CAPITULO 6 || UN ÁNGEL LLAMADO VIRGINIA
Madrid, Sierra de Guadarrama 12 de febrero de 2024
Subí la amplia y cómoda escalinata del palacete seguida de Benítez, que portaba mi maleta. Volví a tomar aire al coronar el generoso porche. Deseaba infundirme la fuerza necesaria para comprometerme conmigo misma, atisbar un rayo de luz abriéndose paso entre la oscuridad inamovible a la que mi mente parecía querer abocarme todos los días.
Y parece que llegó esa esperanza, porque una mujer de atenta mirada y cálida expresión, salió al instante a nuestro encuentro. Sus gestos eran suaves, fluidos.
—¡Hola, bienvenidos! Usted debe de ser Aria Paulman, encantada. Mi nombre es Virginia Andrade, gestora administrativa de ALMA y una de las mentoras y madrina del centro —dijo, extendiendo la mano a mí y a Benítez.
—Gracias, Virginia, igualmente —contesté mientras aceptaba su mano y empezaba a sentir la energía que emanaba de su presencia. Una energía que invitaba a sentirse a gusto, respetada y comprendida.
Acababa de conocerla y ya percibía que era una mujer profunda, serena, luminosa y empática.
—¿Te parece que antes de enseñarte la clínica y tu habitación, nos encarguemos del papeleo administrativo de tu alta? —preguntó con una franca sonrisa.
—Sí, no hay problema.
Benítez espera fumando en el porche y nosotras entramos a ALMA. Justo en el hall de entrada hay un mostrador de recepción igual que en los hoteles o empresas, y al fondo, una puerta que conduce a la oficina de la gestora y madrina.
Desde que he entrado, se respira un olor agradable a lavanda, mezclado con otras hierbas naturales que recuerda a las típicas bolsitas de flores secas que se meten en los jarrones para decorar y ambientar.
Virginia me pasa el formulario de mi alta en el centro para que lo rellene y después me guía por la clínica, enseñándome el palacete. Como es natural, he tenido que desprenderme del móvil.
Así será todo el tiempo que dure mi estadía en ALMA. Por lo menos hasta que logre hacer un buen uso de él sin que me suponga la autopista más directa hacia mi verdugo, el sexo. Veo ese día muy lejos.
El hall de entrada desemboca en un largo y apartado pasillo que otorga privacidad a las habitaciones que allí se encuentran. Virginia me señala que son la enfermería del centro y las dos consultas de atención psicoterapeuta personalizada, respectivamente.
—Cristina Ramos, nuestra médica, llega hoy al mediodía. Ha tenido que atender un asunto personal, por eso no te la puedo presentar. En cuanto a los demás pacientes, están casi todos afuera, en una de las habituales rutinas de senderismo que organiza ALMA como parte de la terapia holística que impartimos y enfocamos en este centro. Necesitamos el contacto con la naturaleza para sentirnos vivos de verdad. Y amados...
No digo nada, Virginia me toma del brazo dulcemente y vamos avanzando en nuestro recorrido.
El interiorismo de ALMA es, a la misma vez, clásico y actual; respetando lo rústico con una pátina de lujo sencillo que refleja contemporaneidad. Es otra residencia de campo de gente adinerada que bien podría salir en una revista de decoración.
El amplio y confortable salón que conecta con la recepción, da a otra estancia que hace las veces de comedor. Me fijo en el techo, algo distraída, todavía no soy consciente del compromiso que he adquirido; destaca por sus vigas de madera a la vista. Virginia saluda a Loli, la mujer de la limpieza, que se afana en recoger los desayunos y me presenta.
—Bienvenida, le deseo lo mejor, si necesita algo no dude en pedírmelo —Loli me da dos besos y me mira con franqueza. Me descoloca tanta cercanía, pero la impresión es buena, sincera.
Llegamos a la sala donde se hacen las reuniones de psicoterapia de los adictos en ALMA, en la planta baja. Aunque es una estancia de grandes dimensiones, su calidez es palpable, conferida por la luminosidad de sus amplios y acogedores ventanales y una gran chimenea de obra al fondo. Y lo más importante: muchas estanterías con libros, como en una biblioteca. Y muchos macetones, macetones con flores y plantas..., por los alféizares, estanterías, suelo. Solo llego a reconocer la lavanda y preciosas azaleas rosas y blancas.
A mi Maitane le encantaban las azaleas. Los recuerdos más vivos que tengo de ella es disfrutando del jardín de nuestra casa familiar en San Sebastián. La siento aquí conmigo justo en este mismo momento, su amorosa calidez con la que siempre me miraba y me adoraba...
—¿Te gusta la jardinería, Aria? Porque aquí también la incluimos en nuestras actividades terapéuticas. He visto que se te han iluminado los ojos al detenerte en las azaleas...
—Sí, me recuerda a mi abuela Maitane, adoraba las plantas y su jardín de Villa Maitemindu*.
Seguimos con el recorrido y me enseña el ala de las habitaciones de los trabajadores y el de las habitaciones de los pacientes. Están debidamente separadas: las mujeres en un pasillo, los hombres en otro. Virginia, como mentora, duerme en nuestro ala.
Y como no podía ser de otra manera, tenemos un vigilante por la noche que vela por la normalidad de nuestro sueño y no salgamos a inmiscuirnos en «camas ajenas».
En la planta alta está también el gimnasio; el antiguo palomar del palacete, con cintas de correr y elípticas, y un variado material para practicar pilates, cross fit... «Aquí es donde se imparte la clase de yoga, dos veces al día», me comenta Virginia.
Bajamos y salimos al exterior de la residencia, al jardín. Nos detenemos en la piscina; es bonita, de corte mediterráneo, por sus tonalidades neutras y relajantes.
El suelo es de microcemento y su tarima, un solárium de madera de teca natural para disfrutar de este frío enclave de la sierra de Madrid. La zona de la barbacoa se levanta con elementos de sillería de piedra vista natural, siguiendo la esencia de los muros del palacete. Aunque encuentro la piscina algo fuera de lugar, para un verano donde la media de temperatura son veinticinco grados. Las encinas y el pino silvestre ponen la nota en el paisajismo del entorno donde se sitúa ALMA.
—Utilizamos mayormente la piscina en los meses fríos de invierno —dice Virginia con una sonrisa mirándome a los ojos, adivinándome el pensamiento—, una de las terapias que impartimos y practicamos en el centro es el «método Wim Hof»; técnica de frío, respiración y meditación.
La miro extrañada, en babia, ni idea de lo que me está diciendo. Sigo sin ubicarme todavía, pero a pesar de todo estoy a gusto, se respira un buen ambiente en ALMA.
—Hay que disciplinar al alma para que nos muestre su luz en toda su plenitud y sentir su guía, protección y amor fiel, dentro de nosotros mismos. Te recomiendo encarecidamente esta terapia, Aria —Virginia vuelve a posar su mano tiernamente en mi brazo.
Comienzo a sollozar sin venir a cuento, estoy muy sensible y nerviosa, y Virginia es una mujer tan especial, tan humana, que consigue derribar todos mis muros.
—Todo va a estar bien, ya lo verás —susurra mientras me abraza—. Aquí estamos para ayudarte, nadie te va a juzgar, pero tienes que comprometerte contigo misma, tienes que querer salir. Yo he pasado por lo mismo que tú y cada día es un trabajo. Si yo puedo, tú también, créeme.
Me refugio más en su abrazo llorando desconsoladamente y, a la misma vez, sintiéndome realmente querida. Esta mujer me recuerda mucho a mi abuela Maitane, la siento familiar y muy cercana a mí.
—Llora todo lo que tengas llorar, Aria...
Cuando me vacío, Virginia me acompaña al encuentro con Benítez y allí me despido de él, dándole saludos para Matías. Ella porta mi maleta hasta la habitación y me trae una tila, haciéndome compañía a mi entera disposición.
Finalmente, me deja sola para que descanse y me recuerda que tengo mi primera cita personal de psicoterapia con Sebastián Zelaya a las doce del mediodía, el psiquiatra y director de ALMA.
♦♦♦
SEBASTIÁN ZELAYA ARAMBURU
Madrid, Sierra de Guadarrama
Clínica ALMA, 12 de febrero de 2024
—¿Se puede? —preguntan después de haber llamado, al otro lado de la puerta de mi consulta.
—Adelante, Elena.
Ultimo el planteamiento de la cita que tengo con el nuevo ingreso de la clínica, Aria Paulman: adicta al sexo, voyerista, bulímica, posible trastorno por estrés postraumático. Intento de suicidio.
—¿Qué haces, amor? —Elena se sienta en mi regazo y toma mi cara dulcemente entre sus manos, reclamando mi atención.
—Detallo el perfil de la nueva paciente, Aria P... —De mis labios sale un gemido al sentir el beso largo y profundo con el que mi novia me busca, me provoca.
—Elena...para... Virginia tiene que estar a punto de llegar con...
El beso se intensifica, no puedo hablar. Gruño por el calentón y por la frustración de no poder echar el pestillo y hacerle el amor a mi novia en mi consulta, como Dios manda... Hundirme dentro de ella mientras se sienta en lo alto, mirándome increíblemente a los ojos; o yo la tomo a ella de espaldas, observando las maravillosas formas del divino templo que es su cuerpo.
—Te quiero mucho... —me susurra Elena, en el hueco de mi cuello, abrazándome ya quieta.
—Y yo a ti, amor —Dejo un beso entre su pelo. Sonrío, arrobado por su ternura. La acuno entre mis brazos.
—Es guapísima... Más guapa al natural que en el papel couché. Las vi hablando en el jardín, en la zona de la piscina.
—¿De quién hablas, Elena?
—De Aria Paulman, tu nueva paciente. Se ha roto con Virginia, nada más llegar...
—Es otra alma que pide ser rescatada, estamos aquí para eso. Somos el espejo, el reflejo que ellos necesitan para poder empezar a quererse por ellos mismos, mi amor.
—Sí, cielo, lo sé; y te adoro por ello, como hombre y como persona. Pero no he podido evitar sentirme celosa, la vas a tener muy cerquita. Lo siento, perdóname.
—Amor... no confías en mí, o qué. Si quieres atenderla tú, no hay problema, mi novia es una fuera de serie; la mejor en lo suyo, y yo un hombre muy afortunado.
Elena sonríe al escuchar mis palabras y se levanta de mi regazo.
—Te dejo tranquilo para que prepares tu primera toma de contacto con la socialité más famosa, bella y elegante de España.
Se marcha con aire resolutivo, pero antes de que agarre el pomo la detengo posesivamente y la volteo encarándola hacia mí.
—Esta noche tú y yo vamos a ponernos al día, no hemos podido hablar apenas en el desayuno. Espero que te haya ido bien en el «Máster en Atención a Víctimas Sexuales», la semana se hizo muy larga sin ti...
—Mis padres te envían saludos, y Margarita, un fuerte abrazo. Dice que pronto se dejará caer por aquí, que te quiere y te admira m...
No dejo que siga, tomo su boca con todo el deseo y la ternura del mundo, la he extrañado horrores. Sus besos me son tan necesarios como el brillo inteligente de su mirada y la dulzura y lealtad inamovible que me profesa desde que nos conocimos en la facultad.
Me fundo con ella, en la promesa de una larga noche de pasión que nuestras ansias reclaman por igual.
—Voy a estar contando las horas hasta que sean las diez de la noche, amor.
Elena se separa de mi abrazo resignada, tiene que trabajar y ponerse al día. Me guiña un ojo antes de salir por la puerta.
Al poco de sentarme en mi asiento, vuelven a llamar.
—Sebastián, ¿se puede? —Es la voz de Virginia.
—Adelante.
Virginia entra con una mujer, que a pesar de no estar en su mejor momento, emana un aura muy poderosa. Sí, es verdad que Aria Paulman es incuestionablemente muy atractiva, pero su belleza es interior, de ahí su fuerza. Una belleza tan solo física se siente hueca, no brilla.
—Sebastián, te presento a la nueva integrante de nuestra familia: Aria Paulman.
—Encantado, Aria, bienvenida —me incorporo y le tiendo la mano—. Toma asiento, por favor.
—Aria, te dejo en buenas manos, te estaré esperando para almorzar juntas y presentarte al resto de tus compañeros de ALMA. Ya te lo dirá el doctor, pero mañana tienes tu primera reunión grupal de psicoterapia en la biblioteca, ya sabes, donde las azaleas... Os dejo.
Virginia se va, me deja con la paciente y una última sonrisa suya.
Aria ya está en ALMA, ¿queréis ver como en su primer encuentro con el joven psiquiatra? Pues seguid leyendo, el capítulo siete os espera.
¿Qué os parece la clínica? Las personas que trabajan allí, lo más importante, hacen que sea agradable... Os leo en comentarios.
Gracias ♥
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