03| Astoria
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Astoria Greengrass era fácilmente la mujer más bella que Draco jamás haya visto. Su cabello castaño llegaba hasta su cintura y sus ojos verdes esmeralda resaltaban entre la multitud.
Unos años después de la segunda guerra mágica se habían encontrado nuevamente en el cumpleaños número 19 de Daphne Greengrass. Malfoy no había sido invitado por Daphne, había recibido una invitación de Astoria lo que le sorprendió muchísimo. No habían hablado en años y cuando se reencontraron Draco seguía pensando que ella era la mujer mas hermosa que había pisado la tierra.
—No me importa esta fiesta, Greengrass. Este corbatín es estupido. La comida es desagradable...
—Supongo que deben haber muy buenas razones para que sigas aquí.
—Sólo puedo pensar en una ahora mismo.
Se enamoraron y ella curó cada una de sus heridas mientras él, sin querer, abría las de ella.
Draco no podía parar de culparse por la enfermedad de su esposa.
Astoria estaba acostada en una camilla de San Mungo. Estaba mucho más pálida de lo normal y tenía unas grandes ojeras debajo de sus ojos que habían perdido el brillo. Su cabello estaba amarrado en una cola alta debido a la alta fiebre que la hacía sudar constantemente.
Draco tenía los ojos cristalizados y no podía evitar recordar todas las veces que ella lo había persuadido para que tuvieran un hijo. Él sabía muy bien el daño que le haría a su esposa y de todas formas lo hicieron.
Astoria no se arrepentía de nada. Tenía todo lo que siempre quiso, un esposo que la amaba y la respetaba y unos maravillosos diablillos a los que felizmente llamaba sus hijos.
—Te juro amor, por lo que más quieras en esta vida, que voy a encontrar la cura para esto...cueste lo que cueste.
—No pierdas tu tiempo amor mío. El tuyo es infinito y el mío es efímero. Estoy feliz de haber vivido todos esos años junto a ti, pero ambos sabemos que en unos meses ya no estaré y tienes que preparar a los niños. No quiero que mis pequeños sigan sufriendo. Menos Adhara que tiene que pasar por tantas cosas...
—Astoria. Te juro que encontraremos una salvación para ti. No importa que.
(...)
Aquel día domingo, mientras Katherine, Levi, Fred y James limpiaban el aula de pociones, Adhara dormía plácidamente sobre uno de los escritorios con su cabeza apoyada en uno de sus brazos. Katherine había intentado despertarla un par de veces pero no había tenido resultado. Por otra parte el profesor Slughorn ya no veía sin sus lentes y no había notado la falta de uno de los alumnos castigados.
Katherine, quien estaba aburrida de la actitud de la rubia, tomó uno de los libros y con gran puntería de lo lanzó directamente a la cabeza de Adhara.
—¡Auch!—se quejó Adhara apenas sintió aquel golpe.
—Ponte a limpiar ahora porque tú nos metiste en este lío.
Adhara rodó sus ojos, fastidiada. Odiaba los castigos más que nadie en el mundo. Algunos podrían hasta llegar a divertirse limpiando un aula con sus amigos, pero ese no era el caso de Adhara. Ella no tenía la necesidad de mover ni un dedo en su casa para que el aseo estuviese completo. No sabía pulir los servicios ni lavar los traste, obviamente no sabría limpiar un aula de pociones llena de líquidos identificados.
Al cabo de un rato el profesor Slughorn cayó dormido en su escritorio y los cinco adolescentes aprovecharon para escapar del lugar. Katherine y Adhara sabían que Annie y Talia debían estar cerca del campo de quidditch, estudiando por petición de Annie, así que fueron directamente a ese lugar seguidas por James, Levi y Fred. Adhara no quiso decir nada porque de nuevo estaba perdiendo su temperamento, pero en su mente se preguntaba si las venían siguiendo o por las casualidades de la vida iban al mismo sitio.
No fue sorpresa cuando llegaron a las gradas del campo y encontraron a Annie prácticamente aturdiendo a Talia con la cantidad de pergaminos que le lanzaba.
—Ejem.
Talia las miró cuando llegaron y dejó salir una gran sonrisa. De las tres, Katherine era la única que era capaz de calmar el mal humor de Annie.
—Castigo. Tuvieron un castigo la primera semana del año. ¿Cómo pueden ser tan irresponsables?
—Gracias por la preocupación madre, pero ya estamos libres—le dijo Katherine, dándole unas palmaditas en su hombro derecho.
Adhara tomó asiento unas gradas más abajo mientras aún mantenía el oído pendiente a la conversación de sus amigas. Pero el campo de quidditch parecía más interesante aquella mañana. James y Fred salieron de la nada volando en sus escobas y el primero llevaba en sus manos la quaffle y la situación fue evidente. Fred Weasley iba a probarse para el equipo de Quidditch. Los observó un rato, como James jugaba de guardián y Fred intentaba lanzarle la quaffle. Adhara se sorprendió cuando la pelota solo cruzó los aros dos veces pero luego sonrió para si misma, si Fred entraba al equipo tendrían más posibilidades de ganar la copa de Quidditch.
—¿Cómo es posible que ustedes dos no se hayan matado mientras estaban en el castigo? ¡No pueden estar más de 2 minutos en la misma habitación sin pelear!—dijo Talia, apuntando a James y Adhara con su dedo
—Así como van romperán un récord este año—escuchó como Annie susurraba mientras seguía pendiente de sus pergaminos.
Mientras Adhara seguía con la vista perdida más allá de los terrenos de Hogwarts, la lechuza de su padre volaba directamente hacia ella. De la nada, Adhara rompió en llanto justo después de leer aquella carta que traía el ave en sus patas.
Desde el otro extremo del campo se había escuchado su sollozo y James no comprendía lo que sucedía. Cuando posó su vista hacia las gradas y la vió, a la grandiosa Adhara Malfoy, llorando donde cualquiera pudiese verla, se asustó un poco. James nunca se preocupaba por lo que hiciera o dejara de hacer la rubia, pero ese día era diferente. Aquel pequeño grito que había salido de sus entrañas le había confirmado por primera vez que la joven era humana, con emociones y defectos.
—¿Qué pasó Adhara? ¿Por qué lloras linda?—le dijo Talia. Adhara solo extendió la carta y siguió sollozando en el pecho de Katherine. Annie rápidamente la tomó y leyó en voz alta.
Querida Dhara:
Con tu padre te extrañamos mucho. Estamos ansiosos por verte a ti y a tu hermano estas navidades en casa.
Lamentablemente no escribo para darte buenas noticias. Tu padre creyó que era inoportuno contarte lo siguiente pero yo creo firmemente que tienes la edad suficiente para entender. En algún punto de mi historia familiar, recibimos una maldicion que afecta a la sangre y se transmite a la descendencia. Tristemente yo poseo esa maldicion y no estoy muy segura de que nos podamos ver para navidad. Tampoco estoy segura sobre cómo es que se hereda y ruego a Merlin que no la tengas. No me perdonaría nunca si supiera que haz sido maldita por causa mía.
No me queda mucho tiempo y mi magia se agota, estoy débil y la fiebre nunca para. Hemos pedido un permiso a la directora McGonagall para ti y tu hermano. Estoy ansiosa de verlos y solo ha pasado una semana de su partida.
Los ama con el corazón y el alma
Su madre,
Astoria Malfoy
Annie guardó silencio luego de leer el pergamino en sus manos. No podía creer lo que estaba leyendo, las lágrimas osaban salir por sus ojos. Bajó su mirada y encontró aún más texto.
P.D: Dile a Annie que no se preocupe por su madre. La muy afortunada está sana y salva.
Soltó un suspiro de alivio y se dejó caer en las bancas del campo. Estuvieron mucho tiempo en silencio. Era lo que necesitaban. Un momento de paz después de la tormenta.
(..)
Era la hora de la cena y Scorpius Malfoy no estaba por ningún lado. Su hermana lo había estado buscando toda la tarde sin encontrar rastro de él.
Podía haber estado en la biblioteca, pero Albus le confirmó a Adhara que no había rastro de él por allí. Podía haber estado en su sala común, pero su hermana busco allí más de siete veces. Adhara pensó que podía estar en la cabaña de Hagrid, pero cuando lo fue a buscar Hagrid le dijo que no lo había visto en todo el día.
—No tengo idea de donde se metió.
—No te preocupes Adhara, el debe estar totalmente bien—le respondió Aaron.
—¿Totalmente bien? Tú más que nadie de la familia sabes como se pone con los temas sensibles...Aún más si se trata de mamá—le reprochó la rubia.
Talia la miraba y no podía descifrar lo que su mejor amiga estaba sintiendo. Tristeza, obviamente, pero había algo más, algo mucho más fuerte...más doloroso.
—Aaron y yo lo buscaremos cuando tengamos rondas de prefectos. ¿No es así, Aaron?—Talia le hizo una seña extraña y le pegó una patada por debajo de la mesa cuando Aaron le respondió con una mueca.
—Oh si, mmh...¡claro! Lo vamos a encontrar, así puedes reprocharle todo a él.
Albus Potter miraba todo en silencio. ¿Cómo era posible que su mejor amigo desapareciera así como así? No le encontraba lógica a la situación. No había respuestas y odiaba no entender algo. Fijó su mirada a la mesa de los leones para buscar a su prima, Rose, a quien encontró charlando felizmente con James. Si el no sabía dónde estaba Scorpius había pensado que tal vez Rose supiera, pero al parecer ella no estaba enterada de la situación. No pudo localizar a su hermana y se preguntaba dónde podría estar. Siendo su primer año, saltarse la cena no era algo que debería hacer.
(...)
El aire era fresco; el otoño estaba empezando.
A Scorpius siempre le había gustado el otoño. Era una estación que te preparaba para el cambio...pero Scorpius no estaba listo para cambiar.
Quería disfrutar del otoño antes de que el invierno lo arruinara. Quería disfrutar de su madre antes de que la muerte se la llevara. El silencio también era su favorito. Ese silencio cómodo, donde puedes ser libre. Donde puedes escuchar tus propios pensamientos. Donde tus propios pensamientos te comen vivo.
La soledad no era su mejor amiga. Era cierto que le gustaba el silencio, pero no le gustaba estar solo en el silencio. Nunca había estado solo, y si lo hacía, pensaba que podría morir de soledad.
El ya se había dado cuenta de la presencia de una joven a sus espaldas, pero no había dicho nada...porque no quería estar solo.
—¿Qué estás haciendo aquí Lily?—rompió la atmósfera.
—Quería saber cómo estabas...¿estás bien?
Scorpius giró su cabeza y la observó unos momentos. Era muy parecida a su madre. Pelirroja, ojos castaños y pecas esparcidas por toda su cara. En esos momentos le estaba sonriendo de forma nerviosa lo que lo hacía morir de ternura.
Morir de ternura es mejor que morir de soledad.
—Estoy bien, gracias Lily—con un ademán de mano la invitó a sentarse donde estaba.
La torre de astronomía siempre había sido su lugar favorito de Hogwarts. Era demasiado tranquila y le brindaba una paz que su sala común no podía darle.
—Ahora, ¿por qué estás aquí?—le dijo Lily apenas se sentó a su lado.
—Supongo que ya sabes. Todo Hogwarts debe saberlo ya.
—Nadie tiene idea de nada Scorpius. Tu hermana te ha buscado toda la tarde y no le ha dicho a nadie la razón.
—Si te digo tienes que prometerme que no le dirás a nadie Lilliane—ella asintió—Júramelo Potter.
—Te lo juro Malfoy.
Scorpius la miro unos segundos y ella volvió a repetir.
—Te lo juro Scorpius.
Scorpius suspiró—Mi mamá me acaba de mandar una carta. Me explicó cosas que en realidad no quería saber—Lily lo miraba expectante—En algún punto de la historia la familia de mi madre recibió una maldicion hereditaria. Tenernos a Adhara y a mi complicó aún más las cosas. Con la maldición sola mi madre podría haber vivido hasta los cincuenta años...No puedo creer que muera a los treinta y ocho—Scorpius ya no aguantaba las ganas de llorar y dejó escapar algunas lágrimas las cuales fueron rápidamente limpiadas por los dedos de Lily.
—Tranquilo Scor...encontrarán la cura.
—Yo se que no y debería empezar a aceptar la realidad...pero no puedo.
—Debes ser fuerte, por tu hermana y tu padre—en ese entonces Lily ya lo abrazaba.
—Esa no es la peor parte Lily...
—¿Y qué puede ser peor que eso?
—Adhara también la tiene.
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