XXII
¦Nota del autor:¦
A
CAPÍTULO: En el pasado.
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El sol brillaba con fuerza a través de los ventanales de la guardería, bañando el lugar en una cálida luz que parecía reflejar la emoción del momento. Los niños correteaban entre risas, ajenos al reciente peligro que había rondado la fábrica. Hoy era un día especial, pues los Smile Critters finalmente presentarían a sus crías a los pequeños humanos que compartían su mundo.
Dogday y Catnap estaban al frente, llevando a Catfeine y Dogpressed en sus brazos con una mezcla de orgullo y nerviosismo. Las pequeñas dormían tranquilas, ajenas al bullicio que las rodeaba. Cuando llegaron al centro de la sala, todos los ojos se posaron en ellas. Los niños, fascinados, se acercaron lentamente, formando un semicírculo alrededor de las criaturas. Lucía, una niña de cabello castaño y ojos verdes que siempre estaba cerca de Dogday, fue la primera en romper el silencio.
Lucía: ¡Son tan pequeñas! ¿De dónde vienen los bebés?
La pregunta fue tan directa que Dogday y Catnap se quedaron petrificados por un momento. Dogday sintió cómo sus mejillas se calentaban, mientras Catnap se aclaraba la garganta, tan rojo como una cereza.
Dogday: Eh... bueno, Lucía... los bebés... ellos vienen de...
Buscó las palabras adecuadas, intentando mantener una expresión calmada. Finalmente, sonrió y habló con suavidad, escogiendo cada palabra con cuidado.
Dogday: Los bebés llegan cuando hay mucho, muchísimo amor entre dos criaturas. Es como plantar una semilla en la tierra; si cuidas de esa semilla con cariño y paciencia, con el tiempo crece algo hermoso.
- ladeó la cabeza, intrigada, pero no del todo satisfecha con la respuesta - Lucía: ¿Pero cómo llega esa semilla?
Catnap, aunque deseaba desaparecer de la vista de todos, decidió intervenir para ayudar a Dogday. Se inclinó un poco, su voz algo nerviosa pero cálida.
Catnap: Bueno, Lucía, es un poco como un regalo especial que la naturaleza les da a los padres cuando están listos. Es algo mágico y único que no siempre se puede explicar con palabras.
- frunció el ceño por un momento, pensativa, pero luego sonrió - Lucía: ¿Entonces es como magia?
Dogday: Sí, algo así. Pero es una magia que viene del corazón, de querer mucho a alguien y de cuidar de ellos.
Los otros niños asintieron, satisfechos con la explicación, mientras comenzaban a rodear a los otros Smile Critters para ver a las demás crías. Lucía, sin embargo, no se movió de su lugar y tomó la mano de Dogday.
Lucía: Dogday, ¿puedo ayudar a cuidar a tus bebés?
- sonrió con ternura, acariciando la cabeza de la pequeña - Dogday: Claro que sí, Lucía. Estoy seguro de que ellas estarán muy felices de conocerte mejor.
Mientras tanto, Catnap observó la interacción con una sonrisa, sintiendo cómo su corazón se llenaba de calidez. A pesar de todo lo que habían pasado, momentos como este le recordaban que valía la pena seguir adelante.
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Las pequeñas Catfeine y Dogpressed estaban en el suelo, rodeadas de los niños que las observaban con fascinación. Catfeine, con su radiante sonrisa y la pequeña mano robótica al final de su cola, intentaba moverla con torpeza, golpeando juguetonamente el aire. Cada vez que lograba coordinar un movimiento, soltaba una risita contagiosa que hacía reír a los niños.
Por otro lado, Dogpressed parecía menos interesada en la atención de los demás. Con una expresión melancólica, se mantenía cerca de Catnap, como si buscara consuelo en su presencia. Su pequeño rostro mostraba una mezcla de curiosidad y tristeza, lo que la hacía adorablemente única a los ojos de quienes la veían.
Mientras tanto, Groody Grudgebear causaba revuelo. El pequeño oso mostraba signos de agresividad, gruñendo y empujando a los demás hijos de los Smile Critters cuando se acercaban demasiado. Floppy FlopZee, que estaba medio dormido, fue el primero en recibir un empujón, lo que provocó que Kickin interviniera de inmediato, preocupado.
Sin embargo, cuando Bobby BearHug se acercó, Groody se calmó al instante. La suave voz de Bobby y sus abrazos tranquilos parecían tener un efecto mágico en el pequeño oso, que se acurrucó en sus brazos y dejó de gruñir.
Uniquecorn, por su parte, parecía estar siempre aburrida. Se sentaba a un lado, observando a los demás con un aire de desinterés. Cuando uno de los niños intentó jugar con ella, simplemente lo miró y giró la cabeza con un leve bufido. Craftycorn, aunque algo preocupada, solo suspiró, acostumbrada a la actitud de su hija.
En otra esquina, Wimpin Chikin se escondía detrás de Hoppy, temblando cada vez que uno de los niños humanos se acercaba demasiado. Su comportamiento asustadizo provocaba ternura, y Hoppy lo acariciaba suavemente, tratando de calmarla.
Floppy FlopZee, como siempre, estaba dormido. Solo despertaba para llorar, lo que causaba una reacción inmediata de Kickin, que corría a atenderlo, visiblemente agotado.
Por otro lado, los hijos de Bubbaphant, Icky Piggy, era tranquilo y observador, parecía contento con simplemente estar allí, mientras que Dumbba Dumbbaphant no paraba de moverse. Se arrastraba por el suelo, explorando todo a su alrededor y causando caos al intentar alcanzar objetos fuera de su alcance.
Catnap: ¿Te das cuenta de cómo todas estas pequeñas criaturas ya son tan distintas? Es como si cada uno llevara una parte de nosotros, pero al mismo tiempo fueran completamente ellos mismos.
- sonrió, acariciando la mejilla de Catnap - Dogday: Lo sé. Es como ver pequeños mundos nuevos desarrollarse frente a nosotros. A pesar de todo lo que hemos pasado, esto... esto vale la pena.
En ese momento, un sonido distante, casi imperceptible, resonó desde lo más profundo de la fábrica. Ninguno de los Smile Critters lo notó, pero algo o alguien parecía observar desde las sombras.
Catnap llevó una mano a su cabeza, intentando disimular el punzante dolor que lo atacaba. Su rostro se tensó por un breve instante, pero antes de que alguien pudiera notarlo, intentó recomponerse. Dogday, sin embargo, no pasó por alto la expresión de su compañero.
Dogday: ¿Estás bien? Pareces más cansado que de costumbre.
Catnap sonrió débilmente, evitando el contacto visual.
Catnap: Es solo eso, estoy un poco cansado. No te preocupes.
Dogday lo miró fijamente, con esa mezcla de preocupación y ternura que siempre lograba desarmar a Catnap. Sin decir más, Dogday se inclinó con timidez y depositó un suave beso en la frente de Catnap.
El acto, aunque simple, fue suficiente para que ambos se sonrojaran profundamente. Los niños que los rodeaban soltaron risitas de complicidad, y hasta algunos de los otros Smile Critters parecieron detenerse a mirar.
Dogday: Creo que deberías descansar un poco más. No quiero que te esfuerces demasiado. - lo miró avergonzado.
- con las orejas bajadas de vergüenza, asintió sin protestar - Catnap: Está bien... pero no es justo que siempre me cuides tú. - dijo en voz baja.
Dogday sonrió, acariciando suavemente la mejilla de Catnap antes de inclinarse hacia sus hijas.
Catnap: Cuídalas por mí, ¿sí?
Catnap besó con ternura las frentes de Catfeine y Dogpressed. Catfeine, siempre sonriente, emitió un pequeño balbuceo feliz, mientras que Dogpressed simplemente lo miró con sus grandes ojos melancólicos, como si entendiera más de lo que dejaba ver.
Dogday: Descansa, amor. Yo me encargo de todo aquí. - lo miró mientras se iba.
Catnap asintió, lanzando una última mirada tímida antes de desaparecer por el pasillo.
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Catnap cerró la puerta de su habitación con cuidado, como si el más leve ruido pudiera traicionar su estado. La habitación estaba en penumbra, con apenas un hilo de luz entrando por las cortinas mal cerradas. Se dejó caer sobre su cama, frotándose las sienes en un intento inútil por calmar el dolor que no dejaba de crecer. El silencio de la habitación era sofocante, hasta que algo lo rompió.
- Catnap...
La voz era baja, arrastrada, casi un susurro que parecía provenir de todos lados y de ninguno a la vez. Catnap se tensó, abriendo los ojos de golpe.
Catnap: ¿Quién está ahí? - preguntó en un susurro nervioso.
El eco del nombre resonó una vez más, esta vez más cerca, más íntimo. La voz no era como la de ninguno de los Smile Critters; tenía un tono extraño, grave y distorsionado, como si miles de susurros se entrelazaran en un solo sonido.
- Catnap... ven...
Catnap se sentó en la cama, el corazón latiéndole con fuerza. Sentía la habitación más fría de lo habitual, como si algo invisible lo rodeara.
Catnap: Debe ser... por los remedios - se dijo a sí mismo, intentando racionalizar lo que oía.
Llevó una mano temblorosa a su bolsillo, sacando un frasco pequeño con las pastillas que había estado tomando en secreto. Sabía que no debía seguir usando los medicamentos de Dogday; después de todo, no eran para él. La voz volvió, más persistente.
- Ven... necesitas saber... la verdad.
- apretó los ojos con fuerza, sacudiendo la cabeza - Catnap: Esto no es real... esto no es real... - repetía una y otra vez, aferrándose a la idea de que solo era una alucinación causada por los medicamentos.
Pero la voz no se detuvo. La sentía en su mente, en su pecho, como un peso que no podía ignorar. Era como si algo se hubiera instalado dentro de él, algo que susurraba secretos oscuros y le ofrecía respuestas que no estaba seguro de querer conocer. La habitación parecía más oscura de lo que debería, las sombras alargándose en las esquinas. Catnap temblaba, su respiración cada vez más irregular.
Catnap: ¿Qué... qué quieres? - preguntó al aire, esperando que no hubiera respuesta.
Pero hubo una.
- Todo a su tiempo... Catnap.
La voz se desvaneció, dejando atrás un vacío tan profundo que casi parecía un grito en sí mismo. Catnap quedó solo en su habitación, sudando frío, con la certeza de que algo no estaba bien.
Catnap: Solo necesito descansar... - murmuró, dejándose caer sobre la cama con el cuerpo tembloroso.
Sin embargo, incluso mientras cerraba los ojos, no podía sacarse de la cabeza el eco de aquella voz... y la sensación de que, aunque estuviera solo en la habitación, no lo estaba del todo.
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El sol comenzaba a bajar, tiñendo la habitación con su luz cálida mientras los pequeños lloraban o jugaban, ajenos al ambiente tenso que se estaba pasando entre Kickin y Hoppy. Los dos estaban sentados en el suelo con sus hijos. Hoppy, como siempre, no podía evitar mostrar su cariño de una manera juguetona.
Su mano roza la mejilla de Kickin de manera casual, y cuando él la mira, la sonrisa traviesa de Hoppy no hace más que intensificar la incomodidad que él sentía. Cada toque, cada mirada, parecía penetrar más allá de lo físico.
Kickin: Hoppy... ¡Deja de hacer eso!
intentó mantener la compostura, pero su voz traicionó una leve desesperación. La incomodidad crecía en su pecho como una bola de nieve. Pero Hoppy, como si no hubiera escuchado, se inclinó hacia él, acariciando suavemente su cabello, provocando una risa baja que solo hacía que el rostro de Kickin se pusiera más rojo.
Hoppy: ¿Qué pasa, Kickin? ¿No te gustan mis caricias? - dijo con una sonrisa traviesa, tocando ahora su cuello.
El rubor en las mejillas de Kickin se intensificó y un sentimiento extraño se apoderó de él. No sabía si quería que lo dejara en paz o si, en algún rincón de su ser, realmente deseaba que las caricias siguieran. Algo en su pecho lo hacía sentirse... diferente, y aunque se resistía, no lograba entender lo que realmente sentía.
Kickin: ¡Te estoy diciendo que pares! - respondió con algo de brusquedad, claramente avergonzado.
Su tono sonaba más enojado de lo que pretendía. Sin embargo, Hoppy no hizo caso y continuó con su actitud juguetona, rozando su hombro y mirando con una sonrisa desafiante.
Hoppy: Lo siento, Kickin... No era mi intención hacer que te enojes - murmuró, con la voz cálida y su mirada fija en los ojos de él.
Antes, Kickin y Hoppy hablaban y siempre sus conversaciones se convirtían en discusiones y peleas. Se lanzaban objetos o se desafiaban de formas que parecían indicar que no había nada de afecto entre ellos. Los demás Smile Critters se miraban entre sí. De alguna manera, con la llegada de sus hijos, algo había cambiado.
Hoppy: ¿Sabes qué? - dijo sin dejar de sonreír - Tal vez solo necesito ver más de ti, Kickin. Eres más tierno de lo que piensas.
En ese momento, Kickin, aún rojo como un tomate, no pudo decir nada. Una mezcla de sensaciones llenaba su pecho, desde el nerviosismo hasta una extraña necesidad de que Hoppy siguiera acercándose, pero también la humillación de ser observado por todos.
Era como si, con este nuevo comienzo de su "relación", ya no pudieran ocultar lo que realmente estaban empezando a sentir el uno por el otro. La rivalidad había comenzado a desvanecerse, pero solo dejaba lugar a algo más incierto, algo que ninguno de los dos sabía cómo manejar.
La risa suave y alegre de Bobby BearHug y Craftycorn llenaba la habitación mientras los observaban. Kickin, con el rostro aún completamente rojo y la sensación de ser el centro de atención, intentó dar un paso atrás, queriendo alejarse de la situación incómoda.
Su mirada nerviosa recorría el espacio, buscando cualquier excusa para huir, pero Hoppy, con una sonrisa amplia en el rostro, no le dio ni un respiro.
Kickin: ¡No, no! ¡Esto es... demasiado! - exclamó levantando las manos.
Pero Hoppy, con la tranquilidad de quien se siente en control, simplemente dio un paso más hacia él, acortando la distancia entre ellos.
Hoppy: No puedes irte, Kickin - dijo en un tono travieso, y antes de que él pudiera decir algo más, la tomó suavemente del brazo.
A lo lejos, Bobby BearHug observó la escena con una sonrisa sabia en su rostro. Con un movimiento ágil, se acercó a los pequeños que estaban al lado de sus padres y, con un tono suave y juguetón, comenzó a llevárselos a un rincón.
Bobby: Creo que los pequeños necesitan un poco de espacio - comentó con una sonrisa tranquilizadora.
La idea de darles a Kickin y Hoppy algo de "privacidad" parecía ser la mejor opción para todos. Sin embargo, Kickin no estaba tan agradecido por el gesto de Bobby. Con una mueca de frustración, trató de zafarse del agarre de Hoppy.
Kickin: ¡Bobby! ¡No es necesario! - protestó pero ya era demasiado tarde.
Hoppy, feliz de tener finalmente la oportunidad de pasar un tiempo a solas con él, lo jaló con suavidad pero con firmeza.
Hoppy: Ven, Kickin - dijo tirando de él hacia un lugar más apartado - Vamos a comer algo, solo tú y yo. Como una cita.
Kickin: ¡¿Qué?!
La idea de estar a solas con Hoppy en medio de un picnic, lejos de los ojos curiosos de los demás, era algo que, de alguna manera, lo aterraba y lo atraía al mismo tiempo. Kickin intentó resistirse, pero la ternura con la que Hoppy lo guiaba y la forma en que su cercanía lo hacía sentirse algo confundido... no pudo evitarlo.
Una vez alejados de los demás, Hoppy se sentó en una manta, sin perder su sonrisa divertida y relajada. Era como si el tiempo hubiera cambiado su naturaleza por completo, llevándola a un lugar más suave y cariñoso con Kickin, quien ahora, aunque avergonzado, no podía evitar sentir una pequeña chispa de emoción al estar con ella en ese momento.
Hoppy: Sabes... - dijo mientras extendía su brazo sobre la manta - Nunca imaginé que acabaríamos así, pero... creo que me gusta.
Kickin no dijo nada, simplemente se sentó al lado de ella, su rostro aún sonrojado pero con una leve sonrisa escondida detrás de su incomodidad. Sabía que, aunque todo esto le resultaba extraño, había algo en el aire que parecía más suave, más... cálido.
Y por primera vez, Kickin permitió que la situación no le causara tanto miedo, sino que se relajó un poco, entendiendo que, tal vez, las cosas entre él y Hoppy no eran lo que había creído todo este tiempo. Tal vez, solo tal vez, las cosas entre ellos comenzaban a cambiar de una manera que no había previsto.
Hoppy: ¿Qué tal si no peleamos por un día? - dijo con una sonrisa tranquila, mientras sacaba algo de comida para compartir.
El picnic continuaba en una atmósfera tranquila, el suave murmullo del viento acariciaba el aire, pero para Kickin, cada gesto de Hoppy parecía llevarlo a un torbellino de emociones. Los dos estaban sentados en la manta, rodeados de bocados deliciosos, pero por alguna razón, cada vez que Hoppy se acercaba con la comida, Kickin sentía cómo su orgullo comenzaba a pelear con sus deseos.
Hoppy: Vamos, Kickin, solo un bocado - dijo con una sonrisa pícara mientras sostenía un trozo de fruta cerca de su boca.
- frunció el ceño, apartando la mirada - Kickin: No necesito que me alimentes - respondió de forma arrogante, cruzándose de brazos - Soy más que capaz de comer por mí mismo.
Hoppy no lo dejó escapar tan fácilmente. Con un gesto juguetón, acercó la fruta un poco más cerca de la boca de Kickin.
Hoppy: Es solo un bocado, no muerdo - dijo, con una mezcla de dulzura y picardía que hizo que Kickin dudara por un momento.
Kickin miró a Hoppy con desdén, su orgullo se interponía en su deseo de disfrutar de ese momento.
Kickin: No lo necesito, Hoppy. No soy un... niño
Intentó mantener su postura de chico "cool". Pero el brillo en los ojos de Hoppy, esa forma tan cálida y comprensiva con la que lo miraba, hizo que algo en él ce diera. Cuando Hoppy amenazó con llorar, finalmente, Kickin suspiró, resignado. No quería admitir que algo tan simple le costaba tanto.
Kickin: Está bien... solo porque lo insistes tanto. Pero que no se haga costumbre, ¿eh? - murmuró, algo avergonzado.
Con una sonrisa victoriosa, Hoppy le acercó el bocado y, esta vez, Kickin no lo evitó. Cerró los ojos brevemente, sintiendo la suavidad de la fruta y el toque de la mano de Hoppy al darle de comer. Era una sensación extraña y cálida, pero al mismo tiempo, algo reconfortante.
Hoppy: Ves, no fue tan malo - dijo con una sonrisa que parecía brillar aún más con la luz del día.
Kickin se quedó en silencio por un momento, procesando lo que había sucedido. No quería admitirlo, pero algo dentro de él se había derretido. Había algo en la forma en que Hoppy lo cuidaba, en la cercanía que compartían ahora, que lo hacía sentir... algo más que nervioso.
Fue entonces cuando sus miradas se encontraron. Ambos se quedaron en silencio, y el mundo pareció detenerse por un instante. La proximidad era tan intensa que Kickin sintió cómo su corazón aceleraba. Sin pensarlo, sin saber qué lo impulsaba, Kickin se acercó lentamente, sin poder evitar la necesidad de estar más cerca de Hoppy.
Y en ese momento, sus labios se encontraron, suaves y breves. Era un beso tímido, un acto espontáneo, pero lleno de todo lo que ambos sentían. Cuando se separaron, la vergüenza se apoderó de Kickin de inmediato. Su rostro se tiñó de rojo, y cubrió su cara con sus manos, como si quisiera esconderse del mundo.
Hoppy, también sonrojada, no podía evitar reírse. Ambos se quedaron allí, tapándose el rostro, sintiendo el peso de la vergüenza, pero también la ligereza de lo que acababan de compartir.
Kickin: ¡¿Qué fue eso?! - dijo entre risas nerviosas, sin atreverse a mirar a Hoppy a los ojos.
Hoppy: No lo sé, ¡pero creo que fue algo que no debimos hacer! - respondió, con su voz temblando entre la risa y la confusión.
Los dos se quedaron allí, riendo por lo bajo, como si el tiempo retrocediera por un momento, recordando aquellos días en los que solo peleaban por cosas tontas, en los que nunca imaginarían que algo así sucedería entre ellos. Pero ahora, todo parecía diferente.
Ya no estaban peleando, ni evitándose, sino compartiendo un momento que los había acercado aún más de lo que pensaban. Entre las risas y los nervios, ambos sabían que algo había cambiado entre ellos. Y aunque aún no entendieran completamente qué era, lo que sentían en ese instante era lo único que importaba.
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