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Meredith: hija de un padre y una madre que nunca conoció. Desconoce incluso si su verdadero nombre es Meredith o si deseaban ponerle otro. Desconocía si tenía familia, hasta hoy. Día de su cumpleaños número 18; y por fin, después de tanto tiempo en el autobús encerrada, salió al llegar a la última parada.

— Tenga cuidado jovencita.— advierte el conductor del autobús.— Es peligroso merodear sola el bosque.— cerró las puertas del autobús y continuó su travesía.

La chica de cabello castaño se adentró al bosque recorriendo la zona, hasta ahora todo parecía normal; árboles frondosos y altos, ardillas, pajaritos. ¡Exacto! No hay nada de que preocuparse. Aunque a los ojos de Meredith, el bosque tenía apariencia de esos de las películas de terror. Caminó durante al menos dos horas, seguramente dio muchas vueltas en círculos, cayó a un charco y por increíble que parezca, peleó con una ardilla. Pero al fin llegó a la casa.

Se detuvo en la enorme reja adornada con enredaderas que cubría toda la mansión.

— ¿Cómo abro esta cosa?— inquirió en susurros para sí misma.

Aún no le termina de encajar el sitio, es que parece ser una mansión encantada o algo así. Cómo esa de las películas de terror en donde asesinan primero a la chica linda. Y teniendo en cuenta que ella es la única chica presente ¡¿La matarían?! Sacudió su cabeza descartando esa posibilidad.

Pegó sus manos a la reja y esta se abrió. Ella se sorprendió y dio un salto hacia atrás, sin embargo, al notar que no había problema alguno, ladeó su cabeza y se adentró al jardín principal.

— Es hermoso.— sonrió animada.— Se nota que cuidan mucho las plantas.

Se aventuró hasta la enorme puerta doble subiendo una seguidilla de escalones. Notó que las puertas están entreabiertas y es justo ahí cuando comenzó a preocuparse nuevamente. E incluso recordó esas palabras que le dijo el señor del autobús: “Pero tenga cuidado, ahí suelen haber vampiros.” y eso bastó para alarmarse el doble. Sin darle más suspenso a la situación, decidió entrar siendo presa del pánico, ya que a pesar de todo, le parecía más seguro dentro que el oscuro bosque (ya que estaba comenzando a anochecer)

—¿ Hola?— su voz salió cohibida.

Entró al salón que estaba parcialmente oscuro, iluminado únicamente por velas. Sin embargo, se percató de que había un interruptor en la pared, por tanto lo presionó y las luces iluminaron el hermoso salón de aspecto señorial. Se nota que la casa es muy antigua, no solo por la decoración, sino que por sus muebles y ventanales, tiene conocimientos arquitectónicos y a juzgar por el estilo clásico sin duda es de hace varios siglos atrás.

Aunque la casa pareciera antigua, estaba más que claro que estaba remodelada para que se viera más moderna.

Avanzó a paso temeroso por el amplio salón revisando todo. Le sorprendió el hecho de que no hubieran cuadros en ningún mueble como en las pelis familiares y cosas así. Al final hay un pasillo que lleva a unas escaleras, tomó aire y comenzó a subirlas. Lo que más le impresionó fue el hecho de que ningún escalón crujiera –eso le quita algo de tétrico y posiblemente no sea una mansión embrujada–

Pero no salen de su pensamiento las palabras del anciano: “Pero tenga cuidado, ahí suelen haber vampiros. ”

«Claro que no es real, los vampiros no existen, excepto en Transilvania»— decía ella en su mente.

—¿ Hay alguien aquí?— preguntó con voz quedita.

Llegó a un pasillo lleno de cuadros en las paredes encima del rojo papel tapiz que cubre estas; notó un cuadro enorme en especial, es una pintura de hecho, y que se nota lo bien cuidada que está. El retrato muestra a siete jóvenes de traje elegante, aparentemente antiguos. A juzgar por la fecha ya estarían muertos. Ya que hay una inscripción que decía: A mis queridos hijos


1748.

Su curiosidad por ese cuadro aumentó al notar lo atractivos que se ven. Definitivamente si estuvieran vivos me habría gustado conocerlos.

—Ya no quedan hombres así, eh— dijo entre susurros. Le llamó mucho la atención uno de ellos.— Lástima que estén muertos.

Continuó avanzando por el pasillo de los cuadros, y notó que hay muchos de diferentes épocas y que en todos se encuentran esos siete jóvenes. ¡No puede ser! ¿Acaso les gustaba disfrazarse o algo así? Esa sería la explicación más lógica en su cabeza.

— Me volveré esquizofrénica si sigo hablando sola.— negó y se detuvo en otro cuadro.


Estaba tan tranquila que ni siquiera se percató de si estaba sola o acompañada. Pero si pudo notar la mirada de alguien en ella, hecho que ignoró; evidentemente sería su imaginación. ¡Sí, era eso! Al menos creyó que sería eso cuando saltó en su lugar al escuchar una voz detrás de ella.

— ¿Crees que esto es un museo?— se giró encarando a la persona que le habló.

Un chico rubio, bastante atractiv- ¡POR TODOS LOS JARRONES, METALES Y VICEVERSA! Ese chico está en el cuadro, y en ese otro cuadro y...está en todos.

— ¿Quién eres y qué haces aquí?— volvió a preguntar el chico.

Meredith cayó al suelo ante la agresividad con la que el chico preguntó, e incluso terminó lastimándose su mano.


—No pretendía asustarte.— comentó el rubio— Estás sangrando— le dijo con tono juguetón.

La chica frunció su seño. Levantó la palma de su mano izquierda y la observó. Es cierto, está sangrando. Pero ¿cómo lo supo si no había visto su mano?

— Emm sí, al parecer me lastimé en la caída.

Dijo en tono despreocupado y se levantó del suelo.

—¿Quién eres tú?— preguntó un poco más tranquila que antes. El chico no parece ser un psicópata y mucho menos un fantasma.

—Creo que yo lo pregunté antes.— habló el rubio con una linda sonrisa.

— ¡Alto ahí!— miró el cuadro a sus espaldas — ¡Tú! —lo apuntó, él la miró comenzando a asustarse. ¿Qué acaso está loca?— Te pareces a ese de los retratos, tienes el cabello diferente en todos.— señaló a la pintura.

Él soltó una carcajada.

¿ Con que era eso?— dijo despreocupado— Mi nombre es Jimin.


—Ah — asintió la chica— Bueno, yo soy Meredith. Me dieron unos papeles y me dijeron que esta es la casa de mi familia.— frunció el seño.— ¿Es cierto?

Jimin suspiró profundamente y la analizó con la mirada. Moría de ganas por darle un abrazo, pero necesita contenerse.

—Meredith...— fingió sorpresa — Con que eres tú. Debes venir conmigo, ya sé quién eres.

—Pero...— sus palabras se interrumpieron cuando él la tomó del brazo. 

—Te mostraré tu habitación, y sí, eres la heredera de nuestra fortuna, Meredith.

—¿ Heredera?— inquirió con tono de incredulidad.— ¿Fortuna? ¿Qué tipo de broma es esta?

— No puedo contarte nada sin la presencia de mis hermanos.— comentó y bajó las escaleras adentrándose por el pasillo principal subiendo otras escaleras.— Pero sí, eres la heredera de la fortuna Casttle.

—Yo no quiero nada de esas cosas.— negó rápidamente. Lo último que quiere son problemas legales para cobrar herencias que no le interesan—Solo quiero conocer a mis padres.

—Entra— Jimin abrió la puerta de una habitación— No te muevas de aquí, te diremos todo pero no se te ocurra moverte. ¿Está claro?

—Bien.— ella asintió y entró a la habitación. Observó el lugar, lo detalló.

Notó encima de un mueble un cuadro en blanco y negro. ¿Es ella? Pero se parece mucho, sea quien sea esa mujer que está besando a un chico pelinegro es más que obvio que podría tratarse de su madre y su padre. ¡No puede ser! Sus ojos se cristalizaron. Pero rápidamente las dudas me surgieron. 


¿Quién era ese sujeto atractivo que se hace llamar Jimin?

¿La secuestraron? Porque si es así se la puso muy sencilla al secuestrador.

Preguntas sin ninguna respuesta atravesaban su mente.

Un ligero escozor la invadió en su mano. Observó el lugar. ¡Cierto! Había olvidado que su mano se lastimó al caer por la sorpresa al ver a Jimin. Suspiró, al menos espera que se dé prisa.

— ¿Dónde habrá un botiquín?

Y mientras ella rebuscaba en los cajones de la habitación, Jimin se encuentra en una pequeña reunión familiar. 


—Chicos, como lo planeamos hace dieciocho años.— habló JiMin entrando a la oficina de su hermano mayor— Es ella.

Ahí, seis hombres se encontraban haciendo diferentes cosas que me parecieron aburridas a la entrada de su hermano.

—¿Es igual?— inquirió un chico castaño.

—Exactamente igual— respondió.

—Vámonos— habló uno pelinegro sentado en una mullida silla.— Debemos recibir a nuestra nueva invitada.— se puso de pie.

Todos se dispersaron para preparar condiciones. Dejaron sus actividades de lado y prepararon la casa para el recibimiento de su nueva invitada.

Al cabo de una o dos horas estaba todo listo, la cena, la mesa, solo faltaba la chica.

— ¿Meredith?— Jimin entró con algo en las manos.

—¿Que sucede?— preguntó la chica.

— Traigo el botiquín, para tu herida.— le sonrió medianamente y miró por más de cinco segundos la sangre que ya no chorrea.— Con una pequeña bendita estará como nueva.— sacó una tirita y se la colocó en la mano.

— Gracias, Jimin. Muy amable de tu parte.

—Ven, vamos a comer. Debes tener hambre.





El suculento banquete, los adornos en la mesa, seis atractivos hombres y de todo amigos míos, esta cena tiene de todo.

—Bienvenida a la mesa Meredith— dice uno de los seis chicos sentados alrededor de la mesa.

— Gracias pero¿Quiénes son ustedes?

—Toma asiento, por favor— señala un lugar vacío el mismo chico pelinegro.

Ella obedece y se sentó sin protestas. Nunca había visto tanta comida junta en su vida, para ella esto es más de lo que merece. Sonrió emocionada sin saber que servirse.

— Come lo que gustes, el chef personalmente lo hizo para ti en exclusiva.— ofreció un chico moreno.

—Nos presentaremos, y perdón los modales, soy Seokjin, el hermano mayor y responsable de mis hermanos.— dijo lo más diplomático posible.

—Un placer— sonrió la chica. 

—Chicos, presenténtense, por favor —dijo SeokJin.

—Soy Yoongi, el segundo mayor— dijo un chico de pálido rostro de forma seca.

—Yo soy Hoseok, la alegría de esta casa— dijo un castaño muy sonriente.— Sin mí no pueden vivir.

—Soy Namjoon.— dijo esta vez el moreno de lentes.

—Mi nombre lo conoces, no necesito presentación— dijo Jimin guiñando un ojo.

—Yo soy Taehyung, y prometo ser bueno contigo— dice un castaño de forma tierna.

—Yo soy Jungkook.— habló el último.— Y tú, querida, vas a ser mía.

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