

—Usa tus manos.

Obedeció, introdujo un par de dedos dentro de Emilia provocando que su respiración agitada incrementara. Sintió sus manos aferrarse a su cabeza con fuerza. Era como si aquella rubia perversa la utilizara como un maldito consolador. No le importaba en lo absoluto. Estaba disfrutándolo tanto que aunque terminara no estaba segura de poder parar. Sintió su cuerpo estremecerse apretando con fuerza sus dedos que continuaban tan dentro de ella como le era posible. Sus piernas comenzaron a vibrar estaba tan excitada como nunca mientras ella continuaba chapoteando en el inmenso mar de su entrepierna. Finalmente se puso de pie, recargó su cuerpo para que Emilia descansara mientras recuperaba el aliento. La miró, tomó su rostro para besarla con ternura esperando un rechazo pero la rubia había aceptado aquel beso con absoluto placer.

—Vayamos a casa —dijo, quitándose el abrigo para colocarlo sobre el cuerpo de Emilia.

Caminaron de regreso al club para ir por el Bentley, subieron y Danielle condujo hasta el departamento de Emilia. Danielle la miró de reojo y la descubrió plácidamente dormida sobre el asiento del copiloto. Llevó una mano a su rostro, acariciando su mejilla con ternura.

—Descansa, Diciembre.

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