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CAPÍTULO 5 || ÁMSTERDAM, LA ORGÍA DE ANUBIS. CUARTA PARTE. YOU'VE GOT TO LOVE.

Ámsterdam, 9 de marzo de 2019



Llegamos al Pulitzer echando humo por las orejas. En la habitación, Matías intenta abrazarme pero yo me revuelvo como una leona y le propino unos buenos puñetazos en el pecho. Él me opone resistencia forzando más el abrazo sin hacerme daño, y entonces ya no puedo más y le pego un mordisco desgarrador en el hombro para que me suelte.

Lo consigo, he sido muy bestia lo reconozco, pero la situación empieza a adueñarse de mí, me supera.

No se ha quejado mi semental, no ha aullado, pero ha apretado los dientes del dolor.

—Desagertu nire bistatik, nazka ematen didazu!!! —le escupo, antes de echar el paso y enfilar al cuarto de baño, portazo de cierre incluido. (Desaparece de mi vista, ¡¡¡me das asco!!!).

Una vez dentro, empiezo a chillar como una loca, como si estuviera sola en el desierto. Matías forcejea con la puerta, pero obvio, tengo el pestillo echado y no puede entrar. Me grita para que me aparte antes de derribarla de una patada.

—Perdóname, no pensé que te molestaría tanto, es solo otra tía más... —Vuelve a intentar abrazarme pero le largo una bofetada en la cara que se la dejo marcada.

—¡¡¡Te dije que no tuvieras sexo con ella!!! No me gusta nada esa bicha, es muy falsa. Aquí zorras somos todas, por qué me mira tan mal, no la conozco de nada y a leguas se ve que no le caigo. Admito que sea zorra, pero oscura no, conmigo no...

—Se la ofrecí como carne al grupo, cómo puedes insinuar que no te he sido leal, Aria... La humillé cuando vino a buscarme. Yo te quiero a ti, siempre te voy a querer y te voy a preferir por encima de cualquier mujer. Eres mi zorra favorita, no hay nadie como tú, Aria.

Intenta buscar mi cara para besarme, pero nos interrumpen con urgencia unos toques apremiantes, exigentes. Llaman a la puerta de la suite.

Es la seguridad del hotel, nos instan en inglés a que abramos inmediatamente, algún cliente contiguo habrá escuchado nuestros gritos y habrá dado parte, asustado, a recepción. Son más de las dos de la madrugada. Decidimos dar la cara para que nos dejen en paz.

—Mr. and Mrs. Arteaga, what is happening, why are they shouting, the customers have complained very worried. In addition, rest must be respected, this hotel takes care of all the details to guarantee a pleasant experience in our facilities, these are not times to make scandals. All good?

(Señor y señora Arteaga, qué es lo que ocurre, por qué gritan, los clientes se han quejado muy preocupados. Además, hay que respetar el descanso, este hotel cuida todos los detalles para garantizar una agradable experiencia en nuestras instalaciones, no son horas de armar escándalos. ¿Todo Bien?).

Estamos en albornoz y Matías me estrecha por la cintura para aparentar normalidad, toma la palabra.

—Our most sincere apologies. We were arguing, couples things, we weren't going through a good time, but nothing that can't be solved. We are sorry for the inconvenience, I give you my word that it will not happen again. You can leave.

(Nuestras más sinceras disculpas. Estábamos discutiendo, cosas de parejas, no atravesamos por un buen momento, pero nada que no se pueda solucionar. Lamentamos las molestias, les doy mi palabra que no volverá a suceder. Pueden retirarse).

—Are you okay, Mrs. Arteaga? You can fully trust us, we are here to listen to you —me pregunta el más mayor de los dos, recelando con la mirada.

(¿Está usted bien, señora Arteaga? Puede confiar plenamente en nosotros, aquí estamos para escucharla).

—No problem, really, it's not what you think, I'm not an abused woman, my husband has never laid a hand on me. Thanks for worrying, but there is no reason —digo, con la mayor naturalidad de la que soy capaz.

(No hay problema, de verdad, no es lo que ustedes se piensan, no soy una mujer maltratada, mi marido nunca me ha puesto una mano encima. Gracias por preocuparse, pero no hay motivos).

—Okay, but we'll still be here, in case you need anything. Please respect the rest of the rest of the clients, we strive to give an impeccable image to the exterior and we will make it happen. Good night.

(De acuerdo, pero seguiremos por aquí, por si necesitan algo. Por favor, respeten el descanso del resto de los clientes, nos esforzamos por dar una imagen impecable al exterior y haremos que así se cumpla. Buenas noches).

—Don't worry, good night —responde Matías, cerrando finalmente la puerta. (No se preocupen, buenas noches).

Libero un largo suspiro de alivio. Me zafo de él, me va a reventar la cabeza de tanta tensión, de tener que contenerme y no poder estallar.

Le ordeno a Matías que pida el menú de la carta más completo y opíparo, los demonios ya se están dando un festín en mi mente, con todo un torbellino desolador de pensamientos y emociones negativas que amenazan con hacerme perder la cabeza; y que, invariablemente, me conducen siempre al mismo callejón sin salida.

Cuando el camarero se retira, Matías se sienta conmigo dispuesto a compartir mesa.

Ha elegido bien el menú, un variado para dos, de una atractiva y suculenta degustación de algunos de los sándwiches más famosos y populares del planeta, con ensalada César y dos copas de helado de chocolate y vainilla regados con sirope de fresa ácida. Sabe que me vuelve loca, ese contraste tan vivo del chocolate con la fresa.

—No quiero comer contigo, hablo en serio, así que pilla lo que quieras de la mesa y piérdete de mi vista. —Suspira con hartazgo y se larga con una bandeja en la que ha depositado dos sándwiches.

Estoy ansiosa, loca por devorar la pinta tan deliciosa del Croque-Monsieur, el Montecristo, el Club, el Croque-Madame y el Gatsby.

Con la comida me pasa como con el sexo, no la controlo, otra compulsión más.

Devoro y trago todo sin disfrutarlo, estoy poseída por otro de mis procesos favoritos de autodestrucción. Cuando termino con todos ellos, ya me empieza a doler la barriga, pero sigo con la ensalada y las dos copas de helados...

Sintiendo un asco atroz hacia mí me levanto de la mesa y de un manotazo barro con todo el servicio de platos, cubiertos, copas, y juego de té; té, que no me he tomado.

El ruido es demoledor en medio del silencio y de la quietud de la noche, es mi ira y mi frustración gritando en silencio. Y por supuesto, me da exactamente igual, las amonestaciones del cuerpo de seguridad, el puto hotel, la misma Holanda, que hace varias horas adoraba; y su puta madre.

Me miro en el espejo del cuarto de baño como tantas veces lo hago, antes de arrodillarme; la palabra odio no abarca a definir la aversión que siento por mí.

Vomito el alma en el mismo ritual purgativo convertido, en una ya, perversa costumbre. Vomito, mientras siento los pasos rápidos de Matías llegar al baño, soliviantado, gritando mi nombre.

—Aria, amor.... —susurra, arrodillándose a mi lado. Me ayuda apartando el pelo de mi cara para que no me manche.

«Te odio».

«Estoy gorda, no debí comer»

«Me detesto y te detesto Matías, pero no te das cuenta...».

«No soporto tu deslealtad, me das asco».

«No soy suficiente, no soy una persona digna».

«En la fiesta había mujeres más guapas que yo, mi cuerpo no es perfecto».

«No me importa nada, no me importa nadie».

«Quiero morirme, pero lo único que puedo hacer es purgarme toda esta mierda».

«Soy una enferma, una depravada, una maldita zorra más que le encantan las pollas».

«No quiero estar gorda, no quiero vivir».

De repente, se oye descorrer el cerrojo violentamente y el acceso a la suite sin permiso. Matías sale al encuentro.

—We already warned you that we would not tolerate any more scandals in our hotel, where is Mrs. Arteaga? (Ya le advertimos que no toleraríamos ningún escándalo más en nuestro hotel, ¿dónde está la señora Arteaga?).

—Respect our privacy, you have no right to barge in like this —escucho gritar a Matías. (Respeten nuestra privacidad no tienen ningún derecho a irrumpir así).

El más mayor del equipo de seguridad aborda el baño y me encuentra postrada a los pies del escusado, totalmente demacrada.

—Mrs. Arteaga, what is happening here, let's call an ambulance right now. (Señora Arteaga, qué está pasando aquí, vamos a llamar ahora mismo una ambulancia).

—No, don't even think about it! —mascullo muy débil, con dificultad— . I don't feel well but it's over now, Matías, please take me to bed, I don't have the strength.

(¡No, ni se le ocurra! No me encuentro bien pero ya se me pasa, Matías, por favor llévame a la cama, no tengo fuerzas).

Matías me levanta y me coge en brazos hasta depositarme en la cama y cubrirme toda.

—Orain etorriko naiz zure pijama jantzi, bi tonto hauek bidaltzera noa, dagoeneko gaixotu naute.— Me besa en la frente, en presencia de los dos seguratas. Salen de la habitación y los escucho discutir.

(Ahora vengo y te pongo el pijama, voy a despachar a estos dos imbéciles, ya me tienen hasta los cojones).

La seguridad nos amenaza con obligarnos a dejar el hotel mañana, quedándonos una pernocta más. Matías se revuelve y pasa al contraataque.

—No one has kicked me out of any place, I can buy this fucking hotel and their fucking life too, and ruin it for them; and you know it, damned idiot... So if you don't want to lose your job, send someone from the medical team right now to treat my wife; and the cleaning staff, to pick up this shit. Of course, I will bear the damage to the bathroom door and the utensils to be replaced, there is no problem with that. And now get the hell out and don't bother me again —les exhorta Matías muy estúpido, en su perfecto inglés.

(A mí no me echa nadie de ningún sitio, puedo comprar este jodido hotel y su puta vida también, y arruinársela; y usted lo sabe, maldito imbécil... Así que si no quiere perder su trabajo, mande ahora mismo a alguien del equipo médico para que atienda a mi mujer; y al personal de limpieza, para que recoja esta mierda. Por supuesto, yo correré con los desperfectos de la puerta del baño y el menaje a restituir, no hay problema por ello. Y ahora lárguense de una puta vez y no vuelvan a molestar).

No escucho réplica a continuación, sólo cerrarse la puerta. No son tontos, saben quienes somos, y les conviene no buscarse problemas con nuestro apellido.

En menos de diez minutos, sube una doctora del equipo médico del Pulitzer, y las camareras de piso recogen el desaguisado y limpian el cuarto de baño. Matías entra a la habitación para coger dinero de su billetera, quiere darles una buena propina al servicio.

Después de auscultarme, me examina las manos en busca de callos por mis vómitos autoinducidos. Me aconseja ir sin demora a un psicólogo especialista en «Trastorno por Conducta Alimentaria». La médica me hace tomar una bebida reconstituyente de sales minerales, y llama a la extensión de la cocina del hotel para que suban fruta cortada.

El idiota de Matías me hace tomar la fruta como si fuera un bebé y no pudiera valerme por mí misma. Y me obliga a tragarme el relajante en presencia de la doctora antes de que ésta se vaya, una milf muy follable y atractiva morena de pelo liso. Seguro que está pensando en la polla de mi hombre mientras me vuelve a tomar el pulso por segunda vez.

La droga empieza a hacer su efecto y antes de abandonarme al sueño, le aviso a Matías que pille el sofá, no quiero que duerma conmigo.

No me opone resistencia, se incorpora, levantando las manos en son de paz: «Cómo quieras, no hay problema».

Se larga de mi vista, ya borrosa, con su pantalón de pijama azul recto, con cordones en la cinturilla, que le marca toda la polla, y una camiseta de algodón gris, que se le pega muy sexi a su definido torso.

La médica y las chicas de la limpieza, van a dormir más que a gusto esta noche, recordando la visión de mi semental empotrador. Bien sabe Dios que me cambiaría por cualquiera de ellas.

El sueño me toma finalmente, con estos estúpidos pensamientos y algunos más en mi cabeza: Solo el amor nos salvará...

Son casi las doce de la mañana y a través de la ventana, luce el sol esplendorosamente. Matías ha pedido el desayuno y me unta un croissant con mantequilla y mermelada.

Me niego a comer después del atracón de ayer. Me sirvo té y paso a ignorar a mi compañero, intenta obligarme a desayunar.

—Isildu, Matías, zoaz pikutara eta utzi nazazu bakean —le ladro. (Cierra el pico, Matías, vete a la mierda y déjame en paz).

—Pazientzia hautsiko didazu egun batean, Aria, hildakoen gainean kaka egiten dut... Nahi duzuna. (Me vas a colmar la paciencia un día de éstos, Aria, me cago en los muertos... Como quieras).

Desayunamos en silencio, yo mi té, y él, el croissant que me había preparado y otro más, natural, sin untar.

No soporto el silencio que he decretado, sobrevuela como un cuervo por la habitación; la tensión es más palpable entre los dos, te acuchilla la sien sin contemplaciones.

Matías termina y se va al baño a asearse. Me levanto y paseo nerviosa por la habitación, no quiero comer, y los croissants me tientan sobremanera...

Prendo el hilo musical para que alguna canción se apiade de mí y me acompañe. Como ya me he duchado, decido vestirme con ropa de fitness para bajar al gimnasio del hotel: un conjunto de top y mallas muy favorecedor de Oysho, en un rosa fucsia muy alegre, que esculpe y realza mi figura.

Me da miedo mirarme al espejo después de la crisis de ayer, no me quiero ver gorda, pero lo bueno es que siento que no me aprieta la talla de la malla. Cuando estoy anudándome los cordones de las deportivas, suena el teléfono y lo cojo. Nos avisan desde recepción que alguien pregunta por «Mr Matías Loyzaga and Mrs Aria Paulman».

Esbozo una sonrisa al saber de quién se trata y doy permiso para que nos visite a la suite.

Al abrir la puerta me encuentro con una espectacular rubia de ojos azules y más de un metro ochenta, enfundada en un vestido de lycra negra con unas mangas y un escote muy sexis que dejan sus hombros y su clavícula al descubierto. Pero llaman más la atención sus largas y proporcionadas piernas, enfundadas en unas provocativas medias de rejillas.

—¡Aria! —grita pizpireta, abrazándose a mí, dulce y cariñosa. «Os he echado mucho de menos», parece decir con ese gesto en su acento ruso.

Entra a la habitación con sus andares de top model, como si estuviera desfilando sobre la misma pasarela, partiendo el suelo por donde pisa. Su contoneo me hechiza, me excita sobremanera.

Se descuelga el bolsito del hombro, es de Hermés, acolchado y con asa de cadena, lo deja sobre el brazo del sofá.

—Have you seen what a good day it is today? —dice en plural como si Matías pudiera escucharla—. Natasha me guiña el ojo toda solícita.

(¿Habéis visto que día tan bueno hace hoy? Decían que iba a llover... ¿Puedo fumar?).

—Sure, no problem, beautiful. Who told you where we were staying, Van Leeuwen? (Claro, no hay problema, bella. ¿Quién te dijo dónde nos alojábamos, Van Leeuwen?).

Asiente con la cabeza y viene a mí con el cigarrillo ya prendido. Se planta junto a mí y expulsa el humo erótica y deliciosamente sobre mi rostro, para acabar besándonos profunda y largamente. Es maravilloso abarcar y acariciar su largo, flexible, y fino talle, con las dos manos. Pienso, mientras aspiro su perfume francés de rosas y especias y me rozo con ella.

Al separarnos, vemos salir a Matías de la ducha con la toalla reliada y el torso todavía empapado por algunas gotitas de agua. El olor de su loción se mezcla con el del perfume de Natasha.

Es evidente que no la esperaba, pero la saluda y esboza una sonrisa con desgana y pasa de largo a vestirse a la habitación. Decido ir a reclamarle por su mala educación, me sabe mal por nuestra invitada.

—No tienes que pagar tu mal humor con ella, ok?

Matías está completamente desnudo, acaba de pulverizarse el desodorante, me estrecha posesivamente hacia él y me besa.

—Puta madre, Aria, ¡perdóname! Cuánto tiempo vas a estar así haciéndome el vacío —musita sobre mis labios.

—Hasta que se me pase... —contesto con indiferencia. Recibo un azote en la nalga por respuesta y restriega la erección de su falo sobre mi abdomen desnudo.

—Estás increíble con ese conjunto, siempre lo estás... —Matías mete su mano por el interior de la malla y acaricia, dominador, mi sexo. Mi enfado hacia él empieza a trastabillar.

—Guys, I'm leaving, I arrived at a bad time, I'm sorry. I leave you my card. —Escuchamos gritar a Natasha desde el salón. (Chicos, me voy, llegué en mal momento, lo siento. Os dejo mi tarjeta)

—¿Te apetece jugar con Natasha? —le susurro al oído provocativamente.

—Me gustaría follar solo contigo, hasta borrarte todas las malditas dudas e inseguridades que se asientan en tu cabecita...

—Tú eres el inseguro, mi semental... —Matías gruñe, mi mano lo posee, subyugando su virilidad.

Llamo a Natasha para que entre en la habitación.

Natasha entra con sus andares rompedores y su increíble sonrisa de dulce coquette mientras su pelo ondea como si toda ella fuera una alucinación.

—Natasha, honey, I want you to fuck my man, well fucked... (Natasha, cielo, quiero que te folles a mi hombre, bien follado...).

—I am all yours ... —gime, mientras se restriega con sensualidad de gatita contra el cuerpo de Matías y él le responde atrapándola por las caderas y subiéndole el vestido, la azota. (Soy toda vuestra).

Yo encaro a Natasha para volver a besar su lujuriosa boca mientras mi hombre le acaricia el sexo y la penetra con los dedos.

He estado con muchas mujeres y puedo decir que los besos de Natasha son una fuente inagotable de placer. Placer que se incrementa al estampar sus gemidos en mis labios.

Tendida en la cama, desnuda, con solo las medias de rejilla, disfruto de la carnosidad de Natasha. No lleva ropa interior, esos pantis vienen con la entrada al descubierto. Chupo, mordisqueo y tiro de su bello y delicado gallo, extasiada. La lamo de arriba abajo, haciendo conexión visual con sus húmedos y lúbricos celestes, que se entrecierran de placer.

Matías se arrodilla en la cama y le mete la verga en su amplia y deliciosa boca. Me encanta verla mamársela mientras él la domina tirando de su pelo y marcándole el ritmo en el oral. Aprovecho para incorporarme y deshacerme de las mallas y las sneakers.

El culo de Natasha está ahora en el filo de la cama con las piernas en alto, apoyadas en los hombros de Matías, que la empotra sin control. Yo me coloco encima de ella, a horcajadas, mirando hacia mi hombre, para posarme sobre su cara; contoneándome muy caliente y sintiendo la rica e insaciable lengua de nuestra belleza rusa que gime sin cesar.

Acaricio con lascivia sus hermosas tetas operadas. Estas no piden ser salvadas por nada ni por nadie. El placer me empieza a quemar y me dan espasmos en el abdomen. Se abre camino desde mis entrañas hasta tomar el centro ingrávido de mi conciencia, retorciéndome en un gemido bien largo y avasallador.

Me retiro para ir al cuarto de baño a por papel higiénico pero me interrumpe el sofisticado timbre de la suite. Les digo que yo me encargo.

Por un momento estoy tentada de abrir así, desnuda, solo con el top de gimnasio, pero finalmente me cubro con el albornoz. Pregunto en inglés quién es.

—Correspondence, Mrs. Arteaga. (Correspondencia, señora Arteaga).

Los gemidos y jadeos llegan perfectamente audibles desde donde estamos, el botones se excita con ello y me mira cómplice y descarado a los ojos. No tolero la mala educación. Le quito el correo de las manos y le doy con las puertas en las narices sin haberle dado propina. Hoy no estoy de humor para estupideces.

Subo el volumen del hilo musical con el mando, y me enciendo un cigarrillo antes de regresar a la habitación y ver cómo continua el asalto entre Natasha y Matías.

Ahora están en cuatro, la embiste por detrás, sin piedad, mientras Natasha siente la rotunda posesión de Matías que la agarra por el pelo tirando de ella hacia atrás y forzando más sus gemidos.

Me encanta ver a Matías follar con una bella mujer y contemplar absorta esa escena de placer y lujuria donde abundan los matices eróticos.

La luz de la calle cae suavemente sobre sus cuerpos, recortados sobre el amplio ventanal del cuarto piso con vistas a los canales de la ciudad, apreciándose la increíble sensualidad de la figura perfecta de Natasha y la contundente masculinidad de mi hombre, que sabe cómo tomar y llevar al cielo a una mujer; sus músculos y abdominales.

Tomo asiento y fumo relajada, soy una espectadora, mientras del hilo musical sale el You've Got to Love, de Florence and the Machine. No opaca los chillidos de ella, embestida salvajemente por mi hombre, le pide que no pare. Matías gira su cara hacia mí y me guiña un ojo azotándole sin piedad.

Cambia la luz, se va el sol de repente y se escucha un trueno, dos, tres.... De la nada se pone a llover y la ventana se salpica del estarcido de la lluvia.

Me río. Por todo. Por el título de la canción de Florence and the Machine, y por la portada de la revista que tengo en la mano. Salimos Matías y yo, somos la pareja del año en una revista inglesa. Ese reportaje nos lo hicieron hace dos meses. Después de tirar las fotos, Matías se folló a la maquilladora; y yo, a su pareja, el fotógrafo.

«Matías Arteaga Loyzaga y Aria Paulman Osorio, couple of the year», rezaba el titular.

Natasha entreabre sus labios soltando un gemido bien largo y sostenido cuando le arrolla el orgasmo, su rostro es hermosamente perverso sacudido por el placer. Las caderas le tiemblan y la espalda le ondula con un erotismo sin igual, mientras Matías la alcanza gruñiendo, desbordado, abandonándose al fin.

Pues sí, somos la pareja del año, y qué pareja.... Tenemos sexo indiscriminado con quién nos da la gana sin cargo ni conciencia, y esta nos clava el aguijón muy finamente, implacable, en el devenir de cada día.

Matías viene hacia mí, exigiendo mi beso y mi abrazo.

—Aria.... —Me fundo en un beso profundo con mi hombre—: Maite zaitut, ez dago zu bezalako beste emakumerik, inor, maite... (Yo te quiero, no hay otra mujer como tú, nadie, amor...)

Natasha fuma resarcida en la cama, despreocupada, apoyada sobre el cabecero, mientras nos observa divertida y la lluvia seda el caos y el desorden que reina en el interior de estos tres extraños que han compartido, una vez más, a través del sexo, su callejón sin salida en una cama.

...Sometimes I feel like saying: Lord, I just don't care

But you've got the love I need to see me through...

Adicta al sexo y bulímica, "Trastorno alimentario compulsivo". Aria tiene un gran trabajo por delante... 

Queda mucha novela todavía, si queréis saber como Aria le hace frente a sus sombras, tenéis que seguir leyendo. En el próximo capítulo entramos en ALMA, la clínica de desintoxicación sexual. 

Como veréis, la historia se narra en flashbacks: alternará su presente en la clínica con episodios de su pasado, en la que la iremos conociendo pormenorizadamente. Y todavía tiene que hacer acto de presencia el Marqués.... 

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