Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

03

Realmente, Sabrina amaba a Lucía.

La amaba —claro que sí—, pero no de la misma manera que al inicio o en el medio de la relación que tuvieron. Para Sabrina, Lucía era más que su ex novia; Lucía era una gran amiga, una persona de suma confianza con quien podía ser ella misma sin miedo de ser juzgada y viceversa, la persona más romántica y linda que había conocido en su vida era ella, sin lugar a dudas. Y Sabrina era plenamente consciente de que la había hecho trizas.

Sabrina nunca tuvo esa intención, jamás, ni ella misma imaginó que las cosas pasarían como lo hicieron; en aquel momento, Sabrina no notó que había dejado de ver a Lucía como una amante hasta que se encontró atraída por Ethan y empezó a sucumbir ante una tormenta emocional. Aturdida por pensar siempre en Ethan y la tremenda afinidad que tenían juntos, y por qué carajos no era capaz de hablar con Lucía sobre cómo se sentía. Con eso vinieron las mentiras y distanciamientos; Sabrina empezó a tomar más turnos en el hospital y a quedarse en hoteles porque era imposible para ella quedarse con Lucía —porque se sentía asfixiada cuando compartían el mismo espacio—.

El día que reunió coraje para decirle sobre cómo se sentía, fue abrumador; muy tranquilo y sombrío pero dentro de casa todo estaba cálido por la energía de Lucía —que tenía su playlist de fondo mientras cocinaba y se movía de aquí para allá, contenta de que Sabrina pasara por fin una tarde en casa—. Sabrina estaba intranquila por los nervios que la poseían, con una sensación de tener un agujero en el centro de su pecho. Apenas logró comer, dejando casi todo el platillo. 

Casi pierde su fortaleza y determinación cuando oyó que Lucía le preguntó que qué le ocurría.

Y como una completa cobarde y mentirosa le respondió que nada pasaba. Se las arregló para pensar en cómo decirle que quería romper por un buen rato, mientras que Lucía limpiaba y cantaba. 

Al cabo de dos horas de completa tortura, Sabrina le pidió a Lucía que se sentara con ella en el sofá y ella le obedeció, dispuesta a escucharle atentamente, volvió a preguntar—:« Brina, ¿ocurre algo?»

Esta vez sí respondió.

Quizás no de la mejor manera. 

Con la mirada en alto y todo el coraje y agallas, Sabrina consiguió decirle—: «Auri, creo que me gusta alguien.»

Si bien su voz salió firme al inicio, fue perdiendo fuerza al final. Aunque su confianza también desapareció, ahora estaba encorbada en el sofá, con las manos escondidas entre sus muslos y evitando, cabizbaja, la mirada de Lucía.

y al alzar la mirada, con mucho dolor, Sabrina vio la tormenta de emociones que se reflejaron en el rostro de Lucía; tristeza, enojo, confusión y al final quedó una expresión comprensiva en su rostro que, sin duda, era lacerante; Sabrina no contaba con que esa media sonrisa y el inicio de sus cejas alzado que le otorgaran una expresión tan benévola a Lucía que pudieran lograr que ella se sintiera como la peor persona que había pisado la tierra, el ser más miserable jamás visto. 

Esa mirada, la reacción que había tenido, la hacía pensar que ella estaba esperando este momento y estaba casi segura que así era, casi segura que Lucía sí sabía cuándo la dejó de ver con deseo, de mirarla a los ojos, de contarles sus días.

Cuando dejó de ir a casa.

Ese día fue la tortura más grande que Sabrina había experimentado en toda su existencia; prefiriendo pasar de nuevo como residente en un hospital en el área de emergencia u obstetricia. Ella esperó que le dijese que la odiaba, que le gritara, que la mirase como si de basura se tratara; Sabrina esperaba de todo porque sentía que se merecía todo lo peor y más, no esa sonrisa y ese casto abrazo que le dio sin previo aviso la morena.

No esperó ni imaginó ese "entiendo, Brina", menos esa pregunta "¿y cómo es él?" llena de entusiasmo que no iba en absoluta sintonía con el momento.

Lo peor de esa tarde vino luego de que Sabrina buscara las cosas más esenciales en la habitación; cuando volvió a ver a Lucía, la encontró inmóvil en el sofá —tanto que parecía una estatua—, y Sabrina fue incapaz de hablarle de nuevo. Allí supo que si lo hacía, ella explotaría. 

Lucía era una bomba de tiempo que estallaría en cualquier momento y Sabrina no era capaz de afrontar eso —tenía miedo—, por eso se encaminó, sin más, a la puerta.

Nunca había oído la puerta chirriar hasta ese momento, donde todo estaba en completo silencio; ya afuera, y antes de cerrar, dijo—: «lo siento.»

Cerró con lentitud.

Escuchó el click.

Y al dar unos pasos, escuchó el desgarrador grito que provenía desde el hogar que solía compartir con Lucía.

Ese gritó la heló, apretó con fuerza la manija de su maleta.

Quizá no debió responder y decir que Ethan era una maravillosa persona ni que quería conocerlo  e intentar algo. Se sintió como una total estúpida e insensible con cada paso que dio lejos de su antiguo hogar.

Supo que no había forma de volver, que no había marcha atrás.

Pero Sabrina pensó en volver —necesitaba hablar— cuando recibió una transferencia con lo que estaba segura que era su parte de la vivienda que compartió y compro con Lucía; montón de llamadas desviadas, mensajes vía whatsapp que no llegaban y mensajes de texto que no eran respondidos. Allí se dio cuenta que probablemente ella había borrado las aplicaciones de su teléfono —o la había bloqueado—.

Un día, luego de salir de turno y tomarse un té con Ethan, Sabrina tomó la fortaleza de ir a hablar con Lucía y buscar sus cosas restantes. Apenas estaba conociendo a Ethan, apenas estaba respondiendo sus comentarios de doble sentido y aceptando las cosas que él le ofrecía —como los yogures mientras revisaban historiales, los sándwiches en las mañanas, las bebidas energéticas en el doble turno y los masajes en la sala de descanso—; Sabrina se sentía lista para verla —porque también estuvo recibiendo terapia— y preparada para lo que sea que pasara.

Y allí volvió a verla. 

Ella jamás imaginó que volverían a besarse y amarse de aquella manera, jamás esperó esas caricias ni ese deseo tan intenso que la dejó mareada y borracha.

Y que claramente arruinó cuando murmuró si querer el nombre de Ethan —porque sí que quería explorar cosas con él—. Al final, Sabrina dejó aquel lugar sin tener la conversación que quería, un poco rota y enfadada por el trato de la morena en la mañana... aunque ella estuviera en su completo derecho. 

tiempo después, Sabrina empezó a vivir otra vida con el británico; una llena de risas, besos y muchos momento de desenfreno, con noches de pizzas, series y libros, minutos en las escaleras de emergencia del hospital para animarse y criar a dos perros tremendos; Sabrina vivía una buena vida en donde una vez cada dos semanas le dedicaba una hora a su terapeuta para superar todo de la mejor manera porque la pasaba increíble con Ethan y se negaba traer sus problemas a la mesa.

Increíble.

Increíble porque la química con Ethan estaba fuera de este planeta y ella no estaba creyendo que nueve meses —casi diez— después de romper con Lucía, ella se estaba comprometiendo con él. Sentía que todo había ocurrido, al menos, hace una década. Sorprendida de sentirse tan plena.

Simplemente increíble.

Pero lo más increíble fue encontrarse con Lucía en el supermercado y tratarla como si entre ellas no hubiera ocurrido nada. Y es que fue tan natural para ella acercarse y hablarle que luego de hacerlo fue que entró en razón de lo que estaba haciendo.

También porque la mirada de Lucía indicaba confusión y desagrado.

La cereza del pastel ocurrió segundos después, cuando Lucía perdió el control y le gritó; verla temblar y mover sus compras a la caja sollozando destruyó toda la paz que Sabrina había construido. Quiso ayudarla —sin saber muy bien cómo—, pero la única ayuda que podía ofrecerle era irse de ahí; por eso tomó a Ethan, las compras y se marchó del lugar. Alarmada como nunca porque, de repente, recordó que no había sido capaz aún de hablar de ella y que él debía estar lleno de dudas sobre la situación vivida. Pero para su fortuna, Ethan no preguntó sobre ella ni por la escena. En aquel hogar, esa noche, Sabrina besó con mucha devoción a su novio y prometido; con tanto afecto para confirmarse así misma que lo amaba. 

Pero Sabrina estuvo consciente de que Lucía debía estar ahogada en llanto. 

Y claro que lo estuvo.

Esa noche, Lucía bebió y lloró tanto que sólo sabía que eso había pasado porque a la mañana siguiente no se podía levantar y las botellas vacías estaban en el suelo.

Pero ella consiguió seguir adelante.

Al tiempo —dos años y tres meses después—, Sabrina se enteró —confirmó— que era ignorada —y quizás con toda la razón del mundo—; pues Lucía regresó al chat grupal que había muerto desde que ellas habían terminado.

Ginn: Ya todo bien?

Feer: Para q les prguntas? :|

Feer: Preguntas*

Dan: Que bueno que estemos juntas de nuevo, bebes.

Aileen: LAS EXTRAÑÉ UN MONTON!!!!!!!!!!!!

Auri: YO TAMBIÉN LAS EXTRAÑÉ UN MUNDOO, DIOS, PERDON

Auri: No saben cómo las amo, ok? Okokokokokk.

Sabrina terminó teniendo diez mil ochocientos veintitrés mensajes sin leer del grupo silenciado después de haber leído esos primeros mensajes el martes en la tarde.

Y un sábado recibió un mensaje privado.

Auri: Hola

Auri: ¿Cómo estas?

Auri: ¿Podemos vernos?

Auri: O hablar por aquí, como prefieras. Enviaré audios, primer aviso, odio escribir mucho.

Sabrina estaba almorzando, quedó algo sorprendida por los mensajes. Tardó en responder, pero lo hizo.

You: sí, veámonos.

Auri: Puedes hoy?

You: sí.

Auri: estoy en el parque.

Ella le envió una ubicación.

—Amor. —soltó el cubierto sobre la mesa.

Ethan se giró a verla desde el lavaplatos—: ¿Si, preciosa?

Ella dudó como nunca.

Dudó en decirle.

Pero estaba cansada de todo y habló—: Voy a ver a la chica del supermercado ¿La recuerdas?

Él sólo sonrió y respondió—: preséntanos en otra oportunidad.

Ella le devolvió la sonrisa y se levantó.

Sabrina fue incapaz de manejar, así que tomó el trasporte público, con el corazón a millón y apenas consiguiendo calmar sus emociones.

En el parque, envió un mensaje que le avisaba a Lucía que ya estaba ahí.

—Compraba un refresco.

Se giró y la vio de pie tras ella.

Su cabello estaba largo, más abundante, más salvaje e igual de oscuro y rizado. Maquillada tan guapa y prolija como sólo ella sabía.

»Hola —susurró sonriente y Sabrina espabiló, sorprendida de lo radiante que se veía, aliviada de que estuviera tan brillante como antes—. No te compré algo porque no sé qué te gusta... ahora. —sonrió tímida y se sentó a su lado.

El silencio reinó, ninguna fue capaz de decir algo. Al menos por los primeros diez minutos.

—¿Cómo te va en el trabajo? —preguntó Sabrina.

—Ah, bueno... —Lucía la miró y sonrió apenada—, tuve que renunciar, je —alzó sus hombros—. Pero luego seguí online con otra empresa y así he estado, también con uno que otro trabajo como freelancer.

—Vi que enviaste un link de un canal de youtube, al final te animaste, que bueno.

—¿Lo revisaste? —Los ojos de Lucía parecía que se iban a salir de sus cuencas.

Sabrina y Lucía hablaron de ellas, de cómo estaban viviendo ahora; se rieron y bromearon, pero pronto quedaron sin mas que decir y de nuevo el silencio.

—Tú... bu-bueno, mira, ya sabes, yo... —Lucía empezó a balbucear.

—Está bien, está bien —Sabrina trató de calmarla—. ¿Escribiste?

Lucía suspiró y asintió efusiva, abriendo su cartera y sacando de ella varias cartas.

Sabrina sonrió de medio lado y las tomó para empezar a leer.

—Dios, qué vergüenza —confesó Lucía, finalizando con una leve risa.

Sabrina se rio y dijo— No pasa nada, te cuesta hablar de tus emociones con tus propias palabras y esta es tu forma, yo lo entiendo. Lo importante es comunicarlo.

"Londres es una mierda. Últimamente el clima es espantoso, ¿no? Todo húmedo, lluvioso y nublado. Desde la última vez que te vi ha pasado un montón, y yo he vivido demasiado para mí propio gusto, o así lo siento. Es extraño, pero también he sentido demasiado. Cuando terminamos, te juro que estuve bien (ya sabes cómo soy), ya luego sí que me desmoroné pero me recomponía con facilidad. Te odiaba de momento y te olvidaba en otros, brina. Te extrañé y repudié (sólo un poquito, me odié más a mí que nadie)".

La letra irregular de Lucia, que pasaba de imprenta a cursiva era algo que Sabrina extrañaba.

"Llore tanto y reí tanto esos meses antes de vernos en el supermercado que juraba haberte superado. Hasta que te vi, me hablaste y trataste como si nada hubiera pasado entre las dos que me descolocó, sobretodo que él se veía tan: ¿¿¿??? Como si no supiera quién soy o quién fui para ti, y ese anillo en tu mano fue demasiado para mí.

Lo siento mucho, no debí reaccionar así, lo sé, lo sé, me avergüenza mucho mi comportamiento de ese día xd".

Sabrina se rio.

—¿Qué te dio risa? —preguntó nerviosa Lucía.

Equis de en plena carta —señaló en donde la expresión se encontraba escrita, mostrándole el papel a Lucía, robándole un grito—, me causa ternura.

"pero eran mis emociones que se descontrolaron y bueno, estaba con la guardia baja. Llegué llorando a casa y bebí mucho, tanto como para no poder moverme el día siguiente hasta las cinco. Malísimo, ya sé, ni me lo digas (si es que llegas a leer esto), igual y después no bebí más.

Esa noche que te vi, que estuve en casa, lamenté todas las decisiones que tomé en base a ti, lamenté mucho todo estos años juntas, lamenté haber girado a tu alrededor. Me pregunté por qué me aferré tanto a ti, por qué no salí con otras personas y simplemente viví mi vida.

Luego de mucho tiempo y terapia, puedo decir que fuiste mi mejor decisión.

Tú me conoces, me conocías antes de que fuéramos algo porque éramos amigas. Tu sabes que sueños no tenía y supiste de todas mis crisis, que estuve mal por años y luego de verte, de conocernos, de visitarte, le diste un giro a mi vida.

Creo que jamás me habría esforzado de no ser por el amor que te tenía. El motor para terminar esa odiosa carrera y hacer todas las capacitaciones y tener algo a lo qué dedicarme es gracia a ti, a toda la energía que me brindabas.

Nunca sería esta mujer independiente que soy hoy sin el amor que me dabas .

Porque en esto me convertiste."

Sabrina tenía los ojos aguados. Giró la hoja.

"Tú me impulsaste, cada gramo de valentía y confianza lo acumulé gracias a ti.

Quiero que sepas que eres mi primer amor. Mi primer amor de verdad. Eres la persona a la que fui capaz de decirle que me gustaba. Eres la primera persona que me permitió quererle, eres todo, Brina. nunca pensé que alguien podría quererme como lo hiciste tú, tú que me escuchaste y me quisiste tal como era, con mis locuras, con mi todo.

Gracias por sentir cosas por mí y hacerme sentir que me amaste. Por amar mi personalidad.

Gracias por todo. Por leer conmigo, por hablarme de medicina por horas, por contarme todas tus preocupaciones. Gracias por todas las cosas que hiciste por mí, por ayudarme y estar para mí en mi complicada sexualidad, por brindarme toda la compresión del universo y ser tan atenta conmigo, por descubrirte también a ti misma.

De mí sanaste todo aquello que tu no rompiste y no sabes cómo atesoro nuestras memorias.

Y aunque tuvimos un final algo raro, quiero decirte que sigo amándote.

Pero ya no románticamente, Brina, te he vuelto a amar como una amiga.

Y eso es lo que te hace diez mil veces más especial. Sabes que pienso de las relaciones que se terminan y nunca en mi vida consideré que luego de una ruptura, podría volver a hablarte.

Pero me encuentro a mí misma pensado en ti y en que ya no tengo a quién contarle sobre el nuevo libro que compré ni que me de una review de algún libro.

Me encuentro extrañando nuestra amistad.

Definitivamente, sé que es imposible ser las mismas de cuando tenía 19, ya estamos cerca de los 30 pero quiero que se acabe toda esta fea brecha entre nosotras.

Quiero que seamos amigas de nuevo, si estas dispuesta a ello".

—Luci —musitó

—Termina de leer.

Sabrina empezó a leer otra otra hoja del mismo sobre.

"Lamento no haberte escrito tantos poemas, la razón es que nunca tuve que ocultarte como me siento, nunca temí de ti ni me avergoncé como me sentí. Nunca fuiste alguien lejano. Siempre estuviste para mí."

Luego de ese párrafo había una línea divisoria. Un texto diferente empezaba.

"empecé a salir con alguien."

Sabrina se sorprendió.

"ya van casi tres años desde que rompimos y todo ha cambiado, me mudé también, y cambié de trabajo también. Y finalmente siento que avancé al cien. Estoy con alguien impresionante.

Tristemente, es hombre (emoji de payaso). ¿Puedes creer que estoy saliendo con un masculino? Ni yo. Lo sorprendente es que es mi facultad, de mi cohorte de ingreso, lo encontré en un evento que mi empresa estaba organizando, por eso empezamos a hablar y fua, él terminó quedándose acá por cuatro meses y en todo ese tiempo salimos. En una de las citas me besó y cuatro citas después estaba contándole sobre mí y mi orientación :p, el resto es historia, ahora estamos aquí saliendo. Estoy pensando en regresar a mi país una temporada."

—¿Te vas?

—Un mes y medio nada más, me quejaré de las lluvias pero allá no me puedo vestir cómo me gusta —Lucía vio las otras cartas que Sabrina aun no leía—. Esas puedes leerlas después, son antes que esa que estas leyendo.

—¡Oh!, no, no me fijé si había un orden.  —estaba por abrir otro sobre.

—No, no, leíste lo importante —Lucía colocó sus manos sobre las de ella para detenerla—. Si no hubieras empezado por esa, te habría dicho de todas formas que leas primero estás que leíste.

Sabrina formó una "o" en sus labios. Ya cerca, se miraron unos segundos.

—¿Amigas? —Sabrina extendió su mano, dejando reposar las cartas en sus muslos.

Lucía asintió y estrechó la mano.

—Claro que sí, enana. —le sacó la lengua.

—¡No lo dijiste! —Sabrina le apretó con fuerza la mano.

Lucía se rio—: Perdón, perdón, perdón, pero yo no uso plataformas para verme promedio.

—¡Bueno, ya! —vociferó exasperada Sabrina.

Ambas se rieron.

Esa tarde, estuvo fresco y soleado, los dulces tuvieron mejor sabor y todo se sentía más vivo.

Al atardecer, los teléfonos vibraron, ambas estaban siendo llamadas.

—...¿Ah?, ¿en cuánto? —Dijo Lucia—, sí, sí, lo siento, no me acordaba, amor.

—...Me entretuve, amor. ¿Ah?, sí, claro, caliéntalo. —Sabrina estaba metiendo las cartas en su cartera.

Ambas colgaron y se miraron.

—olvidé algo, debo irme. —lucía alzó la mano para pedir la cuenta.

—Yo también —sonrió—. Ah, yo pago. —Sabrina rebuscó en su billetera.

—No, no, no, yo sugerí aquí. Yo te invito —miró al mesero—. La cuenta, por favor.

—Bien, bien, está bien, la próxima te invito yo.

—Algo caro, por favor. Tu clínica es popular.

Sabrina se sonrojó—: Es porque Ethan es excelente cirujano, todos van por procesos estéticos. —Lucía asentía ante su respuesta mientras pasaba su tarjeta.

—Bueno pero haces lo que te gusta, tratar viejitos. —dijo burlona mientras salían del café.

—¡Los abuelitos y abuelitas me aman! Dios.

—Ya, ya, no te pongas a la defensiva. No dije nada malo —Lucía acomodó su abrigo—. Me voy por aquí, ¿tú?

—En bus, a casa.

Lucía sonrió—: Nos vemos luego —la abrazó—. Salúdame a Ethan.

Sabrina correspondió a su abrazo y le respondió—: Seguro, tú salúdame a Nicolás.

Caminaron en direcciones opuestas.

De nuevo.

Pero esta vez contentas, sabiendo que volvían a contar la una con la otra.

La primera en llegar a casa fue Sabrina, con la cena caliente. Ethan la recibió con un beso en la frente.

—¿Cómo estuvo tu tarde?

—Bien. —Sabrina lo abrazó más fuerte.

—¿Ya están bien ustedes dos? —preguntó él, caminando con ella aún abrazándolo.

—Sip, ya todo está bien entre nosotras. —se sentó en el sofá con él.

—Me alegra, amor. Que suerte que la amistad de ustedes se arregló, ¿no? —dijo mientras acariciaba su cabello.

Sabrina asintió.

»Ve a lavarte las manos, te estuve esperando para comer. —Besó el cachete de su prometida y ella se rió.

—Gracias por esperarme.

—¿Para comer? —preguntó Ethan, algo extrañado.

Sabrina asintió.

A los minutos, se encontraban comiendo y riendo, Ethan le daba bocados de los ravioles de diferentes rellenos que preparó para la cena y ella lo elogiaba por el buen sabor de todos.

—¿Por qué no cocina en lugar de medicina? Todo te queda divino —dijo tomando su infusión— incluso la manzanilla tiene mejor sabor si la preparas tú —lloriqueó en broma, queriendo ser algo dramática.

—¿Debería vender la clínica y abrir un restaurante? —el le siguió el juego.

Ella asintió efusiva mientras masticaba y pasaba la comida. Tomando el vaso con agua, Ethan la sorprendió con una pregunta.

»¿Fijamos la fecha de nuestra boda?

Y casi soltó el vaso. Lo miro fijamente por unos segundos, pasmada, para luego darle paso a una sonrisa de genuina alegría y asentir.

—Claro que sí, amor.

Ya ambos estaban listos para el siguiente paso.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro