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11|Problemas adolescentes




Era casi navidad, una época para celebrar las fiestas navideñas, reflexionar sobre el año que termina, estar con la familia, los amigos y comer y beber algo más de lo normal. Para muchos era lo mismo de siempre, para otros se les avecinaba un huracán de sentimientos dolorosos.

—Pensé que está año pasaríamos las Navidades juntas acá en el castillo—les recordó Talia a sus amigas.

—Con esto de tía Astoria queremos pasar la mayor parte del tiempo con ella y con nuestra familia. Lo lamento pero tendrá que ser el otro año—se excusó Annie.

—Yo puedo quedarme si quieres Talia—la joven Wood le propuso con una sonrisa en la cara—Me he peleado con mi hermano y no tengo ganas de verlo en al menos siete años.

Talia le sonrió en respuesta y asintió con ganas. No podía volver a casa y verle la cara a su madre después de todo el daño que le había causado. No quería volver a casa a encontrarse con el fantasma de su padre ni las emociones que el causara en ella.

—¿Dónde está Adhara?—preguntó Katherine cuando cambiaron de tema.

—Dijo que iba a entrenar con Aaron y el equipo.

—¿Ahora?—Annie asintió—¡Pero si nosotros tenemos práctica ahora!—Annie y Talia la observaron y efectivamente llevaba su uniforme de Quidditch para la supuesta práctica.

La muchacha salió corriendo al campo de Quidditch, el que recordaba haber reservado hace más de una semana con su jefe de casa, el profesor Longbottom. Después de dar vueltas y vueltas llegó al campo donde los Slytherins se preparaban para volar.

—¡Alto!—gritó y el capitán del equipo se le acercó—Tengo el campo reservado para MI equipo esta tarde. Necesito que se lleven sus traseros de serpiente fuera de aquí ahora.

Reinhold se le acercó a la joven sin decir ni una palabra. Cambiaba con aires de grandeza moviendo su capa de izquierda a derecha creando una ilusión óptica para la vista de Katherine.

—Nosotros reservamos el campo con la directora así que tú eres la única que debe largarse de aquí.

Adhara no quería meterse por una simple razón: Katherine era su amiga. También contribuía el hecho de que Reinhold ni se le había acercado a la directora por lo que el campo si estaba reservado para la práctica del equipo de Gryffindor.

—No te creo ni un poco.

Antes de que se lanzaran a golpearse al estilo muggle los integrantes faltantes del equipo de Gryffindor llegaron y sacaron a Wood del lugar. Cuando se trataba de Quidditch ella no respondía bien.

—¡Suéltame Frederick Weasley! ¡Te voy a dar una patada en las bolas!

—Te suelto cuando te calmes. No puedes ir dando golpes a diestra y siniestra.

—Mírame—antes de que Fred procesara lo que sucedería, Katherine le propinó una patada en la rodilla que lo botó al suelo.

Desde inicio de año que Adhara no había tenido ni un solo día en paz y tranquilidad.

—Bien—empezó la rubia—no tenemos ningún permiso así que el campo es todo suyo. Estoy harta de tanta pelea.

—Adhara...—la llamó Aaron.

—Déjame tranquila Aaron. Nos vemos más tarde—agarró su escoba y se marchó del campo.

Si les hubieran explicado que ser un adolescente iba a ser tan agotador probablemente se hubieran lanzado de la Torre de astronomía.

—Oye Malfoy.

—¿Qué quieres tú?—desde su último encuentro ambos actuaban de manera incómoda cada vez que estaban cerca.

—Venía a ver cómo estabas. Ya sabes, con todo lo qué pasó hace un tiempo en el comedor.

—Búscate una excusa mejor Potter—le respondió secamente—Ha pasado un mes de aquello. Si querías darme confort hubieras intentado hablar conmigo hace bastante tiempo.

Se dió la vuelta y dejó al joven Potter con la palabra en la boca, como siempre lo hacía.

—No me miren así—les dijo a Albus y a su hermano apenas llegó a la sala común.

—No te miro de ninguna manera—se defendió su hermano haciéndose el desentendido.

La rubia resopló y se acostó en el sofá a un lado de su hermano.

—¿Quieres compañía?—le preguntó Albus.

Adhara asintió, no era el mejor momento para estar sola—Pero no me hablen.

(...)

Sentado en las gradas del campo de Quidditch estaba James Potter, quien ya había terminado su práctica, jugando con el gato de su hermana Lily.

—Eres feo, Pelusa.

El animal brincaba de aquí para allá y en menos de cinco minutos se le había escapado de entre las manos. Lo buscó en el jardín, en el comedor, en la sala común, en las cocinas y en los salones de clases. Nada, no encontró nada.

—Lily me va a matar.

—¿Por qué te va a matar tu hermana, Potter?

El joven se dio la vuelta y se encontró con Bonnie Beckett, una joven un año menor que él, perteneciente a la casa de Hufflepuff con quien nunca había cruzado palabra pero a quien siempre había encontrado extrañamente hermosa.

—Perdí a su gato—le comentó mientras observaba sus brillantes ojos miel.

—¿Ese que está ahí?—la joven apuntó hacia una puerta a menos de dos metros de ellos de donde aparecía el gato negro de su hermana.

—¡Pelusa!—el gato intentó arrancarse pero James fue más rápido—Te voy a poner una correa gato escurridizo.

La joven soltó una pequeña carcajada y se le acercó al mayor de los hermanos Potter—Es muy bonito—acarició a Pelusa bajo la atenta mirada del chico—Nos vemos, James.

Ahora tenía a dos rubia dando vuelta en su cabeza.

—¿Por qué tienen que ser rubias?—fastidiado se dio la vuelta y agarró a Pelusa con fuerza para que no se le volviera a escapar—No me mires así gato del demonio—le hizo una mueca al animal y siguió caminando tratando que quitarse esos pensamientos tan melosos que aparecían en su cabeza.



—¿Estas admitiendo que tienes sentimientos por Malfoy?—le preguntó su amigo cuando se volvieron a encontrar mucho más tarde en el dormitorio.

El joven asintió.

—¿Y que, además de ella, también te gusta Bonnie?

El joven volvió a asentir.

—¿Quien es Bonnie?—preguntó Fred bastante confundido.

—Una chica de Hufflepuff—le respondió Levi—No—añadió al ver la iluminada cara de su amigo—No juega Quidditch.

Fred seguía confundido, pero no más que James.

—Me ha costado mucho tiempo darme cuenta de le existencia de Adhara en una forma romántica y justamente cuando esto sucede aparece de la nada la joven más tierna, amable y energética que jamás he conocido.

—Es una señal. Una señal divina—se burló Fred de su primo.

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