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XIII

Casi tres semanas habían pasado desde su último encuentro con Danielle. Ahora sí era en serio, sus llamadas y mensajes eran solo un recuerdo. Emilia no podía engañarse, se había acostumbrado a su presencia, y sobre todo al desfogue de instintos que le ofrecía. No le quedaba más remedio que intentar regresar a su aburrida rutina.

Estaba en su departamento, era una noche como cualquier otra, se encontraba revisando algunos documentos de la empresa mientras bebía una copa de vino y escuchaba algo de música. Por más que luchaba contra ello sus pensamientos habían comenzado a hacer de las suyas otra vez. Ahora no podía dejar de pensar en Danielle, en realidad había sido una despedida drástica y abrupta. Si bien, no habían tenido la gran historia de amor, hubiera deseado al menos que el gusto le durara un poco más.

Tomó su móvil, llevada por el mismo impulso que durante años había convertido su relación con Lucía en algo enfermizo y masoquista. Pero no iba a llamarla, solo decidió googlear el nombre de Danielle Lombardi en el buscador para ver qué información se encontraba de ella en la red. No fue difícil dar con ella, lo cierto es que tenía bastantes seguidores en su cuenta de Instagram que era prácticamente todo lo que utilizaba. Había fotos de lugares, sus viajes, sus casas, autos, sus bares, clubs y sobre todo de ella.

Llamó su atención una foto reciente en lo que debía ser uno de sus clubs. Se veía bastante elegante, la ropa formal y masculina le sentaba tan bien que parecía estar ceñida a su cuerpo. Posaba junto a una hermosa joven castaña que imaginó sería su nueva conquista. Sin embargo, al acercar la imagen se dio cuenta que se trataba de su hermana. Indagó aún más y descubrió que no se trataba de ningún club, las chicas habían participado en un desfile de modas con una colección que Grecia promocionaba para la temporada. Había modelado una marca de ropa bastante costosa y popular que, en lo personal, a Emilia le encantaba.

Era estúpido sentirlo, pero encontraba doloroso el hecho de que las personas con las que se relacionaba, pudieran superarlo todo con tanta facilidad. Para ella resultaba más complejo ya que en su vida lo único constante era su trabajo y ese fantasma de la soledad que ahora le miraba fijamente. Era una tontería sentirse de esa manera, pero con un par de copas de vino en la sangre su mente era más sincera.

Sabía que lo mejor era no continuar mirando aquellas fotografías, pero no podía evitarlo, estaba leyendo comentarios de la infinidad de chicas que seguían a Danielle en su IG, incluso le llamó la atención que hubiera un shippeo entre ella y su hermana Grecia. Sonaba bastante retorcido, a decir verdad, pero el hashtag de Danecia había sido trending topic hacía un par de semanas. Una reverenda locura.

Poco a poco llegó a sus fotos más antiguas, su rostro era evidentemente más joven y fresco, y esa cicatriz continuaba en su ojo. Había selfies de viajes a lugares remotos y hermosos, en sus clubs y con una Grecia mucho más joven también. Pero, desde luego, sus favoritas eran en su entrenamiento de jiu jitsu, box, kick boxing y natación. Su fabuloso cuerpo desplegado en imágenes y tomas perfectas que no le extrañaba que aquellas publicaciones tuvieran más de un millón de likes y comentarios.

Dejó de lado su móvil, era suficiente tortura por esa noche, con toda esa sobre carga de Danielle Lombardi en su mente sabía exactamente lo que tenía que hacer.

Preparó la tina, dispuesta a motivarse un poco con aquellas fotografías mientras se servía una copa más y se recogía el cabello con una coleta. Se desnudó frente al espejo y observó su reflejo preguntándose si quizá Danielle también habría buscado su IG en algún momento. Seguro sí, imaginó que después de aquella fiesta en donde se habían conocido.

Contempló su cuerpo, sus caderas anchas, sus senos pequeños pero proporcionados y su pubis pueril, recordando todas las veces que Danielle la recorrió. Dejó que el vapor de la tina fuera poco a poco empañando el cristal, hasta que no pudiera verse nada. Limpió con su mano el vaho de sus hombros hasta su pubis, tomando su móvil para sacar una fotografía del dorso de su cuerpo. La miró, no era una fotografía digna de redes sociales. Sabía que se metería en graves problemas si alguien llegaba a verla.

Entró a la conversación que tenía con Danielle y descubrió que no había más una fotografía en su perfil. Había dos opciones: una, había quitado su foto, o dos, la había bloqueado. La segunda era la más coherente. Había sido franca en el hospital. Lo mejor era que estuvieran separadas una de la otra. No volverse a ver por el tipo de situaciones que ambas vivían, era la decisión más sensata. Iba a superarlo, estaba segura, solo necesitaba tiempo y un poco más de vino.

Miró su fotografía con detenimiento después de cerrar la llave de la tina. Se jugaría su última carta, así que adjuntó la imagen a un mensaje y a pesar de que su mente le decía que no, la euforia de una respuesta pronta provocaba que su corazón latiera con prisa. Enviar, no había vuelta atrás. Esperó un instante sin dejar de mirar la pantalla. Tres minutos, cinco, diez, treinta. No hubo respuesta alguna. Entró en la tina y comenzó a dejar que la espuma relajara su cuerpo. Toda esa tensión finalmente terminaría esa noche. Se disponía a llevar las cosas a fondo cuando de pronto un mensaje llegó.

"D: ¿Es una especie de invitación?"

Emilia dio un salto de la bañera, reincorporándose para poder ver con claridad aquel mensaje. Había recibido una respuesta, ¿acaso sus ganas de verla eran igual a las de ella?

"En absoluto, es solo que aun tienes algo que es mío. Es tu culpa que vaya así por la vida..."

Sonrió mirando su móvil, había sido una respuesta bastante ingeniosa. Esperó una risa de vuelta, pero para su sorpresa su mensaje no produjo ningún efecto. Danielle no solamente no había contestado, sino que la había dejado en visto. Emilia negó, colocándose el móvil en la húmeda frente. No podía sentirse más estúpida, había actuado de forma precipitada. «No debí haber mandado esa foto», pensó. Ahora se sentía expuesta y patética.

Salió de la bañera sin más ánimos que los de dormir, el vino había subido lentamente hasta su cabeza y había pasado del calor a la somnolencia con la gracia de una próxima treintona.

Llevaba el torso desnudo, mientras colocaba un poco de crema corporal de avellana en sus piernas, escuchó el timbre de su departamento. «¿A esta hora?» pensó. Solo conocía a alguien capaz de buscarla a esa hora: Lucía. Seguramente solo para discutir sobre lo que le había dicho a Melissa para persuadirla de dejar el caso de Gastón. Sabía cuánto le molestaba que las personas intervinieran en sus asuntos.

Caminó descalza, con su bata y una toalla enredada en su cabello. Abrió sin desmesura la puerta cuando de pronto sus ojos sorprendidos vieron vacilar su ropa interior de encaje entre sus dedos, como si fuera una medalla de honor.

Quitó la toalla de su cabeza con rapidez mientras Danielle sonreía.

—Pensé que lo necesitarías —dijo, colocando la ropa interior en la bolsa de su bata.

Emilia intentó sonar fría, indiferente. Como si aquello fuera un negocio más que cerrar.

—Fue muy amable en traerlos hasta aquí, señorita Lombardi. Buenas noches. —Cerró la puerta, mirando por el ojillo el rostro de una Danielle totalmente sorprendida que se llevaba una mano al cabello mientras reía incrédula ante su propia desgracia. También sonrió, solo hasta que vio sus intenciones de marcharse abrió de nuevo la puerta—. ¿Quieres algo de tomar?

Danielle asintió. Dando un par de pasos hasta quedar rostro a rostro.

—Agua está bien. —Entró después de Emilia, observando el departamento con discreción. Esperaba encontrar alguna pista que le indicara que la rubia no estaba divirtiéndose sola, pero, sin duda, le había guardado más lealtad de la que merecía.

Emilia volvió de la cocina y ambas se sentaron en la sala, una frente a la otra.

—¿Cómo estás? Te ves mucho mejor.

—Lo estoy. No fue nada grave.

Emilia colocó el vaso con agua entre las manos de Danielle y descubrió esos preciosos ojos claros que no dejaban de mirarla como si quisieran atravesar su bata. Había encendido una llama con esa fotografía y de pronto esa sensación la hacía sentir sublime ante la situación.

—Respóndeme algo —continuó Danielle, aferrando su mano y dejando de lado el vaso de cristal—. ¿Me escribiste porque estás aburrida y necesitas sacarte las ganas o lo hiciste porque me extrañas?

Observó a Emilia beber el último trago de su copa de golpe. Su rostro estaba parcialmente rojo, su bata entreabierta y podía ver sus muslos desnudos. No sabía si lo hacía a propósito pero estaba provocándola.

Emilia no podía sostener su intimidante mirada. Aquella pregunta desde luego la había tomado por sorpresa, pero iba a dejarle en claro sus intenciones. Se puso de pie y dejó que la bata cayera hasta sus tobillos. Era la primera vez que hacía algo como eso, pero por suerte el alcohol estaba de su lado.

Danielle sonrió, observándola como si se tratara de una genuina pieza de arte. Se reincorporó para tomarla del cuello, deslizando sus manos con suavidad hasta llegar a sus pechos.

Emilia se estremeció ante el contacto de la fría pared sobre su espalda y las manos fuertes de su compañera jugando con sus pezones. La boca de Danielle se aferraba a la suya como si quisiera devorarla por completo, aquel beso intenso comenzaba a hacerle perder la razón. Sin embargo, se alejó. Su respiración estaba agitada, podía asegurar que Danielle estaba tan caliente como ella, así que comenzó a alejarse cada vez que esta intentaba abordarla. Era una forma de castigarla por su larga ausencia.

—Hoy voy a hacer lo que quiera contigo. —Emilia quería tocarla, completa, de pies a cabeza. Colocó una mano en su entrepierna, dispuesta a entrar en ella cuando de pronto palpó algo bajo su pantalón. ¿Un invitado sorpresa, quizá?—. ¿Eso...?

Danielle sonrió, con el rostro sorprendido de Emilia entre sus manos. Estaba tan satisfecha con esa reacción. Eso es lo que la había convencido de llevar a su amiguito aquella noche. Quería ver que tal lejos era capaz de llegar para buscar su placer.

—Bueno, me has dejado muy claro que te gusta arriesgarte así que pensé que podríamos probar algo nuevo.

«¿Algo nuevo?», pensó, por supuesto que lo era. No recordaba haber usado algo como eso con Lucía jamás. Vibradores sí, pero un strap on siempre le había parecido demasiado intrépido, ¿realmente estaba lista para algo así?

Danielle la tomó en brazos, dirigiéndose hasta el segundo piso. Emilia se aferró a su cuello mientras analizaba esa delirante expresión en ella. Al parecer no era la única que había estado deseando aquel encuentro.

La colocó sobre la cama mientras se deshacía habilidosamente de su camisa. Emilia estaba inmersa en su perfecta anatomía, sus fuertes brazos cubiertos por aquellas figuras y dibujos, las profundas líneas laterales de su abdomen y su delineada cintura la hacían perfecta. Danielle desabrochó lentamente su pantalón y entonces pudo ver aquel erguido y plástico falo frente a ella. Su tamaño no era exagerado pero sí intimidante, en realidad esas cosas solían ser muy realistas.

Acercó su extremidad plástica hasta el rostro de Emilia, impulsada quizá por la intensidad del momento, pero la rubia se alejó.

—No necesitamos hacer eso, señorita Lombardi.

Emilia llevó una mano a su entrepierna para después colocar frente a Danielle los hilos de aquellas primeras caricias que resbalaban entre sus dedos. Sus ojos la abordaron chispeantes. Tomó su mano y se llevó cada uno esos dedos húmedos a la boca provocando que las mejillas de Emilia se sonrojaran. La analizó con su mirada, su respiración era tan agitada que su vientre se contraía y las costillas se marcaban en su piel.

Comenzó a succionar sus pechos, alternando arrebatados besos mientras acariciaba el sexo de la rubia que ahora se estremecía, aferrándose a su espalda conforme el roce de sus dedos aumentaba de intensidad. Sentía que podía correrse en cualquier momento cuando de pronto Danielle se colocó sobre ella. Obligándola a abrir un poco más sus piernas.

—¿Estás lista? —le preguntó, con un hilo de voz y con una gota de sudor bajando por su cuello—. Hazme saber si es molesto.

Emilia aceptó, sintiendo como entraba en ella poco a poco. Una presión intensa comenzó a expandirse, no era desagradable sino todo lo contrario. Coincidió con la mirada de su compañera, desde luego lo que más le gustaba era verla directo a los ojos. Danielle era cuidadosa y estaba atenta a cualquier molestia que pudiera ocasionar la situación. Algo inusual en su arrebatado comportamiento.

Cuando estuvo totalmente dentro, Emilia se retorció. Sentía que las piernas le temblaban y la presión en su interior en aumento le provocaba escalofríos. Danielle estaba sobre ella apoyándose con los brazos a ambos lados de su cuerpo mientras se estremecía.

—Estás tan...

Emilia colocó una mano sobre la boca de Danielle, presionando con fuerza sus quijadas.

—Solo hazlo.

Descubrió su sonrisa, era la señal que esperaba. Comenzó a moverse suavemente para propiciar el vaivén de sus caderas.

Las uñas de Emilia se clavaban en su espalda y su trasero, sus dientes hundían con fuerza en su hombro como si se resistiera. A pesar de su protesta, Danielle continuó penetrándola con rigor. Lo cierto es que no imaginó que Emilia se prestara a ese tipo de juegos, pero había sido sencillo. Su deseo le había hecho ceder con facilidad.

El sonido de sus cuerpos chocando incrementaba la sensación a un doscientos por ciento. Emilia tenía sus manos sobre las caderas de Danielle observando como el sudor le empapaba la frente. Estaba dando lo mejor de ella para complacerla, qué más podía pedir. Sin embargo, Emilia quiso ser dueña de su placer durante un instante, así que la obligó recostarse para poder colocarse sobre ella. Danielle la sujetaba de las nalgas con firmeza para moverla a su antojo. Emilia sentía que perdía la razón. La sensación era en realidad tan intensa que, sin darse cuenta, y quizá por capricho de Danielle, sus caderas eran las que continuaban el movimiento mientras la esta descansaba y observaba la súplica tácita de su cuerpo.

Danielle había estado con muchas mujeres, pero Emilia tenía una energía única. El sabor de sus besos, sus gestos, sus movimientos y el sonido de su placer la enloquecía.

Se incorporó un poco mordiendo sus rosados pezones. No podía engañarse, la había echado de menos. Nadie buscaba su placer con tanta insistencia como ella. Estaba cansada de las mujeres comunes, superficiales e interesadas. Estar con Emilia Navarro era como estar con una diosa. La tomó, poniéndose de pie mientras la sostenía en brazos. Las largas piernas de Emilia rodearon su cintura y entonces Danielle introdujo el strap on profundamente. Comenzó a mecerla de arriba hacia abajo mientras los gemidos desmesurados de la rubia se escuchaban por todo el departamento. El dolor intenso de su costilla comenzaba a ser insoportable. Sentía que debía parar pero no tenía intenciones de hacerlo. Mejor, regresó el cuerpo de Emilia de nuevo a la cama, pidiéndole que se masturbara mientras ella continuaba con el strap on.

Obedeció, no estaba acostumbrada a recibir órdenes de Danielle, pero encontraba bastante erótico que le dijera que hacer mientras la penetraba sin desmesura. No iba a ser difícil culminar después de todo lo que había pasado. Había aumentado el ritmo de sus movimientos con ella a la par y podía sentir como su clítoris se agrandaba. Descubrió que su cuerpo comenzaba a vibrar y supo que no podía contenerse más. Se corrió despacio, tomando el rostro de Danielle entre sus manos, mordiendo sus labios con fuerza, deseosa de prolongar más y más aquella sensación.

Danielle estaba inmersa en el placer de Emilia y no reaccionó hasta que esta aferró su antebrazo en una señal para pedirle que parara. Se detuvo, recorrió con su mirada su cuerpo bañado en sudor y el cuerpo vibrante de su compañera. Se quitó el arnés y lo arrojó a un lado colocándose junto a Emilia para cerrar su ardiente noche con un beso tierno. Se dio cuenta de que poco a poco sus ojos comenzaron a cerrarse, estaba agotada y no tardó mucho en caer finalmente en un sueño profundo. Se llevó una mano a la costilla, respiraba con dificultad y sentía como el dolor se intensificaba. Tomó de su pantalón un par de píldoras y las tragó en seco, por la mañana podría preocuparse por eso.

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