Septiembre 14
Se me ha hecho costumbre mirarte desde arriba. He visto como corrías a tu puerta, con la llave en mano, la mano temblando, la llave no queriendo entrar, la manija reacia ante tu toque, tu toque que asustaba la puerta. Y todos mirando. Yo también, un piso arriba.
Me haces sonreír demasiado. La impotencia que te salta las venas, la caída de las llaves, la sonrisa falsa que le das a los niños vecinos, la majadería que sale de tus labios porque la puerta no se abre, la falta de razones seguir soportando. Soportando el dolor en el pecho. Mis paredes hablan de tus gritos, estás buscando un respiro como el mío, uno que te deje en el suelo. Me causas demasiada alegría, porque yo tengo dónde refugiarme, y tú, tú tienes los puños contra la pared.
A mamá le encontré una lista de razones para no irse de la casa. Yo me hice una, te la enseño, así quizás calles el delirio que te susurra constantemente.
Lista de de cosas para seguir viviendo:
Odiar
Olvidar
Respirar el aroma de la manzanilla
Mirar los rayos
Apreciar el sabor del helado de piñón
Despertarse a las seis de la mañana para correr sin haberse despertado aún
Café
Beber las ansías de los hijos del borracho desnudo que se duerme en las esquinas
Fotografiar mentalmente a la señora de cabello grifo que carga dos bolsas oscuras porque un día el sol mató la conciencia en ella
Esperar salvación
Tomar agua casi congelada el día más caluroso de verano
Acariciar un perro
Caer en el olvido
Estirar el brazo por el barandal tratando de alcanzar el dolor del departamento de abajo
Ser odiado
Ser olvidado
Respirar y ahogarse
Volver al pecado
Morir extasiado
Es mentira. Te lo juro. Cuando se termina el dolor que le has causado al cuerpo, el que está en el pecho se infla tres veces más.
-El acribillado maldito.
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