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22| Buenas y malas noticias



Esa mañana, luego de despertar con las sábanas enredadas en sus piernas y un poco de saliva en su mentón, la enfermera llegó a revisarle la mano y afirmó que no había sido nada grave. Así que Adhara se limpió lo más rápido posible y antes de salir de la enfermería dejó un tímido beso en el cabello de James, quien parecía dormir plácidamente con una mano bajo la almohada y ambas piernas fuera de la camilla.

—¡¿Dónde estabas?!—le reclamó su primo apenas Adhara puso un pie en la sala común de slytherin.

—En la enfermería, me rompí la mano—le respondió. Aaron abrió los ojos más de lo normal y se llevó ambas manos a la cabeza, tratando de procesar la información—Bueno, no me la rompí, pero yo pensé que lo había hecho.

No le tomó más de cinco minutos vestirse con el equipo de Quidditch el cual había dejado el día anterior doblado y limpio a los pies de su cama. Cuando volvió con Aaron ambos se fueron al Gran comedor para poder relajarse antes de que el partido comenzara. Un jugo de calabaza bastaría y Adhara estaría lista para patear un par de traseros.

La mesa de Ravenclaw estaba prácticamente vacía. Annie era la única persona sentada ahí, jugando con su varita y un mechón de su propio cabello. Parecía aburrida, con los ojos tristes. Su mirada se posó en Adhara quien también había puesto sus ojos en ella. Annie frunció los labios guardándose las ganas de ir a saludarla. Su actitud del día anterior no le había parecido para nada adecuada. ¡Ella solo intentaba ayudarla! ¿Y así le respondía?

Adhara la ignoró, no necesitaba preocuparse por Annie en ese preciso momento.

—¿Crees que tengamos alguna chance de ganarle a Ravenclaw?—preguntó Aaron cuando el comedor había comenzado a llenarse y sus ansias estaban por las nubes.

¿Tenían alguna change de ganarle a Ravenclaw? Si, y tenían muchas. El equipo de slytherin se había esforzado demasiado como para dejarse perder los las águilas quienes llevaban años sin ganar el campeonato.

—Obviamente.

Adhara posó su vista en la entrada del comedor, donde James Potter estaba de pie, viéndola curioso con una diminuta sonrisa en sus labios. Con un pequeño gesto le deseó suerte y la joven vio cómo fue a tomar asiento con sus amigos en la mesa de Gryffindor quienes parecían estar esperándolo. Cuando se dio cuenta que llevaba mirándolo fijamente demasiado tiempo llevó su vista a la mesa, y la clavó ahí por unos segundos intentando que el nerviosismo decidiera dejar su cuerpo.

—¿Preparada?—le preguntó su hermano apenas llegó a sentarse a su lado.

—Por supuesto—respondió entre cortada, evadiendo su mirada.

¡¿Por qué estoy tan roja?! Pensaba Adhara.

(...)


La casa de los Malfoy parecía vacía. Sin la presencia de Astoria, Draco se había encerrado en su propio mundo, en sus negocios y el buen mantenimiento de su empresa. Pero no estaba cuidando de si mismo. Narcissa iba de vez en cuando a visitarlo, pero el rubio no dejaba entrar ni a su propia madre a su hogar. Se paseaba por la casa, con un vaso lleno de whiskey de fuego y una foto arrugada en la otra mano. Ese día, una inesperada visita llegó a su puerta y con las ganas por el suelo Draco fue a gritarle.

—¡Lárgate madre! Ya te dije que estoy bien.

—No soy tu madre Draco.

El rubio detuvo su andar, cerró los ojos y apretó los puños. No estaba listo para esto. Sin embargo, abrió la puerta y se encontró con el muchacho de cabello azul quien estaba impaciente esperando que lo dejara entrar.

—Teddy—susurró.

—Hola tío Draco.

Sin esperar por una respuesta, se hizo paso dentro de la casa—Vengo por una cosa rápida—le dijo luego de inspeccionar la sala que tenía en frente.

Draco esperaba impaciente para poder echarlo lo más rápido de su casa y volver a su habitación a encerrarse por quien sabe cuanto tiempo.

—Victoire y yo nos casaremos—confesó el muchacho, cambiando su cabello de un tono azul hasta un anaranjado bastante claro, demostrando así cuan feliz estaba.

—Felicidades—dijo Draco sinceramente, recordando su propia boda.

Hace 17 años, donde todo parecía ir de maravilla, los árboles bailaban con la brisa y la sonrisa de Astoria iluminaba el día. Su cabello largo negro trenzado cayéndole por la espalda y sus distinguidos ojos verdes aguados por la emoción. La mansión Malfoy nunca se había visto mejor, habían flores esparcidas por todos lados y reinaba la felicidad.

—Seguramente será el día más feliz de tu vida...hasta que lleguen tus hijos, claro está.

Teddy no podía dejar de mirar a su tío, quien siempre parecía estar seguro y orgulloso. Parecía que estaba viendo a su fantasma, mucho más pálido de lo normal y no tan feliz como solía estar los últimos años.

—Quería invitarte en persona porque quería pedirte algo—su cabello volvió a su tono azul eléctrico de siempre y Draco comenzó a prestar atención—Me preguntaba si te gustaría ser mi padrino de bodas.

Draco lo miró por unos segundos, inspeccionándolo, preguntándose si era una clase de broma.

—Después de todo tú fuiste el que me ayudó con Victoire y siempre has estado cuando te he necesitado.

Sin pensarlo Draco lo abrazó como si fuera un niño pequeño, recordando todos los veranos en los que se paseaba descalzo por la casa, empapado y arrastrando sus juguetes en un carrito. Como lloraba en las noches por las pesadillas y todas las veces que estuvo celoso de Adhara. Draco lo quería como a un hijo, uno distante, pero un hijo.

—¿Cuándo creciste tanto?—le preguntó mirándolo fijamente a los ojos y pasándole las manos suavemente por su cara.

—Mientras tú te hacías viejo.

Se rieron juntos y de a poco la sonrisa de Draco desapareció.

—Con Victoire queríamos que tía Astoria estuviese presente...pero todo ocurrió tan rápido.

—No te preocupes—lo cortó, no dejaría que la tristeza lo invadiera a él también.



(...)


El juego había concluido y Slytherin había ganado por más de cien puntos a la casa de Ravenclaw. Los alumnos celebraban en la sala común, gritando, cantando y bailando. Esta era una de las únicas oportunidades en las que se veían así de felices y despreocupados. Así como iban, fácilmente ganarían contra Hufflepuff y se convertirían en los campeones ese año.

Adhara estaba sentada en uno de los sillones, observando cómo Aaron hacia un torpe bailecito que le causaba bastante gracia. Pero aquellas palabras que le habían dicho hace menos de una hora aún rondaban en su cabeza.

—Eres buena jugadora Malfoy, pero vas a tener que esperar al menos otro año para poder calificar para nuestro equipo.

Eso la había derrotado. Ella sabía perfectamente que podía haber jugado mejor y quizá el destino hubiese sido completamente diferente. ¡Era todo su culpa! Tenía ganas de golpearse por haberse confiado demasiado. Tenía ganas de golpear a todo el equipo, pero sobre todo, tenía ganas de desaparecer.

—¡Pasé la vergüenza de mi vida!—le comentó a Albus quien estaba sentado a su lado. Se hundió en el sillón y comenzó a cubrirse la cara con su propio sweater.

—No te preocupes, estoy seguro que cambiará de opinión—intentó animarla.

Adhara le dedicó una sonrisa sincera, agradeciéndole por el apoyo. Aún así se sentía terrible. Nada de lo que Albus ni nadie le dijera podría subirle el ánimo.

De pronto, Scorpius llegó corriendo a su lado y sin importarle toda la música y los festejos gritó—¡Teddy y Victoire se casan!

Muchos de los alumnos no tenían ni idea de quiénes eran Teddy y Victoire, pero por la adrenalina del momento comenzaron a gritar, a bailar y a festejar aún más.

¿Acaso era ella la única persona decaída aquel día?

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