Diciembre 22
Diciembre 22
A veces paso por la capilla. Me pongo de rodillas entre las butacas de madera, solo para presenciar el sonido armonioso de una madera crujiendo. Por la cabeza, me baila la idea: Puedo redimirme de todo si me arrodillo.
Si me arrepiento, ¿sería suficiente? ¿Para ellos? No. Jamás sería suficiente para nadie.
No sería suficiente para ti.
Te dejé saborear el infierno sin que tuvieras oportunidad de decidir. Te mandé flores muertas para que sufrieras con todas ellas, porque sabía que ibas a intentarlo. Sabía que ibas a cuidarlas y tratar de reanimarlas. Sabía que me ibas a dar pedazos de aliento para revivirme cuando me desorientaba en la habitación.
Empecé a contar en la capilla un día. Llegué a los doscientos cincuenta y tres perdones. A eso del perdón setenta y dos me di cuenta de que es suficiente pedir perdón hasta que la garganta se secara; pero seguí contando, deseando que las rodillas se sangraran, los pies se helaran por falta de sangre. Deseé que pudiera pedirte perdón hasta olvidarte, e incluso volviéndote memoria perdida, deseé seguir pidiéndote perdón.
Soy un hipócrita.
Porque me piden que me arrodille. Que pida misericordia en esta capilla, a sabiendas que no voy a tener más alientos tuyos nunca. A sabiendas que, regresaré a la casa, algún demonio subirá por mi cabeza y tomaré otra botella, otro par de cigarros. Dejaré que la ansiedad me derive hasta rascarme el cuello.
Soy un hipócrita. Porque, dejé de hablar a eso de los doscientos cincuenta y tres, porque empecé a llorar. Como si realmente pudiera arrepentirme de todo, empecé a llorar. Como si realmente creyera yo en algo como la reinvindicación de una vida sin delirios.
-El arrodillado maldito.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro