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Capítulo 7

Así estuve toda la semana. Por más que trataba de hacer el trabajo a la altura, no salía algo decente. No me conformaba con las dos líneas seguidas que lograba hacer muy de vez en cuando.

Para el viernes ya no lo pude soportar; entre la universidad, el tratar de estudiar y las cuatro paredes de mi departamento iba a terminar más loca que Harley Quinn.

Así que llamé a mi tabla de salvación Pao para que no hiciera planes para hoy e irnos al club. Obvio cuando Erika supo lo que haríamos esa noche de viernes se autoinvitó. Por mi no había problemas, cuantas más para la pachanga mejor. Quién sabe y quizás encontraba un buen polvo que me hiciera volver la inspiración.

El Ángel fue nuestra parada; lo normal, música, bebida por doquier, humo, baile y muchos, pero muchos cuerpos sudorosos. Supe que había sido más que aceptado mi vestuario. Mis siempre fieles botas de aguja, un short negro de cuero con botones hasta encima del ombligo y una blusa blanca suelta con tiras finas en los hombros.

Divino para una noche de puro baile y sudor. Yo, a diferencia todo el sexo femenino, no sabía bailar si no era con zapatos altos, no pregunten porqué, pero así era. Qué cosa rara, ¿no?

Como buenas chicas que somos nos fuimos directitas a la barra. Erika como fiel amante de una vida loca, de fiesta en fiesta y de antro en antro conocía a la mayoría, por no decir que a todos los baristas de cada club de la ciudad. Podría jurarlo

Así que al acercarnos a la barra, no tardamos ni dos minutos en tener cada una su bebida en mano y poner rumbo a la pista que nos llamaba a gritos.

Si bien ellas dos no eran amigas íntimas como lo era yo con las dos, se llevaban muy bien, y a menudo hacíamos este tipo de salidas. Por lo que teníamos un espectáculo con el que disfrutábamos en nuestras escapadas, bailábamos juntas y nos restregamos la una con la otra como si pertenecieramos a una especie de triángulo lésbico. A los tíos parecían volverlos locos y nosotras gozábamos de lo lindo con ello.

Igual, cuando se acercaba algún intruso repugnante, teníamos nuestro siempre útil código rojo para salir en ayuda de la que lo necesitaba. Nos hacíamos pasar por su pareja poniéndonos en plan celosas y los tíos salían disparados hacía otra dirección. No fallaba nunca. Esos momentos me hacía sentir la más dichosa del mundo por tener las amigas que tenía, aunque las dos estuviera re locas.

Mientras Erika seducía a su primera víctima de la noche, Pao y yo seguíamos en lo nuestro hasta que un Tsunami con vestido rojo la arranco de mi mano y la llevo a una esquina del local. Como Pao no puso resistencia supuse que estaba bien. Si necesitara ayuda me la hubiera pedido con una sola mirada. Así que decidí no meterme y recorrer el club en busca de entretenimiento.

-¿Buscas algo nena?- la figura de Pablo apareció ante mi. Si bien tuve que fijar la vista porque las luces de colores me dificultaban la visión supe que era él.

Pablo era de familia aristocrática. El niño consentido de la universidad por los cheques que pagaba su familia a esta. El clásico rubio de ojos claros y cuerpo trabajado en el gimnasio por el que muchas dejaban la baba a su paso, pero que eran invisibles para él.

-La verdad si buscaba algo. La pregunta es, ¿qué buscas tú?- así, directa a la yugular y sin anestesia.

-Algo me dice que los dos buscamos lo mismo- acerca su rostro al mío por el que tuvo que agacharse un poco, aun estando en tacones no sobrepasaba su barbilla- pero algo me dice que la niña buena de la clase no se atrevería.

No sé a otra mujer, pero decirme a mi: tu no puedes, o tu no te atreves, es como un detonador a hacer exactamente lo opuesto, multiplicado por 3.

Eso, tú dame cuerda que yo vuelo como papalote.

Sabía que era una provocación en toda regla, pero me gustaban las provocaciones. Era adicta a ellas y por caer en esta no iba a pasar nada.

-¿Puedes acercarte? Es que no te escucho.

Tenía sus labios a escasos centímetros de los míos y cuando abrió su boca para repetir lo que ya había dicho momentos antes y que yo había escuchado perfectamente, me apoderé de su boca. Si bien no era todo lo jugosa que me gustaría si respondió con gran entusiasmo, un poco torpe con la coordinación, pero no le restaba ímpetu.

Estábamos en una de las paredes laterales a la pista, pero entre tantos cuerpos difícilmente alguien repararía en nosotros. Me lleva hasta la pared detrás de mí. Sus manos estaban en mis mejillas como indicio de querer marcar el ritmo. Esta vez dejé que fuera él quien lo hiciera, aunque no por ello mejoró en algo. Al contrario, sus manos comenzaron a sobarme de arriba abajo como si fuera un adolescente impulsivo en su primera vez. Y si hay algo que odie más a parte del café frío, es un hombre que no sabe lo que debe hacerle a una mujer. Lo empujé ligeramente para que se apartara, pero siguió apretándome contra su cuerpo y volviéndose cada vez más rudo a la par de desagradable.

-Te parece si lo terminamos en mi casa- me dice con gesto de picardía cuando separa nuestras bocas para tomar aire.

«Si folla como besa vaya noche de decepción te vas a llevar, hija mía» Mi bella conciencia en forma de una mini yo, sentada en un taburete de la barra con una copa en mano me dice con voz de diversión. ¡Maldita sea!

-Me parece que eso no será. ¿Qué te parece si busca un profesor que te dé unas clases básicas de como tocar a una tía? si para entonces aún me interesas mínimamente, me llamas- lo empujo para liberarme de él, pero me toma de las muñecas y me enjaula entre su cuerpo y la pared, sosteniendo estas sobre mi cabeza con una sola mano.

-Me parece que no entendiste muñeca. Esto lo empezaste, esto lo terminas. Te guste o no.

-¿Pero tu quien mierda te crees que eres, Leonardo di Caprio? Suéltame de una jodida vez. Ya te dije que no, y es un no definitivo. Solo un hombre repulsivo obligaría a una mujer a acostarse con él si ella no quiere.

-A lo mejor si no anduvieras de perra ofrecida no te tomara como una. Ahora termínalo- ordenó.

-Me parece que la chica dijo claramente que no, Pablo. Desde aquí escuché perfectamente, y a no ser que tengas sordera aguda puedes captar el mensaje y largarte por tu propio pie- dice un cuerpo musculoso, grande e imponentes a unos metros de nosotros.

A lo mejor era un chico menudo, pero teniendo en cuenta la oscuridad y toda la tensión de la situación a mi me parecía el mismísimo Zeus que había bajado a rescatarme. Desde aquí sentí la oleada de peligro que desprendía. Esto se podía poner feo de un momento a otro.

-Y quién me va a obligar ¿tu?- le responde Pablo con una nota de desprecio.

-Es lo más probable. Así que tu eliges si quieres irte de aquí con tu cara bonita, intacta- da un paso hacía nosotros saliendo de la oscuridad, dejando al descubierto a un chico todo de negro. ¡Espera! ¿Ese no es el tío de la moto? ¡Aaron!

Sus manos estaban cerradas en puños. Y sus brazos que se notaba a kilómetros que estaban forjado bajo muchas horas de gimnasio, esos sí eran brazos, esos sí eran unos hombros como Dios manda. ¡Joder que tío! ¿En serio estuve en esos brazos hace unos días? El señor todopoderoso definitivamente me estaba empezando a amar.

Al acercarse, noté que era aún más grande de como lo recordaba, incluso más grande que Pablo. Este se sintió intimidado por el espécimen que tenía en frente, y si era conocido por algo era por la fama de ser cobarde para las peleas.

-Toma. Total, zorras como esta sobran en esta fiesta. No voy a pelear por una facilona como ella.

Fue terminar de decirlo y terminar de bruces en el piso con la mandíbula desencajada y un ligero rastro de sangre escapando de la comisura de la boca por puñetazo que mi salvador sin capa e indiscutiblemente hijo de Zeus le dio.

-Qué sea la última vez que te diriges así a una mujer. No me opondré a enseñarte un poco de educación que obviamente todo el dinero de tus papis no te han enseñado. ¿Y sabes que es mejor? que las lecciones serán completamente gratis. Agradece, esa oferta no se la hago a cualquiera- Se gira hacía mi como si hace unos segundos no estuviera amenazando a alguien de arreglarle la mandíbula ¿Estás bien?- recorre mi cuerpo con la mirada comprobando que no me había hecho daño.

-No fue nada, estoy bien. Gracias por... -bajo la mirada avergonzada- por eso termino de decir en un susurro.

-No me las des, no soporto lo abusos de asquerosos como este- me atreví a mirarlo a los ojos y esos hermosos rayos de sol que tenía por ojos me devolvieron la mirada- ¡hemm! si quieres puedes venir conmigo. No se si andas con tus amigos o estas sola, pero no me gustaría que te encontrarás de nuevo con ese tipo.

Asentí porque no sabía qué responder. La verdad dudaba que mis amigas estuvieran preocupadas de por dónde andaba yo. Cada una más ocupada que la otra. Era eso o irme a casa, y marcharme no era una opción, la noche aún era joven.

Lo seguí hasta el palco del segundo piso donde estaba la zona VIP. En uno de los mullidos sofás de los laterales de la paredes en forma de U con mesa en centro había un hombre. Se notaba cerca de los 30 pero era poseedor de un muy buen cuerpo y era jodidamente guapo.

A final el dicho iba a ser cierto. Dios los cría y el diablo los junta. Cuando nos ve llegar no se asombra de mi presencia, seguro estaba más que acostumbrado a los ligues de una noche de su amigo. Supongo que es eso lo que piensa al verme llegar junto a Aaron. ¿Sino que otra explicación tendría que yo estuviera llegando con él? Ni modo que el tío fuera adivino y supiera que Aaron me salvo de un buen follón.

-Hola hermosa. ¿De qué isla paradisíaca te saco este Hades, hijo del inframundo?- Aaron le lanzó una mirada reprobatoria, pero a mi me encanto el comentario. Los dos tomamos asiento de tal forma que quedo de frente al chico y Aaron en la división del medio.

-Soy Kaia, y este Hades de aquí me acaba de quitar un dolor de muelas.

Miro a mi salvador y lo veo tratando de ocultar una sonrisa tras la copa que llevaba a sus labios en ese momento. Al dejarla en la mesa su lengua recorrió todo el contorno de la misma. Boca que días antes juraba que había creado dios. Hoy no estaba tan segura. Esa boca había sido creada por satanás para que las simples mortales como yo cayéramos en la tentación.

-Aaron querido, no sabía que ahora eras dentista. Que escondido te lo tenías- dice el tío con gran relajo. A mi me hacía especial gracia y a diferencia de la primera vez, este ríe por lo bajo con el comentario del amigo.

-Es que todo no lo puedes saber Roger, de seguro te lo digo y aparecen en mi clínica miles de tus amigas para darme caña, y yo soy un tío profesional.

-Aja, si claro y yo soy Robín Hood- dice claramente divertido.

-¿Así que te llamas Roger?- interrumpo con descaro en su conversación. Odio quedarme al margen de las cosas.

-¡Oh si, que despistado soy! Es que ese niño me quita los sentidos, ya no se que voy a hacer con él- rueda los ojos como gesto de exasperación antes de extender su mano hacía mi- Roger Evans, un fiel servidor- le estrecho la mano y se inclina hacía delante para besarla- es un placer conocerla, milady- dice sin despegar los ojos de los míos.

-¿Son ideas mías o tienes una pequeña fijación con la edad media y los personajes mitológicos?

-¿Pequeño dices? Jajá, es así las 24 horas de los jodidos 7 días de la semana. Casi hace que me los aprenda todos de memoria- dice Aaron divertido

-Al menos asi aprendes algo a parte del renacimiento y lo correspondiente a este.

-No veo que tiene de malo mis gustos.

Me encantaba la nota de diversión que le seguía a cada una de los comentarios de estos. Por cada dardo que se lanzaban era devuelto con mayor maestría, se notaba que era una pareja que estaba junta desde hace mucho tiempo y los envidié por ello. Pero una envidia de la buena. ¿Quién no quisiera un compañero así? Que supiera todo de ti y lo sacara para hacerte reír.

Así estuvimos un buen rato, mirados desde fuera parecíamos unos buenos colegas que se conocían de toda una vida y se hacían bromas. Pero nada que ver, a uno lo conocía por un no-accidente hace unos días y al otro hace tan solo unas horas. Y allí estábamos, como amigos de la infancia. La verdad es que eran muy simpáticos con su deje de humor negro de vez en cuando, pero no por ello menos divertido.

Lo cierto es que tuve que limpiarme las lágrimas más de una vez por las carcajadas que me creaban sus peleas sin sentidos.

-Chicos debo irme y buscar a mis amigas. A saber dónde andarán esas locas. Me encantó pasar rato con ustedes. Son la hostia.

-El placer es mío, bella dama. Espero nos volvamos a encontrar en otra ocasión- su reverencia fue la que sacó otra carcajada que me hizo doblarme de risa. Casi se cae de lo ebrio que estaba, estábamos medio pedos, habíamos terminado la botella de whisky y luego se unió una de champaña.

-El placer fue mío- digo esta vez mirando a mi chico de negro. Me levanto, no sin antes darle dos besos a cada uno y marcharme de allí con un deje de algo que no supe describir. No tenía oportunidad con él, era gay y con una relación maravillosa.

No es como si hubiera querido algo con en él. No, claro que no.

« ¿A quien quieres engañar mija?, si solo te faltaba saltarle a la yugular cuando lo viste » como e insólito esa chillona voz parecida a la mía, obvio era la de mi cabeza, aparecía una vez más para darme la lata.

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