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Capítulo 18 (PARTE 1)

Kaia

No se porque, pero su explicación parecía demasiado absurda para la manera en que lo vi llegar. Nunca imaginé que ese Aaron cariñoso, inteligente y divertido que conocía, tendría ese lado tan crudo, por decirlo de alguna manera. La verdad, aun no salgo de mi asombro.

—Vale, reconozco que me pasé tres pueblos, y que fue infantil, no se que me pasó. Hablamos en casa— me da un casto beso y sin darme oportunidad de decir nada mas.

En el resto de la tarde no dejé de darle vueltas a lo que había pasado. Por más que lo pensaba no le veía una explicación razonable para su arranque, pero lo dejé estar, al menos hasta que estuviera en casa y pudiéramos hablar de lo que había pasado.

Me pasé el viaje de regreso ensayando en mi cabeza como abarcar el tema, pero no imaginaba lo que me esperaba al llegar. Nada más abrir la puerta, vi una nota doblada en el suelo que llamó mi atención. La tomo y me llevo la mano a la boca ocultando mi sorpresa inicial mientras leía:

«Perdona mis pecados, ignora mis idioteces y aférrate a mi verdad, nuestra verdad, a esa que solo nosotros podemos entender lo que pasa en ese órgano que está tras nuestro pecho.

Milady, me concedería el honor de acompañar a este humilde vasallo a la azotea»

No se que me emocionó más, si la cita del libro que seguía siendo uno de nuestros temas de conversación y fuente de inspiración que era Si tan solo fuera sexo, o que tuviera una sorpresa para mi. Ni siquiera me lo pensé, volví a salir por la puerta directo a las escaleras porque el ascensor era una tortuga cuando uno más lo necesitaba.

Llego al décimo piso arrepintiéndome de no haber tomado el ascensor, sentí que los pulmones me explotarían de un segundo a otro dentro del pecho. Pero ¡que carajos! Seguro que le vendrían de perlas a mis nalgas. Aún agitada, abro la puerta que llevaba a la azotea y por segunda vez en menos de diez minutos me dejan sin palabras.

Aquello era hermoso, en realidad no encontraba las palabras justas para poder describirlo. El suelo estaba cubierto de pétalos de rosa, creando una especie de camino hasta una mesa que descansaba cerca de la baranda. De las paredes caia una cascada toda iluminada por lucecillas, dándole ese toque romántico que solo veías en pantalla o dentro las páginas de un libro. Se sentía como estar atravesando un cuento de hadas.

Me quedo fascinada mirándolo todo como boba. Las luces que caían dando ese toque romántico, los petalos, las velas esparcidas por todas partes, la botella de champagne en su cubo de hielo y la mesa preparada para dos.

Nunca en mi vida creí estar viviendo una escena medianamente parecida a esta. Quería llorar, pero de emoción.

La melodía de Perfect del cantante Ed Sheeran comienza a escucharse detrás de mi, logrando que un ligero estremecimiento me recorra por el cuerpo. Amaba aquella canción, pero no tanto como ya me había reconocido a mi misma que amaba a quien había organizado todo aquello.

Hacía tiempo que me había convencido de que ya no era solo una simple atracción sexual. Ya no solo era ese deseo primitivo de querer devorarlo cada vez que lo tenía delante, era algo que iba más allá. La manera tan especial en la que pudimos sacar todas nuestras mierdas del pasado y contarsela al otro, la forma de sentirte a casa, no por atravesar la puerta de la entrada, sino por estar entre sus brazos.

Lo entendí cuando me lo pasaba espiándolo mientras dormía y recorría con el dedo índice desde su frente, por todo su perfil hasta terminar en su mandíbula, haciendo que mi corazón se acelerara con esas pequeñeces. Cuando encajábamos a la perfección, no solo en el sexo, sino en cosas más simples, volviéndolo algo realmente hermoso. Si aquello no era estar enamorada, no conocía que otra cosa pudiera serlo. Y tampoco me importaba, yo así, ya era feliz.

Bien dicen que no es lo que haces, sino con quien lo haces, lo que convierte lo cotidiano en algo maravilloso. Las cosas más bellas escapan de toda lógica y te llevan a soñar despierta, justo eso es lo que yo hacía, soñaba despierta esperando que no solo fueran ideas mías, suplicando que todo eso fuera real, que él llegara a enamorarse de mi.

—¿Bailamos?— su pregunta me saca de mis pensamientos. Ni siquiera lo había escuchado acercarse y ya lo tenía pegado a mi espalda.

Me da la vuelta antes de poner sus manos en mi cintura y yo llevar las mías a su cuello. Nuestros rostros estaban a escasos centímetros de distancia por lo que puedo percibir a la perfección ese perfume varonil tan suyo que me volvía loca. Miro en sus ojos, esos ojos de sol que mostraban todo y nada a la vez, tan claros y tan tormentosos que me habían dejado perdidamente enamorada desde el momento exacto en que los vi por primera vez.

Comenzamos un suave balanceo mientras la letra de la canción se va apoderando del momento, convirtiendo la noche en esa que recordaré aun cuando deba usar bastón porque mis piernas no me sostienen por la vejez.

—Sé que me comporté como un verdadero gilipollas, y si bien sé que merezco que estés enojada, quería compensarte el mal rato que te hice pasar de alguna manera y...— lo interrumpo poniendo el dedo índice sobre su boca.

—Olvidemoslo y disfrutemos de este momento. Aun no creo que hayas hecho todo esto para mi. ¡Es increíble!

—¿Te gustó en verdad?

—¿Qué si me gustó? Ahora mismo me creo soñándolo en mi cama, y que en cualquier momento ese cacharro creado por Lucifer sonará sacándome de este sueño. Un sueño del que no quiero despertar— suspiro poniendo mi cabeza sobre su pecho— por cierto veo que no soy al única fan del romance entre Klaus y Jacqueline— ese libro había dejado de ser solo mio para volverse, nuestro.

—Simplemente tomo las palabras de otros que describen a la perfección lo que siento pero que no se decir por mi mismo.

¿En serio dijo eso?¿Hay alguna posibilidad de que no sea yo la única que allá caído en el hueco del amor? ¿Y él, por algún extraño motivo, se haya enamorado de mi? Pero aun no podía estar segura, tal vez todo aquello tenía otro significado y yo de ciega voy y me creo lo que mi corazón quería creer.

—¿Por qué haces todo esto?— me atrevo a preguntar— bastaba con una simple disculpa.

—Aún no lo entiendes ¿verdad?— suspira profundo, como si estuviera dando tiempo a organizar sus ideas— no quiero otros besos, otros abrazos, ni otras caricias. No quiero a otra persona con la que compartir mis días. Te quiero a ti, y a nadie más.

Esta vez no hice nada para impedir que mis lágrimas fluyeran cual río camino al mar. Miro en sus ojos buscando rastro de mentira o broma, no era posible que esas palabras salieran en serio de sus labios, pero solo hallé en ellos sinceridad. Aun no me podía creer que esto me estuviera sucediendo a mi.

—No quiero nada, solo con que me ames aunque sea una décima parte de lo que yo lo hago, con eso ya me doy por satisfecha— sus manos se posan en mis mejillas, ese gesto tierno que a mi me desarmaba por completo y que habíamos adoptado tan nuestro.

—¡Y así es como el león se enamoró de la oveja!— me sentí morir al escucharlo recitar la cita de la fábula y que a su vez estaba en la saga de Crepúsculo.

—Qué oveja tan estúpida— continúo.

—Qué león tan morboso y masoquista— termina y si me creía perdida hasta en ese momento, confirmé que era la mujer mas tonta y estúpidamente enamorada de todo el mundo.

—¿ Te lo sabes?— la pregunta estaba de más, pero eso es lo que pasa cuando tus neuronas se fríen sin dejar rastro de inteligencia en tu cerebro.

—Cualquier persona que se respete se la sabría— responde

—Nunca dejas de sorprenderme.

—Ese es mi trabajo favorito, nena— dice coqueto, acariciando su nariz con la mía.

—Creí que tu trabajo favorito era darme placer— se me escapa una risa traviesa

—Mi favorito justo después de ese.

Aumenta su agarre en mi cadera, obligandome a acercarme aún más a él, tanto que ni el aire podría circular entre los dos. Esa mirada transparente e intensa que me dedicó antes de posar esos labios creados para pecar sobre los míos, me hizo desear en ese momento que se detuviera el reloj, para y quedarme así para siempre.

—La sorpresa incluía cena— separa nuestros labios para luego acariciarlos con su pulgar.

—Creo que iré directo al postre— y me lanzo literalmente sobre él.

Caímos sobre una cama improvisada de mantas y muchos, pero muchos cojines que había montado al otro lado del camino de pétalos. Y así, bajo la oscura noche de julio, iluminados por una cortina de luces y un manto de estrellas hicimos el amor. No sexo, el amor. Ese en el que no desnudas tu cuerpo, sino tu alma. Así lo sentí cada vez que sus manos recorrían mi piel, cada una de nuestros alientos entremezclados. Y como si cada una de mis terminaciones nerviosas respondieran a sus deseos y obedecieran sin pensar.

Como cuando descubres tu elemento esencial, ese en el que te manejas mejor que nunca, sin necesidad de pensar ni cómo lo haces, solo lo haces. Te sale natural, como si lo hubieras hecho cada día de tu vida. Yo le pertenecía y no había espacio para dudarlo. El ordenaba y yo obedecía, y así todas las veces que me hacía suya. Nuestros cuerpos sudorosos, bailando al unísono por un compás que ellos conocían muy bien.

La mejor parte después de disfrutar de un orgasmo que me teletransportaba al mismísimo paraíso era saber que entre tantos lugares en el mundo a los que pudiera ir, ninguno se sentía tan en casa como estar con él.

Poder mirarlo a los ojos y esta vez tener la seguridad de que leía en ellos el reflejo de lo que yo sentía dentro de mi. Eso no tenía comparación.

El amanecer nos sorprendió aún en la azotea, y al abrir los ojos, esos hermosos de color miel me miraban sin perderse un solo detalle de mi despertar.

—He visto millones de amaneceres y estoy convencido de que ninguno se compara con verte bañada por los rayos del sol mientras este va apoderándose del cielo. Ver tu cabello esparcido por la almohada y toda tú, sobre mi pecho. No hay nada mejor—y así una vez más, me sentí morir de amor— buenos días, nena.

—Como quisiera que esto fuera película y así poder leer los subtítulos, porque a veces me da tanto miedo darme cuenta de que no te estoy interpretando bien. Parece tan irreal que este viviendo esto en carne propia y no a través de las páginas de un libro que siento que en cualquier momento despertaré.

—A tu lado siempre es como en una película, solo que lo haremos aún mejor ¿y sabes por qué?— ni siquiera me deja responder— porque esto es la vida real, pero contigo es como si estuviera en el país de las maravillas.

Solo eso y el beso que le siguió a sus palabras bastaron para despejar todas las dudas que comenzaban a atormentarme. Yo no era una chica insegura, vale que mi niñez me marco al ser victima de bulliyng pero esto era distinto, con él me perseguía la incertidumbre.

—Nena, si mal no recuerdo hoy es la graduación, debemos irnos ya si no quieres que lleguemos tarde. Por mas que quiero hacértelo ahora y creeme que tenerte desnuda encima de mi cubierta solo por esa sábana no ayuda mucho a que piense en otra cosa, tu graduación es primero.

—¡Carajo, es verdad!— me levanto de un salto y comienzo a buscar mi ropa con desesperación— me gusta más este despertador que el que tengo habitualmente.

—Eso no es lo que dijiste el primer día que te desperté— es cierto aquel día casi lo mando a volar lejos

—Porque aún no sabías como despertarme, si lo haces con un beso o con tu boca entre mis piernas, créeme que me levantaría más que encantada.

Corremos al departamento y lo dejó preparando el desayuno mientras me voy a la ducha, rato después ya estaba en mi habitación buscando el vestido que había comprado ayer. Gracias a Dios que de vez en cuando podía ser precavida y gracias a eso ahora no me encontraba en el dilema de buscar que ponerme.

Entro en mi vestido dorado con escote discreto pero elegante, las mangas estaban a medio brazo. Se ceñía a la cintura para caer en una cascada dorada hasta los tobillos. Tenía un corte vertical en la pierna derecha dejándola a la vista con mis tacones altos. Maquillaje y un recogido elaborado con trenzas y muchas hebillas para mantener todo en orden, varios rizos sueltos que caían por mis sienes y estaba lista para mi momento más esperado por años.

Por fin me graduaba y estaba que no cabía de la emoción.

No sabría si mi padre vendría, él era siempre de última hora así que solo me quedaba esperar. Salgo al salón y me detengo para darle el repaso descarado mas largo de la historia a ese cuerpo musculoso dentro de un traje de dos piezas con su chaqueta gris a juego. No había manera de que este hombre dejara de acelerarme el corazón cada vez que lo veía. ¡ Y joder! con ese traje estaba para saltarle encima. Eran tan jodidamente a la medida que se le marcaba cada musculo de sus brazos.

Esto iba a ser una tortura, tenerlo cerca todo el día y no poder cogerlo entre los pasillos.

ÉL siente mi presencia y se gira hacia mí, con las manos en los bolsillos y aquella sonrisa de medio lado que le hacía parecer sexy y malditamente deseable.

Todo él estaba muy comible, y chupable, y lamible, y todo lo que se me diera la gana hacerle a ese cuerpecito bien hecho.

Si yo le había hecho un repaso, él me hizo un inventario completo. Su mirada viaja por todo mi cuerpo erizando mi piel allí por donde posaba. Sabía que estaba preciosa, pero verlo desde sus ojos era otro nivel.

—Creo que no podré separarme de tu lado en toda la celebración. Corro el riesgo de que te rapten. ¡Estas estás increíble, Stormy!

—Y tu estas todo lo guapo que puede estar un demonio que quiere que los simples mortales caigan en sus trampas. Debería ser delito ser tan guapo.

A penas si tomo mi ración mañanera de café, eran pasadas las diez y estaba más que atrasada. Vamos al auto a las prisas y mientras Aaron conducía me permití mirarlo de reojo. Allí estaba yo, en un auto con el chico que me hacía perder la cabeza. Y que entre tantas lagunas por las que estaba atravesando, ignoradas a consciencia, él era mi ancla a la superficie.

Todo el aparcamiento estaba a rebosar de autos, en cada rincón veías a los chicos junto a sus familiares, una punzada de tristeza me azota al notarlo aunque le estuviera evitando a toda costa, pero logré enviarla a una gaveta bajo llave antes que hiciera demasiada mella en mi.

—Te tengo una sorpresa— dice tras encontrar espacio en el estacionamiento, me mira de reojo y me entrega un sobre que saca de la guantera— quería dártelo esta noche en la celebración, pero algo dentro de mi no me deja esperar tanto y muero por ver tu cara cuando lo leas.

Tomo el sobre entre mis manos y lo rasgo con cuidado, no sabía que esperarme, y viniendo de él, sabía que ni aunque mi vida dependiera de ello iba a poder descubrirlo. Abro la carta y comienzo la lectura , Por cada palabra que terminaba sentía como ese papel comenzaba a hacerse mucho más pesado, hasta el punto de no poder sostenerlo más en la manos y llevar una a mi rostro.

—¿Esto.... esto es real? ¿Pero cómo? ¿Cuando hiciste esto?-— entre mis dedos tenía la propuesta de una de las editoriales más aclamadas, no solo de todo Madrid, sino de toda España.

¿En serio la Editorial Paraíso estaba interesada en mi, no me lo podía creer?

—Digamos que tengo una buena relación con el director, en realidad más que buena y entre una cosa y la otra comenzamos a hablar de ti y pues, ya ves— dice despreocupado.

—O sea que esto no es por mérito mío, sino por tu amistad con él— me oigo decir decepcionada. No, otra vez no. Así había pasado con mi padre cuando comencé en Floraia, pero ya no mas— no quiero parecer mal agradecida, pero por una vez en mi vida quiero que me tomen en cuenta por mis trabajo y no por el de los demás.

—Nena, creo que no me entendiste. Esto que tienes en las manos no es una obra de caridad de su parte. Le mostré tu tesis, incluso me tomé el atrevimiento de contactar a tu profesor para mayores referencias. Oscar solo tomó la decisión que cualquier tipo con una gota de inteligencia tomaría, y eso es escogerte para formar parte de su editorial. Yo no hice nada, todo esto te lo ganaste por tu esfuerzo y de esa mente brillante que tienes y que pocas veces dejas ver.

—No me estas mintiendo ¿cierto?— niega sin dejar de sonreír—¡Esto es increíble, no me lo puedo creer! Gracias, mil gracias de verdad— y si hasta ahora no se habían terminado de convencer de que él era mi amuleto de buena suerte ya va quedando más claro.

Salto por encima del cambio de marcha y me agarro a su cuello mientras lo devoro a besos.

—Ahora vamos, ya están entrando todos.

Y salimos tomados de la mano hacía la ceremonia.

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