Noviembre 30

La sonrisa que dedicas cada mañana no es para mí. Es para la ilusión de alguien que quieres ver en mis ojos. Yo estoy muriendo, y ojalá el hombre maldito también estuviera muriendo aquí a mi lado, pero no es así.

La sonrisa que le dedicaste a las flores muertas que traje, no era para mí. No era para las flores. Era para la ilusión de ese jardín eterno que te prometí. Aún cuando la he enterrado siete metros bajo tierra, aún cuando las moscas ya han puesto larvas en nuestra ilusión, y la gente la ha llenado de basura plástica que jamás nos tocará ver volar. Aún sonríes.

Y me convenzo, cada día más, de que te gusta sonreírle a la muerte.

Porque no entiendo. ¿Cómo podrías sonreírle a algo muerto todos los días? Porque, aún sin que tenga hambre, y tenga los ojos hundidos. Aún cuando llego a la casa, con la mano marcada, escondiendo el olor a diferentes flores. Escondiéndome.

Sonríes.

Te quiero pedir perdón.

Porque, tienes fe.

Fe en algo muerto.

Fe en algo extinto.

Tienes fe en mí.

Pero, la sonrisa que dedicas cada mañana. Está destinada a la nada. A menos que eso. Está destinada a sufrir, por el anhelo que te creas cada que me miras. Cada que me hablas, en tonos bajos, y me dices que despierte para trabajar. Esa sonrisa que dedicas mientras haces desayuno que no pruebo, porque tengo asco enorme de poder comer del mismo plato que tú.

Te quiero pedir perdón.

Porque, tienes fe.

Fe en algo sucio.

Algo podrido.

Porque me dedicas una sonrisa cada mañana. A pesar de que me he pintado de blanco con tantas cosas como pude hacerlo. Me he tratado de quitar esto rojizo que llevan mis ojos, estos huevos de mosca los he tallado tanto como mi sanidad me ha permitido.

Y te quiero pedir perdón.

Porque estoy lleno de moscas ya.

Me han llenado el interior, y han vuelto a comer de mí. Y han vuelto a salir larvas. Y ahora te veo, sonriente. Y te quiero pedir perdón, por las moscas que comienzan a volar sobre ti.

Porque aún escuchando el zumbido horroroso que provoca su presencia.

Tienes fe.

Te quiero pedir perdón.

Pero, ojalá algún día encuentres esto que escribo. Esto que tanto repudio y escupo. Para que sepas que tuve la intención, siempre, de pedirte perdón, perdón desde el alma, perdón verdadero.

Aunque nunca lo hiciera.

Si de algo te sirve. Creo que en ese segundo, donde me dedicas una sonrisa, creo que recuerdo que existe un concepto de felicidad. Y me imagino que lo eres. Aún con flores marchitas, me imagino que eres feliz.

Y me permito por otro día ser maldito ante ti.

-El hombre larveado y maldito.