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session O2.

Pasaron los siete días exactos que marcaban el retorno de las mejores amigas al consultorio de la doctora Chou. Con una sorpresa planeada, ambas optaron por llevarle un café a la doctora, quien aguardaba en su oficina con una mezcla de nerviosismo y vergüenza. Tzuyu, en un momento dado, había albergado la esperanza de que sus traviesas pacientes no regresaran para más terapia, pero esa esperanza se desvaneció cuando las dos entraron con paso decidido en su oficina.

"Le hemos traído un café, doctora", anunció Momo con delicadeza, pasándole el vaso, mientras Sana la seguía y ambas tomaban asiento en sus lugares habituales. El gesto gentil no solo sorprendió a la doctora Chou, sino que también hizo que se ruborizara intensamente. Las mujeres, como de costumbre, lucían atuendos que reflejaban su personalidad, y por supuesto, se veían deliciosas. Tzuyu no pudo evitar admitir que ambas eran bastante atractivas, incluso demasiado.

Al sentarse, las mejores amigas intercambiaron una mirada cómplice antes de ceder el control a la doctora. "Buenos días a ambas y muchas gracias por el detalle", agradeció la doctora Chou mientras revisaba sus registros. La atmósfera en la habitación se tornaba más relajada con la presencia de las pacientes, aunque la doctora Chou sabía que el trabajo aún debía continuar.

Algo dentro de ella estaba creciendo, pero se sentía bastante afectada por lo que había pasado la noche de su cumpleaños. Sin embargo, intentó dejar eso de lado para poder hacer bien su trabajo, que de por sí era bastante demandante.

"Muy bien, bienvenidas nuevamente a mi consulta. Espero que en esta oportunidad tengan un comportamiento más respetuoso y espero poder ayudarles a mejorar", anunció la doctora Chou con firmeza.

"Así será", soltó Sana con una sonrisa de oreja a oreja, mientras Tzuyu observaba con atención sus expresiones, tratando de leer más allá.

"Excelente, me parece que ustedes tenían la tarea de analizar si existe algún desencadenante para su adicción", las miró, esperando alguna respuesta. Momo se removió inquieta en su asiento, mientras Sana parecía contemplativa, ambas aparentemente tramando algo.

Sana miró a Momo, quien tomó la iniciativa. "La verdad es que, puede ser mi incapacidad para mantener relaciones a largo plazo, pero mantengo y sostengo que esto es una pérdida de tiempo".

Tzuyu se sorprendió por la franqueza de Momo, pero la duda permaneció en ella muy latente. "¿Por qué es eso, Momo?".

La mencionada miró a la rubia de reojo. "Veamos, la semana pasada fuimos a pasar el rato en una discoteca y resulta que allí estaba la mujer más sensual del universo", Tzuyu tragó saliva ante el recuerdo. Realmente esperaba que ellas no mencionaran ese tema, pero ahí estaban, mencionándolo sin reservas.

"Creí que habían prometido comportarse", intervino la doctora Chou con una leve nota de reproche en su voz.

"Suele ser difícil para mi mejor amiga comportarse, señorita Chou", se incorporó Sana, la rubia. "Pero ella no deja de tener razón, apenas pude concentrarme en el trabajo estos últimos días", confesó dramáticamente. Momo le golpeó el hombro en señal de reprobación.

"Me gustaría que olvidaran lo que sucedió", insistió la doctora Chou, buscando poner fin al tema.

"¿Olvidarlo? ¿No sintió lo que yo sentí? ¿Lo que sentimos las tres?", replicó Momo, con un tono de desafío en su voz.

"Les dije que eso quedaba fuera de este consultorio", reiteró la doctora Chou con firmeza.

"Entonces, ¿podemos ir a casa una vez salgamos de aquí?", sugirió Momo, esperando desviar la conversación.

"Técnicamente, tienen que regresar a sus casas o a cualquier lugar donde tengan que ir", dijo la doctora con simpleza.

"Se refería a que te fueras con nosotras", añadió Sana, con una mirada inquisitiva hacia la doctora Chou, mientras Tzuyu respiraba profundamente, preparándose para lidiar con las dos pacientes. Le preocupaba más el hecho de que le había gustado lo que había pasado, pero sabía que era incorrecto.

"No voy a ir a ningún lado con ustedes", respondió la doctora Chou con firmeza, intentando mantener la compostura.

"Podrías disfrutarlo mucho, Chou", sugirió Momo con una voz bastante profunda, dejando un aire de provocación en la habitación que hizo que Tzuyu se sintiera incómoda. La tensión entre las tres mujeres parecía aumentar con cada palabra pronunciada.

Tzuyu las miró a ambas de manera desafiante. Estaban jugando sucio y no iba a permitirles que la volvieran loca en su propio consultorio, pero, demonios, era difícil resistirse. Su mirada se desvió a los anillos delicadamente adornando los dedos de Sana, luego al esculpido cuello de Momo, sus labios parecían deliciosos y, joder, la tentación era abrumadora.

"No debía, claro que no", se recordó a sí misma, luchando contra la atracción que sentía hacia ellas. Estaban en una postura que buscaba jugar con su mente, solo jugar, pero era tan injusto.

Tzuyu se encontraba en una encrucijada entre su deber profesional y sus propios deseos prohibidos.

Lo dejó a un lado. No iba de ninguna manera a hacer nada que desmeritara su credencial como profesional. Era incorrecto hacer ese tipo de contacto con sus pacientes, por muy tentador que fuera. Además, ellas estaban ahí para recibir ayuda, no para recibir a la doctora en sus casas.

Por otro lado, Momo y Sana se llenaban la mente con todo tipo de perversidades. Sus miradas insinuantes y su lenguaje corporal sugestivo no hacían más que aumentar la tensión en la habitación. Pero Tzuyu se mantuvo firme en su decisión de mantener la profesionalidad y no ceder a las tentaciones que las dos mujeres intentaban provocar. Era un juego peligroso al que se negaba a jugar, incluso si eso significaba resistir la atracción que sentía hacia ellas.

"Continuemos, Sana, cuéntame acerca de lo que analizaste en tu propio caso", continuó la doctora Chou como si nada hubiera pasado. Sana volvió a mirar a Momo y sonreír cómplice antes de dirigir su atención nuevamente a la doctora.

"Mire doctora, en mi caso puedo decir que no tengo problema alguno con dejar de tener sexo constantemente para siempre", declaró Sana con seguridad, mientras Tzuyu tomaba notas en su libreta y continuaba escuchando con atención.

"¿A qué se debe eso?", preguntó la doctora Chou, indagando más sobre la situación de Sana.

"Tengo un problema, doc", admitió Sana con franqueza.

"Cuéntame de ese problema", instó la doctora.

"Cada noche, cuando voy a dormir, no puedo hacerlo", confesó Sana con pesar.

"Sí, sí. Cuando cierro los ojos, pienso en lo deliciosa que es mi terapeuta y no puedoevitar pensar de forma consciente y despierta en todo lo que quiero hacerle", revelóRosé, dejando a Tzuyu en un estado de molestia.

Tzuyu, con el ceño fruncido, comenzó a anotar algunas cosas más mientras escuchaba las declaraciones de sus pacientes.

"Ustedes no tienen ninguna intención de hacer ningún cambio por lo que veo", señaló con cierta frustración.

"Queremos que nos acompañe a ambas si usted también quiere, sé que sí", sugirió Momo con una sonrisa juguetona.

"No quiero hacer nada más que ser su terapeuta y les pido por favor que se comporten", respondió con seguridad, tratando de mantener la distancia profesional.

"¿Qué la detiene? Literalmente es solo sexo, pero con ambas", insinuó Momo con provocación.

¿Con ambas? Tzuyu se había imaginado que la querían tener por separado, pero ahora resultaba que la deseaban al mismo tiempo. La idea de estar con ellas dos a la vez se había deslizado en su mente más veces de las que quería admitir. La imagen de Momo golpeándola desde atrás mientras Sana le acariciaba las tetas era tentadora, pero Tzuyu sabía que era peligroso permitirse esos pensamientos.

Sus piernas se juntaron involuntariamente y tuvo que despertar de ese trance. No, no está bien que pienses así, ya basta, se reprendió a sí misma.

"Vamos a hablar un poco acerca de su autocontrol", evadió Tzuyu por completo, buscando llevar las cosas, por otro lado. "Díganme, ¿qué tipo de actividades sexuales les resultan más difíciles de controlar?".

La primera en hablar fue Sana. "No quiero sonar fuera de lugar", se disculpó, notando la mirada de Momo sobre ella.

"Muy tarde para eso", intervino Momo riendo

"No puedo evitar mi obsesión por el sexo anal", confesó la rubia sin rodeos. "Es lo mío".

Tzuyu asintió, tomando notas mientras intentaba mantener la compostura. "Cuéntame, ¿qué es lo que encuentras atractivo en ello?"

Sana titubeó un momento antes de responder. "Es... es difícil de explicar. Me gusta la sensación de... de plenitud, la intensidad... es como un nivel más profundo de conexión, ¿sabes?", intentó explicar, luchando por encontrar las palabras adecuadas. "Además, un buen culo me aprieta tan bien".

Tzuyu asintió comprensivamente, tratando de mantener el enfoque en el aspecto terapéutico de la conversación, aunque luchaba por ignorar las imágenes provocativas que se agolpaban en su mente.

"¿Y tú, Momo?", preguntó Tzuyu a la pelinegra, quien tenía las piernas abiertas. La doctora se sintió incómoda cuando, de manera inadvertida, su mirada descendió hacia la entrepierna de Momo. Rápidamente, apartó la mirada y se concentró en la paciente.

"Mientras mi amiga es adicta a los culos, yo soy adicta a los coños", respondió Momo con una sonrisa pícara.

Tzuyu respiró profundamente. "Me gustaría entender mejor qué te lleva a buscar constantemente encuentros sexuales con mujeres. ¿Hay algo en particular sobre las vaginas o las mujeres en general que sientes que te atrae o te motiva a buscar esa gratificación sexual de manera compulsiva?"

"Son muy bonitas, mojadas y apretadas", respondió Momo con sinceridad.

"Los culos igual", intervino Sana.

"Tan bonitos no son", rio Momo, haciendo que Tzuyu tuviera que contener una risa nerviosa.

"¿Alguna cosa que agregar, Sana?", preguntó Tzuyu, manteniendo la mirada fija en sus pacientes.

"El sexo anal es delicioso, no hay más", respondió Sana con una sonrisa.

Tzuyu suspiró, acostumbrándose poco a poco a la actitud desinhibida de sus pacientes.

"En cuanto a mí, solo puedo decir que tengo mucho estrés por el trabajo y he tenido ansiedad desde hace un buen tiempo", confesó Momo, adoptando una expresión más seria de lo habitual.

La doctora se extrañaba de vez en cuando cada vez que se ponían serias. "¿Crees que la ansiedad podría ser un desencadenante para tu adicción, Momo?", preguntó Tzuyu con interés.

"Mmm, no lo sé, nunca lo había pensado", respondió Momo con sinceridad.

"¿Tienes algún tipo de rutina para disminuir la ansiedad o haces algún tipo de terapia?", indagó Tzuyu.

"No, para nada", respondió Momo sin vacilar.

Tzuyu asintió mientras tomaba notas en su libreta. "Me gustaría que fueras a consulta con un psiquiatra y trates el tema de la ansiedad para poder hacer la conexión con tu comportamiento sexual, ¿te parece?".

"¿No se supone que es usted que tiene que resolver su problema?", preguntó Sana, con una expresión desafiante.

"Así es, Sana. Puedo hasta examinarla físicamente para comprobar si hay algún desequilibrio químico en su cuerpo que cause su trastorno de ansiedad, pero, aun así, no puedo medicarla si es necesario", explicó Tzuyu, viendo cómo Sana asentía al instante.

Anotó en su recetario algunos datos para referir a Momo a un psiquiatra. Mientras escribía, podía escuchar los murmullos entre ellas. "Con su culo en mi cara podría medicarme", decía Momo, provocando que Tzuyu rodara los ojos y le pasara el papel del recetario.

"En cuanto a ti, Sana. Haré algo similar, voy a necesitar revisar tu historial médico para verificar que no haya ninguna razón hormonal o algo más que te pueda estar afectando", continuó Tzuyu, dirigiéndose a la otra paciente.

"Entiendo", respondió Sana con calma.

"Entonces, ¿hasta aquí lo dejaremos, ¿verdad?", preguntó Momo, quizás con un tono de alivio.

"Hay unas cuantas cosas más que quiero discutir con ustedes, pero si tienen prisa, lo entenderé", respondió Tzuyu, notando cómo ambas se miraban entre sí.

"Continúe, doctora, de todas formas, es un honor tenerla a la vista", bromeó la pelinegra.

"Maldita bastarda", pensó Tzuyu con un suspiro interno, luchando contra la tentación de ceder ante sus provocaciones. Sabía que lo mejor sería acabar la terapia justo ahí, para evitar las provocaciones de esas mujeres.

Otra vez cometió el error de mirar hacia la entrepierna de Sana mientras se acomodaba en la silla. Estas mujeres realmente estaban decididas a hacerla fracasar. Era un desafío constante mantener la profesionalidad frente a sus insinuaciones.

¿Lo tendría grande? ¡Joder, no, no puedes pensar en eso, Tzuyu! Ya.

Eran tan atractivas, Jesús. Ellas la miraban como si quisieran tomarla ahí mismo y era tan injusto, tan malo. Tzuyu luchaba por mantener la compostura mientras su mente se llenaba de pensamientos prohibidos.

"Daremos por finalizada la sesión por el día de hoy, necesito descartar problemas físicos antes de empezar a adoptar un enfoque terapéutico para cada una", finalizó Tzuyu, sintiendo un alivio al pronunciar esas palabras. La verdad es que quería que salieran de ahí antes de cometer un error, antes de ceder a las tentaciones que esas mujeres despertaban en ella.

Con un esfuerzo, se levantó de su silla y se acercó a la puerta, indicando que la sesión había llegado a su fin. Sus pacientes se levantaron también, pero Tzuyu notó que sus miradas insinuantes todavía permanecían, como si no estuvieran dispuestas a dejarla ir tan fácilmente. Respiró profundamente, tratando de ignorar el latido acelerado de su corazón, y les indicó que la próxima cita sería programada pronto.

Cuando estuvieron fuera, ella suspiró aliviada y se sentó en su escritorio. ¿Cómo iba a sobrevivir la próxima sesión? Esto era tan extraño y tan poco ético. Sin embargo, Tzuyu sabía que también tenía la responsabilidad de ayudar a sus pacientes a superar sus problemas, incluso si eso significaba enfrentarse a sus propios dilemas personales en el proceso.

De igual forma, podría darles una solución a sus problemas en ese sentido y cuando estuviese.

 Quizás, pensó Tzuyu, si comenzaban a comportarse, podría sacar su mente de esos pensamientos. No quería que el hecho de que le gustara lo que le estaban provocando esas mujeres se convirtiera en un tema importante. No debería afectarla, pero lo hacía.

¿Qué era lo que tenían que le gustaba tanto? Tzuyu se detuvo por un momento, reflexionando sobre esa pregunta. Tal vez era su confianza, su desparpajo, o simplemente su atractivo físico. Pero independientemente de la razón, Tzuyu sabía que debía mantenerse firme en su profesionalismo y encontrar una manera de manejar la situación de manera adecuada en la próxima sesión.

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La doctora Chou, después de terminar su jornada de trabajo en su consultorio, emprendió su viaje hacia un restaurante donde se encontraría con su madre, quien era psiquiatra. Desde muy joven, Tzuyu había seguido el legado de su madre en el campo de la salud mental. Sin embargo, su elección no fue impulsada por la herencia familiar o la presión, sino por su profundo interés y pasión por ayudar a las personas con su salud mental. Era algo que disfrutaba plenamente y que consideraba su verdadera vocación.

Mientras conducía hacia el restaurante, Tzuyu reflexionaba sobre cómo su madre había sido una inspiración para ella. Desde que era niña, había visto el impacto positivo que la profesión de su madre tenía en la vida de las personas. Aquello la había motivado a seguir sus pasos y dedicarse al campo de la salud sexual.

Al llegar al restaurante, Tzuyu encontró a su madre esperándola con una sonrisa cálida. Se sentaron juntas y comenzaron a disfrutar de un agradable almuerzo mientras compartían historias sobre sus respectivas experiencias en el campo de la salud mental. Era reconfortante para Tzuyu tener a su madre como mentora y confidente, alguien con quien pudiera hablar abiertamente sobre los desafíos y las satisfacciones de su trabajo.

En un punto de la conversación, el tema cambió y madre e hija comenzaron a discutir sobre la vida personal de Tzuyu. Era un tema sensible para ella, pero sabía que su madre solo quería lo mejor para ella.

"Mi bebé, tienes que empezar a vivir tu vida, no todo es estudio y medicina", instó su madre con preocupación en su voz.

Tzuyu suspiró, sintiendo un nudo en la garganta. "Mamá, literalmente hiciste un doctorado y dos especialidades", respondió con una mezcla de humor y frustración.

"Pero cuando tenía que disfrutar mi juventud, lo hice, hija", replicó su madre con ternura, recordando sus propias experiencias de juventud.

Tzuyu asintió, comprendiendo la perspectiva de su madre. Sabía que había sacrificado muchas cosas en busca de su carrera, incluido su tiempo y energía para las relaciones personales. Su fracaso en el amor había dejado una marca en ella, haciéndola más reservada y concentrada en su trabajo.

"Lo entiendo, mamá", dijo Tzuyu con sinceridad, mirando a su madre con gratitud. Sabía que su madre solo quería verla feliz y realizada en todos los aspectos de su vida, y eso significaba encontrar un equilibrio entre su carrera y su vida personal.

"No te digo que encuentres al amor de tu vida mañana, pero al menos sal, ten citas, conoce gente", insistió su madre, buscando alentar a Tzuyu a abrirse a nuevas posibilidades en su vida amorosa.

"Créeme que tengo suficiente en consulta", suspiró Tzuyu, sintiéndose abrumada por la idea de agregar citas y relaciones a su ya apretada agenda.

"¿Algún interés con algún paciente?", preguntó su madre mientras tomaba la taza de café que había pedido con un gesto dramático.

Tzuyu se sonrojó automáticamente y su madre lo notó. "No, mamá. Sabes que eso no está bien", respondió con firmeza, recordando las estrictas normas éticas que regían su profesión.

"Hasta que deje de ser tu paciente y todas tus cosas estén en su departamento. Así fue con tu padre", recordó su madre con una sonrisa traviesa, aludiendo a la historia de cómo se conocieron ella y su padre en circunstancias similares.

Tzuyu se sintió aún más incómoda ante la sugerencia de su madre. Sabía que no podía permitirse mezclar sus relaciones profesionales con su vida personal, pero la idea de encontrar el amor en el consultorio era tentadora y peligrosa al mismo tiempo.

"Lo sé, mamá", murmuró Tzuyu , desviando la mirada hacia su café mientras luchaba con sus propios deseos y las expectativas de su madre. La conversación había tocado un nervio sensible en su interior, recordándole su soledad y sus dudas sobre su vida amorosa.

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Horas más tarde, había llegado finalmente a casa, su refugio seguro en medio del caos del mundo exterior. Cerró la puerta detrás de ella y dejó escapar un suspiro de alivio. Necesitaba desesperadamente un descanso mental de todo el agobio que había experimentado durante el día.

Desde el incómodo encuentro en la discoteca con las mujeres hasta la conversación desafiante con su madre, Tzuyu se sentía abrumada por una mezcla de emociones. Se quitó los zapatos y se dejó caer en el sofá, cerrando los ojos mientras intentaba ordenar sus pensamientos.

La conversación con su madre la había dejado pensando profundamente sobre su vida y sus elecciones. ¿Estaba realmente satisfecha con su enfoque en el trabajo y su falta de vida social? ¿O había llegado el momento de abrirse a nuevas experiencias y relaciones?

Era difícil encontrar respuestas a esas preguntas, pero Tzuyu sabía que necesitaba tomarse un tiempo para reflexionar y recargar energías. Se envolvió en una manta suave y encendió algunas velas aromáticas para crear un ambiente relajante en su hogar.

Con el tiempo, esperaba encontrar la claridad y la paz que tanto necesitaba para enfrentar los desafíos que le deparaba el futuro. Por ahora, solo quería disfrutar de su momento de tranquilidad en su santuario personal.

Se quitó toda la ropa, todo literalmente, dejando atrás las preocupaciones y las tensiones del día. Con cada prenda que se desprendía, Tzuyu sentía cómo la liberación se apoderaba de ella. Se sentía ligera, libre y completamente relajada.

Después de un día agotador, había decidido darse un merecido descanso. Luego de ponerse una ropa más cómoda, preparó algunas palomitas y se instaló frente al televisor para ver un documental. Era una de sus actividades favoritas para relajarse y desconectar del mundo exterior.

No tenía ninguna tarea pendiente aparte de revisar unos expedientes de otro paciente que la había visitado antes que las mejores amigas. Una vez que terminó con esas responsabilidades laborales, se permitió dejar de lado cualquier pensamiento relacionado con el trabajo y simplemente disfrutar del momento presente.

Se acomodó en el sofá, envuelta en su manta suave, y encendió el televisor. El sonido suave de la narración del documental llenó la habitación, sumergiéndola en un estado de tranquilidad y calma. Por un momento, se permitió olvidar todas las preocupaciones y disfrutar de la simple alegría de estar en su hogar, en su propio espacio.

Con cada minuto que pasaba, Tzuyu sentía cómo el estrés y la ansiedad del día se desvanecían, reemplazados por una sensación de paz interior. Era un momento para ella misma, un momento de autocompasión y autocuidado que tanto necesitaba.

Y así, se dejó llevar por el documental, permitiéndose perderse en el fascinante mundo que se desplegaba frente a ella. Por un breve momento, todo estaba bien en su mundo, y eso era todo lo que necesitaba.

Cuando su documental sobre el tráfico de drogas en Europa culminó, en automático se reprodujo un documental titulado "El Pene Perfecto". Tzuyu hizo una mueca ante el título, no era exactamente lo que esperaba para su noche de relax, pero decidió darle una oportunidad, al menos por unos segundos, como solía hacer antes de decidir si lo veía o no.

A medida que el documental comenzaba a explorar los estándares de belleza y los cánones impulsados por la industria de la pornografía en relación con la anatomía masculina, Tzuyu frunció el ceño. Si bien era interesante desde un punto de vista sociológico, no era exactamente lo que ella necesitaba en ese momento.

Al escuchar cómo se describía la "belleza" del pene y los estándares poco realistas que se promovían, Tzuyu decidió dejarlo a un lado. Para ella, la idea de que un pene tuviera que cumplir ciertos criterios de belleza para ser considerado deseable era absurda y superficial.

Un pene no tiene que ser bonito para satisfacer a alguien, pensó Tzuyu mientras apagaba el televisor. Lo que realmente importaba era la conexión emocional y la intimidad compartida entre dos personas, mucho más que cualquier estándar superficial de belleza.

Bufó con frustración y apagó el televisor. Se levantó del sofá y se dirigió al baño, sintiendo la necesidad de darse una ducha para relajarse y tomárselo con calma. Mientras el agua caliente caía sobre su piel, trató de dejar de lado los pensamientos intrusivos que habían surgido durante la reproducción del documental. Pero no sabía qué le pasaba. ¿Por qué se sentía tan inquieta?

Se aplicó el jabón y se enjabonó lentamente, tratando de concentrarse en las sensaciones reconfortantes del agua y el jabón sobre su piel. Pero entonces, sin previo aviso, se encontró mirando sus propios pechos mientras se los enjabonaba. ¿Estaba actuando bien? No, definitivamente no. Se reprendió mentalmente por dejar que su mente vagara por terrenos peligrosos.

Sin embargo, no pudo evitar imaginar la deliciosa boca de ambas mujeres en sus tetas. Se mordió el labio inferior, sintiendo una oleada de calor recorrer su cuerpo. ¿Cómo se sentiría? ¿Suave? ¿Rico?

Se obligó a apartar esos pensamientos de su mente y se concentró en terminar su ducha. Pero la imagen persistía, como una tentación que no podía sacudirse. Tzuyu suspiró, sintiéndose culpable por permitirse siquiera imaginar tales cosas. Sabía que era incorrecto, pero no podía evitar la curiosidad y la excitación que la invadían.

Salió del baño y se dirigió a su cama, con la intención de descansar un rato. Sin embargo, mientras se acercaba a las sábanas, una pregunta se instaló en su mente: ¿realmente quería descansar? ¿O había algo más que ansiaba en ese momento?

Se detuvo al borde de la cama y reflexionó. ¿Realmente solo quería aliviar la tensión de su espalda? Porque, si era honesta consigo misma, ella estaba prácticamente desnuda en su cama, con la piel aún húmeda por la ducha. La idea de simplemente relajarse parecía cada vez más lejana mientras su mente comenzaba a divagar por senderos más íntimos y sensuales.

Ella misma se estaba saboteando, lo sabía. Pero, en ese momento, la tentación de satisfacer sus deseos más profundos y oscuros era demasiado fuerte para resistirla. Sin dudarlo más, sacó su vibrador favorito de la mesita de noche y lo sostuvo en su mano, sintiendo la anticipación y la excitación palpitar en su interior.

Empezó a pensar en ellas, en esas calientes mujeres, tan sexys, tan dominantes. Recordó vívidamente la sensación de la polla de Momo en su culo mientras bailaban en la discoteca.¿Sería la de Sana igual de grande y deliciosa? La idea la excitaba aún más, y su respiración se volvió más agitada mientras su mente se llenaba de fantasías ardientes.

Sin poder contenerse más, metió el vibrador hasta el fondo y lo encendió al máximo. Un gemido escapó de sus labios mientras las vibraciones intensas recorrían su cuerpo, enviando oleadas de placer a cada rincón de su ser. Pero eso no era suficiente. Su mente estaba llena de preguntas inadecuadas, provocativas.

¿Cabrían ambas pollas en su boca? ¿Se la follarían tan bien como lo imaginaba? ¿Cómo se sentiría tenerlas dentro de ella, satisfaciendo cada uno de sus deseos más salvajes y secretos? Las imágenes llenaron su mente, alimentando aún más su lujuria y su deseo insaciable.

Continuó follándose a sí misma, entregada al placer que la envolvía, mientras el vibrador la llevaba cada vez más cerca del borde del orgasmo. Su cuerpo se retorcía de placer, sus gemidos llenaban la habitación, pero justo en el momento en que estuvo al borde del éxtasis, algo la detuvo en seco.

Se detuvo abruptamente, el placer se desvaneció y una oleada de culpabilidad la invadió. ¿En serio estaba fantaseando con dos clientes, con dos pacientes? ¿Era realmente capaz de pensar en ellas de esa manera, de manera tan descarada y desinhibida?

Se sintió avergonzada consigo misma, con su falta de autocontrol y profesionalismo. ¿Cómo había llegado a este punto, a dejar que sus deseos más prohibidos tomaran el control sobre ella? Se sintió como si hubiera cruzado una línea, una línea que nunca pensó que cruzaría.

¿Así de descarada era? ¿Follando su coño como si no fuera una maldita profesional? La idea la llenó de vergüenza y autocastigo, pero también de una extraña excitación prohibida que no podía ignorar.

Se tomó un momento para respirar profundamente y tratar de calmar su mente acelerada. Sabía que tenía que poner fin a sus fantasías y retomar el control sobre sí misma. No podía permitirse perderse en esos pensamientos obscenos y desenfrenados.

Con un suspiro pesado, apagó el vibrador y se envolvió en las sábanas, sintiendo una mezcla de placer y remordimiento que la dejó con una sensación de confusión y vacío. Sabía que tendría que enfrentar las consecuencias de sus acciones y encontrar una manera de redimirse ante sí misma.

Debía mantener la compostura y no dejarse llevar por esas tentaciones. Se sentía decepcionada consigo misma por haber permitido que sus fantasías más osadas tomaran el control, pero sabía que no podía permitirse desviarse de su camino profesional.

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