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Capitulo 20

Subo al coche y lo enciendo, desganado.

Conduzco las seis cuadras hasta mi casa, y estoy apunto de subir a la acera para estacionar frente a ella, la veo sentada una vez mas en las escalinatas de la entrada de mi casa.

Se pone de pie tan pronto como nota que he llegado y se acerca al coche cuando lo apago. Toca tres veces en la ventanilla del copiloto pero yo mantengo mi vista al frente con las manos en el volante, sin hacerle caso.

-Abreme. Porfavor- Vuelve a suplicar como hoy en la tarde y cierro los ojos bufando.

-Dame una buena razon por la que abriria la ventanilla- Espeto, muy molesto.

-Porque sé que quieres escucharme. Debes hacerlo- Pretende sonar dulce y tierna y mis nudillos se ponen blancos de tanto apretar la goma del volante.

Respiro hondo y me bajo del auto. Ella corre por delante de este y yo me voy por detras con la intencion de ignorarla y entrar a mi casa.

Ella se pone frente a mi cuando intento pasar y la miro fijamente. Mi mandibula esta tan tensa que en cualquier momento podria partirse, y entonces, trago duro.

-¿Por qué?

Sus ojos se llenan de brillo y agacha la vista. Junta sus manos y vuelve a mirarme.

-Lo siento, Mac- Intenta disculparse y yo no dejo de mirarla lo mas frio que me sale.

-Te disculpo- Susurro y la tomo por sorpresa.

-¿Qué?- Dice ella con extrañeza en su mirada- ¿Enserio?

-No- Le sonrio amargamente y paso por al lado suyo, no sin antes notar como lagrimas pesadas caen de sus ojos.

-No me hagas esto- Pide tomandome del brazo y yo me deshago de su agarre con brusquedad sin voltearme a verla- ¡No puedes hacerme esto!

-¡NO, TU NO PUEDES HACERME ESTO, MALDITA SEA!- Exclamo tan fuerte que ella retrocede un par de pasos, mirandome... ¿Con miedo?- Adelaide, me mentiste y te perdoné por eso, y volviste a mentirme y mientras te hacias la enfadada conmigo porque no quise acostarme contigo, estabas chateando con alguien mas!- Sueno tan descolocado y furioso que en cualquier momento voy a estallar en lagrimas, pero no me importa- ¡Y no conforme con eso, fuiste a la heladeria donde yo trabajo, con tu amante que nisiquiera es el mismo sujeto que el de tus mensajes! ¡Por un demonio! ¡¿Y tu tienes el tupé de pedirme que no te haga esto, Adelaide?!

-Mac, calmate- Pide sin parar de llorar, en un susurro tan fragil y quebradizo que solo hace que mi furia aumente y podria jurar que mis puños queman- Tranquilizate, porfavor.

Escucho como la puerta principal de mi casa se abre, revelando a mi madre vestida con su bata de dormir, mirandome fija y seriamente. Sin embargo, no me atrevo a voltear a mirarla, no cuando estoy tan enfrascado en mi propio enojo.

-¡Me hiciste tanto daño, maldita sea!- Exclamo dando cortos pasos hacia el auto- ¡Y todo el jodido mundo coincidia en que tu eras mala para mi! ¡Todo el mundo me lo decia, y yo nunca quise oir!- El tono de mi voz aumenta mas y mas con cada palabra y no me importa sonar como un demente agresivo.

Muchos vecinos salen a ver que está sucediendo pero no les dedico ni un pequeño porcentaje de mi atencion.

-¡YO TE AMO, ADELAIDE! ¡Y TU SOLO JUEGAS CONMIGO!

Y entonces, ya no estoy en mis cabales. Camino con velocidad hacia el auto y le propino una patada.

-¡MACKENZIE!- Exclama mi madre cuando me descontrolo y comienzo a golpearlo con mis puños cerrados. No pienso, no siento, casi ni respiro. Solo lo hago.

-¡Mac, para porfavor!- Vuelve a suplicar Adelaide sin parar de llorar ni por un segundo pero no se atreve a acercarse. Al igual que mi madre, esta muerta de miedo por mi actitud agresiva. Y mi yo interno tambien lo esta, pero eso no me impide detenerme.

Entonces, lo escucho.

Una sirena policial llena mis oidos y miro en direccion a la calle. Por la derecha, a lo lejos, unas luces rojas y azules parpadean en la oscuridad de la noche. Me quedo quieto, tieso, observando como una patrulla se acerca y estaciona frente a la casa.

Adelaide y mi madre miran a los oficiales bajar del auto y mamá corre adelante mio alzando los brazos.

-NO TOQUEN A MI HIJO- Exclama a los gritos parandose frente a mi dandome la espalda. Los oficiales se paran frente a ella y me miran de reojo. Mis piernas tiemblan y mi corazon late a una velocidad antinatural. Adelaide me observa atonita, aun llorando, parada y quieta como una estatua. La miro de reojo y con el rostro inexpresivo. Sin vida.

-Lo siento señora- Dice uno de los oficiales con firmeza- Pero su hijo tiene un reporte por disturbios y violencia verbal. Me temo que tenemos que llevarlo a la delegacion.

-¡NO, NO!- Exclama rompiendo en llanto a los gritos cuando uno de ellos me toma del brazo, me da vueltas colocandome de espaldas, mirando en direccion al auto, y yo pongo mis brazos juntos hacia atras para que me espose.

Mi auto tiene la puerta del copiloto apenas un poco abollada por la severa cantidad de patadas y puñetazos que le propiné, pero no es nada de qué preocuparse.

Quien quedo completamente abollado- fisica y emocionalmente- fui yo.

Camino despacio, tranquilo y en silencio, justo como me lo indica el oficial que me ha esposado y que me guia a la patrulla.

En el momento en el que paso por al lado de Adelaide, la sangre se me congela. Ella me mira fijamente, y ahora estoy firmemente seguro de que tiene miedo. Me tiene miedo.

Sus ojos no se apartan de los mios no por un instante, nisiquiera cuando me suben al vehiculo policial y se van conmigo, dejando a mi madre llorando a gritos arrodillada en el suelo y a ella de pie y muy quieta, observandome.


~



Han pasado largas horas desde que metieron en una pequeña, desde que me detuvieron por golpear el auto.

El oficial Collins vino hoy en la mañana temprano a decirme que si bien provoqué disturbios, nunca hubo violencia verbal, segun asi lo confirmaron seis testigos. Asi que saldria mañana en la mañana.

Uno de los comisarios abre la puerta, dejando entrar a una abatida y triste nana Dori. Ella camina lentamente con ambas manos apoyadas en su pecho y las lagrimas corren por su rostro.

Camino hacia los barrotes y me sujeto de ellos apoyando mi cara entre uno y otro de ellos. Ella se toma de mis manos y apoya su frente contra la mia cerrando los ojos sin poder dejar de llorar y cierro los mios yo tambien.

-Mi niño, mi bebé- Solloza y abro los ojos para encontrarme con los suyos- Qué es lo que te hizo el mundo para terminar en una celda.

Trago saliva, pensando en todo lo que me ha sucedido.

-El mundo no tiene la culpa de nada- Digo con tranquilidad- Adelaide la tiene. Ella tiene la culpa de todo el mal que me sucedio.

-Tu madre no quiere verte- Balbucea y siento como si palideciera- Y no quiere pagar la fianza, pero yo no soportare verte ahi ni un momento mas.

El oficial a su lado camina hacia mi y abre la puerta de la celda, dejandome salir. Atonito y sin poder creer lo que esta sucediendo, corro hacia ella y la abrazo estruendosamente fuerte.

-¿Como? ¿Quien pagó entonces?

-Ella lo hizo- Afirma el oficial Collins entrando por la puerta y yo lo miro con la misma cara de sorprendido- Habrias salido mañana pero tu nana no lo quiso asi y decidio pagar la fianza que tu madre no quiso pagar.

-No, nana, no, voy a devolvertelo- Digo atragantadamente sin soltarla.

-Muchacho, luego lo solucionas- Se queja el otro policia obligandome a mirarlo- Ya tienes tu libertad. Solo vete y portate bien ¿Quieres?

-¡Gracias! ¡Gracias, gracias, gracias!- Exclamo euforico y salimos del pasillo abrazandola por alrededor de los hombros.

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