~Capítulo 1~
Kasla y Layson se hallaban en el banquete en el momento en que se dieron cuenta de que algo estaba mal.
La chica fue la primera en notarlo al sentir cómo un escalofrío recorría su espina dorsal, causando que percibiera un sabor agrio en su paladar y apartara la mirada de las personas que residían en el interior de la sala. Notó que todas ella no lucían alteradas o con algún cambio en sus semblantes.
¿Sería que Kasla había imaginado esa sensación? Era posible.
Sacudió la cabeza y apoyó su espalda contra la pared, pasando una mano por su cabello y esgrimiendo una mueca.
Y de nuevo llegó a ella ese escalofrío de antes, solo que ahora fue más intenso y le provocó un abrupto dolor en su espalda.
Ella apretó los puños y miró a todos lados, en busca de la razón de ese dolor, pues sabía que era a causa de la magia... Sí, la manera en que Kasla percibía la magia de otras personas no era la usual, a ella sentía un dolor punzante en su cuerpo que era más grande entre más poderosa fuera la marca que residía a su alrededor.
No tenía sentido, pensó ella al darse cuenta de que no había nadie a la vista que pudiera estar usando tal magnitud de magia.
—Kasla, ¿también lo sentiste? —preguntó de forma repentina una voz a su lado, causando que ella se sobresaltara al no habérselo esperado y volviera su mirada con rapidez, notando de manera inmediata que solo se trataba de Layson.
Ella asintió con la cabeza con lentitud, sabiendo a qué se refería.
—S-sí —contestó, con su voz temblando un poco—, pero no entiendo de dónde o cómo...
—Yo tampoco —confesó Layson, pasando una mano por su cuello y frunciendo el ceño—, sin embargo, sé que se trata de una marca grande y poderosa que nunca antes había sentido —Miró a su alrededor y su entrecejo se arrugó aún más—. ¿Has visto a Hyrod?
Kasla negó y mordió el interior de su mejilla. Después de todo, no era demasiado sorprendente que Hyrod desapareciera justo cuando presentían una marca así... Aunque esperaba por todas las cosas que estuviera en un error y que en realidad su amigo estuviera por ahí, en medio de ese gran Salón y que en realidad no tuviera nada que ver con esa aura mágica que le hacía sentir fatal.
—Tenemos que hallarlo —musitó. Y en ese preciso momento sintió un súbito dolor que inundó su cuerpo, haciendo evidente que la marca seguía ahí, creciendo cada vez más con cada segundo e instante que pasaba.
Sus labios se curvaron hacia abajo en una gran mueca y apretó los labios con fuerza.
Layson se percató de esto, y le dedicó una mirada preocupada.
—Tenemos que salir de aquí —comentó—, si Hyrod sigue en el Salón tendrá la misma idea y es posible que lo encontremos... Y si resulta que él ya salió, no tiene caso que nos quedemos.
Kasla no respondió y se limitó a hacerle caso.
Ambos salieron del lugar a toda prisa sin siquiera mirar atrás, cruzaron el alto umbral que dirigía al vestíbulo y después cruzaron las puertas hacia afuera. Kasla sintió que el dolor que antes había sentido se volvía más poderoso.
Esgrimió una mueca y apretó los dientes con fuerza.
Levantó la cabeza y abrió los ojos de par en par al darse cuenta de que, a lo lejos, se avistaba lo que parecía ser una clase de tornado... Sin embargo, no era uno causado por la propia naturaleza... No, este era diferente, y Kasla tenía la certeza de que de él emanaba aquella marca con esa energía inconmensurable que ya había detectado.
Volvió su cabeza hacia Layson y notó que él también miraba hacia arriba, con su entrecejo arrugado y sus ojos entrecerrados con recelo e incomprensión. Luego él parpadeó con fuerza y miró a su alrededor.
—¿En dónde demonios se metió Hyrod? —masculló entre dientes.
Kasla no supo qué responder y, al sentir una mirada en su nuca, miró sobre su hombro y cayó en la cuenta de que las personas que habían estado en el banquete ahora se hallaban en el vestíbulo, asomadas por el marco de las altas puertas y mirando hacia arriba con desconcierto y estupefacción.
Ella apretó los labios en una fina línea recta y maldijo por lo bajo, sabiendo que si la gente se involucraba en ese desastre, entonces sólo harían que la situación fuera más difícil de manejar.
De verdad, pensó con aire frustrado, ¿dónde estaba Hyrod?
Estaba comenzando a preocuparse por él, es decir, siempre tenía el afán de desaparecer en medio de estas cosas. Soltó un pesado suspiro y enfocó su mirada en el peculiar tornado, dándose cuenta de que se hallaba tan lejos, por lo que desconocía cómo sería la magnitud estando cerca.
—¡Layson, Kasla! —llamó de pronto una voz a los costados de ellos.
Kasla volvió su cabeza de forma inmediata y cayó en la cuenta de que, del interior de la multitud, estaba saliendo Gerth, el viejo tutor de Hyrod.
Ella se alivió un poco al verle.
Gerth se detuvo al llegar a su lado, mirándolos a ambos con claro deje de confusión y duda.
—¿Tienen idea de qué está ocurriendo? —preguntó, dubitativo.
Layson negó con la cabeza.
—No, apenas si salimos a ver qué era esa marca que sentíamos —contestó—, sabemos tanto como ustedes.
—¿Han visto a Hyrod o a Tasdev? —volvió a preguntar Gerth, pasando una mano por su cuello y tensando la mandíbula.
—¿Tasdev tampoco está? —inquirió Kasla, sorprendida.
Gerth dudó.
—¿Qué quieres decir con "tampoco"?
—Bueno, nosotros no hemos hallado a Hyrod... Y a estas alturas todos conocemos la clase de imprudencia que siempre le hace actuar sin pensarlo...
—Sí, lo sé —suspiró Gerth, sin añadir nada más.
Kasla mordió el interior de su mejilla y giró su cabeza hacia Layson.
—¿No podríamos ir a ver de qué se trata ese tornado? —cuestionó ella, vacilante—, si Hyrod no está entonces es posible que haya ido a verlo sin nosotros, y si es así, podría estar en problemas...
—¿Ir? —repitió Layson, mirándole con aire incrédulo—, ¿siquiera entiendes esa abrumante cantidad de poder? Si Hyrod fue hasta ahí significa que es un completo idiota y tiene la suficiente confianza en sí mismo como para creer que estará bien, así que no tiene caso que dejemos a las personas solas y les demos la libertad de comenzar a dispersarse, ¿sabes los problemas que se desatarían si eso llega a pasar? Porque déjame decirte que...
—Está bien, Layson —le cortó Kasla con exasperación—, lo entiendo; no podemos irnos de aquí. Sin embargo, tampoco quiero sentarme a ver todo esto sin hacer nada.
Layson tensó la mandíbula y no respondió.
Kasla se percató de que el tornado pareció aumentar su poder, cosa que pensó que no podía ser posible.
¿Quién era el dueño de esa marca? Era demasiada energía como para creer que realmente pertenecía a un humano.
Esperaba que al menos Tasdev estuviera con Hyrod, y que ambos se encontraran bien. Sí, eso era lo único que deseaba en ese preciso momento.
Ella parpadeó con fuerza al percibir que, de pronto y de manera súbita, la marca desapareció y el tornado se esfumó como si alguien le hubiera soplado al humo de una vela.
¿Qué había pasado? Kasla rascó su cabeza y arrugó el entrecejo, sin comprender cómo era posible que un poder tan grande podía desaparecer de un momento a otro.
Simplemente no tenía el más mínimo sentido.
No, se dio cuenta, la marca no había desaparecido por sí misma... No había rastro de ella, y era claro que no podía esfumarse en el aire de forma súbita y abrupta.
La marca se había ido... Pero también lo había hecho su dueño.
Y sólo podía haber una explicación para eso.
¿Teletransportación? A esas alturas, no dudaría de eso, sin embargo, el dueño de la marca debió transportarse a un lugar en verdad lejano como para no dejar señal alguna de su poder.
Apretó los labios y tuvo un mal presentimiento.
—No podemos quedarnos aquí —decretó tras quedarse en silencio por unos segundos, mirando hacia el lugar en donde había estado el peculiar tornado de antes—, tenemos que movernos... Algo sucedió.
—Eso es obvio —masculló Layson a su lado con ligero mal humor—, pero no podemos, ya te lo dije...
—Entonces tú quédate a proteger a las personas. Yo iré a verificar. No te preocupes, seré sensata y me marcharé de ahí si veo algo que me supere o que me pueda hacer daño, ¿de acuerdo? —Sin esperar a que su amigo respondiera, Kasla se volvió había Gerth—, por favor, también quédate y verifica el estado de las personas.
Gerth asintió con la cabeza, sin agregar nada más.
Kasla inhaló una honda bocanada de aire y, sin decir otra cosa, comenzó a correr en dirección a los establos que residían a espaldas del castillo, sabiendo de antemano que le tomaría demasiado tiempo si intentaba llegar a pie.
Subió al primer caballo que vio y le hizo correr con gran velocidad, rodeando el castillo y cruzando el puente levadizo, para internarse en el bosque hacia el lugar en donde había detectado la marca.
Debía llegar rápido.
Kasla no podía negar que no se sentía asustada, dado que la posibilidad de que Hyrod estuviera en peligro era más alta de lo que podría pensar... No, no quería que su mente se enfocara en tales pensamientos. No era un buen momento para eso.
Esgrimió una mueca, fijando su mirada en el frente y guiando con precisión al caballo a través de ese bosque, aferrando sus manos a sus correas y frunciendo el ceño.
Temía llegar al lugar donde había sentido la marca, ¿qué haría una vez que llegara? Buscar a Hyrod, eso era claro, sin embargo, ¿qué ocurría si no lo hallaba?
Eso no podía suceder de nuevo.
Kasla agradeció que el trayecto no fuera tan largo y que el propio caballo hubiera conseguido deducir a dónde se dirigían.
Y entonces llegó al lugar.
El caballo se detuvo sin que ella se lo pidiera, quizá dándose cuenta de que algo, sin lugar a dudas, estaba mal ahí.
Kasla abrió la boca y ensanchó los ojos en desconcierto e incomprensión al darse cuenta de que el claro al que había llegado no era lo que había sido antes.
Estaba cercano a la cueva del portal, cosa no le sorprendió demasiado, sin embargo, había más que sólo eso.
El césped y las hierbas que residían en ese campo lucían quebradas y dañadas, y parecían haber sido empujadas por una fuerza invisible, creando la forma de un círculo que yacía en el centro de todo ese desastre.
Kasla tuvo un mal presentimiento y sintió un nudo en si garganta. Apretó los puños y tensó la mandíbula.
¿Qué había sucedido? Odiaba no poder saberlo.
Entonces reparó en un detalle importante.
No había ni una sola persona ahí.
Kasla mordió el interior de su mejilla y recorrió con su mirada su alrededor sin tener idea de cómo actuar.
Descendió del caballo de un salto y se percató de que era evidente que ese claro sí había sido el mismo en donde el misterioso dueño de aquella poderosa marca se había puesto de pie.
¿De qué otra forma podía explicarse esa increíble destrucción que resultaba hasta precisa y sorprendente?
Kasla entonces se percató de un ruido que no pertenecía al bosque... Parecía ser un gemido de dolor, que no pertenecía a un animal ni mucho menos... No, era un ruido humano.
Ella agudizó su oído y prestó suma atención a este particular sonido, caminando en busca de él.
Se internó a través de un par de árboles, cuyas hojas se hallaban en el suelo y con múltiples ramas rotas.
Supuso que esto no era ningún buen augurio y siguió caminando.
Kasla se quedó de piedra al ver que, un par de metros más allá, se encontraba alguien sentado al pie de un árbol.
Era Tasdev.
Ella tragó saliva y parpadeó con fuerza, sin moverse. No obstante, cuando cayó en la cuenta de que el semblante de Tasdev parecían estar envuelto en un gesto de dolor y sus ojos estaban cerrados con fuerza, ella sacudió la cabeza y enseguida dio la cantidad exacta de pasos para ponerse delante suyo.
Al hacerlo, se puso de cuclillas y miró al hombre con lentitud.
—Tasdev —llamó Kasla con un tono suave—, ¿qué sucedió?
Él abrió sus ojos de golpe y clavó su mirada en la suya, dejando entrever su sorpresa y desconcierto.
—¿Qué haces aquí? —cuestionó él a cambio, frunciendo el ceño, y esbozó una mueca, arrugando la nariz y bajando la cabeza—, maldición, ¿para qué pregunto? Es claro... Pero me temo que tengo malas noticias, Kasla. Hyrod no está, se marchó.
Ella se quedó en silencio, procesando su respuesta y tratando de comprender a lo que se refería.
Bajó la cabeza y observó que Tasdev estaba herido. La zona de su abdomen estaba envuelta en sangre, la cual brotaba de la desconocida herida a borbotones, empapando la ropa de él y también su mano que permanecía fija ahí.
—E-estás herido —balbuceó Kasla, pestañeando con fuerza—, tenemos que llevarte al castillo...
Tasdev negó con la cabeza, tosiendo con dificultad y miró a la chica con determinación.
—Esto no es importante —contestó él, aún si Kasla no le creyó—, necesitas encontrar a Hyrod
—¿Dónde está él? —cuestionó ella, mordiendo su labio inferior con vacilación y duda.
—Se marchó con el hechicero...
—¿El hechicero? ¿El mismo que hizo todo este desastre? ¿A dónde se fueron?
—No lo sé, pero debemos ir tras ellos... No podemos... —Tasdev hizo amago de incorporarse, sin embargo, Kasla le detuvo, poniendo una mano sobre su pecho para impedirlo.
—Tasdev, no puedes moverte —advirtió la chica con seriedad—, no sé con qué te habrás herido, pero hasta descubrirlo te dejaré aquí e iré a buscar ayuda, ¿entendido, Tasdev? No te moverás ni un centímetro...
—¡No lo entiendes, Kasla! —exclamó el hombre con palpable irritación y molestia—, no puedo quedarme aquí, debo encontrar al hechicero y matarlo...
—¿Matarlo? ¿De qué hablas?
—¡Hablo de vengar la muerte de mi hermana! ¡Maldición, Kasla! ¡Debes entender mi impotencia!
Kasla tensó la mandíbula con fuerza, dándose cuenta de que lidiar con Tasdev en ese estado era como tratar de retener a un perro lleno de rabia y rencor que estaba ansioso por morder a la primera persona que se cruzara en su camino.
Sin embargo, ceder a las palabras de Tasdev implicaba dejarlo ir y ser responsable de su posible muerte gracias a su pérdida de sangre.
Si tan solo pudiera concentrarse bajo esas circunstancias, podría curar la herida de Tasdev en ese preciso instante, no obstante, temía hacer algo mal y que la tensión y angustia que sentía solo empeorara la situación. Pero sabía que si se marchaba para ir en busca de alguien que pudiera ayudar, Tasdev seguramente se iría por su cuenta.
Y tampoco podía permitir eso.
—Tienes que calmarte —musitó ella, rascando su cuello y comenzando a sentirse desesperada. Debía contactar a Layson, sin embargo, no podía hacerlo sin moverse de ahí—. No sé quién es este hechicero ni tampoco tus motivos para querer vengarte de él, pero no me importan en este momento. Mi prioridad ahora es tu vida, así que más te vale guardar tu rencor y entender que podrías morir con esta herida...
Tasdev se rió entre dientes sin atisbo de gracia.
—No, Kasla —respondió—, no puedo hacer eso... Además, dijiste que no conocías a este hechicero, pero sí lo haces.
—Hum, bueno, supongo, digo, hasta donde tengo entendido es el mismo que asesinó a los tres guardias y activó el portal, ¿cierto?
—No, me refiero a que lo conoces en persona —Tasdev se interrumpió a sí mismo al toser con fuerza en su puño un par de coágulos de sangre, y se quedó en silencio por unos instantes para recuperar el aliento.
—¿Qué? No, no es verdad —contradijo Kasla, dubitativa—, me había dado cuenta si hubiera estado junto a alguien con una marca tan poderosa, no tienes sentido que digas...
—Es Latbel —soltó entonces Tasdev, con tono amargo e incluso exasperado.
Kasla le miró como si de pronto le hubiera crecido una tercera cabeza, parpadeando varias veces y preguntándose si acaso había oído bien.
—¿Hablas del niño perdido que estaba con Hyrod? —inquirió, y cuando Tasdev asintió con lentitud, ella negó con la cabeza y puso el dorso de su mano sobre la frente de él—, ¿seguro que estás bien? Podrías tener fiebre, ¿me escuchas con claridad en este momento o...?
—¡Estoy perfectamente consciente! —gritó Tasdev, irritado—, no estoy alucinando ni mucho menos, ¿lo entiendes? Sé de lo que hablo... Es Latbel, maldita sea, ¡él es el hechicero!
—Pero es un niño...
—¡Que tenga esa apariencia no lo vuelve uno! Kasla... No estoy mintiendo, eso deberías saberlo, tampoco estoy alucinando. Latbel no estaba en el castillo, ¿o sí?
Ella lo pensó por unos minutos, comprendiendo que en realidad no había pensado en eso.
—C-creo que no —masculló.
—Latbel no estaba ahí porque vino aquí, lo supe de inmediato cuando finalmente conseguí reconocer su marca... Hyrod me siguió cuando salí en su búsqueda, sin embargo, ya era tarde, Latbel ya había iniciado el hechizo...
—¿Hechizo? ¿Cuál hechizo?
—No tengo idea... Solo sé que era muy poderoso y estaba causando mucha destrucción. Hyrod se acercó a él, seguramente su imprudencia dominó antes que su instinto de supervivencia... Entonces el muy idiota de acercó a Latbel.
Kasla abrió sus ojos, sin estar segura de qué pensar al respecto.
—¿Él rompió su hechizo? —cuestionó, comprendiendo que eso podía significar un gran problema para la vida de Hyrod si en verdad había rotó la concentración del hechicero.
—No... Latbel consiguió llevarlo a cabo poco antes de que Hyrod se acercara... Pero eso sólo fue peor.
—¿Por qué? ¿Qué sucedió?
—¿Que no es lógico? Ellos se fueron... Desaparecieron por completo. Latbel se marchó de aquí y se llevó a Hyrod consigo.
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