Capítulo 12
Aaron
Tenía razón en lo que decía. Nunca iba a hacer las compras, de hecho esta sería la primera vez. Siempre tenía a alguien que las hiciera por mi, al igual que el aseo en mi antiguo departamento. Ni siquiera en el período donde trabajaba de jardinero y vivía en un departamento de 20 metros cuadrados lo hacía, siempre conté con la fortuna de tener a Rosa que me daba una mano con ello.
Y ahora que tenía un hermoso pent-house en la mejor sona de la ciudad menos aún. Tenía una chica que venía dos veces por semana a limpiar y llenar los estantes ed comida y cerveza. Dicho pent-house en el que ahora se quedaba Kike al saber que lo había dejado para venirme aquí con ella bajo mentiras. Él se lo tomó como objeto de burla durante todo el camino a hasta mi nuevo destino.
La veo alejarse por el pasillo no sin antes agregar
—Yo cociné, tu friegas querido.
—Voy a comenzar a sospechar que me dice querido al final de esa frase para que no te contradiga.
—Puede ser. Pero lo más curioso es que funciona— hace un mohín divertido y se va.
Esta criatura, si no me volvía loco con su lengua provocativa lo haría con ese pedazo de tela que tenía encima y que no ayudaba a mantener el juicio.
Aún me sorprendía del control que tuve sobre mi mismo para no cogérmela como una bestia sobre la encimera cuando entre a la cocina. Venía algo molesto así allí porque el alto volumen de la música me había despertado. Lo que no imaginé al salir de mi habitación era que vería ese enorme trasero rebotando de lado a lado sin obstáculo que se interpusiera a la vista. Mi polla estaba a punto de reventar y mis pelotas estaban a nada de explotar. Como demonios no me la folle como su culo estaba pidiendo a gritos aún no lo sé. Es toda una novedad para mi.
Termino mi café y pongo los platos en el lavavajillas antes de hacer espuma con la esponja y ponerme a la faena de limpiar con la esperanza de que mi mente se relajara con la tarea.
Si hace un mes me hubieran dicho que iba a dejar la comodidad de mi depa y la facilidad de que hicieran algo tan sencillo como lo era fregar un plato o ir al supermercado para ir a perseguir a una chica, me hubiera reído en su cara y tal vez hasta lo hubiera posteado en twitter. Pero no, ahí estaba yo, tratando de parecer alguien normal para tenerla cerca.
A fin de cuentas era eso lo que quería ¿no? compartir una vida con ella, aunque no era justo esto lo que tenía en mente, pero por algo se comenzaba y estaba cada vez más cerca de conseguir mi objetivo.
Me voy al baño luego de comprobar que no estaba ella dentro. Decido obedecer el deseo de mi cuerpo o comienzo a masturbarme o no estaría en paz durante todo el día. Mi retorcida mente no dejaba de reproducir como ella me había espiado y como había llegado al orgasmo al saberla en la puerta mirándome, fue algo que escapó de mi control. Pero sobre todo como rebotaría ese delicioso trasero sobre mí al cabalgarme de espaldas.
Media hora después salgo vestido con un pullover blanco con el logo de so human, chaqueta, vaqueros, lentes, sombrero negro y mis all star. Suponía que caminaríamos mucho y necesitaba sentirme lo más ligero y fresco posible. Sin obviar el hecho de que debía cubrirme el rostro para que no me reconocieran por la calle.
—Vaya creí que te habías dormido de nuevo, estaba por ir a...— fuera lo que fuera lo que iba a decir no lo terminó porque se quedó mirandome de pies a cabeza— ¿me pusiste una cámara oculta en la habitación para saber que me iba a poner y ponerte algo similar?
¡Oh nena! no me de ideas, mira que mi cabeza cuando se trata de ti no es del todo fiable y si me tientas así no me lo pones fácil. Tal vez lo haga, si que quiero saber lo que haces allí dentro. Incluso puede que esta misma noche llame a Roger y lo hagamos mientras duermes, no estaría para nada mal.
—Supongo que es casualidad— respondo a su pregunta y la verdad que si lo era.
Por una vez que me vestía con lo primero que encontraba íbamos como si hubiéramos decidido que outfits ponernos para ir parejos. Tal como yo, iba con las mismas all star que tenía el día que la conocí, vaqueros con orificios en las rodilla, una camisa blanca con un nudo en la parte delantera, chaqueta, un sombrero negro de ala ancha igual al mío y los lentes sobre el puente de la nariz.
—Mucha casualidad diría yo— dice recelosa.
—Vamos, no me diga que eres de esas locas que si ven a una chica con un vestido igual al suyo en una fiesta se va a casa a cambiarse— ruedo los ojos sin poderlo evitar al recordar cómo Cata había hecho justo eso más de una vez.
—No, claro que no. Solo que dejo de sorprenderme contigo y todo lo relacionado a ti— pues ya somos dos muñeca, cada vez te tengo a un nivel más alto.
—¿Nos vamos?— digo señalando la puerta, toma su bolsa de tira larga colocandosela en un hombro y pasa por mi lado rumbo a la salida.
—Me dirás chismosa, pero. ¿Si tu padre te sacó de sus propiedades y esas cosas como me dijiste...
—¿Qué como es que mantengo el coche?— termino por ella cuando me estaba incorporando al tráfico.
No me pasó inadvertido el repaso que le dio a mi porshe negro descapotable cuando lo vió. Asiente y sonrio.
Las mujeres y su manía de querer saber todo.
—Yo trabajo nena, no mantengo el estilo de vida que tengo por obra de caridad de mi padre, solo que ahora debo cortarme un poco a la hora de los gastos pero solo hasta que salga del bache.
—Vaya trabajo el que debes tener para tener este bebé por tu cuenta. Yo ni con mi salario ahorrado durante 5 años me lo podría permitir— hace una pausa como si estuviera considerando algo— Ahora me doy cuenta que no se en que trabajas, ni siquiera se como es tu apellido. ¡Dios, no se nada de ti!
Pero yo de ti hasta el lugar de cada uno de tus lunares.
—Puedes preguntarme lo que quieras no tengo problemas en responder tus dudas.
—¿En que trabajas?— dice sin más, como si hubiera tenido al pregunta en la punta de la lengua desde el principio.
—Eso es algo que te mostraré a su debido tiempo
—Vaya misterio, no serás un traficante de órganos o un sicario a sueldo ¿verdad?— no pude negarlo su comentario era inesperado pero viniendo de ella, nunca me decepcionaba.
—Nada ilegal, lo juro— digo aun risueño y llegando al parqueo del supermercado.
Salimos del coche, ella toma un carrito en el camino y nos adentramos por los pasillos de estantes.
—¿Tu apellido?— pregunta como quien no quiere la cosa tratando de parecer desinteresada fijando su vista en las frutas.
—Aaron Wolf Meyer— sin más
—¿De donde eres hombre lobo? ese apellido es todo menos español— hombre lobo me dirás cuando te haga aullar en mi cama, mi pequeña Stormy.
—Alemán, exactamente de Berlín. A los 7 años mi padre se mudó a Madrid por negocios y nos trajo con él. Desde entonces vivo aquí— agrego imaginando cual sería su próxima pregunta.
—Interesante. Y a parte de tu padre, ¿tu familia vive aquí? Digo madre, abuelos ¿hermanos quizás?
—Creo que conozco el término de familia Kaia— en que momento el carrito se llenó de dulces, galletas y paquetes de patatas fritas no lo sé, pero se me paso por la mente algo que vi en una peli.
Sin avisar hago espacio suficiente para sentarla dentro mientras está entretenida escogiendo las manzanas, la tomo por la cintura y la siento en el carrito del supermercado. Cosa que conseguí no sin antes llamar la atención de todos en los corredores con su grito de sorpresa.
—¿Qué haces? ¿te volviste loco?— trata de parecer enojada e intenta salir del encierro donde la senté pero no podía y al final la risa la traicionó— si, definitivamente te volviste loco, sácame de aquí.
—Nena relajate, es que te vi como cansada y no quiero que te me vayas a caer en medio super y crean que te drogué o algo así. Tu señálame lo que debo coger y así terminamos antes.
Aun en medio de protestas me puse en marcha empujando el carrito desde atrás y respondí su pregunta.
—Tengo un hermano mayor, Alex, pero es tan jodido como podría hacerlo cualquier villano de telenovela. Mis abuelos tanto maternos como paternos fallecieron cuando era chico y mi madre— tomo un suspiro que a ella no le pasa desapercibido. Gira su rostro en dirección a mi pero esquivo la mirada y cambio de tema—¿refrescos? Aún no los hemos cogidos.
Cambio de dirección para volver donde recordaba malamente verlos y rezando para que no insistiera, ese era un tema que nunca tocaba y no tenía intención de hacerlo, todavía no.
—Helados, pizzas y hamburguesas es lo que sigue en la lista— me la señala y seguimos hasta el final.
Tomé cierto impulso y luego la solté para que el carrito se moviera por si solo, lo que le hizo sacar un grito desde el fondo de su garganta cuando se acercaba peligrosamente al aparador de los licores. Salgo disparado tras ella y evito que se estrelle contra el estante por cuestión de pocos centímetros.
Me pongo frente a ella que permanecía con lo ojos cerrados y las manos en su rostro como si así pudiera evitar el golpe. Acerco mi rostro al suyo cuando quito sus manos y rozo su nariz con la mía. Al sentir mi cercanía abre los ojos, esas poderosas nubes grises me miran inquietos pero lo sustituye por intensidad, su boca se abre en un suspiro que traté de saborear.
Su mirada se intensificó, su respiración comenzó a ser irregular y su labio inferior quedo atrapado entre sus dientes. La ponía nerviosa estando tan cerca, sus señales lo decían.
—Si vuelves hacer eso te mato— fue lo único que dijo sin quitar sus ojos de los míos y su boca peligrosamente a milímetros de la mía. No eran ideas mías, ella se había acercado aún más. Era solo inclinarme un poco hacía adelante y acabaría con el poco espacio que me separaba de esos labios que gritaban a todo pulmón que los besara.
—No seas llorona, mira ya casi terminamos. Escoge el vino, yo iré por las cervezas— la ayudo a salir del carrito y voy hasta el otro extremo en busca de las mismas.
Con las compras ya en el maletero del coche me di cuenta que era casi medio día.
—Tengo hambre ¿y si vamos a almorzar a uno de mis sitios favoritos?— digo antes de ponernos en marcha.
—¿Es grasiento y con muchas patatas?
—Sin duda— respondo temeroso de lo que pueda decir.
—¿A qué estás esperando? ¿a que te suplique que me lleves? Vamos pon este trasto en marcha si no quieres que me convierta en carnívora y me coma a alguien.
—Oye no la ofendas así, mira que es muy sensible— acaricio el volante con mimo.
Me alegraba saber que no era como las demás chicas que solo ensaladas, cosas keto y mierdas de esas comían con tal de seguir una dieta. Pero ella no, ella bebía y comía como un camionero, la manera en que se zampó la comida ayer y las compras de hoy me dieron esa revelación.
—¡Hay Jesús!, me tocó otro loco por los coches. Seguro tiene nombre— rueda los ojos.
—Havel. Así se llama un río al que me llevaba mi abuelo a pescar de pequeño.
—¡Hay, cosita! ¡qué tierno!— la miro curioso y el puchero de sus labios me hicieron estallar en carcajada— tienes hasta un lado dulce. ¿Quién lo diría?
—No le digas a nadie , arruinas mi reputación.
—Tranquilo, tu secreto está a salvo conmigo— imita como si estuviera cerrando un cierre en sus labios.
Cada vez me convencía más de que estaba ante la última sobreviviente de una especie que se había extinguido hacía años. Era imposible estar cerca de ella y no terminar fascinado con esa mezcla entre dulce y cabrona, fuerte y frágil, tímida pero que no se lo pensaría dos veces si debía plantar cara.
¡Era real! O sea, esta chica era real y no la dejaría ir por nada del mundo, solo debía acercarme más y ganarme su corazón. Luego ya podríamos escribir nuestra historia amor sin problema alguno. Ella era mi mujer, solo que aun no lo sabía.
Un corto viaje en coche y estábamos justo en la puerta de Colmado Madrileño, sin duda uno de mis sitios favoritos. Desde que unos amigos me trajeron aquí venía con mucha frecuencia, sabía que ella se enamoraría tanto del sitio como de la comida.
Y así comenzó nuestra primera cita, no importa si ella no sabía que estaba en una.
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