🥀𝕿𝖗𝖊𝖈𝖊🥀
— Quiero tenerte, Meredith.
Ella simplemente quiso hacerse la desentendida. ¿Él también quería eso? ¿Acaso los siete querían lo mismo? Meredith no quería hacerlo, por alguna extraña razón se siente obligada a obedecerlos. ¿Por qué tanta sumisión? La impotencia que surgía se iba extinguiendo extrañamente de su sistema. ¿Y eso por qué?
— ¿A qué te refieres?— preguntó la muchacha en tono de incredulidad.
— Me refiero a que te quiero tener únicamente para mí, aquí y ahora.— humedeció sus labios.— Déjame hacerte mía, Meredith.
— Pero yo no quiero que...
— Yo si quiero.— la interrumpió.
En un abrir y cerrar de ojos se encontraba besando con ferocidad los rosados labios de la castaña. La lanzó hacia atrás con un leve empujón acostando su espalda en el colchón de la cama de esta, se posicionó encima de ella sin llegar a hacerle daño. Meredith no podía hablar, ni moverse; estaba atrapada con las armas de YoonGi. ¿Podría tratarse de hipnosis?
Continuaron con el beso demasiado intenso, la chica se separó de su boca. Ella no quería nada con otro que no sea TaeHyung, no quería besar los labios de otro, ni ser acariciada por otro que no sea TaeHyung. Ella solo ama a TaeHyung.
No podía moverse ni hablar, la tenía atrapada con sus armas...la hipnosis, sin duda alguna así es. Continuaron el beso intenso hasta que separó su boca de los labios de la chica.
— Ahora eres mía, y no quiero que interrumpas, cuando esté dentro de ti créeme que no lamentarás obedecer mi mandato.
— Pero YoonGi, yo...
— Me hartaste, guarda silencio.
Ella no pudo decir nada después de eso. Definitivamente había algo raro aquí, muy raro. Estaba muy convencida de que si se trataba de hipnosis.
Entonces...
¿Sus reencarnaciones lo hicieron porque ellos la sometieron?
Volvió a besar con posesividad los labios de la joven castaña. Entonces, YoonGi subió una de sus manos que permanecían encima del colchón hasta uno de los pequeños pechos de Meredith provocando un gemido bajo por parte suya. La desnudó con premura y rapidez sin apartar sus ojos de su figura, esa impresionante imagen quedaría grabada en la mente del pálido quién se sentía demasiado excitado.
Él siempre la ha amado, y nunca dejaría de amarla. Porque como ella no existía ninguna otra mujer, solo ella podía hacerlo sentir así de vivo. Solo ella causaba la aceleración de sus latidos, de los latidos de su frío corazón. Ya que ella logró desmantelar esa coraza y destruirla por completo, desde ese día, para YoonGi ella es más que una bolsa de sangre con patas; así veía a todos los humanos.
Al tenerla desnuda completamente frente a sus ojos, sus expertos dedos jugaron con la intimidad de Meredith a su antojo. La chica como acto involuntario, arqueó su espalda y soltó leves jadeos. A él le fascinan las reacciones que Meredith tiene bajo su toque.
Sin poder aguantarlo más, introdujo si miembro en el interior de la muchacha abriéndose paso con estocadas fuertes. Intentando llegar más profundo con cada una. Los gemidos salieron de la garganta de la chica, los gruñidos de la de YoonGi.
Pero aún así, era tan distinto. ¿Dónde había quedado esa sensibilidad y devoción con la que TaeHyung la había tratado aquella noche? No estaba acostumbrada a ese salvajismo y por supuesto que no le agradaba para nada, pero ¿qué podía hacer ella para evitarlo? Solo era una simple marioneta que ellos podrían mover a su antojo siempre.
Y ahí es cuando Meredith no pudo evitar pensar que a manos de ellos siempre sería un juguete, un entretenimiento para aliviar su aburrimiento de ser inmortales. ¿También TaeHyung sería así? ¿La veía como un trozo de carne con el que jugar?
Su entrepierna ardía debido al salvajismo de las embestidas del chico pálido. Y continuó doliendo incluso después de que él terminara llegando a su orgasmo. Por un lado sintió un gran alivio, y por el otro una enorme tristeza.
YoonGi se levantó con su respiración agitada y comenzó a buscar la ropa que no hace tanto se había quitado. Observó a la chica, algunas lágrimas se deslizaban por sus mejillas, estaba llorando en silencio, a él le molestó saber que lloraba por su culpa.
Pero en lugar de mostrarle interés, prefirió soltar comentarios llenos de veneno.
— ¿Cómo es que eres tan molesta?
Ella no lo observó, solo intentó cubrir su cuerpo con sus delgados brazos, aunque ya de nada serviría.
— Siempre caigo en tus malditas garras, Meredith.— comentó dándole la espalda, ya había terminado de vestirse.— Por más frío que intento ser, tú solo...— apretó sus puños.— No puedo evitarlo.
Ella solo quería quedarse sola ahí en su habitación, quería que él ya no estuviera ahí. No le interesan sus palabras, solo le interesa que se largue y deje de hablar, porque sentía un enorme nudo en su garganta que no la dejaba tragar bien.
— Ni se te ocurra decirle esto a nadie.— se acercó a ella y agarró su mentón para obligarla a mirarlo.— ¿Entendiste?— ella asintió frenéticamente, más lágrimas salieron de sus ojos.— Ah, y deja de llorar.— la soltó con brusquedad.— No sabes lo patética que te ves llorando.— caminó hacia la salida.— Es tu culpa, por gustarme tanto.
Y ahí había quedado Meredith, sola, derramando lágrimas desesperadamente y sintiéndose tan sucia. Completamente sola entre las tinieblas de su habitación.
La castaña se dirige a la cocina ya que aún Jin no encontraba un nuevo chef capacitado para brindarle sus servicios las 24 horas del día, por tanto, ella misma debía preparar su comida. Sin embargo, no le importaba, en el orfanato había aprendido a cocinar de todo.
En cambio, no esperaba ser sorprendida por una persona para nada grata.
— Hola, querida.— Meredith volteó sintiendo escalofríos ante esa voz para nada agradable.— Te vi hace un par de días. ¿Eres la novia de TaeHyung?
— No.— cortante.
— Y entonces, ¿por qué tomó tu mano?
«¿Y eso a ti que más te da, bruja?» Esa mujer no parecía buena ante los ojos de Meredith, y mucho menos después de haber conocido esa historia que TaeHyung le contó aquel día.
— Con todo respeto, eso a usted no le incumbe, señora.— su voz se escuchó muy segura. Se ganó una mirada muy severa por parte de la mujer.
— Muy graciosa.— rió sin gracia.— Escúchame bien, jovencita.— dio unos cortos pasos hasta acercarse a ella.— Quiero que abandones esta casa inmediatamente, nadie te necesita aquí. ¡Así que te puedes largar!
«Pero ¿y esta que se cree?»
— Escúcheme bien, anciana.— Miranda la miró ofendida.— Los chicos me trajeron aquí, eso significa que ellos deciden si me quedo o no.— sonrió con cinismo y ladeó su cabeza.— Aunque, si yo quisiera, hasta ellos se largarían. ¿Sabe por qué?— la mujer simplemente la fulminó con su mirada.— Porque esta casa, es mía.
— Me causas risa.— rió falsamente.— Soy posiblemente 700 años mayor que tú, créeme que las listillas como tú no me dan miedo.
— Yo tampoco le temo a usted.— dio un leve empujón con su dedo índice a la mujer.— Lo que a usted le molesta es que TaeHyung se muere por mí. ¿A qué sí?— Miranda la observó con sus ojos inyectados en ira.— Dígame, ¿qué se siente saber que ese ser que tanto detesta tenga el corazón de sus cuatro hijos, Miranda?
Ni el papa, ni Dios, ni Satanás, ni la mismísima Meredith sabía por qué decía estas cosas y tampoco de donde sacó el valor para decirlas. Pero se sentía tan satisfactorio decirle sus cuatro cositas a esa repugnante señora.
— No eres de nuestra raza.— la miró con repulsión.— No serás bienvenida a mi hogar, esta mansión es la casa de mis cuatro hijos, no te quiero aquí.— la empujó hacia la encimera de la cocina con mucha rabia.— TaeHyung será mío y tú, te largarás.
Levantó una de sus manos, estas tenían garras negras, y sus manos adquirieron un color grisáceo. Estaba dispuesta a sacarle su corazón, sin embargo algo se interpuso sosteniendo su mano con firmeza impidiendo su cometido.
— ¿Qué estás haciendo, madre?— su tono de decepción era muy notorio.— ¿Por qué le dijiste todas esas cosas a Meredith?
— Cariño.— sonrió la mujer encarando a su hijo.— Solo hablamos de cosas de chicas, tranquilo, puedes irte.
— ¿Cómo puedes ser tan cínica?— inquirió con rabia. Tanto Meredith como Miranda se sorprendieron por el tono de voz del chico.
Es decir, él siempre ha sido el más sonriente de todos y nunca había hablado de esa manera.
— Lo escuché todo, todas las barbaridades que le dijiste a Meredith.— espetó con rabia.— ¿En serio crees que te voy a creer?
— ¡Lárgate, Hoseok! No te entrometas o...
— ¿O qué? ¿Me golpearás como has hecho toda la vida con los demás?— la empujó con rabia.— Pues no, yo ya no soy ese niño manipulable que creía todas tus palabras.— dio un paso al frente.— Esta casa de ella y por tanto ¡no sé irá de aquí! ¿Quedó claro, madre?
Tras un largo minuto de silencio, Miranda decidió hablar.
— Está bien, me iré a mí habitación.— suspiró y comenzó a alejarse del par de la cocina.
— Ey, no estuvo bien eso.— habló Meredith.— Fuiste cruel con ella, solo actúa así porque no le caigo bien.
Había creído que en realidad moriría, de no haber sido por Hoseok tal vez Meredith ya habría estado muerta. Debía cuidarse muy bien, y sobretodo, cuidarse de ella.
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