Capítulo 24
* ¿En serio creían que se acababa así? No gracias, aun aprecio mi vida. Así que, pónganse cómodos que esto continua*
2 años después...
Kaia
—Princesa no estés nerviosa, todo saldrá bien. Ya verás.
Mi madre no se daba cuenta que mientras mas me decía que no estuviera nerviosa, mas nerviosa me ponía. Era mi primera presentación, joder.
Hacía dos años había salido de Madrid con el corazón roto o mas que eso, sin corazón, porque ese maldito traicionero se quedó junto a Aaron aquel día.
Me había alejado de todos por un tiempo, sin detallar mucho en el donde y en el porqué. Suerte para mi lo supieron entender y me dieron mi tiempo.
Estuve un largo período en Italia donde me enamoré de la ciudad de Roma. Pero más que de la ciudad era como si hubiera algo allí dentro que pidiera ser contado. Así que un día mientras estaba de exploración en las Termas de Caracalla, me vino la inspiración.
Tomé una libreta que siempre viajaba conmigo y comencé a escribir y poner voz en todo aquello que estaba circulando dentro de mi.
Estuve días sin salir del departamento y cuando me sentía agobiada volvía a ese sitio que me inspiró a escribir por primera vez y todo volvía a fluir como agua de manantial. A veces mi única preocupación era el de no escribir tan rápido como dictaba la voz en mi cabeza.
Hablaba de mi, de Aaron, de un amor insoportable hasta niveles extremos, pero dentro de todo lo oscuro, había una pizca de luz a la esperanza. Esa que yo, tanto como mi protagonista, guardábamos en una esquinita del corazón.
Terminé la primera edición de Nunca serás un adiós basándome en mi historia y la de Aaron, desde mi punto de vista. Le veía jugo, le veía garra. Era una de esas novelas que tanto me gustaba leer en mi Kindle, pero que a la no me atreví darle vida fuera de mi ordenador.
Al menos hasta que un día, uno de esos en los que sientes que la soledad era más pesada que nunca. Esos en los que solo deseas salir corriendo a los brazos de esa persona que sin quererlo tus pensamiento se van hacía ella. Esos días en que la nostalgia se te clava tan profundo en el pecho como un golpe y solo quieres dejar que ese minúsculo rayito de esperanza salga a la luz, aunque solo fuera un poco.
Me llené de valor y le envié mi manuscrito a Enmanuel antes de arrepentirme. Cosa que pasó exactamente 5 segundos después de darle a enviar pero para ese momento ya era tarde. Las dos palomitas azules indicaban que estaba siendo leído.
Me asusté y apagué el móvil por dos días con tal de no saber lo que me diría. Estuve tentada a comprar otro número telefónico, pero esa vocecita mía que tan inoportuna era para llegar en los momentos menos recomendables, apareció recordándome que yo no era una cobarde. Siguiendo su consejo enciendo el móvil y lo miro con un solo ojo como si así pudiera evitar no ver los 15 mensajes de Manu diciéndome que esa historia debía ser publicada pero ya.
Ahí sí que entré en pánico. Ese había sido el resultado de un arranque, y ahora ese arranque podría convertirse en algo más grande si dejaba mis miedos en una gaveta.
—No debes hacerlo con tu nombre si no quieres. Puedes publicarlo bajo un seudónimo y mantenerte en el anonimato hasta que lo decidas, pero si o si esta historia debe leerla el resto del mundo. Hay mucho sentimiento tras estas páginas, mucho dolor y no puedes negarle al mundo el poder conocerla. Confía en mí.
Eso me había dicho él mediante la videoconferencia que habíamos tenido. Tras eso todo se había vuelto una absoluta locura. Mi libro, impreso en mis manos. Era un sueño hecho realidad. Ni aun viéndolo en las publicidades me lo podía creer. Eso no podía ser real, a mi no me pasaban esas cosas.
«pues ve creyéndotelo querida, de esta la petamos» y de nuevo regresa ella pero esta vez no para darme el coñazo como era la costumbre, sino para decir lo que yo no me podía creer.
Nunca serás un adiós se esparció como la pólvora, de un momento a otro mi libro estaba en todas las librerías de Madrid. Tenía la historia de mi vida a manos de todos y aun no estaba segura de como me hacía sentir eso, pero desde luego no iba a quejarme con la aceptación que había recibido del público.
Llegamos en unos meses a llenar las taquillas y volviéndose libro revelación número uno y bestsellers un año después. A lo que nos trae aquí, temblando de miedo a minutos de salir ante cientos de personas.
Aún no sabía cómo, pero esta oleada de locas que tenía por amigas le había dado por joderme día sí y día también con que debía hacer una presentación pública y firmar libros. Aquello fue como hacer leña del árbol caído. Todos estaban ansioso e intrigados de saber quien era la autora tras el seudónimo de Belladona .
—¿Estás lista Kaia? debes salir en 5 minutos— joder con el contador en reversa, aparecía cada 2 minutos recordandome mi salida , estaba a poco de darle con el tacón en la cabeza haber si así dejaba de joder.
—Vale Kai cálmate. Lo has ensayado mil veces. Esta vez es lo mismo solo que con cientos de ojos y muchas cámaras sobre ti. Tu fuerte no te dejes intimidar— me digo para animarme frente al espejo pero sintiendo el efecto contrario.
Me miro una última vez en el desde todos los ángulos para al menos sentirme a gusto con mi figura ya que de mi intelecto desconfiaba a plenitud. Estaba conforme con el atuendo que habían escogido las chicas para mi.
Era un juego de blusa y pantaloneta blanca, era sencillo, elegante y vaporoso. Me encantaba como la tela caída descuidada adornando mi cuerpo de forma holgada. Era como ir desnuda y vestida a la vez. Qué rara combinación ¿cierto?
Los chicos que había contratado mamá para que me maquillaran habían hecho un trabajo fenomenal, al igual que con mi pelo. Este ahora enmarcaba mi cara y sobrepasaba mis senos en forma de perfectos rizos, resultado de horas de tenazas. Me encantaba el efecto que creaba tenerlo así de largo ya que en este tiempo me había crecido increíblemente. Unos zapatos de tacón color arena que completaba el oufits resaltando mi figura.
Suspiro llenándome de valor y atravieso las puertas que me llevaban al pasillo.
En la pared de enfrente estaba Manu, dentro de un taje en el que si yo fuera su novia, no lo dejaría salir de casa. Es más, cerraría con llave y tiraría esta por el desagüe de ser posible.
Como mi editor y descubridor de la obra, debía estar en el estrado a mi lado y más le valía hacerlo sino quería morir esta noche por una intoxicación de mi perfume con ácido, porque eso era lo mínimo que le haría de como me la jugara y me dejara ahi to'sola.
—Estás...—no termina y opto por hacerlo por él.
—Divina, preciosa, mamacita, una diosa, una reina,. Si, ya sé. Ahora vamos, mi público me aclama.
—Aún no has salido y ya se te subieron los humos. ¡He creado un monstruo!— dice con fingido pesar.
-—Pero una guapa y radiante, no es lo mismo que uno feo y rastrero ¿no crees?— le guiño un ojo en lo que me ofrece su brazo.
—Cierto jaja. Vamos ya te esperan y recuerda, cabeza en alto. Eres consciente de que habrán comentarios tanto buenos como malos¿ verdad? trataran de hacerte caer o sacar algún error. Tu solo mírame a mí en busca de respuestas, sino tranquila, aquí tienes a tu caballero de brillante armadura para rescatarte.
—Vale caballero, llévame a mi sentencia.
Ni siquiera en tacones llegaba a la barbilla de este hombre, a saber qu ele daban de merienda en el jardín de infancia para que creciera así. Recorremos el largo pasillo hasta terminar en el salón principal.
Sabía que habría gente, de hecho mucha gente, pero aquello superaba mi imaginación. Habíamos escogido una de las bibliotecas más grande de Madrid precisamente porque esperábamos un gran público. Pero ahora verlo así, abarrotada hasta el techo, me hacía padecer de claustrofobia.
«más te vale empezar a mover esa boca que tienes y decir algo inteligente si no quieres que te tomen por tonta, cosa que no será muy difícil visto lo visto» me dice esa chillona voz en mi cabeza.
La ignoro y aprieto el agarre de mi mano al brazo de Enmanuel que me ofrecía como apoyo. Tenía un discurso, lo había practicado muchísimas veces pero ahora mismo, me había quedado en blanco. Vaya escritora estaba hecha. Así que solo me quedaba una salida y no era correr. Hora de improvisar.
—Buenas noches. Es un placer para mi que estén aquí y sobre todo por el amor con el que han recibido mi historia. Nunca será un adiós es una historia de ficción, que no me pregunten como, pero un día paseando por Roma me vino a la mente y solo tuve tiempo de coger mi libreta y comenzar a hacer garabatos como borrador. Así nació la historia que hizo suspirar a muchos de vosotros, incluida a mi. Y es un verdadero honor para mí, saber que fue tan bien recibida por todos, créanme que no estaría hoy aquí de no ser por todo el apoyo que sin ustedes saberlo, me dieron. No existen palabras para expresar mi agradecimiento al respecto. Muchísimas gracias.
No sabía si lo había hecho bien o si había repetido la misma frases de inicio a fin. Las manos me sudaban y temblaba de pies a cabeza, pero partiendo del aplauso que recibí al finalizar, suponía haberlo hecho bien. Miro a Manu que permanecía a mi lado y su sonrisa ladeada me hizo saber que no había metido la pata y si lo había hecho ya me lo diría más tarde.
—Como lo prometido es deuda, aquí tienen a la creadora y culpable de sus noches de insomnio por no poder despegarse de esa maravillosas páginas que nos hicieron soñar a todos. Ya no, bajo un seudónimo. Ya no, bajo una imagen anónima, aquí la tienen y se que desean hacerle miles de preguntas así que, toda vuestra— hace un gesto a los periodistas antes de dar un paso lejos de mi.
—Si te atreves a dejarme aquí sola juro por Dios que me haré un vestido con tu piel— le digo entre dientes apenas en un susurro al ver sus intensiones de querer irse pero le sostuve de la mano a la que no me importaría hincarle las uñas para que entendiera que no jugaba.
—Señorita Ortega, ya nos dijo cómo nació la historia, pero ¿se basó en alguna experiencia pasada o todo fue completamente ficción?
Pregunta un reportero que estaba bastante cerca del estrado. Por esto no quería la entrevista, era como cada vez que me había atrevido a releer el libro. Aunque lo hubiera escrito y vivido yo, había cosas que olvidaba y volver a leerlo era como vivirlo nuevamente, justo temía que ahora pasara lo mismo.
Ya había pasado mucho tiempo, dos años para ser exactos, y aun esa herida permanecía entreabierta, esperando cualquier desliz de mi parte para sangrar otra vez.
—La verdad es que si. Viví algo parecido.
—¿Qué fue cierto y que fue ficción?— dice una voz a mi derecha
—Las escenas de sexo, desde luego eso fue pura ficción— eso, tu miente como bellaca. Ya sacaste maestría en esa especialidad.
—¿Y en quien se inspiró para crear al personaje principal?— joder con las preguntas, me estaba poniendo cada vez más nerviosa.
—El personaje en un principio lo había creado inspirada en el protagonista de una telenovela mexicana que me gusta muchísimo, luego deseché esa opción y lo hice basándome en ideas que iban y venían.
—Entonces ¿no existe Edward en la vida real?
Iba a decir un contundente no, pero el sonido de una voz de locutor que no escuchaba hacia años pero que surgía el mismo efecto de calentura en mi, logró que se me erizara la piel y que vibrara todo mi ser, se interpuso, dejando la sala sumida en un completo silencio.
—Algunos rumores aseguran que usted, señorita Ortega, vivió todas y cada una de esas escenas que escribió en su libro.
Y allí estaba, como si de un sueño se tratara. Ni siquiera tuve que esforzarme mucho para encontrarlo porque mis ojos viajaron directos hacía su figura. Entre las sombras, al final de la sala, apoyado a la pared lateral, estaba él. Tan imponente como lo recordaba, si acaso mucho más. Vestía con un traje negro al completo que combinaba a la perfección con todo su ser. Tenía el pelo rapado y lo maldije por hacerlo, recordé sin poder evitarlo como me gustaba entrelazar los dedos en ellos cuando su boca trabajaba con maestría en mi coño.
«Vamos mija espabila» me recrimina mi voz dándome dos bofetadas mentales.
Pero como espabilar cuando me sonreía de esa manera que casi hace que me caiga porque mis piernas no podían sostener mi peso.
¿Mi corazón? A ese en cualquier momento le iba a dar algo. Latía tan fuerte que solo podía escucharlo a él y temía que toda aquella sala pudiera escuchar la agitación que tenía dentro de mi pecho.
Toparme con él de frente me había nublado de una manera tal que el resto de las personas de la sala desaparecieron, solo existíamos él y yo como si volviéramos a esa burbuja que habíamos creados la primera vez que nos vimos. Mi mirada se deslizaba su cuerpo, de arriba bajo para luego volver a subir sin creer que era él verdaderamente quien estaba allí y no un espejismo.
¿Y mi respiración? Tal parecía que mis pulmones se habían olvidado de cómo debían hacer su trabajo. Vamos que no me daba un paro cardíaco sólo porque diosito habrá dicho
—Desmiento esos rumores. Se considera a un buen escritor no por el género que esté elija, sino por tener el arte de hacerle creer a sus lectores que todas aquellas palabras que devoran en sus libros son reales, cuando en realidad solo están jugando en el jardín que el autor creo para ellos— ála arreglado.
—Es una verdadera lástima ¿no el parece?— cada vez lo tenía más cerca y eso me estaba poniendo de los nervios— una verdadera lástima que solo haya sido el resultado de una mente brillante y no fruto de un romance de hace años que tuvo uno desafortunado final. No, corrección, tuvo una pausa, larga, dolorosa en su mayoría, pero pausa después de todo. Y todo porque llegó a tal grado en que solo se hacían daño mutuamente. Pero como bien leí en un libro que puedo afirmar que es su favorito estaré hasta cuando ya no te tenga y te tendré aunque no te posea.
¿Aquellas palabras? ¿aquella frase? ¿Aquel tono? Eran de ese libro del que siempre compartíamos citas y ahora, que él estuviera aquí, frente a mí, y me dijera aquello que encerraba mucho más de lo que cualquiera en esa sala pudiera llegar a imaginar, me estaba haciendo caer por un precipicio.
Estaba derribando la coraza que me había fabricado hacía tiempo para no volver a sufrir. Pero él ¿quién más que él? podría encontrar una grieta en esa coraza, entrar como Pedro por su casa y una vez más, crear una tormenta dentro de mi.
—Lo repito, es una historia de ficción y como tal, no es real. Y hasta aquí las preguntas. En unos minutos pasaremos a la firma de libros. Fue un placer.
Bajo del estrado sosteniéndome de Manu porque caminaba como una borracha. Pongo la mayor distancia lo más rápido que puedo prácticamente corriendo todo lo que me permitían mis zapatos y llevando a mi acompañante arrastras.
No quería que me vieran llorar, me había prometido que si algún día lo volvía a ver, esto ya no me afectaría. Que no me importaría nada. Que no me dolería en absoluto. Pero solo me bastó verlo, el escuchar esa voz que ponía en alerta todos mis sentidos para volver a quebrarme como una hoja de papel.
¿Pero qué hacía él allí? ¿Cómo me había encontrado? y lo peor ¿cómo se atrevía ha jugar conmigo de aquella manera?
Algo estaba claro habían personas que cambiaban con el tiempo, lo creía verdaderamente. Yo lo había hecho, pero al parecer esa regla no se cumplía para todos. Se que nuestro intercambio de palabras solo era para provocarme y ver mi reacción ante su presencia, pero mi lado masoquista se empeñaban en pensar que después de todo ese tiempo, él no me había olvidado.
Tardé un rato en reponerme pero lo hice, aunque me había cargado el maquillaje en mi desahogo. Por suerte tenía mis hadas mágicas que lo dejaron perfecto en poco tiempo y volví a salir, no sin temer el volver a encontrarlo.
No sabía que podía esperar de él, siempre superaba mis expectativas y superaba con creces mi imaginación.
Ya había pasado casi una hora desde que había comenzado a firmar libro y no había ni rastro de Aaron en ninguna parte. Era como si se lo hubiera tragado la tierra.
Sino fuera por las miradas de compasión de mis amigas incluidas las de mi madre, me plantearía la posibilidad de que todo me lo había jugado mi mente. Un poco más relajada y cuando se habían dispersado las personas.
Me decidí tomar un descanso y una copa de champagne que cogí al vuelo de la bandeja de uno de los chicos de catering empiezo a relajarme. Me la bebo con gusto, disfrutando la sensación de sentirla deslizarse por mi garganta mientras daba un pequeño recorrido por los estantes infectados de libros.
No me bastó con ello y subí al segundo piso, nada diferente con respecto a la plata baja, salvo por las secciones. Me adentré en la sección de romance, había algo que siempre me tentaba a caer en una de estas obras en las que más de una, habían marcado un antes y un después en mi. Distraídamente acaricio el lomo de estos cuando mi cuerpo siente su cercanía mucho antes de que hablara.
—¿E.L James? Veo que aun no superas tu pequeña obsesión por las historias eróticas. Pero tranquila, te guardaré el secreto.
Esa maldita voz sensual que tanto había extrañado y que tanto había recreado por las noches estaba a mi espalda. Sin duda alguna dejaban en mal lugar a mis recuerdos porque esta me estaba provocando sensaciones que creí haber olvidado. Era mil veces mejor tenerla en vivo. Mi cuerpo se tensó al saberlo tan cerca de mí, apenas nos separaban algunos pasos pero aquello ya era suficiente para que mi fortaleza se tambaleara.
—Algunas cosas no cambian, entre ellas tu intromisión en mis gustos literarios— permanezco con la vista y mano sobre el libro. Sabía que si lo miraba estaría perdida aquella guerra.
—Cierto. Es que no encuentro nada mas sexy que saberte leyendo relatos eróticos y la situación en la que estos pone tu entrepierna— su duro pecho apenas roza mi espalda al igual que su brazo al recorrer el mío hasta llegar a mis dedos y tomar el libro que aún sostenía— buena elección.
Lo siento pegado a mi y solo deseé poder tocarlo y perderme en su aroma varonil qu eme ponía a mil. Apenas había tocado mis dedos y mi respiración ya estaba irregular. Mi corazón estaba trabajando a todo lo que da y mi piel estaba completamente erizada debido al temblor que me recorrió desde mi columna al sentir su delicioso aliento en el hueco de mi cuello. Quería separarme de él, poner distancia sería lo más sensato, pero me resultaba imposible hacerlo.
Al parecer le ocurría lo mismo porque permanecimos así, sin movernos, sin hablar, solo escuchando nuestras respiraciones que cada vez eran más pesadas.
—Te extrañé. No te haces una idea de cuanto.
Aquello no podía ser bueno, lo sentía. Los ojos me picaban por querer llorar pero no me lo podía permitir. Otra vez no.
¿Cómo era posible que con una sola frase pudiera hacer venir abajo el muro que tanto me había costado crear? ¿Cómo después de tanto tiempo aun mantenía poder sobre mi?
Mi voluntad franqueaba cada vez que sus dedos tocaban los míos, como sentía el desbocado latido de su corazón en mi espalda marcando el mismo ritmo que el mío. Como su enorme cuerpo cubriendo al de este diminuto ser que me convertía en su presencia.
—Yo también te extrañé. Pero no me arrepiento de lo que hice, sé que fue lo mejor para los dos— respiro hondo para tratar de ordenar mis ideas, tarea difícil teniéndolo a él justo detrás, me llené de valor y me separo, manteniendo su calor y aroma aun en mi— ya debo irme, fue un gusto volverte a ver.
Con un valor que hasta ese momento desconocí me giro para enfrentarlo. Mis ojos se van directos a los suyos y me sentí perdida en su mirada. Esos ojos color sol que tanto me encantaban admirar en las mañanas me miraban como si pudiera ver dentro de mi. Me adoraban como si yo fuera la cosa más maravillosa de su mundo y no supe como reaccionar a eso, porque estaba segura de que él estaría leyendo lo mismo en mis ojos.
—Me gustaría que aceptaras ir a cenar mañana— me quedo estática al escuchar eso.
—Creo que mejor no— si ya era difícil estando aquí, en una cena no se que podría pasar.
—Solo hablar, creo que nos lo merecemos— vi la súplica en su mirada y no tuve corazón para negarme.
—Vale— digo vencida mientras lo miro por sobre mi hombro— a la 9 en el Condado Madrileño. Y no llegues tarde.
Me voy después de ver como una radiante sonrisa adornaba su cara y corro escalera abajo para no terminar de perder el poco control que aún me quedaba.
—¿En serio te vas a poner eso para ir a verlo? Es que aun no me creo que vayas en verdad. ¿No que no querías saber nada de él?
No sé para qué carajos le había pedido a Erika que me ayudara de elegir que vestido ponerme para la cita. Bueno, no era una cita en si, en realidad sí lo era ¿o no? ¡Dios! Estaba muy nerviosa.
—Si, ya sé que dejo mi credibilidad en el fondo del pantano, pero solo es una cena. No es como que le voy a hacer una declaración de amor con mariachi y toda la cosa. Entonces la blanca o la negra— aun no me decidía de qué ponerme y ella no estaba siendo de mucho ayuda que digamos.
—Sin ropa. Seguro que a él le encantaría, pero bueno pongámonos prácticas, creo que depende de si después van a hacerlo a las 50 sombras de grey sobre la mesa o en el baño. En ese caso te vendría mejor el vestido de rojo que compraste el otro día en nuestra escapada al centro comercial. Ese a parte de precioso facilitaría mucho la faena— levanta las cejas consecutivamente dando un toque divertido a su comentario.
—Pero ¿qué dices loca? claro que no, eso no pasará. Creo que solo nos pondremos al día en algunas cosas y luego cada quien a lo suyo. Es lo mejor.
—Si claro, repítemelo en latín y tal vez así tenga algo de creíble. Por dios solo te faltó babear en medio del estrado cuando lo viste. Eso sin contar la agitación con la que venías después de su fortuito encuentro nada casual entre los estantes ¿Dime que tus bragas no se estaban cayendo de lo mojadas que las tenías cuando lo tenías detrás de ti?
—Pero ¿es que te caíste de la cama al despertarte o que hija mia? eso pasó hace tiempo y ahora solo quiero que hablemos y seamos amigos, nada mas.
—Eso, tu repítelo varias veces a ver si al final te la crees. Si quieres engañarte a ti misma vale, pero a mi no, y tu en el fondo sabes que es mas falso que las uñas de Rosalía.
—Qué cosas dices— digo entre risas— creo que alguien a parte de mi, esta falta de un buen polvo.
—Y que lo digas, ya lo estoy pidiendo por señas. Por cierto me explicas como hace ese hombre para estar mas bueno con los años, es como el jodido vino. ¡Por Dios!— se abanica con las manos de forma teatral— bueno te dejo que no todos tenemos la suerte de trabajar desde casa. Algunos debemos ir a una la oficina para ganarnos la vida— me da un beso en al mejilla y se va- y ponte el vestido rojo. Ya me lo agradecerá.
Se escapa por la puerta antes de que pueda gritarle algo.
Podía ser un grano en el culo a veces pero esta vez tenía razón. A quién quería engañar, mi mundo se movía cuando lo tenía cerca y ni en 10 años podría reponerme de los efectos que ejercía sobre mi.
Ninguno de los romances fugaces que mantuve este tiempo habían llegado ni a los tobillos de lo que había conocido con Aaron. Él era el eje por el que yo giraba y eso aunque me empeñar a en negarlo sería para siempre.
Y aunque nunca se lo confirmara era cierto que Aaron estaba mil veces mejor que la última vez que lo había visto. Maldita sea, era como si mis recuerdos no le hubieran hecho justicia en todo este tiempo y cuando lo tuve en frente fue caer en picado con la versión más masculina y poderosa de él.
Me la paso mariposeando por la casa el resto del día hasta que veo temerosa como el reloj marca las horas, acercándose peligrosamente a la hora de la verdad.
Opto por tomar en cuenta la opinión de mi amiga y busco el vestido. Rojo, eso ya llamaba a la pasión de una noche que sabría dios como acabaría. Tenía un bonito escote y unas tiras delgadas que se cruzaban en la espalda por lo que me obligaba a no llevar sujetador, se adhería a mi abdomen hasta por encima de la rodilla y una nada discreta abertura en la pierna derecha.
Busco mis sandalias de tiras y tacón, mi bolsa y ya estaba completo el outfit, algo de maquillaje solo para darle algo de color a mi cara pero no demasiado cargado y para la calle.
Tomo mi auto y comienzo a circular por las calles de mi adorado Madrid. Recuerdo como iba todas las mañanas recorriendo esas mismas calles para llegar al café a pasar un rato con Pao ante de ir a la universidad.
Que tiempos aquellos, sobre todos las desveladas de mi amiga y mías para terminar los trabajos que dejábamos siempre a última hora, no teníamos remedio.
Llego y pregunto por la reservación antes de que me dirijan a la mesa junto al ventanal y como no, ahí ya estaba él, mirando a través de la ventana sin percatarse de lo que ocurría a su alrededor. AL menos es así hasta que se voltea justo cuando estaba por llegar a la mesa.
Para que vamos a hablar de escalofrío que recorrió todo mi ser cuando me vio con esos ardientes ojos sol que me estaban devorando. Eso queda para otra historia
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