Septiembre 4

Eres como un petirrojo dentro de un campo lleno de urracas y palomas grises. Soy incapaz de moverme hacia ti, porque sin duda alguna volarías lejos, y porque muchas veces pierdo la sensación del cuerpo, si te tuviera cerca, no sabría qué hacer. No sabría si tomarte en mis manos, comerte o llorar.

Sueles voltear a veces hacia mi dirección y en esas veces me doy cuenta, de lo extraño que se siente ser atravesado, ignorado, perdido. Y para alguien que siempre es bienvenido hacia el ojo humano lleno de curiosidad, el de decepción, el avergonzado: tu ignorancia duele, raspa mi ego. 

No soy nada para ti. Y dudo mucho que sea algo para alguien más.

¿Por qué habría de merecer tu mirada, yo que soy menos que nada?

No te permito que me mires. Soy un pájaro medio muerto, tirado a media calle con el sol en el cielo y las hormigas en fila para comerme. Estoy infectado. A punto de entrar en putrefacción. ¿Me entiendes? Solo vivo cuando intercambio papel verde por polvo, solo respiro unas dos o tres veces al día.

Tuve un poco de recelo al verte de lejos, por un segundo sentí, no sé, sentí que volarías hacia mí, y cantarías. La sociedad me ha vendido este sueño de encontrar un héroe que te salve, un amor que te dure más que la ilusión, una felicidad que te llena.

Duele saber que no existe eso. Que no eres un petirrojo, que eres persona. Que toda persona se corrompe. Que yo pude haber sido como tú. Que no sé cantar. 

Que quiero tener la gracia de que me mires de vuelta. Pero por el momento me queda la ilusión de que cuando mire a lo alto, te encuentre volando por ahí.

Me queda la duda, aún cuando no haya nada a qué cantar, ¿cantarías?

No lo creo. No hay nada que hacer. Y nunca habrá.

-El pseudo-pájaro maldito.