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17| La mejor amiga, el hermano y encuentros incomodos




La cena de aquel día miércoles se pasó volando. Adhara se sentía demasiado sola en la mesa, no importaba que Aaron, Albus y Scorpius estuvieran ahí, Talia no era reemplazable.

Cuando fue tiempo de irse a las salas comunes para poder descansar, Aaron fue el primero en ponerse de pie y marcharse. Estaba enojado y triste y nadie podía debatirle eso. Talia no había confiado lo suficientemente en él como para informarle lo que le estaba sucediendo.

Katherine fue la primera en seguirlo fuera del gran comedor, podían no ser los mejores amigos, pero la joven Wood se sentía responsable del sufrimiento de Aaron. Si ella hubiese hablado antes de que Talia se fuera, sus amigos podrían haberse despedido de ella y convencerla para que se quedara, algo que Katherine no tuvo el valor suficiente para hacer.

—¡Aaron, espera!—gritó la castaña a más de cinco metros del joven.

Aaron siguió caminando, intentando llegar lo más rápido posible a la sala común de Slytherin, donde Katherine no podría entrar, pero no pudo llevar a cabo su plan porque en menos de diez segundos la joven Wood estaba de pie a un lado de él. Era rápida, no por nada era la capitana del equipo de Quidditch de Gryffindor.

—¿Qué quieres? Estoy un poco ocupado—siguió caminando sin prestarle mucha atención.

Katherine negó, sabiendo que era mentira—Se que no tienes nada que hacer, así que vengo a invitarte a que despejes tu mente.

—No puedo...soy prefecto y tengo que hacer rondas.

—¡Mentiroso!—le dijo la castaña intentando no reír—Tus intentos por alejarme de ti no servirán mucho esta noche. Adhara es la que tiene rondas hoy con el gordito de Hufflepuff, ¿Cómo lo se? Fácil—se acercó al pelinegro y le susurró en la cara—Katherine Wood lo sabe todo.

Sin más remedio que hacer todo lo que Katherine le pedía, Aaron Nott se rindió, dejó de caminar y comenzó a prestarle atención a lo que la mejor amiga de su hermana le decía—Entonces, ¿Qué vamos a hacer para despejar mi mente?

La pregunta la tomó desprevenida, la verdad era que no tenía idea de que responder—No se me ha ocurrido nada...aún—lo último lo dijo un poco más despacio y dejó que Aaron se escondiera en su cueva en las mazmorras, de dió la vuelta con solo un pensamiento: iba a darle el mejor día de su vida al hermano de su mejor amiga.






















Esa misma noche, luego de que todos los alumnos volvieron a sus salas comunes, Adhara tuvo que recorrer los pasillos del gran castillo acompañada de Henry Hudson, el prefecto de Hufflepuff que no dejaba de ofrecerle ranas de chocolate que sacaba de sus bolsillos.

—Por quinta vez Hudson, no tengo hambre.

Parecía que el joven no entendía lo que la rubia le decía y seguía ofreciéndoles dulces.

—¿Por qué no nos separamos para poder terminar más rápido?—Adhara sugirió y el joven asintió. En el siguiente pasillo tomaron caminos separados.

La joven Malfoy suspiró, al fin sola no tenía que fingir amabilidad, no tenía que fingir sonrisas ni contestar sin ganas.

—Bueno, bueno, bueno—James Sirius Potter apareció literalmente de la nada.

La rubia pegó un salto, asustada y confundida. ¿De donde había llegado?—¿Qué?—fue lo único que pudo decir.

—Es muy eficaz—le explicó.

—¿Qué cosa es muy eficaz?

–La capa, tonta.

¿Capa? ¿Acaso el idiota de Potter tenía una capa de invisibilidad? Adhara no lo creía, pero si era cierto, no perdería esta oportunidad para salirse con la suya y molestar un poco al joven de ojos castaños.

—¿Le acabas de confesar a la prefecta de Slytherin que tienes una capa de invisibilidad la cual, obviamente, está prohibida en el castillo?

El nerviosismo de James Sirius se notó al instante cuando comenzó a mover el pie de arriba a abajo rápidamente—Te ves hermosa esta noche, si me permites decir—intentó evadir cualquier rastro de la antigua conversación.

Es última frase dejó a Adhara helada. Le recordaba a la última vez que tuvieron un encuentro tan cercano en las calles de Londres muggle, el mismo día del funeral de su madre.

—Oye Potter, quería...bueno, ya sabes—comenzó a hablar la rubia trabándose con cada palabra que salía de su boca.

—No, no lo sé—le respondió James con una sonrisa en la cara que nada ni nadie podía borrar.

—Quería pedirte perdón por cómo te traté hace un tiempo. Sigo pensando que tenía razón, pero si agrandé bastante la situación.

—¿Es verdad lo que escucho? ¿Adhara malfoy acaba de pedir disculpas? ¿A MI?

La joven le tapó la boca rápidamente con su mano, intentando así callar a James a quien no parecía importarle que fuera pasada de la hora permitida para estar afuera de las salas comunes.

—Dejémoslo en que arreglamos nuestras diferencias y ya está. No quiero que vayas por el castillo contándole al mundo que te he pedido disculpas.

James Sirius, aún con la boca tapada, asintió repetidamente causando que una risa se escapara de los labios de la chica Malfoy.

—Y ahora—continuó la rubia, aún sin quitar su mano de la boca de James—te vas a regresar a tu sala común antes de que cuente hasta treinta o te las verás conmigo mequetrefe.

—No puedo irme—contestó cuando su boca estuvo libre.

—¿Por qué no?

—No puedo dejar a Bonnie plantada.

Así que eso era lo que estaba haciendo allí, pensó Adhara—Yo me encargo de avisarle que ha sido mi culpa que no hayan podido culminar su salida de media noche.

James se arrepintió al segundo en que dijo eso, a veces se le olvidaba que de un impulso comenzó a salir con Bonnie, cuando debería habérsela jugado para conseguir a la chica de la cual estaba verdaderamente enamorado.

—Ahora, me vas a dar esa capa que tienes atrás de tu espalda—advirtió—La estoy confiscando.

—No puedes confiscarme nada.

—Entonces te la estoy pidiendo prestada...sin permiso—de un manotazo le quitó la capa de la manos y observó cómo el joven Potter se devolvía a su sala común.

Había tenido una noche mejor de lo que esperaba, aunque hubieron momentos incómodos y algunas miradas que ponían a Adhara nerviosa, prefería pasar sus rondas con James que con el prefecto de Hufflepuff.

—Hablando del rey de roma—dijo para si misma, cuando se encontró a Bonnie Beckett caminando directamente hacia ella.

—¿Haz visto a James?

—¿Acaso nadie entiende que no deberían estar fuera de sus salas comunes?—soltó sin pensar, hablándole al aire—Lo he mandado a su cuarto, ahora tu te vas al tuyo si no quieres que llame a Henry para que te quite puntos por estar fuera a estas horas...¡Ahora!


















La mañana siguiente, como de costumbre, Annie Nott era la primera alumna de Ravenclaw tomando desayuno en el gran Comedor. Con un libro en la mano derecha y su zumo en la mano izquierda estudiaba para sus TIMOS, que estaban a la vuelta de la esquina.

Fue una sorpresa total cuando Katherine Wood entró arreglada y peinada al gran comedor, sentándose en un lugar vacío de la mesa de Gryffindor.

Sin poder creérselo, Annie dejó salir una gran carcajada, su amiga parecía energética y eso le causaba gracia.

—No te rías de mi Nott—le respondió Katherine desde su lugar, alzando un poco la voz para poder ser escuchada.

—No lo hago. Lo juro—con la mano derecha levantada, Annie Nott hizo un signo de juramento, el cual se rompió al instante en que volvió a reír.

Katherine se levantó de su asiento bajo la atenta mirada de la directora quien no tenía ganas de discutir por lo que dejó pasar el griterío que tenían las jóvenes alumnas.

—Deja de burlarte Annie—enojada y cabreada de la actitud de su amiga, Wood se acercó a ella y le tiró el peló suavemente.

—Vale, paro enseguida.

Con la respiración entre cortada, Annie intentaba calmar su corazón. No sabía que era lo que le hacía tanta gracia, podía ser que Katherine se levantaba temprano o que no tuviera su cabello en una maraña.

A penas logró hablar sin tener que respirar cada tres segundos decidió hacer una pregunta, algo que estuvo pensando toda la noche—¿Por qué saliste corriendo atrás de mi hermano después de la cena de ayer?

Intentando evitar la pregunta, respondió—No se de lo que hablas.

—Pensé que sabías mentir mejor—le contestó Annie, con una sonrisa en su cara.

—¡Soy una perfecta mentirosa!...Pero tengo que admitir que esta ha sido mi peor mentira.

—Pensé que aún te gustaba Fred—dijo Annie por lo bajo, bebiendo su zumo para no hablar de más.

—¡No me gusta Fred! Solo lo encuentro guapo, no tiene ni una pizca de cerebro, es un descerebrado.

—Bueno, bueno. ¿Entonces, te gusta mi hermano ahora?—habló Annie más seriamente, intentando sacar una respuesta genuina de los labios de su mejor amiga.

—¡No me gusta Aaron!

—¡Dejen de gritar!—Adhara hizo acto de presencia, callando a las muchachas.

—A Katherine le gusta mi hermano—contó Annie, antes de irse del gran comedor.

—No me gusta Aaron—le explicó la castaña a la rubia—Solo quiero que esté feliz y tranquilo. A ninguna de las tres nos agrada que esté tan bajoneado por el tema de Talia, por lo que pensé que sería buena idea alegrarle un poco el día. Nos beneficia a todas, porque si Aaron está triste, entonces estarás triste tú y luego le contagiarás la tristeza a Annie y yo seré una payasa triste, y los payasos tristes me dan miedo.

Adhara negó mientras sonreía, el discurso iba perfecto, hasta que nombró a los payasos.

—¿Entonces, qué harás para volver al pobretón de mi primo un payaso como tú ?

—Ya verás.

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