Epilogo
Diez años.
-¡Papi!- Una voz alegre y cantarina me llama desde la puerta de mi habitacion y por un momento, no recuerdo haber leido esto entre los legajos y papeleos que tuve que firmar cuando Kim llegó a mi vida, hace poco mas de un año- Papi papi papi papi pap...
-Ya me levanté- Anuncio sentandome en la cama con una sonrisa cansada y los brazos de mi mujer se extienden hacia mi, sujetando a mi hija en ellos. Lia se para frente al espejo y toca sus senos por sobre el pijama cuidadosamente, como si se los estuviera examinando- Oye ¿Y tu que crees que estas haciendo? No toques mis cosas.
-Idiota- Escupe con diversion- Es que... siento que ya no produzco leche... ¿Habrá alguna forma de estimularla para que salga?- Meneo las cejas pervertidamente mientras mi hija juguetea con mi mandibula y la barba de algunos dias pica bajo la piel de sus suaves manos.
-Lia, nuestra niña tiene trece meses... amor... trece, casi catorce meses... ¿No crees que es obvio el porqué ya no produces leche?
-¿Y como me explicas que hay madres que la producen hasta los tres años?- Tuerce la boca en una mueca extraña y se sienta con las piernas cruzadas como indio frente a mi, y me observa jugar con Kim mientras no dejo de mirarla a ella... con su castaño ahora con suaves reflejos rubios platinados adornandole la cabellera semipeinada en una trenza desprolija.
-Cariño, Kim ya no quiere mas liquidos en solo- Intento explicarle- Kim quiere un filete de ternera con espaguetis al vapor y salsa de camaron.
-Insisto en que eres un idiota- Masculla sin aguantarse la risa- Ven, bebé, ven con mami- Rie extendiendo sus brazos hacia nuestra hija, quien no se niega a ir con ella.
Me dedico por un rato mas a mi familia, y para cuando nana llega, yo ya estoy listo para irme a trabajar.
-Que guapo se ve mi niño- Me halaga cuando me ve y sonrio besando su frente con amor y dulzura.
-Ay, mujer- Susurro y pienso como es posible que los años no pasaran para Dori, la mujer que cuido de mi papá desde niño y tambien a mi desde los pañales, ahora tambien con mi pequeña Kim.
A diferencia de mis padres, yo practicamente obligue a nana a vivir con Lia y conmigo, y como toda su vida estuvo dedicada a nuestra familia y su vida se resumia a vivir en las cuatro paredes de la habitacion de una pension de mala calaña, todo lo que podia hacer por un angel tan deslumbrante como ella era traerla a vivir conmigo.
Iba a visitar a mamá de vez en tanto, pero luego de haber perdido a papá aprendió a disfrutar de su soledad y a veces incluso podia llegar a irritarse si iba a verla demasiado.
Subo al auto dispuesto a introducir la llave y encenderlo, cuando una llamada entrante llama mi atencion y miro el telefono con dudas, cuando el numero que se dicta en la pantalla no esta guardado en la agenda electronica.
Podria ser cualquiera.
-¿Hola?- Pregunto con neutralidad mientras enciendo la camioneta.
-¡Mac, amigo!- Una voz aspera y familiar se extiende al otro lado de la linea y frunzo el ceño con confusion- ¡Cuánto tiempo ha pasado!
Y entonces, lo reconozco.
-¡Wade!- Exclamo con alegria profunda y doblo por la 75- ¡Qué tal!
-Ay amigo- Rie y se escucha una voz de niño a sus espaldas, a lo que supongo debe ser su pequeño- Escucha, este es el pequeño Benjie. ¡Di hola, Benjie!
-¿Quien es?- Pregunta el pequeño con curiosidad.
-Un gran amigo- Aclara su padre con vos esperanzada y se me revuelve el estomago- Mac, me enteré que ahora eres veterinario.
-Veterinario, esposo, padre de familia- Rio- Son como la misma cosa.
-No es cierto. ¿Te casaste con Lia?
-Bueno, lo haré- Aclaro entre risas- Oye no es lindo contarte todo esto por telefono ¿Sabes? Te invito a una cerveza el viernes y te lo contaré todo cuando te vuelva a ver.
-Suena bien- Admite- Pero no es por eso que te llamaba. Necesito que me ayudes con algo, el perro de mi hijo está extraño.
-¿Como qué sintomas ves que tiene?- Pregunto mientras sigo conduciendo al consultorio privado en el que trabajo desde que volvi a Boston, hace seis meses.
-No lo se, vomita todo lo que come y se la pasa echado en el jardin. Es un gran danés de seis años.
-Vale- Digo con mas seriedad- Mira, yo trabajo hasta las cuatro y media y como ahora no se bien decirte que es lo que tiene tu amigo y es muy grande para trasladarlo hasta aqui... te propongo ir a verlo por la tarde, cuando salga del trabajo.
-Oh- Susurra en voz muy baja- Es que... yo trabajo hasta las seis, colega.
-¿Y Ariadna?
Un silencio tirante se instala entre linea y linea y trago saliva.
-Hace cuatro años que ella y yo no estamos juntos y ella volvió a casa de su madre- Habla en voz muy baja y un nudo se me instala en la garganta- Hoy me tocaba traer al pequeño conmigo.
-V-Vale- Afirmo.
-¿Sabes? Tengo una idea- Dice- Aguardame... ¡Benjie! Vamos niño, apresurate a desayunar que yo bajaré a encender el auto- Se escucha como baja las escaleras- Mira, te paso la direccion de mi casa. En el jardin a simple vista veras una piedra muy redonda de color rojo, esta pintada, la veras junto a un arbusto. Debajo de esa piedra hay un repuesto de la llave de mi casa amigo, entra y atiende a Stalin.
-Solo espero que tu perro no sea un estupido anarquista- Bromeo y reimos juntos- Pasare entonces. Enviame la direccion mas tarde.
Todo el dia, me la paso en el consultorio pensando en la llamada de Wade Horan y como su voz y sus buenas nuevas revivio en mi mente un millon de recuerdos, de personas que han estado en mi vida y de las que no he sabido nada en mucho tiempo.
Me hizo recordar a mi padre, y a todo el tiempo que ha pasado desde que ya no esta con nosotros. Me hace pensar que me hubiera gustado conocer a Lia y a Kim, tenerla en sus brazos, jugar con ella, verla dar sus primeros pasos, ser llamado abuelo.
Mamá, por otro lado, estaba encantadisima con la idea de ser abuela y nada la podia hacer mas feliz que tener a Kim, al mismo tiempo, estaba cada dia mas encantada con la idea de que Lia y yo nos casaramos y sellaramos nuestra familia.
Y yo estaba plenamente convencido, de que Lia Martinez era la mujer de mi vida, y nada podia cambiar eso.
El dia se hizo volatil pero tan lento que no veia la hora de despedirme de Gwen la secretaria y marcharme a la direccion que Wade me habia dado.
Atiendo cinco pacientes mas antes de que se hagan las cuatro y media, termino con la gata persa que estaba hasta el final y en el momento en el que su dueño la toma en sus manos, suspiro, satisfecho por haber terminado el dia y cansado al mismo tiempo.
Todavia me falta uno.
Ordeno un poco mi consultorio y me quito la bata blanca de veterinario antes de salir de la habitacion con esta colgando en mi brazo.
-¿Es todo por hoy, doctor Carson?- La voz gruesa de Gwen llena mis oidos y asiento con la cabeza- Buenas tardes entonces.
-Adios- Saludo cordialmente antes de retirarme del lugar. Camino una calle hasta llegar a donde he dejado mi camioneta estacionada y subo, colocando en mi gps la direccion que Wade me paso en el mediodia.
Algo extraño se revuelve en mi interior cuando esa direccion me suena conocida o familiar, y conduzco por un rato, hasta que llego a un lugar que hace que mis manos tiemblen al volante: la base de la montaña sobre la cual, en la cima, se encuentra una casa. Una en la que no he vuelto a pisar desde hace ya diez años.
Una casa que me recuerda a una persona que crei haber olvidado.
Apago el Gps casi en shock, y trago saliva mientras conduzco montaña arriba.
Al llegar, la imagen de la casa me impacta. No la han modificado para nada e incluso las paredes estan cubiertas de enredaderas, como si se tratara de una casa antigua. Sin embargo, al frente ya no esta el cartel de renta y lo primero que atino a mirar, es la cabina con la barrera parada.
Acerco el vehiculo y la ventanilla se abre, revelandome un rostro que no habia visto en muchisimo tiempo.
-Lo siento, es propiedad privada, no puedes pasar- Bromea nostalgicamente y le sonrio de lado, mientras traigo a mi mente las miles de veces que ha dicho esas palabras.
-Han pasado diez años y sigues siendo igual de testarudo- Bromeo entre risas mirando hacia la casa que tengo en frente y el asiente.
-Te he extrañado por estos lados, Mackenzie- Admite- Wade me dijo que vendrias.
Un silencio tranquilo se instala entre Artie y yo...
-Como me gustaria que enserio estuvieras ahi para no dejarme pasar- Sonrio, mirando la cabina vacia.
Mi auto avanza y estaciono a un lado de la casa. Bajo de el y lo primero que busco es la piedra roja de la que me hablo Wade, tomo la llave enterrada bajo esta y abro la puerta principal, entrando por primera vez en mi vida, a la casa a la que he venido por mucho tiempo cuando era un adolescente.
La vision es encantadora, es una casa tipo finca, pero al mismo tiempo, el diseño interior es moderno y exquisito, al estilo hacienda-estancia de los grandes empresarios. Empresarios como los Horan.
Miro en todas direcciones y lo primero que atino a hacer es a caminar lentamente por el vestibulo principal, observando los cuadros en las paredes, la decoracion y el fino amueblado blanco.
La puerta de cristal corrediza que da al jardin me ofrece la maravillosa vista de un cielo azul soleado y los arboles por alrededor de la piscina ahora vacia por el frio que hace mucho tiempo no veia. Era increible como este seguia siendo uno de mis lugares favoritos para estar.
-¿Mackenzie?
Una conocida voz a mis espaldas llama mi atencion, y volteo lentamente, clavando mis ojos en la mujer que me llama.
Cuando mis ojos hacen contacto visual con los suyos, mi corazon se estremece.
Sus ojos cafe no han cambiado para nada, pero se encontraban mucho mas maquillados que antes. Su cabello seguia siendo rojo como siempre lo habia sido, pero ya no era de ese caracteristico tono vibrante, lleno de vida y brillo. Ahora, se veia mas bien de un color bordo obscuro pero aun asi, su cabello siempre habia sido fantastico.
En su rostro, sin embargo, hay apenas algunas ligeras y casi innotorias marcas de la edad que la hacen lucir como una mujer de su edad.
Sin embargo, la forma en que viste dista mucho de la forma en que alguna vez la vi. De camisa, pollera entubada y zapatos formales, dista mucho de la motociclista enloquecida por la vida loca de la que alguna vez estuve perdida y locamente enamorado.
Y entonces, suspiro su nombre en mis labios...
-Adelaide.
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