Noviembre 27

Hoy regresé al trabajo por la noche. Robé todas las flores muertas que podían cargar mis brazos. Con culpa, y con pena. Porque la señora me ha dicho que esas flores muertas no deben de parar a ningún lado; cada flor que se iba cayendo en el camino, la iba recogiendo. Las regresaba a mis brazos. No me doy cuenta hasta ahora, de lo que quería hacer.

Las dejé todas dentro de la casa, al primer paso que di. Con tanta pena te miré, y carcajeé, porque no estaba en todos mis sentidos, quizás en ninguno de ellos. No me doy cuenta hasta ahora. Se cayeron tan fácil de mis brazos, ni siquiera las flores marchitas que rescaté querían abrazarme de vuelta un segundo más.

No me doy cuenta hasta ahora. Me miraste asustada, porque entre las flores muertas había tallos enormes con espinas, y de mi brazo morado, picoteado y torturado se asomaron unas inocentes rajadas. Te levantaste a curarme. Me dijiste que le habías cerrado la puerta a él, me dijiste que habías cerrado la puerta para que no saliera yo. Y te pedí perdón, por la razón equivocada, te pedí perdón porque ya le había regalado jazmines a alguien más.

El viento frío se fue llevando los pétalos a los rincones que más quiso. Pero no se llevó tus lágrimas. Lo maldije tanto como pude mientras tú me vendabas los brazos, me quitabas las espinas y recogías los pétalos que se quedaron pegados. Luego te dije que quería que el viento me llevara lejos, y tú me respondiste que era mejor la tierra.

No te entendí.

No me doy cuenta hasta ahora.

También le pedí al viento que te llevara. Pero que te llevara lejos de mí, cuando seguías triste. Porque le había regalado jazmines a alguien que me devolvió pedazos de felicidad, tres minutos en el paraíso de flores imaginarias, y una vida entera en desiertos sin oasis. 

La señora me dijo que no podía entregar flores marchitas nunca. Porque significaban desgracia. Porque regalar algo muerto debía ser el peor pecado de todos. Y no me di cuenta, hasta ahora. Que te he faltado a la promesa.

Que tal vez nunca tengamos un jardín de flores eterno.

Y el mejor intento que pude darte, fueron flores muertas.

-El hombre pecador y maldito.