Septiembre 2
Septiembre 2
Debo escribir.
No quiero, ni necesito hacerlo, pero debo escribir.
Corrijo: Quiero que alguien me lea, que alguien pulverice la carta con puños y fume la tinta que he escrito, quiero que de golpe se sumerja entre las líneas y pruebe lo secas que se sientan las venas después de haber probado es el calor del infierno.
Corrijo: Quiero que me leas tú.
Tienes mala suerte. De que a mi también me agraden los espacios en silencio para poder sentirme bien. De que de repente un día en septiembre te haya encontrado. De que quisiera escribir cuentos para ti, de esos que también te encantan.
Ojos malditos, así me conoces. Qué dirías de encontrarme sentado mientras escribo despersonalizado, sonriendo mientras cuento las monedas que me quedan en el pantalón porque siento que he perdido otras tantas cuando cerré los ojos. Y papá no se encuentra desde ayer en la casa, así que no tengo más bolsillos para hurgar. Estoy desesperado, con una pluma en la mano, la otra mano en el cabello, y el pensamiento en un lugar muy alto.
Es una ironía que te escriba así, con los ojos rojos, porque realmente no le lloro ni a mi madre enterrada.
No importa. Nada de esto importa. Pues no leerás nada de mí, nunca.
Y eso me alivia.
Y eso me destruye.
-El hombre maldito.
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