Noviembre 14

Es la primera vez que me ves desesperado. Lo notas en el tic de mis manos. Me quema demasiado que me veas así, porque construyes una fortaleza para protegerte. La fortaleza consta de tu par de brazos, tu mirada brillante, y tu respiración espantada. Yo no puedo acercarme a ti, ya me he acercado a tu taza blanca demasiado.

Y sin que te dieras cuenta, mientras bebías café, yo construía una muralla de demonios por diversión.

Cuando estás ahí de pie, sabiendo con seguridad que de nuevo he encontrado mi delirio, siento que me muero porque te veo más lejana. Me observas sin inmutarte, como una mariposa que revolotea una y otra vez frente a uno. Y mis entrañas me carcomen, porque sé que te preguntas:

¿Y nuestro jardín de flores?

A veces, mientras mi muralla de demonios crece, me pongo de puntillas y puedo ver las flores que quiero plantar en nuestro jardín infinito. Es ahí cuando te pido perdón, y no te dejo escuchar nada más que mi sollozo para que guardes todas mis lágrimas y reguemos ese jardín juntos.

Y solo observas.

No dices nada. Callas demasiado.

Mientras busco desesperadamente las llaves para salir a trabajar donde puedo oler algo diferente a los perfumes, me observas, y solo me observas. Mientras él carcajea sin tener sentido alguno de pertenencia a este pequeño lugar, observas desde un rincón. Mientras escondo los pedazos de felicidad debajo de la alacena donde guardas las tazas, observas, observas, observas. Aún cuando te llamo con mi pensamiento, y te digo que quiero que me arrastres lejos a un jardín pequeño y blanco. Me observas, viendo cómo intento construir algo infinito.

¿Y nuestro jardín de flores?

Otras veces, no te lo digo, pero he soñado que voy quemando cada flor que planto. Y no sé qué monstruo es más vil. Si yo, que estoy despedazándome para dejar vivir a los jazmines, o tú que observas cómo me muero.

Cada taza blanca que pones en la alacena, se llena al tope de cenizas.

Y solo callas.

Solo callas.

-El malentendido hombre maldito.