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MITSUYA TAKASHI

Los bulliciosos compañeros de clases de la preparatoria a la que Shinju, chica de cabellos negros a medio recoger y unos mechones lacios que caían grácilmente sobre su frente dando forma a un fleco recto, asistía empezaron a guardar sus pertenencias en sus mochilas antes de salir disparados a sus siguientes clases. Shinju se tomó su tiempo y a sus oídos llegó la voz de un compañero hablando sobre la dificultad en el ejercicio que el profesor le asignó. Volteó con disimulo, admirando al adolescente poseedor de cabellos cortos color lila plateados que observaba con descontento el cuaderno reposando en su mesa. Shinju ojeó su bolso y vio la prenda que ahí yacía mostrando zonas desgarradas, suspiró y se armó de valor para con decisión mover sus pies hacia el chico. Se paró al lado de su mesa y él levantó la vista para verla, pues estaba sentado en su silla. El jóven la examinó con detenimiento por largos segundos, como si tenerla enfrente fuese alguna preciosa ilusión óptica.

De cerca Shinju pudo apreciar el arete con diseño de cruz que pendía de una de las orejas del adolescente, también
miró con curiosidad esas particulares cejas que le daban el toque perfecto a sus rasgos.

Él es más guapo de cerca.

—Puedo ayudarte con la tarea si te es complicado —ofreció luego de haber aclarado la garganta para que su voz saliera firme.

El chico no escapaba de su asombro tras oírla, aunque no permitió que en su cara se notara esto. Él tenía un crush excesivo con la muchacha que ahora soltaba vocablos con su voz llena de armonía hacia su persona. No creía semejante suerte o bendición de ser quien acaparaba su atención en ese momento.

—Eh... ¿estás segura? No quiero estorbarte —trató de ser benévolo, mientras que por dentro suplicaba lastimero mantenerla ahí junto a él.

—El profe de mi siguiente clase no vino, puedo ayudarte si tienes esta hora libre.

—Bueno... —él se llevó una mano a la nuca y apartó la mirada, acordándose de sus obligaciones —, tengo que estar en el club de costura dentro de cinco minutos.

Los ojos de Shinju brillaron y se lanzó hacia su oportunidad.

—Eso es perfecto, de hecho. A cambio de ayudarte con la tarea, vas a reparar una sudadera que tengo en mi bolso. ¿Crees que puedas hacerlo?

El de cabellos lila-plateados la observó con interés, entendiendo porqué la chica tomó la iniciativa de ir a hablarle a él.

—Me parece justo —accedió con una sonrisa de lado, poniéndose de pie y guardando sus útiles en su mochila.

Sus bonitos ojos destellando gentileza posándose sobre ella fugazmente con disposición hicieron que el corazón de la adolescente se acelerara y tuvo que mandarse a serenarse por temor a cometer alguna acción que la pusiera en vergüenza.

—Eres Mitsuya, ¿no?

El mencionado la miró con sorpresa.

—Y tú eres Shinju.

Shinju asintió en tanto le regaló una diminuta sonrisa que dejó atontado a Mitsuya durante un efímero segundo.

Ella es tan hermosa.

Al parecer ambos jóvenes se habían estado profesando secretamente más atención de lo normal, anhelando en demasía el día que pudiesen acortar aquella línea que los distanciaba.

(...)

Shinju no retiraba su vista de Mitsuya en tanto el susodicho movía ágilmente sus manos sobre la máquina de coser y su querida prenda, el sonido constante de distintas máquinas dando puntadas predominaba en toda el aula ocupada por los integrantes del curso de costura. Las chicas presentes al principio dieron miraditas intrusas al verla con quien se hacía llamar presidente ahí, desistieron con obtener más información cuando dio inicio la clase; cada una se centraba en sus trabajos de costura con dedicación.

—Terminé, échale un vistazo —Mitsuya le entregó la sudadera y Shinju observó cómo el área del interior que yacía rota fue tapada con una especie de parche y casi no se notaba el arreglo. Mitsuya se jactó tras reparar en su expresión feliz —. Por suerte teníamos tela similar de sobra.

La boca de Shinju rompió en una muy satisfecha sonrisa. La creciente alegría guió a sus brazos a enrrollarse sobre el cuello del adolescente en un abrazo de agradecimiento.

—¡Muchas gracias! Es mi sudadera favorita y no podía aceptar botarla.

Shinju se apartó al caer en cuenta de tal atrevimiento al tocarlo sin su permiso y se sonrojó. Mitsuya se veía igual de rojo que ella, aunque sus ojos irradiaban un brillo intenso de emoción.

—No hay de qué... ¿Entonces mañana al salir de la prepa me ayudas con la tarea?

—Eso está bien...

Ella quiso seguir hablando, no obstante, el peso de las miraditas cotillas de otras chicas la obligaron a ponerle fin a esta charla y, haciendo una reverencia hacia Mitsuya, abandonó el aula con la nueva prenda reparada en sus manos. La tomó por sorpresa que a mitad del pasillo una mano ajena cayera sobre su hombro con intención de llamarla, al girarse admiró al chico de la costura con aires tímidos, pero decidido.

—¿Quieres que también mañana vayamos por helados y comamos juntos?

Mitsuya esperó con ansias, muriendo de nervios en su interior. La respuesta del magnífico ser adelante suyo no se hizo esperar de más:

—Hagámoslo —Shinju asintió entusiasta y con dedos temblorosos le dio su móvil pidiendo tácitamente su número y claro que Mitsuya la complació, ilusionado al imaginarse perdiéndose horas completas mensajeando animado con la encantadora muchacha.

Después de ese dócil intercambio cada cual siguió su camino, pensando solo en su próximo encuentro, pues la dulce compañía del otro les brindaba confort.

(...)

Un candente suspiro se filtró de entre los labios de Shinju cuando Mitsuya le sujetó la nuca con galanura pero igual con un deje de posesividad para hacer aún más profundo el apasionado beso que dio inicio entre ambos hacía unos segundos. Lo sintió sonreír contra sus labios cuando ella deslizó lentamente una de sus manos desde su pecho y en su trayecto pasó con suavidad por sus hombros hasta anclarse afable sobre el cuello. La aventurera mano de Mitsuya que no sostenía su nuca viajó hacia su cintura y dio un pequeño apretón que por poco provocaba un jadeo ahogado en Shinju. Cuando el chico quiso pedir su permiso para tocar la piel debajo de la blusa, la voz de las hermanas de este resonaron desde la sala reclamando el importante hecho de no haber comido nada.

Shinju se apartó con su rostro coloreado de rojo y Mitsuya soltó un bufido ronco como muestra de su resignación por la interrupción.

—¿Crees que alguna vez tendremos un tiempo para nosotros solos? —se quejó apoyando su cabeza en el cuello de su novia. Por diversos motivos ellos aún seguían sin hallar el ansiado momento de privacidad para tener intimidad por primera vez, algo que habían charlado con anterioridad concluyendo en que deseaban escalar al siguiente nivel.

—Tus hermanas tienen hambre, ve a cocinarles —Shinju lo alentó con una contagiosa sonrisa y caricias cordiales sobre su cabello corto. Mitsuya besó con dulzura su frente antes de levantarse obligado de la cama donde hace unos minutos se encontraba sentado junto a Shinju.

—Ven a ayudarme.

—Ni lo pienses, soy mala cocinando. Yo solo estaré dándote ánimos desde lejos.

Ambos rieron y salieron al encuentro de las hermanas del adolescente de bonitos ojos lavanda que Shinju tanto veneraba y amaba. No se arrepentía de haber dicho que sí cuando Mitsuya le pidió nervioso que fuese su novia después de meses en donde su relación se basaba en una muy férrea amistad. No requirió demasiado tiempo para que los sentimientos de ambos florecieran con intensidad al punto de ahora compartir una gran confianza.

Definitivamente acercarse al chico aquel día para hablarle por primera vez fue una excelente decisión.

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