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Capítulo 14

Con esa rutina nos mantuvimos los 3 días siguientes hasta que llegó el esperado viernes de mi prueba de fuego. El nerviosismo me estaba pasando facturas, al punto de que no podía ni con el cierre de mi vestido.

—¡Joder!— digo frustrada mirando al techo como si hubiera un ser mágico allí.

—¿Estamos con malas pulgas hoy?— dice esa voz mañanera que tanto me estaba gustando últimamente.

—Es que no puedo, me supera. Me ayudas con el cierre porfa— me paro de espaldas a él, echándome el cabello por encima del hombro. Podía pedírselo ¿verdad?

—Claro— siento como sus dedos se posan sobre la cremallera algo temblorosos, sus dedos rozan mi espalda desnuda antes de cerrarlo por completo y tardando un poco más de lo normal en la tarea.

—Ya está.

Dice al terminar pero sin separarse de mi. Su voz era algo más ronca, ¿No qué no le afectaba en absoluto? Pues si, le afectaba y no lo ocultaba.

—El desayuno ya esta listo— dice antes de irse.

El desayuno como el primer día, un estilo diferente a lo q estaba acostumbrada, bacón y huevos revueltos. Aún no sabía en qué trabajaba o que hacía el resto del día pero todo eso perdía importancia al verlo en las mañanas y saber que estaba a tan solo una puerta de distancia de mi en las noches.

—Buena suerte— dice cuando estaba saliendo.

—No la necesito. Ya te tengo a ti— no se que cigarro de la insensatez me fumé para decir aquello, pero se sintió realmente bien decirlo en voz alta.

Y como ya había dicho, Aaron era mi puto amuleto de la buena suerte. Mi trabajo fue la joyita de toda la exposición. No me lo podía creer, estaba a un solo paso de graduarme. Tan solo unas semanas más para poder colgar mi diploma en la pared de casa y sabía que ese había sido el último empujón que necesitaba. Debía agradecerle a mi amuleto de alguna manera y ya que una mamada quedaba descartada, podía hacerle una cena especial y darle la buena noticia.

Como los viernes no trabajaba me pasé por el súper y compré las cosas que necesitaría para la noche. Llego a casa y le envío un mensaje de que esta noche llegara temprano. Me pongo manos a la obra en buscar la receta que había visto hacía un rato en internet y que sin duda me quedaría de puta madre.

Un pollo relleno con guarnición de patatas, salsa de no se que tantas cosas y bla bla bla. El caso es que me llevó mis buenas dos horas y media hacer aquello pero quedé satisfecha con el resultado.

Corro al baño para darme una ducha y depilarme a conciencia. ¿Para qué? Pues decía mi abuelita que mujer precavida vale por dos. Termino y me unto en mi crema de coco que me dejaba la piel sedosa e impregnada de ese delicioso olor.

Busco uno de mis juegos de bragas y sujetador decidiendome por unas color celeste de encaje y encima un vestido veraniego blanco de mangas baja, un escote divino y la falda vaporosa.

Me dejo los rizos tal cual al natural que llegaban hasta media espalda y sobre mi pechos, enmarcando mi rostro. Apenas si me maquillo, quería parecer de lo más casual. No es que fuera una cita ni nada eso, o bueno sí lo era, o al menos algo parecido.

« Vamos niña que le estas tirando los perros, no hay que ser máster en ciencias para darse cuenta de eso» dice esa pequeña infeliz que aparecía nuevamente para fastidiarme.

La mandé a tomar por culo ante de que me hiciera reconocer el ridículo que estaba por hacer. ¿Había algo más lamentable que intentar seducir a tu compañero de piso que ya tiene pareja? Tal como yo lo veía no.

Por suerte mi princeso llega justo cuando terminaba de poner la mesa.

—Vaya, vaya, vaya ¿qué tenemos aquí? ¿Es un intento de seducción a caso o estoy en una dimensión paralela donde en vez de ser la bruja que se la pasa quejándose eres la mujer complaciente?

—Y por esto no suelo ser buena. Anda no seas gilipollas y ven que tenemos algo que celebrar.

—¿A si? ¿Y que es eso tan importante que debemos celebrar?

—Qué gracias al gilipollas más grande de la ciudad conseguí una de las mejores notas— vierto el vino en las copas y le entrego una. No me pasa desapercibido el repaso que le da a mi vestido antes de chocar su copa con la mia.

—Vaya, gracias. Me siento halagado ¿y qué hizo mi querida princesa en mi honor?

—Ya lo verás— respondo coqueta— siéntate.

Voy a la cocina y saco el pollo del horno, llevándolo en un plato decorado a la mesa.

—Que buena pinta tiene— dice mientras dejo la comida sobre la mesa— no se si empezar por el plato fuerte o por el postre.

—Yo nunca dije que hubiera postre— nuestras miradas chocan, pero la suya era muy intensa.

—¡Oh sí! Créeme que lo hay, y lo estoy viendo justo ahora.

Esta vez su repaso fue aún más descarado deteniéndose más tiempo en mi escote y en mis caderas. Fue como meter el dedo en un interruptor. Todo mi cuerpo reaccionó a ello y no supe qué hacer ¿Estaba pasando? ¿En verdad estaba pasando aquello?¿No era imaginaciones mías? Llevo la copa de vino a mis labios, tomándome todo el contenido de una sola vez. ¿Qué respondes después de aquello?

—Ya que te quedaste sin palabras me tomaré la iniciativa de preguntarte ¿qué tenías pensado para después de esta maravillosa cena?

—¿La verdad? Ni puta idea.

—Esa boca— me regaña

—¿Ahora me vas a decir como debo hablar? ¿Qué harás para que obedezca?— le provoco.

Si, definitivamente el vino me daba valor para muchas cosas.

—Se me ocurren muchas cosas para que aprendas a no ser tan sucia.

¡Para, para, para!

Que creo que me esta subiendo la temperatura. Más claro y me quedo ciega de tanta iluminación. Esto era un coqueteo con todas las de la ley por parte de los dos. Bueno ya que hay pileta, vamos a nadar.

—Y yo me pregunto ¿cómo reaccionaría Roger si supiera que andas coqueteando con tu compañera de piso?— lo reconozco, lo saqué a colación para tener un escudo al que poder proteger mi corazón de tantas ilusiones que me estaba haciendo.

—¿Qué tiene que ver Roger en la ecuación?— me mira confundido.

—¡Oh, por favor! ahora no me digas que tienen una de esas relaciones abiertas de los cojones porque es el colmo del descaro— pero este de que va.

—Espera, espera. ¿Tu crees que Roger y yo? ¿Espera qué?— se le veía entre divertido y confundido— ¿creías que teníamos un lío?— lo confieso ahora la confundida era yo.

—Es que el otro día en el club creí que eran pareja y luego cuando vino aquí a cenar — bajo la cabeza porque la vergüenza me pudo y esa carcajada característica de él no ayudó mucho a que mejorara mi humillante situación.

—No me lo puedo creer. Deja que le diga a Roger. No, mejor no le digo porque es capaz de declararte una guerra fría por dudar de su hombría. ¿En serio creíste eso? Entonces ese era el porqué me preguntabas por él cuando despertaste el otro día y cuando te traje a casa después del club. Yo pensaba que ... — se interrumpe abruptamente y se pone serio ante de llevar el tenedor a la boca como excusa para no seguir.

—Que ¿qué?— pregunto imaginándome la respuesta

—Que te gustaba él— dice después de un rato

—¡Oh dios, no! Si, él tío es muy chistoso y todo, tiene un sentido del humor magistral y es guapo pero nada que ver— aun no me reponía del nuevo descubrimiento.

El cómo me hacía sentir el saber que no era gay y que no tenía pareja. Bueno eso último no lo sabía con seguridad, pero si la tuviera ya la hubiera mencionado o la habría visto ¿no? Dios ¿y ahora?

—Aunque confieso que me daña el ego que hayas pensado eso de mi. Vamos que no tengo nada en contra de ello, apoyo la LGBT pero de ahí a cambiar de bando hay un gran recorrido. Espero que no te quede duda de ello porque con gusto te puedo ayudar a resolverlas.

—¿A si? ¿ Y como harías eso?— pregunto coqueta después de hacerme un poquito la interesante con la copa que sostenía en mano.

Apenas había tomado bocado de la comida y eso que el olor podría hacer salir a un muerto de la tumba, pero con dichas declaraciones quién coño iba a comer. Lo que sí me había acabado casi toda la botella con la excusa de calmar los nervios. Viva el sexto sentido de la mujer que me hizo depilarme todo el cuerpo. Esta noche promete. Me digo con la mente cochinona y calenturienta que tengo.

—Se me ocurren muchas formas pero no me acabo de decidir— me levanto de mi asiento tras sus palabras, necesitaba que me diera el aire, pero al pasar por sus lado me detengo cuando él me imita y se pone en frente.

—Es una lastima que no pueda volver a pedirte que me ayudes con el cierre del vestidos. Lo hice porque creí, bueno, ya sabes. Si lo hubiera imaginado no nos habría metido en ese aprieto— digo aparentando un arrepentimiento que no sentía.

—No me importó en lo absoluto, de hecho lo que mas me gustaría sería quitartelo. Las mujeres son el paraíso del cuerpo y el infierno del alma— su índice recorre mi mandíbula, baja por mi cuello hasta llegar a mi escote y detenerse.

Esas últimas palabras encerraban algo más de lo que parecía a simple vista. Y no, no me estaba haciendo ideas.

—365 días ¿En serio?

—¿Qué tiene? Me gusta esa película— cada vez estábamos más cerca, sentía como nuestros cuerpos conectaban en muchos puntos y eso me estaba poniendo nerviosa y cachonda a la vez.

—La película no se, pero los libros, uff. Ese es otro tema. Creo que me masturbé más de una vez mientras los leía. Es tan detallado que era imposible no hacerlo.

Decido ver su reacción tras mi comentario. Estaba serio. Me miraba como un depredador miraría a su presa herida. Disfrutando sus últimos segundo de vida antes de darle el golpe final. Eso hizo que mi piel se erizara y vibrara de expectación.

—¿Eres consciente de que si me provocas no podré controlar lo que podría pasar?— susurra.

—Y si no quiero que lo hagas. ¿Qué pasaría?

—En primera, no estaríamos teniendo esta absurda conversación.

Viene hacía mí enjaulándome entre su cuerpo y la mesa del comedor. Separa mis piernas hasta quedar entre ellas, yo apoyo mi cuerpo en el borde de la mesa y el suyo cubría el mío a una medida tal que apenas se rozaba la tela de nuestra ropa. Su mirada consumía la mía de una manera hambrienta, mientras su aliento se deslizaba por la sensible piel de mis labios.

— Te sentaría sobre esta mesa y te las abriría de tal manera de poder colarme entre ellas. Deslizaría mis manos de forma ascendente hasta llegar a ese lugar al que podría apostar mi vida de que está húmedo y latente de anticipación por mi cercanía. Me podría de rodilla disfrutaría y adoraría desde allí abajo la diosa que eres antes de correr tus bragas a un lado y deslizar mi lengua por todo tu coño. Te lo comería hasta que los malditos vecinos se aprendan mi jodido nombre saliendo a gritos de tu boca— sus palabras apenas eran audibles pero ya fuera por la cercanía o la intensidad con la que habló, que supe que no estaba bromeando— pero creo que no estas preparada para eso— me besó la frente y se separó de mí— buenas noches preciosa.

Fueron sus últimas palabras antes de cerrar la puerta de su habitación tras de él.

¿Se va y me deja así como si nada?

Él como una lechuga y yo mas caliente que volcán en erupción. No era difícil que imaginara cuanto de urgida y palpitante tenía mis partes íntimas. De seguro mi cara era una buena muestra de ello, pero coño, ¿cómo me dice algo así y luego se iba como si aquí no hubiera estado a punto de comenzar un terremoto categoría 10?

Paso de largo por el pasillo hasta llegar a mi habitación evitando dar un portazo en señal de frustración y no quedar como una niña con efecto post-calentura. Solo había una cosa que podía hacer.

Voy directo a la última gaveta de mi armario, rebusco entre mis bragas hasta dar con lo único que me podría calmar en este momento.

Allí estaba. Mi conejito ansiosos por jugar. El pobre lo había estado usando más veces en estos días que Aaron estaba aquí que en todo el tiempo que hacía que lo tenía.

Sin perder el tiempo me voy a la cama. Llevo dos dedos a mi boca con la intención de lubricarlos y los llevo a mi clítoris, corriendo las bragas a un lado. Mis fluidos escurrían si detenerse, estaba más que lista. Sin tardar, coloco la punta en mi entrada y lo enciendo. Esa primera descarga era justo lo que necesitaba. Aumento la intensidad mientras lo voy hundiendo cada vez más en mi.

Contraigo los dedos de los pies por cada descarga que me recorre mientras muevo la pelvis en busca de mayor satisfacción.

El extremo menor estaba haciendo presión en mi clítoris haciéndome morir de placer.

Así estuve el poco tiempo que tardó la puerta en abrirse.

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