Diciembre 10
Diciembre 10
Te sueño volando. Te sueño lejos, en los cielos, como la parvada que migra por el clima. Te sueño en un jardín regando flores vivas, flores que permanecerán por siempre para ti.
Y te odio.
Te odio. Y ojalá fuera un odio común, como el aroma después de tres horas compartiendo cigarros oliendo la nicotina volando por entre los cielos grises. Impregnándose a cada trozo de tela. Ojalá fuera como ese aroma que te acompaña quizás una o dos noches después.
Pero te odio tanto.
Eres un perfume extraño. Uno tóxico, uno permanente. Te he lavado tantas veces de mi cabeza, te he tallado hasta hacer sangrar a mis nudillos. Te he rociado con tanta lugubridad que pude obtener de mi mismo, te he aventado a mis pesadillas. He dejado de traerte flores porque sé que las regarás incluso cuando estén muertas y sé que adoro tanto ese calor que desprendes intentando reanimarlas.
Te odio.
Porque no tengo derecho ni razones para justificar el sentimiento. Pero cada letra de esta carta, cada espacio entre cada letra, cada trazo de cada punto, de cada línea, de cada curva, de cada idea que te dejo está lleno de odio. Y te imagino encontrando las cartas, abrigándoles con tus cobijos, dándoles caricias despacio haciendo que revivan las letras. Salvandome a mí.
Te he visto, entre los párpados y los lunares pequeños entre tus orejas. He visto cómo te vas, de repente, a intentar revivir otras posadas. Sin remedio alguno. Como el alma bondadosa que eres, como el alma tan rota que te has cargado esta entera vida. Como cada gota de agua que has desperdiciado en tierra muerta. Te odio tanto.
Te odio, con cada gota de tinta plasmada en estas endemoniadas y eternas cartas.
Te odio tanto que quisiera arrancarte de mis venas porque han empezado a doler las bolsas de felicidad. Y cada vez que tu rostro se ilumina en mis sueños me causan espasmos porque no sé de dónde conseguirte ese jardín eterno.
Te odio tanto que quiero mutilar mis dedos hasta que nazcan flores de ellos solo para ti.
Te odio tanto que quiero convertirme en agua para que puedas seguir encantando cosas marchitas. Que quiero convertirme en tierra seca y muerta para que también puedas adorarme.
A este odio eterno quisiera desprenderlo de cada palabra que te dirijo.
A esta adoración inmensa quisiera ahogarla entre sueño y sueño.
Lo siento. Ambos se han quedado para impregnarse de aquí hasta el averno que nos llama, a los dos de vez en cuando. A ti cuando te entran las ganas de volver las cenizas un hogar pulcro. A mi cuando te veo cada mañana incluso sin abrir los ojos.
-El soñador maldito.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro