Enero 8

Fui. 

Con otro nombre, pero fui. Fui con el nombre que me diste. Fui como Loto, pareciendo más limpio. Mi nombre está demasiado manchado, dolido y consumido como para usarlo en una esperanza más. 

Dentro de aquella puerta se tienen sillas de plástico apuntando a un pequeño podio. No las he contado, son menos de 20. Detrás del podio se asomaban unas ventanas negras, reflejándonos a las sillas que habíamos tomado. He conocido a Luna de labios rosados, piel de girasol, encerrada cuatro meses, lloraba porque agradecía que estaba su padre sentado en una de esas 20, no quise voltear a encontrar la mirada de papá en aquel señor. He conocido a Marco, quien varias veces mencionó a su hijo, negó con la cabeza por preferir la felicidad etérea en vez de a él, conté más de 12, ¿son suficientes para arrepentirse? He conocido a Julián, probó en playas, en bosques, en montañas para poder fugarse de la pequeña pastilla que le ayudaba alcanzar algo diferente, pero siempre lo alcanzó. Estuve a punto de salir antes de escuchar a Elías, quien solo se subió y pidió perdón, porque este día volvió a sentir. 

Volteé varias veces a la puerta esperándote. Porque yo no quería hablar de mi historia con nadie que no fueras tú. Pero al mismo tiempo no quería que llegaras, ¿también hubieras querido salvarlos a todos ellos?

Yo no quiero hablar de mi historia con nadie porque mis brazos están adormecidos, tengo un día en blanco, no he tomado nada que me calme. Porque hoy quise ser Loto, pero no entraste, no te sentaste en una de estas 20. No me viste intentarlo. Me di cuenta que mis delirios no me pertenecen solo a mí, a Elías también lo acompañaban los demonios a dormir. 

Luna tampoco siente el frío en el invierno más pesado del siglo. 

Quería decirle a Marco que no pidiera perdón. Que no buscara salvación. A los monstruos malditos no nos queda nada ya. A Julián no le queda ni el recuerdo de las olas, así como a mí no me queda el recuerdo de algo más que no sea el dolor. 

Quería decirles que ya no hay esperanza.

Pero sería mentira. 

Yo sigo esperando que estires tu mano y me acaricies hasta dormir, esperando que al despertar esto solo sea un mal sueño.

Sigo esperando ir contigo.

Con otro nombre, pero ir. Con el nombre que me diste. Ir como Loto. Para que cures cualquier rezago de nombre manchado, dolido y consumido; ir contigo como Loto para subirme a tu podio, tomar el micrófono de tu alma y pedir perdón hasta que la memoria se desvanezca, y las noches frías en fiebre dejen de existir en mi recuerdo, y lo único que quede sea la promesa de un jardín eterno. 

Hasta que mi única adicción seas tú. 

-Loto maldito.