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XXIX

¦Nota del autor:¦

Saben que... Voy a terminar esta historia, cuando sienta que debo terminarla (y siento que estoy por terminarla) 🙃

CAPÍTULO: Cirugía de riesgo.

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El Dr. Halvorson, acompañado por algunos guardias, caminaba entre los escombros de la antigua fábrica, su respiración lenta y controlada bajo la máscara especial que filtraba el aire cargado de pólvora. El silencio era abrumador, interrumpido solo por los crujidos ocasionales de la estructura que aún se mantenía en pie. Cada paso que daba era pesado, como si el peso de la incertidumbre lo aplastara.

La explosión había destruido todo a su alrededor, pero en lo más profundo de su ser, Halvorson no podía dejar de pensar en Catnap. Aquel ser que había sido creado para sobrevivir a situaciones extremas, que había sido diseñado con una resiliencia inhumana. Sabía, aunque nadie más lo supiera, que la "muerte" de Catnap no era definitiva. Catnap no podía morir tan fácilmente.

De repente, uno de los guardias que lo acompañaban llamó su atención, rompiendo el silencio de la búsqueda.

- ¡Doctor! ¡Lo encontré! - gritó, señalando hacia una pila de escombros cercanos.

Halvorson corrió hacia el lugar, su corazón acelerado por la emoción. Se apresuró a mover los escombros con cuidado, hasta que finalmente vio lo que tanto había estado buscando. Catnap. Aunque su cuerpo estaba gravemente dañado, con la mitad de su estructura destruida, algo le decía que aún había esperanza, su respiración era casi imperceptible, pero estaba vivo.

Dr. Halvorson: ¡Es increíble! - murmuró, casi sin creer lo que veía.

La forma de Catnap estaba en un estado de profundo descanso, una especie de modo de auto seguridad, como un sistema de protección para preservar su energía y permitir que su cuerpo se sanara por sí mismo.

Ordenó inmediatamente a los guardias que lo levantaran con cuidado y lo llevaran al refugio más cercano, donde la sala de cirugía había sido preparada para emergencias. Sabía que no podía perder ni un segundo. Si alguien podía sanarlo, era él, y lo haría sin importar lo que costara.

Dr. Halvorson: ¡Rápido! - les gritó, con voz firme y llena de urgencia - Preparen todo para empezar el proceso de sanación. Necesito que esta sala esté limpia y lista para cuando lleguemos. ¡No podemos perderlo!

Cuando llegaron a la sala de cirugía, los guardias lo colocaron cuidadosamente en la mesa de operaciones. Halvorson dio instrucciones rápidas y precisas para que se comenzara el proceso de limpieza y preparación. Con una mezcla de ansiedad y fascinación, comenzó el proceso para devolverle la vida.

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Dogday continuaba en su estado alterado, tumbado en el suelo de la barraca, su risa resonando en el aire. Cada palabra que salía de su boca era más absurda que la anterior. Sus ojos, dilatados por los efectos de la medicación, brillaban con una mezcla de desconcierto y alivio, como si estuviera viviendo en un mundo paralelo, lejísimos de la dura realidad que lo había golpeado.

Hoppy y Kickin, al escuchar sus risas, no pudieron evitar sonreír. Aunque las circunstancias no eran las mejores, el ambiente se había llenado de una extraña ligereza, como si, al igual que en los viejos tiempos, la risa fuera la forma de sobrellevar las cargas que pesaban sobre ellos.

Se acercaron a Dogday, uno a cada lado, y comenzaron a imitar algunas de las cosas que decía, sin malicia, simplemente buscando devolverle a Dogday, aunque fuera por un momento, la esencia de aquellos días más sencillos.

Kickin: ¿Un helado de plátano con queso? ¡Eso suena genial! - exclamó, poniendo cara de exagerada sorpresa.

Hoppy: ¡Sí, y lo acompañamos con una pizza de menta! - actuó como si fuera una experta en combinaciones de sabores raros.

- se inclinó hacia atrás, su risa haciendo que se tumbara aún más en el suelo - Dogday: ¡¡Y un jugo de cebolla para terminar!! - gritó, incapaz de parar.

Ambos se unieron a su risa, sin preocuparse de la incomodidad del momento, porque sabían que era la mejor forma de apoyarlo. No necesitaban decir nada más, la risa lo decía todo.

Mientras tanto, los demás Smile Critters observaban en silencio, eran conscientes de que las cosas no estaban bien, pero comprendiendo que a veces, la única forma de acercarse a alguien que se encontraba en un estado tan vulnerable era dejarlo ser, aunque fuera por un rato.

Bobby, aún preocupada por el bienestar de Dogday, no pudo evitar soltar un suspiro, viendo a los demás que comenzaban a relajarse. Nadie podía negar que había algo reconfortante en ver a Dogday, aunque fuera en ese estado, interactuar con sus amigos.

Bobby: A veces lo único que podemos hacer es reírnos de nosotros mismos - dijo mirando a Dogday con una mezcla de ternura y tristeza.

Hoppy: Lo sé... - respondió, mirando a Dogday con una expresión seria por un momento - pero no podemos dejar que se acostumbre a hacer esto otra vez.

- asintió, su rostro también reflejando algo de preocupación - Kickin: Tiene razón, Bobby. Necesitamos ayudarlo a superar lo que pasó, este no es el Dogday que conocemos.

Los tres amigos, sin embargo, sabían que ese momento de risas era solo una pequeña pausa en el caos. Dogday seguía siendo un líder, aunque no lo pudiera ver en ese momento. Y todos sabían que, tarde o temprano, tendrían que confrontar la verdad, pero por ahora, era lo único que podían hacer: estar ahí para él, como siempre lo habían hecho.

- se acercó a Dogday, poniendo una mano sobre su hombro - Bobby: Dogday sé que te sientes perdido, pero no tienes que hacer esto solo. Vamos a superar esto juntos, ¿de acuerdo? - le dijo con calma, esperando que algo en sus palabras llegara a él.

Dogday la miró, aún con esa sonrisa bobalicona en su rostro, pero por primera vez en mucho tiempo, sus ojos parecían un poco más claros, como si, aunque fuera por un segundo, estuviera escuchando. Hoppy y Kickin se acercaron, ayudando a Bobby a levantar a Dogday del suelo.

La risa disminuyó poco a poco, y aunque Dogday aún estaba en un estado muy frágil, el hecho de que estuviera rodeado de sus amigos, de los Smile Critters, era un pequeño consuelo. Sabían que no podían apresurarse a sanar las heridas de Dogday, pero al menos habían dado el primer paso para hacerle entender que no estaba solo.

Dogday, después de un rato de reír y de estar con sus amigos, de repente sintió un giro en su estómago. La sensación era extraña, como si el alivio temporal que había sentido por las pastillas estuviera desapareciendo, dejándole solo un vacío y una náusea insoportable. Sin previo aviso, se agachó, cubriéndose la boca, y los primeros vómitos comenzaron a salir.

Hoppy y Kickin reaccionaron al instante, ayudándolo a levantarse del suelo y llevándolo hacia el exterior de la barraca, donde la frescura del aire al menos parecía calmar un poco la presión que sentía en su pecho. El pasto, verde y suave, fue el lugar donde Dogday se desplomó de rodillas, sintiendo la arcada de su cuerpo tomar el control.

Vomitó una vez más, y luego, al final, se quedó en silencio, con la respiración agitada, sintiendo el vacío que dejaba el acto de haber vaciado su estómago. Hoppy y Kickin se quedaron a su lado, sin decir una palabra, sólo observando con preocupación. Cuando finalmente Dogday se repuso, respiró profundamente, aunque sentía que no era suficiente.

La realidad lo golpeó de nuevo, como una ola imparable. Recordó a Catnap. La imagen de su amigo, su compañero de vida, estallando en pedazos frente a él, lo invadió nuevamente. El dolor de la pérdida lo dejó aún más abatido.

"Al menos... esto me dio un alivio temporal", pensó, pero sabía que no bastaba, ese alivio era solo una distracción.

Bobby apareció en la entrada de la barraca, con una mirada molesta en su rostro. No era la primera vez que veía a Dogday recurrir a algo que no le ayudaría a sanar. Sus ojos brillaban con frustración mientras se acercaba a él.

Bobby: ¡¿Qué estabas haciendo, Dogday?! ¡Esa no es la manera de superar a Catnap! ¡¿Acaso no ves lo que estás haciendo?! ¡No puedes seguir huyendo de tus emociones de esta forma!

Dogday, todavía atónito por lo que acababa de vivir, levantó la cabeza lentamente, y con un tono de voz bajo pero cargado de ira, le respondió:

Dogday: ¡Cállate, Bobby! - su voz salió rasposa - No necesito que me digas cómo superar esto... no necesito a nadie que me dé lecciones.

Bobby, sorprendida por su respuesta tan fría y cortante, se quedó en silencio por un momento. Pero, a pesar de la frustración, no podía dejar de preocuparse por él. Sabía que Dogday no era así normalmente, que esa actitud era producto de su dolor, de la carga de ser el líder, de ser el responsable de todos, y especialmente del dolor de perder a Catnap.

Dogday no le dio tiempo a Bobby para decir algo más. Con un gesto cansado y lleno de amargura, se levantó de la hierba, sin mirar a nadie, y se dirigió de nuevo hacia la barraca, donde sus hijas lo esperaban. El sonido de sus pasos era pesado, como si el peso de la responsabilidad, sumado a su dolor, lo estuviera aplastando.

Hoppy y Kickin intercambiaron miradas, suspirando al ver a su amigo tan destrozado, tan cerrado en sí mismo. Sabían que Dogday los trataba mal, que no quería hablar, que no quería escuchar, pero también sabían que era solo una fachada, una manera de protegerse de un dolor insoportable. Ellos, como los amigos que siempre habían sido, lo seguirían apoyando, sin importar cuánto los apartara.

Kickin: No lo entendemos... pero lo necesitamos. - dijo con voz baja, mirando hacia donde Dogday se alejaba.

Hoppy: Lo sé. - respondió mirando al suelo - Pero no podemos dejar que se hunda en esto. Algún día, lo hará, lo sé... solo necesitamos darle tiempo.

Bobby asintió, mirando a Dogday con un sentimiento encontrado. Sabía que, aunque le doliera, no podía forzarlo a superar las cosas a su manera. Solo podía esperar a que, en su momento, él pudiera volver a confiar en ellos y, lo más importante, en sí mismo.

Con el corazón pesado, los tres amigos regresaron al campamento, sabiendo que el proceso de sanación de Dogday sería largo y lleno de altibajos. Pero no dejarían de estar allí, luchando junto a él, como siempre lo habían hecho. Porque eso era lo que los verdaderos amigos hacían: estar juntos, en la oscuridad y en la luz.

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Dogday se sentó solo, en la oscuridad de la barraca que había construido con sus propias manos, sintiendo el peso de la soledad y la incertidumbre aplastarlo. En el silencio que lo rodeaba, sus pensamientos daban vueltas, buscando respuestas a preguntas que no podían tener respuesta.

Miraba a Catfeine y Dogpressed, quienes dormían tranquilamente a su lado, ajenos a la tormenta interna que él vivía. Sus pequeñas caritas, tan frágiles y llenas de vida, lo llenaban de un amor infinito, pero también le recordaban la enorme carga que ahora recaía sobre él.

"¿Cómo lo habría hecho Catnap?", pensó mientras observaba a sus hijas. "¿Cómo hubiera sido todo si él estuviera aquí para ayudarnos? Tal vez... tal vez si no hubiera sido por esa maldita bomba, tal vez él estaría aquí. Tal vez las cosas habrían sido diferentes..."

Dogday cerró los ojos, su mente viajando en un mar de "y si..." y "qué hubiera pasado si...". Imaginaba a Catnap a su lado, riendo, bromeando, aconsejándolo sobre cómo ser el mejor padre para sus hijas, cómo hacer frente a las dificultades de la vida. Podía verlo levantándose cada mañana para hacerle compañía, enfrentando los problemas juntos, como siempre lo habían hecho.

"¿Y si...?" volvió a preguntarse, sintiendo una punzada en el pecho. "¿Y si hubiera hecho algo diferente? ¿Y si hubiera tomado otra decisión?"

Esos pensamientos eran los que lo mantenían atrapado en la fase de negociación del duelo. Se aferraba a la idea de que, tal vez, si él hubiera hecho algo distinto, las cosas no habrían salido así. Tal vez, si hubiera podido evitar que Catnap fuera al frente o si hubiera tomado otro camino, podría haberlo salvado.

Pero las preguntas seguían sin respuestas, y Dogday sabía que no podría seguir viviendo en ese ciclo de culpa e incertidumbre. Aún así, era lo único que podía hacer en ese momento: negociar con su dolor, tratar de encontrar alguna forma de sentir que había hecho todo lo posible, aunque no tuviera forma de saberlo.

De repente, una lágrima cayó por su mejilla. No era una lágrima de tristeza pura, sino una mezcla de frustración, desesperación y dolor. Miró a sus hijas, que ahora comenzaban a despertarse lentamente, y sintió una profunda tristeza por el hecho de que ellas nunca conocerían a Catnap como él lo hizo, como el amigo inquebrantable que siempre estuvo a su lado.

"Pero... ¿qué hago ahora?" pensó. "¿Cómo lo haré sin él?"

La respuesta era simple, pero en ese momento, imposible de aceptar: tendría que ser lo mejor para ellas, por Catnap, por él, por los demás... tendría que seguir adelante, por más difícil que fuera. Pero por primera vez en mucho tiempo, se sintió completamente perdido. No sabía cómo iba a lograrlo, ni si sería capaz de hacerlo.

Por un momento, las voces de sus amigos afuera, las risas de los niños, el sonido del viento y los árboles moviéndose en la distancia parecieron desvanecerse. En su mente solo quedaba el dolor y la duda, esa sensación de que el futuro era incierto, y el presente parecía un laberinto sin salida.

Pero entonces, una pequeña mano tocó su rostro. Dogday giró y vio a Catfeine, quien había despertado, mirándolo con sus grandes ojos inocentes. Ella sonrió, y esa pequeña sonrisa hizo que su corazón se encogiera. Dogday la abrazó fuertemente, sintiendo cómo la vida, aunque difícil, seguía adelante con ellos.

"Debo hacerlo por ellas", pensó. "Debo seguir adelante, aunque sea solo por ellas."

Con ese pensamiento, Dogday respiró profundamente y se prometió a sí mismo que, aunque la lucha sería interminable, no dejaría que el dolor de la pérdida lo consumiera. Tenía una nueva razón para seguir: sus hijas. Y por ellas, lucharía con todo lo que tenía, incluso cuando no tuviera fuerzas.

Así, con el dolor de la pérdida aún presente, pero con una chispa de esperanza renaciendo en su interior, Dogday miró a sus bebés, cerró los ojos, y prometió seguir adelante, paso a paso. Porque aunque no sabía cómo, sabía que no podía rendirse.

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El Dr. Halvorson se quedó junto a la mesa de operaciones, observando las lecturas de las máquinas mientras pasaban los minutos, con la esperanza de que Catnap despertara. A pesar de que la cirugía había sido un éxito, había algo que no encajaba: Catnap seguía inconsciente, su cuerpo estaba físicamente bien, pero su cerebro... estaba completamente en blanco.

El Dr. Halvorson se inclinó sobre el equipo de monitoreo, observando los signos vitales. El corazón de Catnap latía con normalidad, su respiración era constante, pero su actividad cerebral era prácticamente inexistente. La pantalla que mostraba su cerebro no registraba más que líneas rectas, sin signos de actividad cognitiva.

Dr. Halvorson: ¿Qué ha pasado aquí...? - murmuró el Dr. Halvorson para sí mismo, frunciendo el ceño.

Era evidente que el mecanismo de seguridad de Catnap se había activado tras la explosión, como había anticipado, pero lo que no había previsto era el impacto que esa protección tendría sobre su mente. Con cautela, el Dr. Halvorson ajustó algunas configuraciones en las máquinas para intentar obtener más información.

Tras un momento, los resultados fueron claros: la mente de Catnap había sido apagada por completo. El mecanismo de "hibernación" de su sistema, diseñado para protegerlo de daños irreversibles en situaciones extremas, había afectado su capacidad cognitiva. Había perdido la memoria por completo.

El Dr. Halvorson dejó escapar un suspiro profundo. Sabía que este era un riesgo que siempre había existido, pero no había esperado que fuera tan grave. En su cabeza, se acumulaban miles de preguntas, pero la única respuesta posible era que Catnap estaba vivo, aunque de una manera que nadie había imaginado. Su memoria era un vacío, y lo que era aún más aterrador.

"Al menos está vivo..." pensó, con un tono de tristeza en su voz.

A pesar de la pérdida de memoria de Catnap, el Dr. Halvorson no podía evitar sentirse aliviado. Lo había logrado salvar. Pero su mente seguía cuestionándose el futuro de Catnap. ¿Podría recuperar lo que había perdido? ¿Y si su mente nunca volvía a ser la misma? Eso era algo que, en ese momento, no podía responder.

Decidió que lo mejor sería llevarlo de vuelta al refugio de los sobrevivientes, donde pudieran tener más recursos para tratarlo adecuadamente. Aún necesitaban tiempo, y el equipo de la fábrica estaba agotado, pero lo importante era que ahora tenían una oportunidad de darle una segunda oportunidad a Catnap, aunque aún quedaba mucho por hacer.

El Dr. Halvorson llamó a sus guardias y les indicó que prepararan a Catnap para el traslado. Aunque el equipo estaba cansado y los suministros eran limitados, todos sabían que era necesario actuar rápidamente. Los sobrevivientes los necesitaban.

Cuando Catnap fue colocado en una camilla improvisada, cubierto con una manta, el Dr. Halvorson se quedó mirando por un momento su rostro. A pesar de la falta de memoria, a pesar de la incertidumbre, Catnap seguía siendo él. De alguna forma, sabía que no lo había perdido del todo.

Con el corazón pesado pero la mente determinada, el Dr. Halvorson dirigió a sus hombres hacia el refugio, con la esperanza de que, con el tiempo, la mente de Catnap pudiera sanar tanto como su cuerpo. Pero para eso, necesitarían ayuda, recursos y, sobre todo, tiempo.

Y así, mientras los guardias cargaban a Catnap con cuidado, el Dr. Halvorson se preparaba para enfrentarse a un nuevo desafío: no solo salvar la vida de su amigo, sino también ayudarlo a encontrar su identidad perdida.

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