XLVII
Emilia abrió los ojos, había dormido tanto que el cuerpo empezaba a dolerle. Observó a Danielle, con esa respiración tranquila aferrada a su cintura. No creía que tanta felicidad pudiera ser algo real; su madre estaba viva, tenía una familia, había recuperado las empresas de su padre y Danielle estaba a su lado. La sensación era tan inmensa que tenía miedo de que de un momento a otro todo se esfumara. Miró el cuerpo desnudo de su compañera, deslizando la yema de sus dedos desde su cuello hasta su vientre perfectamente moldeado, siguiendo la línea de sus tatuajes. Danielle despertó de golpe, sintiendo aquellos dedos como hormigas recorriéndola. Sin darse cuenta había sostenido la mano de Emilia y la presionaba con fuerza como un ridículo reflejo. La soltó ligeramente, besándola y acariciándola.
—Lo siento, Diciembre... Buenos días —musitó, frotando su cara y volviendo apenas a recobrar la noción.
—Buenos días, no quise despertarte, ¿estás bien?
Danielle asintió, estiró sus brazos y observó su reloj, pasaban de las doce del día, pero no tenía intenciones de moverse de ese lugar por un tiempo. Se aferró aún más al cuerpo de Emilia atrapándola entre su pecho.
—Perfectamente. Podría quedarme en esta habitación para siempre.
Emilia sonrió, escuchando el palpitar recurrente de su corazón. Una y mil cosas pasaban ahora por su cabeza, pero había algo que realmente le inquietaba. Existía una realidad inminente esperándolas al regresar a casa, y no estaba segura de poder con ello. Se quedaron en silencio, escuchando el murmullo de la pequeña ciudad que las rodeaba. Cuando de pronto Emilia se reincorporó ligeramente.
—¿Danielle?
—¿Sí?
—No sé si estoy preparada para la maternidad.
Buscó su rostro, imaginó que encontraría una sonrisa socarrona dibujada en él, pero la rubia en verdad estaba preocupada.
—No te estoy pidiendo que lo hagas. Solo tienes que estar lista para salir con alguien que tiene una hija. No quiero forzarte a nada.
Emilia esbozó una débil sonrisa, volviendo de nueva cuenta a los brazos de la chica, que continuaba acariciando su espalda mientras ella quedaba a la altura de su cuello, besándolo de forma ocasional.
Danielle estaba agradecida de que Emilia no la mirara fijamente en ese momento, no podía evitar sentirse algo decepcionada por su repentina confesión. Una parte de ella deseaba que Emilia aceptara el sueño de la familia feliz, ese que tantas veces había reproducido en su mente desde que Nadine había llegado a su vida. Escucharle decir eso derrumbaba sus egoístas planes. Pero no había remedio. No podía obligarla a corresponder ese deseo.
—Dime algo, ¿es así como serás ahora?
Danielle estaba confundida, no sabía a qué se refería en realidad. Emilia la había sacado de sus pensamientos de golpe.
—Me refiero a que me gustó esta Danielle tierna y reservada pero, extraño la rudeza de mi Diosa Palestina.
Una sonrisa divertida se dibujó en su rostro, después de un momento se levantó de golpe, yendo hasta el closet de donde sacó un cinturón. Atrapó las manos de Emilia atándolas con fuerza a la cabecera de la cama. La rubia hizo un seductor gesto de dolor sin dejar de mirarla ni un instante ¿acaso había un mejor despertar?
—¿Estás segura, señorita Navarro? Este elegante hotel tiene el mejor bufet de la ciudad y me temo que esto nos puede atrasar.
Emilia mordió sus labios, intentando incorporarse a pesar de la presión que sentía en las muñecas.
—Cariño, te llevaré al mejor restaurante de la ciudad. Pedirás el platillo más excéntrico y el vino más costoso. Así que ¿por qué no continuas?
Danielle esbozó una sonrisa. Una vez más y para siempre se encargaría de cumplir con cada uno de sus caprichos. Después de todo, Emilia Navarro era todo lo que existía en su mente y su corazón ahora.
Continuaban recostadas cuando Emilia escuchó su móvil sonar. Miró la llamada y descubrió que se trataba de su madre. Imaginó que estaría muy preocupada ya que le había dicho que volvería la noche anterior. No estaba acostumbrada a dar explicaciones de sus actos.
—No puede ser, es mamá. Me olvidé por completo de llamarla.
Emilia se reincorporó abruptamente. Danielle observó aquella expresión de chiquilla preocupada. Era gracioso que finalmente la increíble empresaria Navarro tuviera alguien a quien rendirle cuentas y más aún que ese alguien fuera su madre.
—Estás en problemas, Diciembre —se burló al tiempo que comenzaba a reír descaradamente mirando a Emilia que se levantaba súbitamente e iba directo al baño para darse una ducha.
Danielle la llevó de vuelta a casa de los Ivanović.
—No es necesario que me acompañes, en realidad tengo que hablar con mamá. Necesito explicarle cómo es que Danielle, mi ex, es una hermosa chica de un metro ochenta y no el hombre que ella esperaba.
Danielle le regaló una sonrisa, sin duda era algo que necesitaba hacer por su cuenta, pero no iba a dejarla sola.
—Está bien, será como digas. Pero de verdad no me molestaría estar ahí dándote apoyo, sosteniendo tu mano...y tu cabello cuando vayas a vomitar.
—Muy graciosa —Observó que Danielle comenzaba a reír—. ¿Te llamo más tarde?
Aceptó, tomó del cuello a Emilia para llevarla hasta su boca en un ardiente beso que entrecortó su aliento. Finalmente la rubia bajó del automóvil, caminó hasta la casa y solo hasta que Danielle la vio entrar encendió el vehículo. Se estacionó en el otro extremo de la calle. Aguardaría por si las cosas no salían como ella esperaba, no iba a abandonarla nunca más.
Emilia entró sigilosa a la casa, como un adolescente después de escapar a su baile de graduación. Aunque abrió la puerta de forma silenciosa, se percató de que Dalia estaba frente a ella lanzando un suspiro como si hubiera retenido la respiración toda la noche.
—Gracias a Dios que estás bien. Me tenías muy preocupada.
La mujer aferró a su hija en un fuerte abrazo, para después tomar su rostro y mirarla como si quisiera cerciorarse de que no le faltara ninguna parte. Emilia se sonrojó.
—Lo lamento, el tiempo se fue volando y no me di cuenta.
Novak se aproximó a ellas.
—Ya, mujer, que no es para tanto, Emilia ya tiene edad suficiente para cuidarse sola.
—De verdad lamento haberlos preocupado.
—Lo importante es que ya estás aquí —continuó el fornido hombre, con una sonrisa amable. Miró a su mujer, había una expresión distinta en ella ahora. Como si de pronto hubiera recordado algo desagradable. Un silencio ominoso lo cubrió todo, supo que era hora de dar la retirada—. Iré a ver como va Alisa con los pedidos.
—No, espera —intervino Emilia, mirando los miméticos ojos de su madre—. En realidad me gustaría hablar con los dos.
Fueron hasta la sala, se sentó frente a ellos y aquello se sentía como una especie de interrogatorio policiaco. No sabía si los Ivanović considerarían su relación con Danielle como un crimen, pero estaba preparada para lo peor.
—¿Quién era esa chica, Emilia?
Tragó, sintió un hueco en el estómago e instintivamente quiso bajar la mirada pero no iba a seguir ocultando la realidad.
—Ella es... mi novia, Danielle.
—¿Danielle? —preguntó Dalia, casi retórica—. Pensé que Danielle era tu ex pareja y que era un chico.
—Lo siento, no sabía cómo decírtelo. No estoy acostumbrada a esto, siempre he sido muy reservada con esa parte de mi vida y jamás tuve que darle explicaciones a nadie sobre mi sexualidad.
Novak se acercó a ella, tomando sus manos entre las suyas.
—Eso no tiene que cambiar, Emilia. No tienes que darnos explicaciones de nada, tú lo has dicho, es tu vida privada y ya está.
—¿Por qué no me lo dijiste? —intervino Dalia, con un tono de voz que sorprendió a su marido y a su hija—. ¿Tenías miedo? Hija, yo jamás te juzgaría por algo así.
—Lo sé, pero esto es nuevo para mí.
La mujer fue hasta ella, colocándose a su lado junto al sofá. Rodeó con sus brazos el cuerpo tibio de Emilia, besando su cabeza con ternura.
—No tienes nada de qué preocuparte, es tu vida y yo no puedo hacer más que apoyarte, respetarte y si tú eres feliz es suficiente. Nada me importa más que eso.
—Y yo que pensé que esa mujer quería hacerte daño. —Novak había comenzado a reír, mientras Emilia le observaba extrañada—. Te he escuchado hablando con alguien cuando llegabas de Santander, no era mi intención, supongo que confundí las cosas.
Sabía que necesitaba explicarles la situación que envolvía la presencia de Danielle en esa ciudad. Desde la "trampa" de Umberto hasta la realidad de su reconciliación. Cuando finalmente se los dijo, sintió que la sola idea de que Danielle fuera hasta allá para mantenerla a salvo, llenaba su corazón de un sentimiento por demás meloso.
—En ese caso, ¿por qué no la invitas a cenar? vendría bien conocerle y comenzar de nuevo.
—¿De verdad? —preguntó la rubia, con una sonrisa de oreja a oreja.
—Por supuesto —continuó Novak con alegría—. Hablaré ahora mismo con Adriano para que también nos acompañen, ¿qué dicen?
Emilia asintió, estaba en cierta parte entusiasmada por ese primer encuentro. Pero el sentimiento se borró de inmediato al ver el semblante sosegado de su madre. Después de un rato sus miradas coincidieron. La mujer esbozó una sonrisa y aceptó con forzado gusto aquella invitación. Sin embargo, Emilia quería intentarlo, quería que su madre conociera a Danielle e hiciera su propio juicio. Tomó su móvil para llamarle.
—¿Es en serio?
Salió de la casa, descubrió a Danielle en el otro lado de la acera, recargada en el auto, mirándola fijamente con esa sonrisa fascinante. Sintió que su corazón se aceleraba, siempre se las arreglaba para estar cuando más la necesitaba.
—¿Está todo bien, cariño?
Dalia negó, miraba por la ventana a Danielle y Emilia abrazarse. A su querido Novak no podía engañarlo, estaba preocupada por la presencia de esa mujer.
—Dalia, cariño, pero si hoy en día eso ya no es un problema, además es algo que siempre ha existido. Hay mujeres a las que les gustan las mujeres, hombres a los que les gustan los hombres y ya está, que no se acaba el mundo por algo así.
—No es eso —continuó, alejándose de la ventana para ir hasta su marido— no me preocupa que a mi hija le gusten las mujeres, lo que me preocupa es esa mujer. Cuando Emilia me habló de ella... Debiste ver su rostro, tenía una tristeza tan profunda en sus ojos, además dijo que le había mentido, que la había lastimado, lo último que quiero es que vuelva a sufrir.
Entendía por completo esa faceta de Dalia, era una madre protectora después de todo. Con Adriano lo era, con Alisa igual, ¿qué podía impedírselo con Emilia ahora que la había recuperado? Podía imaginar incluso que lo sería más, porque su hija cargaba con un pasado lleno de dolor y heridas.
—Comprendo que estés preocupada, pero ¿es que no viste su cara hace un momento? Tenía un brillo distinto en la mirada cuando regresó y su sonrisa cuando le pedí que la trajera a cenar. Dalia, yo sé que quieres protegerle, pero no creo que tengas que preocuparte por su relación. Emilia es una mujer inteligente, confía en ella.
Dalia suspiró. Supuso que no tenía más opción que darle la bienvenida a esa tal Danielle.
—Tienes razón. Acabo de encontrarla y no voy a permitir que algo así me aleje de ella.
—No tenías que esperar.
Danielle bajó el sonido de la música, quitándose los lentes de sol sin dejar de mirarla. Había esperado por ella meses, esperaría lo que fuera necesario.
—Pensé que era mejor así en caso de que algo saliera mal, pero por esa preciosa expresión tuya asumo que no hay nada de qué preocuparnos.
—Eres increíblemente romántica cuando te lo propones.
Danielle caminó hasta llegar a ella extendiendo sus brazos para sentirle un poco más. Emilia se aferró a su espalda aspirando el dulce aroma de su pecho.
—Nada de eso —continuó la chica, rodeando la fina cintura de Emilia entre sus brazos para hablarle al oído—, solo estoy cumpliendo mi promesa, no más adioses, Diciembre.
Sus labios se encontraron, había un sabor distinto, era como si finalmente su amor se concretara con toda la paz y la armonía que les hacía falta. Después de ese beso, Emilia decidió invitarla a pasar.
Su madre y Novak habían insistido en que se quedara a cenar. Descubrió un gesto distinto en su chica aquella tarde. Una Danielle Lombardi nerviosa, perdiendo la compostura ante la extraña sensación de enfrentarse al compromiso de conocer a los padres de su novia. La escuchó tartamudear, divagar e incluso la descubrió limpiando el sudor de sus manos en su pantalón. Era adorable.
Finalmente entraron a la casa y fueron recibidas por Novak y Dalia. Emilia miraba de reojo a Danielle, parecía un pequeño cachorro asustado. Llegaron hasta el comedor y entonces la chica pudo presentarla.
—Mamá, Novak, ella es Danielle, mi novia.
Dalia fue hasta ella, extendiendo una mano con gran simpatía.
—Es un placer poder conocerlos, Danielle Lombardi.
Durante un instante no pudo quitar sus ojos de la mujer que tenía enfrente, realmente su parecido con Emilia era paralizante, no quedaba duda del lazo filial que las unía. El enorme hombre con acento extraño también se acercó, extendiendo una mano y dándole la bienvenida a su hogar.
—Muchas gracias por la invitación. Espero no importunar.
—Pero qué dices, claro que no. Pasen, por favor, ¿les ofrezco algo de beber?
—Agua está...—comenzó, Danielle. Pero Novak le interrumpió.
—Nada de eso, tengo una botella de vino y no me pueden despreciar.
Danielle sonrió, aceptó aquella copa y sintió como comenzaba a relajarse poco a poco. Miró a Emilia, era seguro que estaba burlándose de su nerviosismo. Debería apreciar que estaba dando lo mejor de sí para dar una buena impresión a sus suegros.
—Tiene una casa muy linda.
Dalia le agradeció y un silencio ofuscado lo llenó todo. Pero sabía que debían continuar por el bien de aquella reunión.
—¿Y qué te ha parecido la ciudad?
—Es encantadora, nunca había estado aquí pero sin duda regresaría.
Novak llegó con las copas de vino y la botella bajo el brazo, comenzó a servir mientras se unía a la conversación.
—¿Y a qué te dedicas, Danielle?
—Soy empresaria, tengo una agencia de modelaje, clubs, bares.
Dalia y Novak le miraron impresionados, no era para menos. Después de todo Emilia era una mujer de negocios también. Eran la pareja perfecta.
—Eres muy joven para estar a cargo de todo un imperio.
—Herencia de mi padre, mi hermana y yo nos quedamos al frente de los negocios cuando él murió. Y ahora... con la muerte de ella hace unos meses, he tenido que hacerme cargo yo sola.
Los ojos de Dalia le miraron con compasión, se percató de que la mano de Emilia se aferraba a la de Danielle después de aquellas últimas palabras.
—Lo siento mucho, debe ser difícil, ¿y tu madre?
—Es una larga historia, en realidad soy adoptada. Mis padres biológicos murieron cuando yo tenía seis años, después de eso Lucio me adoptó y fue así como conseguí una nueva familia, junto a él y su hija.
—Afortunadamente aún hay gente bondadosa en el mundo —intervino Novak que ahora estaba sentado junto a su mujer.
—Me gusta pensar que así es —contestó Danielle, sorbiendo el delicioso vino Cirsion 2016.
—En realidad Danielle es una de esas personas. Tiene una pequeña hija que adoptó hace poco.
La miró, le daba gracia que intentara hacerla ver como una excelente persona para impresionar a sus padres. Si tan solo supieran en realidad todo lo que había hecho en el pasado estaba segura de que la echarían.
Dalia y Novak escucharon entusiasmados la historia de cómo Nadine había llegado a la vida de su ahora madre. Aquella historia convencía a Dalia cada vez más de que quizá le había juzgado premeditadamente.
—Eso habla muy bien de ti, no cualquier persona adquiere una responsabilidad de ese tipo. Haz hecho algo muy bueno por esa pequeña.
Dalia había colocado una mano sobre el antebrazo de Danielle, que la miraba sorprendida. Emilia estaba feliz, aquel movimiento era significativo. Jamás había sentido una sensación de dicha como en ese momento.
Estaban en eso, cuando escucharon que alguien tocaba a la puerta, eran Adriano, Rue, Noah y Alisa.
—¡Ya era hora! ¿Por qué han demorado tanto? estábamos a punto de comenzar sin ustedes.
—Papá, eres un exagerado, hemos llegado justo a tiempo.
Alisa llegó hasta su padre, dándole un fuerte beso y percatándose de la presencia de su hermana y la misteriosa mujer cubierta de tatuajes con la que se había marchado la noche anterior.
Pasaron al comedor después de que Danielle se presentara, era la primera vez que sentía esa armonía de comer en familia. Lo encontró extraño, invasivo y poco práctico. Recordaba poco de esa convivencia con sus padres y sin duda jamás había hecho algo así con Lucio y Grecia. Había un aura de tranquilidad y amor entre todos, además de un diálogo recurrente, compartido y mucho entusiasmo.
—¿Y cómo fue que se conocieron?
Alisa tenía los codos sobre la mesa, sosteniendo su rostro con ambas manos. Sus ojos azules y socarrones como los de su hermana miraban directo a Danielle. Su madre había intervenido para pedirle que no fuera inoportuna.
—¿Qué? si no he dicho nada malo, solo tengo curiosidad. Seguramente ustedes ya hicieron todas esas preguntas aburridas de: ¿a qué te dedicas? ¿cuáles son tus ingresos? ¿Qué intenciones tienes con nuestra hija? A mí me importa más el romance, la historia de amor, Elvira dice que las lesbianas tienen relaciones más románticas e interesantes que los heteros.
Aquello había despertado el humor en todos, sin embargo, Danielle sentía que debía contarles aquella historia. Era algo que incluso ella misma quería repasar, para no olvidarlo jamás.
—Nos conocimos en una fiesta de periodistas que organizó tu hermana.
—¿También eres periodista? —intervino Adriano, cortando un poco de jamón para el pequeño Noah.
—No, pero un amigo mío trabaja en el periódico de Emilia, fue él quien me invitó.
—¿Fue amor a primera vista? —Alisa hizo un gesto coqueto mientras que Emilia tenía las mejillas sonrojadas y negaba al ver la picardía en su rostro.
—Creo que para mí lo fue. Emilia se veía preciosa con ese vestido azul que dejaba ver su tatuaje en la espalda, llevaba el cabello más corto, elegantemente recogido y sonreía a todo aquel que se acercaba a ella. Pero sus ojos... —Danielle sintió la mirada expectante de Emilia sobre ella —. Sus ojos fueron lo más luminoso de esa noche.
Emilia estaba totalmente escarlata, le tomó un tiempo recuperarse después del momento ya que su hermana menor no había dejado de molestarle. Pero aun así, sabía que aquellos momentos eran atesorables. Sin duda los llevaría en su memoria hasta sus últimos días.
Continuaron con la cena, charlando hasta altas horas de la noche pero Danielle sabía que tenía que retirarse, le esperaba un largo viaje de regreso.
—Muchas gracias por la encantadora velada, pero es momento de que me vaya.
—Esta es tu casa, Danielle, eres bienvenida cuando quieras —dijo Novak, después de soltar el último naipe.
—Gracias, de verdad. Ha sido un honor poder conocerlos.
—¿Por qué no regresas mañana? podemos ir a que conozcas la florería.
Se percató de que ahora Dalia parecía más relajada, incluso le había invitado a su florería, era un gran paso después de ese incómodo comienzo.
—Me encantaría pero tendrá que ser en otra ocasión. Mi vuelo sale en unas horas.
—¿Regresas tan pronto? —le preguntó Emilia, imaginando que se quedaría un poco más.
Danielle acarició su mejilla, mirándola con ternura. No quería dejarla, habría dado lo que fuera por pasar aquellas semanas en casa de los Ivanović pero Nadine estaba esperándola.
Se despidió de todos, le sorprendió incluso que Dalia fuera hasta ella para besarle la mejilla y hacerle una cruz sobre el pecho.
—Ojalá podamos verte pronto. Cuida mucho de mi flor.
Estaba ruborizada, pero feliz de que aquella mujer le permitiera demostrar quién era, no la mentirosa, ni la maleante sino esa verdadera Danielle de la que Emilia se había enamorado.
—Espero que así sea, y no se preocupe así lo haré.
Salieron de la casa, a pesar de la insistencia de la rubia por llevarla al aeropuerto Danielle insistió en que no era necesario. La chica se deslizó entre sus brazos, pegando sus labios tiernamente a los suyos.
—No quiero que te vayas —le susurró, golpeando con su aliento la mejilla de Danielle.
—Me encantaría quedarme pero de verdad tengo que volver, ya me aseguré de que estás bien, las cosas entre nosotros están bien así que es tiempo.
Emilia sonrió, esperaba que así fuera. Esperaba que pudieran seguir con su promesa y que no hubiera más despedidas jamás.
—Llámame en cuanto llegues.
—De acuerdo —contestó, deslizando sus dedos por entre el escote de Emilia. Tomó entre sus manos el precioso collar que le había regalado en su cumpleaños, acarició la piedra color turquesa que pendía de él y la colocó sobre sus labios—. Te esperaré en casa, Diciembre.
FIN.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro