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21| Escondida en la enfermería

El segundo partido de quidditch de Slytherin era este fin de semana. El capitán del equipo llevaba la cuenta de las horas que faltaban para poder pastearle el trastero a las águilas y la casa de Ravenclaw no estaba muy contenta.

Otra persona que no estaba contenta era Adhara. Llevaba preparándose mucho tiempo para esto, para ganar e impresionar a la capitana de las Arpias de Holyhead. Esta era su oportunidad y necesitaba sobresalir, pero Annie y Katherine no la estaban ayudando en lo absoluto.

—¿Cuando planeas investigar más sobre este tal Zachariah?

—Vencerlo no será tan fácil como crees.

—Debe ser un mago muy oscuro.

—¡Su secuaz puede hacerte daño durante el partido!

—¡Tienes razón Katherine! Adhara, será mejor que no juegues.

—Te podemos encerrar en la sala común de slytherin.

—O en un armario de esco...

—¡Basta!—la rubia paró en seco, haciendo que sus dos amigas chocaran contra su espalda, se dió media vuelta y continuó—¡No me están ayudando en absoluto! ¿No entienden que necesito que me contengan? ¡Solo me agobian! Yo se que sus intenciones son las mejores, también se que están tratando de ayudarme, pero para ser honesta están logrando que mi cabeza sea un revoltijo y eso no es nada bueno. Así que ahora, dense media vuelta y busquen algo que hacer. Tengo que entrenar para un partido porque aunque no lo parezca aún sigo viva.

Adhara dejó a sus dos amigas con la palabra en la boca y a paso largo se dirigió al campo de Quiddicth, donde su equipo haría la última práctica para el partido.

Sus compañeros de casa la saludaron al pasar, deseándole suerte. Se topó con su hermano y Albus quienes solo le sonrieron, otros la miraron feo y la mayoría la ignoró.

Ese deseo de ser ignorada volvió a inundarla.

—Llegas tarde, Malfoy—la regañó Reinhold, El Capitan del equipo.

—Tuve un pequeño problema...

—No me interesa, si no te tomas esto seriamente será mejor que no juegues el partido.

Aaron abrió sus ojos más de lo normal, y estaba a punto de objetar pero la rubia la ganó la palabra.

—Creo que he demostrado que soy lo suficientemente capaz de tomarme esto seriamente. ¿Acaso no recuerdas que tuve que suplir tu puesto de capitana el partido anterior porque simplemente estabas "indispuesto"?

—Y lo hizo perfectamente—la apoyó Sofía, la ahora buscadora del equipo.

La mayoría de los jugadores del equipo odiaban a Reinhold, solo lo admiraban por sus casa laxidades físicas, pero era un descerebrado.

—Bien. Pero no vuelvas a llegar tarde.

(...)

Para la hora de la cena, Adhara y Aaron estaban exhaustos. Estuvieron toda la tarde entrenando, corriendo y volando y ahora no tenían fuerzas para moverse.

—Scorpius—dijo Adhara demasiado bajo.

—¿Si?

—Necesito que me des jugo en la boca, no puedo mover mis brazos.

Aaron y Albus rieron por la exageración. Los dos se llevaban cada vez mejor, ya no habían peleas constantes y el ambiente se volvía cada vez más agradable. Quizá Talia si era la causa de todos los problemas.

—Deberíamos ir a descansar—propuso Aaron—Así duermes lo suficiente para que te levantes con mejor cara.

—No hay necesidad de insultarme, manos de chica.

—¡Mis manos son perfectamente varoniles!

Zara Zabini pasó por un lado, ofreciéndole ayuda a la rubia para ponerse de pie. Adhara la ignoró, tomando la mano de Scorpius en su lugar.

Aaron y Albus estaban confundidos y no lo ocultaban. Se miraron a los ojos y se encogieron de hombros con las cejas bien fruncidas y la boca abierta, estupefactos por la reacción de Zara.

—¿Qué fue eso?—le preguntó su primo apenas salieron del gran comedor.

—No tengo ni idea.

Caminando por los pasillos, una pluma resbaló por uno de los bolsillos de la rubia. Se congeló unos momentos, dudando si recogerlo o no. Decidió la primera opción porque aquel pequeño objeto podría causar algún grave accidente.

Lentamente se agachó ya que sus rodillas no podían más. Estiró el brazo y antes de poder recoger la pluma un pie con zapato grande pisó su mano con una brutalidad que la hizo soltar un gran grito.

El causante de aquel nuevo dolor se tapó la boca y cerró los ojos, no creyendo lo que acababa de pasar.

—Estoy empezando a pensar que lo hiciste a propósito—lloriqueó Adhara.

—¿Lo siento?

—Púdrete, Weasley—dijo casi escupiendo las palabras.

Fred se encogió de hombros, le levantó el dedo corazón y siguió su camino.

Adhara quedó sentada en el piso, con la mano inmóvil y la cara más blanca de lo normal. Le dolía como los demonios y estaba casi completamente segura de que se había roto algún hueso ya que el sonido que hizo su mano no era nada común.

Buscó con la mirada a Aaron pero parecía que se había olvidado de ella y la había dejado atrás.

—Perfecto...simplemente perfecto.

Exhausta y con la mano adolorida, se puso de pie y mientras lloriqueaba caminó rápidamente a la enfermería rogando que Madame Pomfrey la atendiera.

(...)

—No parece haber ningún daño irremediable. Te daré esta poción que surgirá efecto en algunos minutos y estarás lista para irte a descansar para el partido de mañana—le dijo la enfermera luego de revisarle su mano.

—¿Entonces, puedo jugar mañana?

—Si, no hay inconveniente.

De pronto, las advertencias y consejos de sus amigas cruzaron rápidamente por su mente. ¿Sería posible que el día siguiente fuera uno de los más catastróficos para ella? No quería creerlo ya que no había pruebas ni evidencias de que algo terrible ocurriera, pero todo podía pasar.

—¿Está segura de que puedo jugar? Me parece que el sonido que escuché cuando Weasley casi me rompe la mano no era "nada de que preocuparse"

—¿Le darás ventaja a las águilas?

Adhara posó su vista en la entrada, donde aquel joven del que no quería hablar estaba de pie, mirándole fijamente a ella.

—Joven Potter, ¿que hace aquí a estas horas?—dijo la enfermera, recibiendo así a James.

—Me caí de las escaleras.

Adhara se le quedó viendo, con su uniforme desordenado y su cabello peinado hacia un lado. Parecía caído del cielo.

No iba a negarlo. James Potter era un joven atractivo que sabía como usar sus encantos. Pero ella no quería caer ante ellos. Se supone que se odiaban, desde la cuna hasta la tumba. Estaba en su sangre, en sus genes...no era normal que aparecieran aquellos sentimientos extraños donde debería haber nada más que odio.

No pudo evitar sonrojarse cuando James se acercó a la camilla de su lado para que pudieran examinarlo. Tampoco pudo evitar aquellos recuerdos que venían a su cabeza cada vez que miraba a travez de aquellos ojos castaños. Corriendo por las calles de Londres muggle, bañándose juntos en el baño de prefectos, las miradas robadas y los inevitables sonrojos. ¿Qué significaba todo eso?

—Debe cuidarse más joven Potter, a mi me parece que está muy desconcentrado y me pregunto por qué será.

—Seguiré su consejo.

Madame Pomfrey le pidió que se quedara en la enfermería esa noche para ver cómo amanecía en la mañana y James gustoso se quitó los zapatos y se recostó en la camilla.

—Si el dolor es tan fuerte como dice—dijo la enfermera, dirigiéndose a Adhara esta vez—será mejor que se quede esta noche para poder examinarla antes del juego de mañana.

La rubia asintió un poco más contenta de lo que debería haber estado. Se arropó con las colchas y se giró, dándole la espalda a su "amigo".

—¿Qué haces escondida acá en la enfermería?—dijo James apenas la enfermera abandonó el lugar.

—No me escondo y me sorprende que tu amigo no te haya contado lo que pasó—le respondió Adhara sin darse la vuelta para mirarlo.

James soltó una risita que hizo que la orejas de la rubia se volvieran rojas. Que bueno que estoy de espaldas, pensó.

—Ya me contó todo acerca de eso. En un poco gracioso, ¿no lo crees?

La rubia quería golpearlo, pero tampoco quería verlo a la cara para demostrar su nerviosismo. ¡Debería estar enojada! James la había tratado como una idiota el otro día en la biblioteca y ahora se atrevía a formar una conversación normal con ella.

—No le veo la gracia.

James solo podía ver la espalda de la joven, que subía y bajaba cada vez que ella respiraba. ¿Qué era eso que le revolvía el estomago? Esa euforia que hace tiempo no lo invadía, el insomnio y ese intenso sentimiento de alegria sólo podía significar una cosa. James Potter estaba enamorado.

Adhara no podía permitirse caer por el. No cuando James seguía de novio con la perfecta Bonnie que era todo lo que cualquiera desearía tener.

—A mi me parece un tanto gracioso—dijo James, esta vez muy cerca de su oído.

La rubia saltó del susto y le dio un golpe suave en el brazo—A ver, y ¿por qué?

—Me parece gracioso que la mismísima Adhara Malfoy, la que nunca se rinde y alardea de lo magnifica y perfecta que es, se esté escondiendo en la enfermería porque está asustada.

—Se nota que no me conoces para nada—se quejó la rubia.

Hubo un silencio luego de aquella conversación. ¿Acaso todos la percibían así? Pensaba Adhara, deseando que no fuera real. Ella podría ser orgullosa y muy buena para insultar, pero nunca se auto proclamó la persona más magnífica y perfecta de este mundo.

—Me siento de lo peor—Adhara rompió el silencio—Por eso actúo como la "mejor".

James la miraba atento, esperando que ella continuara su pequeño discurso.

—Tengo muchos problemas ahora mismo y Annie y Katherine no me ayudan mucho. Quieren que hable sobre aquello y claramente no tengo intenciones de hacerlo. ¡Y si, soy una cobarde por venir a esconderme a la enfermería!

—¿Te escondes por lo del partido de mañana?

—No. Es algo mucho más importante que obviamente no voy a contarte ni por un desliz—dijo obviamente, rodando los ojos e intentando darle la espalda.

—¿Y con quien más te vas a desahogar? No veo a nadie más aquí, parece que soy tu única opción.

—Gracias por recordármelo...

Sin pensar, Adhara le contó todo. Dejó a su corazón tomar el mando por una vez y actuó sin reflexionar.

James la escuchó, intentando descifrar si es que la rubia solo estaba jugando con el. Pero con el paso de los minutos, Adhara demostraba que todo era cierto. Era horrible, pero cierto.

—No le tengo miedo a la muerte—le explicó—Pero es que aún no quiero morir.

James la observaba, buscando su mirada que parecía perdida en algún punto exacto de la pared. Desde ahí podía notar sus ojos aguados, sus labios temblorosos y sus manos nerviosas.

—Es horrible—fue lo que dijo.

—Lo sé. ¿Y sabes que es lo peor? Si este loco no me mata, la estupida maldición de los Greengrass lo hará.

—¿Tienes la maldición de tu madre?—preguntó intranquilo.

—No lo tengo confirmado, pero es lo más probable. Cada vez que Scorpius me mira veo esa tristeza en sus ojos. Yo se que él sabe.

—¿Scorpius sabe que tú sabes?

—No lo sabe...pero si lo sabe, ¿me entiendes?

James asintió sabiendo muy bien a lo que se refería. Ese lazo afectivo entre hermanos, esa comprensión y atención eran algo que siempre había admirado de ellos. Algo que deseaba algún día lograr tener con Albus. Pero ese día estaba muy lejos.

—¿Por qué no descansas?—le sugirió James cuando Adhara comenzó a cerrar sus ojos.

La rubia se dio vuelta y James la observó durante algunos minutos. Su respiración se volvió más lenta, se veía relajada, en paz.

—Siempre puedes contar conmigo, rubia con complejo de superioridad.

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