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Capítulo 8

Aaron

La vi alejarse, y aún así seguí mirando en esa dirección, como si esperara que regresara.

¿Y si la sigo? solo para saber si llega bien.

-No lo hagas- odiaba cuando podía predecir mis actos. Era frustrante.

-Solo quiero comprobar que encuentre a sus amigas y llegue bien a casa. Eso es todo- digo en mi defensa.

-Creo que te estas encaprichando demasiado rápido, y los dos sabemos que no terminará bien.

-Dedicate a encontrar a alguien para follar esta noche, del resto me ocupo yo- digo cortante.

Bebo todo el contenido de mi vaso y salgo disparado tras ella. Bajo las escaleras y la veo caminando entre la multitud hacía la barra. Me mantuve a una distancia prudente para que no me viera. Vi como peinaba la zona con la mirada en busca de sus amigas, al no encontrarlas por ningún lado saca su móvil pero aparentemente no recibe respuesta porque lo guarda frustrada. Ese gesto de rodar los ojos cuando estaba exasperada y que conocía desde el primer día, me lo confirmó.

Va hacía la salida y la sigo mientras observa a su alrededor. Tal vez en busca de algún conocido que la lleve a casa o un taxi.

-Es mi oportunidad- me digo emocionado por poder acercarme nuevamente a ella. Los escasos 5 minutos que tardé en llegar al coche e ir frente a ella fue suficiente para que estuviera tonteando con el imbécil de turno- ¿Es en serio Kaia?- me digo furioso

¿Cómo es posible que sea así? Vale que no se estaba dando de morros con el tío pero córtate un poquito mujer. Ella me sacaría canas verdes, ya lo veía venir.

-Kaia- la llamo mientras bajó el cristal de la ventanilla- ¿te llevo a algún lugar? voy de salida- mira el interior del coche como buscando algo.

No se que esperaba encontrar dentro pero está claro que no lo vió. Se despide del chico que seguía apoyado en la pared repasándola sin ningún corte. Abre la puerta de copiloto dejándose caer dentro. Nada más ver sus nalgas plantadas en el asiento, pisé el acelerador.

Me lanza una mirada interrogante pero la ignoro. Estaba demasiado enojado por el desparpajo de esta tía. Tendría que cambiar aquello si quería mantener toda mi cordura intacta.

Por mi cabeza pasaron miles de escenarios en los que la llevaba lejos, a algún pueblito y alquilar una cabaña escondida en medio del bosque, mantenerla allí hasta que aprendiera a comportarse o hasta que desarrollara el síndrome de Estocolmo, lo que pasara antes.

Si, veo muchas películas y no es muy sano, pero curiosamente aquel pensamiento me reconfortó enormemente. ¿Y si lo hacía? ¿Qué era lo peor que podía pasar?

-¿Dónde dejaste a Roger?- su pregunta me sacó de mis maquiavélicos planes de secuestro.

-Se quedó en el antro. No somos siameses ¿sabía?

-Que rara relación. ¿no te molesta que se quedé ahí solo?- sus preguntas tenían un deje de algo que no llegué a entender.

-¿Por qué debería molestarme lo que haga? Cada quien a lo suyo- mi tono de voz dejaba claro mi nivel de enfado y se que ella lo noto.

-¿Te pasa algo? ¿Discutieron a caso?- ¿por qué la mujeres siempre quieren saberlo todo?

-No me pasa nada y no discutí con nadie, aunque ganas no me faltan de hacerlo ahora mismo.

-¿Tu problema es conmigo? Pero ¿qué te hice?

-Te parece poco que hace tan solo unas horas te quito a un tío que claramente quería aprovecharse de ti y ahora vas y te ofreces de piernas al primero que te encuentras. Ten un poquito de amor propio. No estaría nada mal.

No me lo esperé, o tal vez si, pero no creí que lo haría, solo el escozor de mi mejilla me confirmo lo que ya sospechaba. Me había abofeteado. Intento no perder el control del volante y a la vez no perderla de vista por si se me venía encima como una gata rabiosa. Increíblemente llegamos a la fachada de su edificio y aparco frente a el. Ella abre la puerta un segundo después de que el auto se detuviera y salió disparada, dispuesta a perderse en el interior de su refugio, pero soy mas rapido y logro interceptarla.

-¿Tu quién diablos te crees que eres para juzgarme así? ¿A caso mi padre? No verdad. Entonces no opines de algo que claramente no te importa y no entenderías tampoco. Al final resultaste ser un cerdo como el resto de cretinos que conozco. No se de que me sorprendo.

Me empuja con la fuerza de ese pequeño cuerpo con tacones que no creía que pudiera tener y subió al porche tan rápido que ni siquiera pude detenerla. Me quedé ahí plantado, recordando mis palabras de los últimos minutos. Creo que me excedí y puede que allá perdido cualquier oportunidad de acercarme a ella.

Pero joder, hablé desde el enojo, y no era menos cierto lo que dije ¿o si?

Con mil pregunta y reclamos atravesandome la cabeza me fui de allí conduciendo como un suicida nato hasta el único lugar donde podría poner en orden las necesidades de mi cuerpo, porque las de mi mente estaban lejos de cualquier tipo de comprensión.

Catalina abrió la puerta segundos después de llamarla y decirle que estaba afuera.

-¿Ahora que fue lo que..?

No la dejo acabar, me abalancé a su boca como un náufrago se aferraría a una tabla que se mantenía a flote, como si mi vida dependiera de ello. Cerré la puerta con la punta del pie y la tomé en brazos. Ella gemía como gata en celos sobre mi boca. Sus piernas rodearon mi cintura mientras sus manos me sacaban la camisa por la cabeza. A tropezones llego hasta el sofá, no podía esperar a llegar a la habitación. La coloco sobre mi regazo y me tira del pelo, separándome de su boca para que la mire a lo ojos.

-No se que te pasó pero puedes venir y hacer esto siempre que quieras- dice jadeante.

-Ya lo sé- es lo único que logro decir antes de que sus dientes se entierren en mi cuello haciéndome gemir de placer y dolor.

Aprieto su trasero, obligándola a restregarse sobre mi entrepierna, haciéndola sentir plenamente mi evidente excitación y lo ansiosa que estaba mi polla por recibir un poco de su atención.

Intento sacarle la bata de dormir pero me lo impide.

-Déjame a mi. Tu solo disfruta.

Se me quita de encima y se arrodilla entre mis piernas. Quita el cinturón con una decisión y sensualidad que la caracterizaba en todo lo que hacía. A esto le siguen mis pantalones y bóxer hasta que terminan como una simple decoración en el suelo. Esta vez no lo dilata tanto y lo entierra por completo en su garganta.

-¡Joder!- digo entre dientes aferrándome a los apoyabrazos.

La tomo del pelo hasta lograr un moño en mi mano. Esta vez no la forcé, dejé que fuera ella quien marcara ese delicioso ritmo que me deshacía malditamente bien. Sabía cuándo aumentar y cuando ir lento. Su boca era experta en cuanto a volver loco a un hombre se refería.

Al igual que la vez anterior me imagino a una enojada Kaia gritándome, y a mi doblegándola y poniéndola de rodillas. Ella que abre y cierra la boca sin saber que decir, y yo introduciendo mi polla en esos deliciosos labios creados para el pecado. Alejo ese pensamiento un vez que me doy cuenta de los efectos que esta creando en mi, no acabaré antes de lo planeado. No otra vez.

Me concentro en mi amazonas y su deliciosa boca experta. En esta tortura sobrehumana que me estaba enchinando la piel.

Sin despegar los labios de mi pene alcanza un condón con la mano de sabrá quien donde, lo rasga con rapidez y lo coloca con habilidad.

Se sienta una vez más sobre mi, enterrando sus rodillas en el sofá a cada lado de mi cadera. Su bata se había abierto ligeramente dejándome al alcance de mi boca esos redondeados pesones erectos. Veo como lleva una mano entre sus piernas y corre sus bragas a un lado para introducir dos dedos en su interior y comenzar a esparcir sus fluidos por todo el alrededor y estimular su clítoris con la lubrificación.

Yo la dejo hacer, tal como me lo pidió, y me llevo las manos detrás de la cabeza, entrelazados los dedos en la nuca para disfrutar del espectáculo que se estaba desarrollando para mi.

La veo llevar su mano libre a mi miembro y masturbarlo a la par que lo hace con ella misma, siento su humedad cerca de mi polla cuando la acerca a su entrada y entre jadeos disfruto como voy deslizándome en el interior de ese húmedo coño hasta entrar por completo. Me muerdo el labio inferior para evitar gemir de placer con fuerza, solo logré detenerme cuando sentí el sabor metálico de la sangre en mi boca.

No me retengo más, no tengo porque hacerlo, estoy jodidamente cachondo. Llevo mis manos a su trasero, guiándola para que suba hasta sacarla y bajar de una hasta tenerla de nuevo adentro, era tan delicioso sentir como su humedad iba creciendo, escuchar ese maravillosos sonido de su coño mojado saltado sobre mi polla, bañándola por completo con sus fluidos y como esto nos sacaba gemidos a ambos. La palma de mi mano impacta contra su enorme trasero, incitándola a moverse más rápido.

Saca la zorra que lleva dentro y sosteniéndose de mis hombros comienza a cabalgarme como solo ella sabía hacerlo, volviéndome loco en el acto.

Su ritmo lento pero fuerte me estaba desesperando a tal grado que sentía las gotas de sudor deslizarse por mi frente. No espero más y la quito de encima, la dejo arrodillada sobre el sofá y con el pecho pegado al espaldar. Tomo sus muñecas por la espalda, sosteniendola con una mano mientras con la otra me guío nuevamente a esa vagina que me llamaba a gritos. Comienzo a moverme sin piedad y sin contemplaciones. Con mi mano libre la tomo del cuello y hago la presión necesaria para que sus gritos se mezclen con su clímax que se hace presente y se desliza por sus piernas hasta bañar completamente el tapizado del sofá.

Pero ni siquiera ese squirt iba a conseguir que terminara tan rápido, tenerla en esa posición y darle cada embestida más fuerte que la anterior y ver esas nalgas rebotar al recibir mi pelvis me estaba tentando a comerme ese delicioso culo qué tenía.

Esparzo su humedad en ese lugar mientras estimulaba ese apretadito agujero con el pulgar. Salgo de su interior y empiezo a lamerle, chuparle y comerle su trasero con ganas al mismo tiempo que introducía uno de mis dedos. Cada lengüetazo que daba me acercaba más al momento en el que mi polla entraría allí.

Sus gemidos no habían cesado en ningún momento, eran casi de súplica, pero estoy seguro que ni ella misma sabía que estaba pidiendo, si que me detuviera o que entrata de una vez. Yo lo tomé como una invitación.

Solté sus muñecas y mientras jugueteaba con un dedo en su agujero iba acercando mi polla con la otra. Introducí lentamente la punta y un gemido lastimero salió de sus labios. Espere unos segundo antes de entrar un poco mas, podía esperar, pero desde luego no me iba a detener.

-Estimúlate el clítoris. Eso te distraerá del dolor- digo con voz entrecortada.

Ella obedece la orden y nuevamente comienza a gemir. Apovecho esa distracción para terminar de alojarme por completo. Gritó, desconozco si fue por sorpresa o dolor, tal vez un poco de ambas, pero al menos ya estaba allí.

El sudor recorría mi espalda por la tensión de esperar a moverme, mis pelotas estaban al punto de explotar y mi verga se estaba ahogando en su estrecho y palpitante culo. Mi fuerza de voluntad se fue al garete cuando empujo sus nalgas hacía mi, invitándome a moverme y no necesite que lo repitiera, lleve mis manos a su cadera, subí mi pie al sofa y comencé a dervergar ese culo que me estaba quitando la razón.

Quite su mano de su clítoris y comencé a hacerlo yo, quería que se viniera una vez mas para que no pensara en la intrusión que tenía detrás hasta que se acostumbrara a mi tamaño.

No entendía a esos hombres que no se esforzaban en hacer acabar a una mujer. No había nada más excitante que sentir su coño palpitante tras un orgasmo alrededor de la polla, y notar como la aprieta mientras te lo baña con sus fluidos. Así fue como después de un orgasmo que la dejó sin respirar acabé mirando el techo mientras me derramaba sobre sus nalgas segundos después de quitarme el condón.

Lo anudé en el extremo ante de ir la baño, tirarlo en la papelera para después limpiarme. Al volver al salón Cata seguía en la misma posición en la que la había dejado. Con ella siempre era un capullo y lo sabía, pero desconocía una manera diferente de ser con las mujeres.

A lo mejor si no estuviera tan podrido hasta me hubiera planteado tener algo de verdad con ella. Supuse que estaba adolorida por como contrajo su cara al levantarse.

La tomo en brazos y la llevo a la cama para dejarla allí con delicadeza. Busqué una toalla en el baño y la mojé antes de volver con ella y limpiarla con precisión. Desconocía que hacer para que se sintiera mejor, con respecto a eso era un novato. Nunca me preocupaba de cómo quedaban después del asalto, simplemente cogía y me iba. Me acuesto a su espalda, acomodando mi brazo bajo su cabeza y el otro rodeando su cintura para pegarla a mi.

-¿Te quedarás a dormir?- pregunta asombrada.

-Por hoy no quiero nada más Cata.

Me dejé caer en el sueño o al menos eso intenté, no sabría qué hora era cuando lo conseguí pero casi amanecía. Cierta chica a la que había gritado y que me había volteado la cara con una bofetada seguía paseándose por mi cabeza. Moría por saber qué hacía, si pensaba en mi o si ya estaba dormida.

¡Maldita seas!- dije antes de quedarme profundamente dormido.

Pasaron los días y no sabía qué hacer para hablar con Kaia, tal vez la juzgué mal. ¿A caso yo no hacía lo mismo con Catalina o cualquier otra que se me pasara por delante? Pero a diferencia de mi, ella no podía estar con otra persona que no fuera yo.

¿Egoísta? Quizás. Todo ser humano esconde algo de egoísmo en su interior, sólo que yo no me empeñaba en esconderlo ni camuflarlo como el resto, en este aspecto era muy transparente. Ella era mía y nadie que no fuera yo la tocaría, así tuviera que cargarme a todos los tipos del jodido tinder.

La seguía, día y noche. Oculto a simple vista, camuflado en su entorno hasta convertirme en algo parecido a su sombra. Me justificaba que lo hacía para mantenerla a salvo de cualquier peligro, incluso de sí misma si se daba el caso.

Una de las cosas que definitivamente tendría que cambiar cuando fuera mía era la cantidad de información que daba de gratis en las redes. Regalaba demasiada datos a tipos enfermizos y acosadores que sabrían más de ella de lo que podría imaginar.

Clases, amigos, comidas, colores, lugares favoritos, todo, absolutamente todo; y eso no estaba bien. Aunque me serviría en un futuro cercano saber todos sus gustos, eso debía cambiar.

Destino, casualidad o resultado de la persecución, juzgaré más tarde por mismo cuando nuevamente me vi obligado a actuar en su defensa, pero esta vez, con un arma.

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