Diciembre 3

Él me ha dicho que debería devolverte al lugar donde te recogí. Le he dejado el labio partido, sangre en la playera, saliva entre las cejas.

Perdí.

Tú viste el rojo río imparable que borbotaba de mi ceja. Tú viste el hinchado ojo, tan triste que se ocultaba del sol. Tú viste mi sollozo entre el brazo, lo mucho que dolía. Tú viste la desesperación de mis palabras, buscando una felicidad del pasado; ahogado en la búsqueda de mis pantalones, quería(o) una puerta que me llevara al pasado.

Quiero recordar lo feliz que era.

Cuando te miraba por segundos afuera regando jazmines marchitos. Tierra seca. Maceta muerta. Cuando regresaba a casa, y sonreía, porque tú existías afuera. En algún punto cercano a mí. En alguna pared compartida con la felicidad embolsada.

Es tan pequeña.

Mi felicidad, por supuesto.

Monstruo. Él es un monstruo. ¿Devolverte al lugar donde te recogí? Si todo ahora es cenizas. Si tú, tú felicidad mía, tortura mía, eres una flor de jazmín que he cortado.

A veces te veo, como si quisieras regar todas las flores que he tirado. Y al mismo tiempo, ves el rincón donde vivías. Ves las paredes negras, el polvo que se ha acumulado en el borde de la ventana. Y, aunque solo sea a veces, lo miras como si quisieras regresar.

Monstruo. Él es un monstruo. Lo es porque me ha recordado que yo también lo soy.

Porque yo te he dejado sin raíz.

-El monstruo maldito.