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Capítulo 2

Aaron

Puñetero sol, puñetero lunes, puñetera vida y puñetera resaca.

Aún sentía el bom bom de la música a través de lo altavoces en la fiesta de la noche anterior. Tragos, drogas, mujeres, y humo, mucho humo. Eran el interruptor de una noche loca. Y esta no fue la excepción. Pablo sabía montarse las mejores juergas de nuestro círculo.

Siento unos brazos descansando sobre mi pecho. Miro en esa dirección y vagamente recuerdo la cara de mi acompañante. ¿Es la chica que me tiré en e baño o con la que tontié en la entrada? Al final si va a ser cierto que se me está hiendo la mano con las drogas y el alcohol.

La quito de encima de mi, me importando bien poco si se despertaba o no. De hecho, si se despertaba y se iba por si sola me evitaba adoptar mi papel de cabrón desde tan temprano.Me levanto de la cama con un dolor de cabeza de mil demonios y con la creciente sensación de que sino llegaba rápido al baño acabaría devolviendo todo lo que tenía en el estómago en el mismo lugar donde me encontraba. Ignoro por completo las protestas de la chica e intentando no matarme por el camino logro abrir la puerta.

Mirarme en el espejo no era una opción, me sabía de memoria las pintas que debía llevar en ese momento y en mi cabeza solo había espacio para algo. Así que abrí la tapa del inodoro lo más rápido que fui capaz y vomité como si mi vida se me fuera en ello. Un día de estos terminaría apareciendo muerto en las revistas con la boca llena de moscas debido a una intoxicación o lo que viene siendo lo mismo, una sobredosis.

Abro el grifo y sin pensarlo me meto en la ducha una vez acabo y antes de perder las pocas fuerzas que me quedaba. Dicen que el contraste de agua fría a caliente hace mal, pues a mi me viene de puta madre en mañanas como esta. Despertaba mi adormecido cuerpo y amortiguaba un poco el insistente martilleo de cabeza.

Termino de bañarme, me cepillo con esmero para perder ese desagradable sabor a zombie en la boca y regreso a la habitación.

Despachar a la niñata de turno era lo que seguía en la lista. Si al menos me hubiera dado una noche decente a lo mejor no hubiera sido tan desagradable a la hora de sacarla a rastras en ropa interior hasta el pasillo para luego arrojarle sus pertenencias al suelo. Pero que no la sepa chupar y que ni siquiera se moviera encima de mi, terminó por cabrearme. Parecía una tabla insípida encima de mi polla.

Aun no sé como terminé por traerla a casa, o bueno si. Se había pleado con la morena para ver cual de las dos se iba conmigo y como la otra se fue sin mucha vuelta no me quedó mucho que decidir. Lo que en realidad me sorprende es que no la haya echado esa misma noche y haya permitido que durmiera aquí. En serio creo que no había tenido un polvo tan deprimente desde mis 17 años.

Y pensar que deje ir a la morenaza de culo enorme con la que me había comido el morro en el baño para traer a esta. ¡Qué jodida mierda! Si, lo reconozco, las morenas me ponen como una moto. Tal vez tenga que ver con que mi primera vez fue en unas vacaciones a Cuba, donde conocí a una diosa de piel morena que si no venía del cielo, venía de un lugar parecido.

Desde entonces ese se había vuelto mi mayor fetiche y mi peor debilidad.

¡Joder¡ Ese color de piel me mataba a tal punto como si fuera un caramelo que te tentaba a ser mordido, me obligaba a comprobar si era tan dulce como parecía. Esa se había vuelto mi adicción a través de los años. Desde entonces me he enganchado a ellas como los drogadictos a la heroínas y sin rehabilitación a la vista. Lo malo de ello es que ninguna había llegado a cumplir mis expectativas del todo. No sabía que buscaba con exactitud, pero lo que si sabía era que no lo había vuelto a encontrar. No después de mi cubana.

Busco a tientas algo que tomar para calmar mi malestar mientras preparo algo de café. Encuentro mi teléfono abandonado en una esquina del salón y al encenderlo encuentro 35 llamadas y 18 mensajes de mi hermano y es allí cuando recuerdo que hoy había grabaciones.

«¡MIERDA!»

Cinco horas después, y luego de tratar de rodar algo medianamente bueno el director se dió por vencido con nosotros. Saltaba a la vista que no era el único con los estragos de una noche de domingo movidita. Los rastros de anoche resaltaba en los rostros de mis compañeros visto que habíamos celebrado que se empezaría a rodar la segunda temporada de la serie. Todos o estábamos dormitando, o con una resaca del demonios.

No había sido una filmación fácil, tirarse de un supuesto edificio sobre el colchón inflable una 7 veces parecía excesivo hasta para mi y las tomas se habían presentado jodidamente largas. Las chicas se quejaban que ni con 3 capas de maquillaje se les cubría las ojeras y para terminar el encuadre nos olvidábamos continuamente de los diálogos.

Si bien ser actor había sido mi sueño desde pequeño, no fue hasta hace un año que hice el casting para la serie cuando inició mi verdadera carrera.

Esta rápidamente se volvió una de las series de más aclamadas a nivel nacional, tanto así que plataformas de mayor nivel competían por patrocinarlo haciendo que se distribuyera a nivel internacional.

Hoy en día dudaba que hubiera ser humano que no supiera que era Tras las sombras. La serie juvenil española que había roto los ranking en más vistas de los últimos años. Eso me ponía a un nivel de fama que no sabía bien cómo manejar, pero que tampoco pensaba quejarme. No señor.

Me había costado sudor y lágrimas conseguir el papel, me volví toda una revelación para las cámaras y rápidamente estás me amaron. Al punto de que al terminar la primera temporada y mientras se planeaba la segunda, hice decenas de comerciales, entrevistas y hasta un corto de un directos estadounidense.

Y todo eso se lo debo a mi forma de meterme en la mente de un psicópata e interpretarla de manera magistral, ni siquiera para entrar a la universidad había estudiando ni me había empeñado tanto como para aprender como piensa uno de ellos. Y bueno, terminó siendo algo que me fascinaba y que hacía bien. Los halagos que recibía por mi interpretación me hacía entender que era genial para eso, haciendo que lo interpretara con más ímpetu aún. Solo que había días y días, y este no era uno de los buenos.

Juré no tomar más los domingos, al menos no tanto.

Salgo de set justo a tiempo de escuchar otra parolacha de Alex, mi hermano mayor y mi mánager. Ya un día común me pasaba por el culo lo que me decía, hoy simplemente lo ignoré lo mejor que sé y seguí caminando, dejando a cada paso las palabras ahogadas de este.

Mi amigo y compañero de rodaje Kike estaba a mi lado en su honda roja para nada desapercibida ante la mirada de los curiosos en las calles de Madrid. Lo veo sacar su móvil para grabar los trucos en moto que habíamos estado aprendiendo para la serie y subirlos a las stories de Instagram.

Yo no me quedé atrás y comencé a grabar la primera story del día. Entre conducir con una mano, el ir grabando con el móvil y decir algo divertido para mis fans no me percaté de que una chica estaba cruzando la calle hasta que fue demasiado tarde.

Frené de repente haciendo que las llantas derraparan, marcando el pavimento de la calle. Unos centímetro más y la hubiera atropellado. Aunque me detuve a tiempo no fue suficiente para evitar que mi cuerpo fuera catapultado hacía adelante, aterrizando sobre ella.
  


Kaia

Iba tan metida en mis lamentos y en mi música que no supe que había pasado hasta que sentí el impacto. No había mirado a la calle antes de cruzar, le estaba escribiendo un mensaje a Erika para que comprar dos botellas de vino, como mínimo. Necesitaba alcohol en mi sistema, definitivamente mis ojos hacían rato que habían dejado de derramar lágrimas, pero me sentía como si siguiera en pleno arranque.

Por todo ello solo sentí cuando algo pesado cayó sobre mi, haciéndome caer al suelo con ese peso encima. No quise abrir los ojos. ¡Había muerto, me habían atropellado! no valía de nada abrirlos.

Esperé a ver esa luz al final del túnel de la que todos hablaban, pero no la vi. Lo que si sentí un dolor insoportable en las costillas y mi tobillo, así que probé con abrir un ojo y luego el otro. Estaba desorientada, pero aún así tenía mil y un insulto preparado para el imbécil que me había tirado al suelo. Dichos insultos se me atragantaron cuando vi el rostro del espécimen que tenía encima.

Lo primero que vi fueron sus rizos de manera desordenada pero que le quedaban divinos, los de la parte superior eran mucho mas largos que en parte inferior de su cabeza. Uno que otro mechón se le posaban en la frente dándole ese toque aniñado. Las arrugas de su frente como gesto de desconcierto le hacía que se juntaran esas cejas perfectamente perfiladas, enmarcando unos hermosos ojos dorados que me miraban atentamente. Las aletas de su nariz respingada se movían con violencia, resultado de las respiraciones profundas que estaba haciendo. Me llamó la atención el aro dorado que adornaba su oreja y el lunar que descansaba sobre su pómulo derecho.

Aunque todo eso pasó a segundo plano cuando miré su boca. Definitivamente cuando papá Diosito la hizo, se tomó su tiempo en hacerla así de perfecta y con ese tono increíblemente rosa. Al notar mi mirada en ellos pasa tímidamente su lengua por ellos, humedeciéndolos en el acto y dándoles ese innecesario toque para que yo terminara enloqueciendo por besarlo. Su aliento a humo de cigarrillo me espabila para dejar de mirarlo como una tarada, o como si su boca fuera un filete de carne al que me moría por hincarle el diente.

Si mis pintas no lo habían hecho quitárseme de encima en cuanto me vió lo tendría que hacer yo misma. Solo que al posar mi mano en su pecho para obligarlo a quitarse, el acelerado ritmo de su corazón me detuvo. ¿Es posible que le acelerará de esa manera por mi?

«¡Ni de coña! No seas idiota, seguro le va a dar un infarto por el susto y tu aquí pensando que es por ti. Ridícula»

Como siempre mi bella conciencia hizo su aparición para destruir ilusiones.

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