38: No seguiré sin ti
Adrián se preguntó a quién habían herido mientras corría por los pasadizos de emergencia, se detuvo antes de doblar la curva y escuchó a alguien más, pero al saber que se alejaba continuó con cautela.
Pasó por el área de máquinas y al ver un arma ensangrentada ahí, se alertó. Avanzó con prisa divisando luz en otro ambiente, escuchando a una mujer quejándose. Al llegar vio a la mujer de cabellos rizados activando opciones en un panel al lado de una cápsula a la que debía entrar, con mucha dificultad.
Corrió y la sostuvo, pues ya desfallecía.
—Oh no —dijo al ver la herida en su abdomen.
La alzó y acomodó en la cápsula, revisó el panel y terminó de seleccionar el procedimiento a realizar. Escuchó los zumbidos característicos de los drones y miró con preocupación hacia la entrada.
—Vete, te pueden matar —murmuró Helen con dificultad.
—Pero...
—Estaré bien, es superficial. Si entran, dispararán...
Él no había escuchado la orden de Carla, de algún modo confiaba en Helen, y como era muy lógico, esperaba que la líder buscara capturarlo como fuera. Debía salir, ya que un disparó podía darle a ella también, así solo empeoraba las cosas. Retrocedió y salió corriendo, vio sobre su hombro a los drones ya cerca, que aceleraron al captarlo.
Carla sacó el arma ancestral que había tomado del joven, la alistó por si se topaba con él, por si decidía atacarla en venganza por lo que le había hecho, ya que a pesar de no considerarlo incorrecto, asumía que él, como ser casi irracional, sí. Anduvo por los pasillos y apresuró el paso al escuchar a alguien más, logrando chocar con Diana.
La chica lloraba, la tomó de los hombros y la sacudió.
—¡Deja de llorar y habla qué pasa!
—¡Maté a Helen! —La presión sanguínea le bajó a la líder por la conmoción—. ¡Fue un impulso, no quise...!
—¡Idiota! —La tumbó de un golpe.
Reclutar mujeres potencialmente peligrosas le había pasado factura finalmente, aunque no estuviera dispuesta a aceptarlo, total ella misma le ordenó que se encargara de la mujer, llena de rabia al verla defender a ese hombre que no era más que una bestia insensata que se las arreglaba para no caer en sus manos.
Teresa y Olga entraron al Edén impactando el gran bus floter contra la entrada posterior vidriada, los cristales cayeron como lluvia. Ya no les importó ser sutiles, sobre todo a Teresa, estaba decidida a darle un alto a la situación.
La alarma traspasó sus oídos apenas se abrieron las puertas del vehículo.
—¡Qué pasa aquí! —renegó Olga.
—¡No importa, ve por Carla!
La mujer asintió y fue a buscarla empuñando su arma. Adrián salió de un pasillo a otro que miraba al primer nivel, habiendo perdido a sus perseguidores, y su corazón dio un brinco al ver a Teresa, jadeó, estaba sana y salva.
—¡Tesa!
La chica alzó la vista enseguida y echó a correr a la gran rampa en espiral que conectaba los primeros niveles.
—¡Adrián! —gritó queriendo poder llegar a él tan rápido como sus voces.
Con desesperación subió ignorando el dolor de su herida, mientras él también corría a darle encuentro. Durante esos escasos segundos la preocupación la inundó, todo indicaba que había escapado y lo buscaban tal vez para matarlo. Llegó al segundo nivel cuando él se aproximaba veloz y de un brinco recibió su fuerte abrazo tras gritar su nombre de nuevo.
Avanzó haciéndola retroceder de puntas sin soltarla ni un poco, quedando contra uno de los muros de un costado, ocultos al lado de una columna. La sostuvo con fuerza enterrando el rostro por su cuello, encontrando calma al sentirla, al rodearse con su aroma.
Teresa le brindó suaves caricias.
—Tesa, Tesa, estás bien.
—Sí...
—Dios, creí que habías muerto. —Su agarre alrededor de la chica no flanqueó, quería sentirla, saber que no era un sueño.
—¿Estás bien, no te hizo daño esa bruja? —quiso saber posando su mano en su mejilla izquierda, logrando notarla extrañamente tibia y enrojecida de forma leve.
Entreabrió los labios para decir algo pero él negó ofreciéndole una sonrisa para despreocuparla.
—Ahora estoy bien —susurró—. Pero digamos que, si salimos de esta, necesitaré como cincuenta duchas y un dron psicólogo.
Pegó su frente a la suya soltando un suspiro.
—Vamos, debemos salir...
Voltearon y se encontraron cara a cara con drones. La chica soltó una exclamación de sorpresa y susto al tiempo en el que activaba su magnetismo del traje con el apretar de sus puños, alejándolos de golpe. Salieron corriendo. Los aparatos volvieron y dispararon.
Teresa se quejó apretando su costado.
—¡Estás herida, aléjate, solo me buscan a mí! —le pidió el castaño. Más drones se interpusieron y la hicieron retroceder—. ¡Déjenla, estoy aquí! —los llamó y estos se lanzaron a él.
DELy se quedó y quiso dispararle a la pelinegra pero ella sacó su arma como acto reflejo y le disparó una descarga.
—¡Eso es por DOPy!
Adrián corría de subida siendo seguido por los aparatos, no disparaban si no captaban blanco para no desperdiciar energía. Volteó preguntándose por qué parecían desacelerar, cuando otros llegaron por un costado sin previo aviso y lo embistieron con la fuerza de un vehículo.
En un fugaz y eterno segundo volvió a sentir a la muerte tocar su puerta, había regresado a su vida, esa misma de cuando vaciaban combustible a su lado, cuando subió al borde del edificio. La contusión por su cuerpo rompiendo la baranda, haciendo volar los cristales que volaron por sus costados. La sensación de vacío le contrajo el estómago.
Cayó.
—¡NO! —chilló Teresa pegando un brinco hacia él.
Lo atrapó aferrándose y cerrando los ojos, apretando bien los puños. Los cristales de la baranda se hicieron añicos al dar contra el suelo.
Adrián respiraba agitado tras haber sentido que todo acababa con la caída, temiendo morir, temiendo haber dejado a Teresa, encontrándose prácticamente sobre ella, a unos dos metros sobre el suelo y subiendo despacio, ya que su peso y la velocidad de su caída los había dejado más cerca del piso de lo que debía.
Se miraron a los ojos. Ella no podía explicar el alivio al comprobar que había podido salvarlo, cuando sintió que el alma se le iba al verlo caer.
—Tesa... —Giraron a causa de su leve movimiento, quedando él hacia abajo.
Ambos ahogaron gritos de susto, aferrándose más el uno al otro. El magnetismo fue disminuyendo y Teresa lo movió por su traje, logrando quedar de pie sin problemas. Los drones, al detectarlos con vida al pisar suelo, descendieron veloces.
Quisieron correr a la salida pero más drones liderados por DELy, que se había restablecido de la electricidad, les hicieron cambiar de rumbo. Helio transmitía todo sin que supieran, las mujeres en el exterior se mantenían alerta.
Olga vio a Carla y aceleró el paso.
—¡Ahí estás!
La mujer sonrió de lado. Cuando estuvo por alcanzarla fue golpeada por un costado y su cuello fue aprisionado por la longitud de una dura arma, la halaron hacia atrás mientras pataleaba tratando de liberarse. Diana usaba toda su fuerza en retenerla.
Le dio un codazo y un pisotón y la desarmó veloz, apuntándole. Tragó saliva con dificultad y dolor a causa de la presión que había ocasionado el arma.
—Carla —le dirigió la vista—, basta, no sé qué buscas, si crees que debes satisfacer a tu concejo no es así, puedes dejar al muchacho libre, podemos traer de regreso al hombre sin que esto sea un problema.
—No digas tonterías. Él se ha negado a ser obediente, si son más será peor.
—La idea no es que sean obedientes, ¿o acaso olvidas que la humanidad es una sola?
—Debe desaparecer, la humanidad ya es lo que conocemos ahora.
—M.P modificó los genes de los pocos hombres que quedaban y los convirtieron en lo que son, no fue la naturaleza.
—Me enorgullezco, velaron por nuestra seguridad y esa fue una mejor opción.
—¿Si tanto los desprecias, por qué tanto afán en tener sexo con él?
—¡Hipócrita, tú también quieres probarlo! ¡Si se le deja con vida tampoco vamos a ser las únicas!
—Tal vez, pero yo no soy su pulcra líder —se burló—. Espera a que todas ahí fuera sepan de tu afición con los másculos.
Drones se acumularon detrás de ella.
—¿Qué esperan para detenerla? —renegó la líder.
Olga echó a correr y las máquinas la persiguieron, la mujer lanzó un disparo al cielo raso de cristal liviano que proporcionaba luz, la descarga la hizo una lluvia de finos pedazos. Diana gruñó y fue tras ella también. La alcanzó y le brincó encima, cayendo y rodando contra el duro suelo con violencia, volviéndole a aprisionar con el arma.
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Teresa y Adrián entraron a un ambiente y se pusieron contra la puerta. Respirando agitados, vieron sobre sus hombros, encontrándose rodeados por cubículos con másculos dormidos. Había muchos vacíos.
—¿Son los que quedan? —preguntó el joven en susurro.
—Eso me temo...
Puso su frente contra el grueso cristal, suspirando.
—Me siento como ratón queriendo huir de las gatas y sus secuaces drones.
Teresa dejó escapar una corta risa, él la miró y sonrió. La chica se empinó tomando su rostro y besándolo, devorando sus labios con intensidad. Tal vez no era el momento, pero lo necesitaba y él también, la abrazó con fuerza, aferrándose, amenazando con comerle los labios, dejárselos hinchados.
—La haré pagar por haberte tocado —jadeó Teresa y volvió a besarlo.
El horror y la vergüenza volvieron a él, no solo por recordar lo que le había pasado, sino saber que ella de algún modo lo había visto. Los dedos de la chica se enredaron en sus cabellos, él tiró de su labio inferior con los suyos. Era ese arrebato pasional el que quería darle y sentir siempre, lamentablemente...
—¡Teresa! —la llamó Carla desde su comunicador que mandaba su voz a toda la edificación—. Sé que estás aquí, dejemos de jugar y entrégame lo que le pertenece al Edén, o más personas van a tener que pagar por tu capricho, por ejemplo tu mamá.
La pelinegra se preocupó.
—Mi mamá...
—Tengo a Olga además. Piénsalo. ¿Crees que un solo hombre vale la pena todo esto que estás haciendo? ¿Crees que vale sacrificar lo que conoces por alguien que apareció recién en tu vida y solo ha provocado caos en nuestra perfecta sociedad? Imagina lo que más hombres como él harían, si solo con uno estamos como estamos. Debe ser eliminado, el mundo debe seguir y volver a su orden ya establecido.
Adrián bajó la vista.
—No voy a dejar que lastime a tu mamá —murmuró.
Teresa se sintió atrapada. Por un lado su mamá y Olga, que le había ayudado, y por el otro... Su corazón dio fuertes latidos como si estuviera dando los últimos, queriendo mantener su vida mientras se la arrebataban. Desesperanza.
—No... No, Adrián... —Lo abrazó.
Cerró los ojos con fuerza. Su mamá, la habían ubicado, no podía ser.
—Ella tiene razón, solo provoqué caos. Tal vez le he estado huyendo a la muerte, pero ahora ha vuelto, lo pude sentir al caer...
—¡No digas eso, no lo digas! —Las lágrimas quemaron en sus ojos queriendo salir por su desesperación.
—Tesa... —Tomó su rostro, ella ahogaba un sollozo, le limpió las lágrimas con dulzura mientras ella negaba—. No llores, estoy en paz al saber que estás bien, que estás viva.
—¡No te voy a entregar, te amo!
Él suspiró y la apretó contra su cuerpo.
—Te amo, pero no se me viene a la mente otra solución, y nunca me perdonaría si le hacen algo a tu mamá por mi culpa. Nunca pensé que las cosas pasan por alguna razón o propósito, creí que solo era cruel azar del universo, pero me enamoré de ti... y entendí que tal vez simplemente eso me faltaba conocer.
—No puedo sin ti —reclamó con la voz quebrada.
—Sí puedes, ya saben ahora que los genes de los másculos pueden ser modificados y arreglados... pueden hacerlo sin mí.
—¡Basta! —Se apartó y limpió las lágrimas con prisa, llena de coraje—. No vine para ver cómo mueres, vine a sacarte. ¡Hallaré una solución! ¡La hay, es solo que esas brujas no la quieren ver, no han querido buscarla!
Quedaron viéndose a los ojos, sus expresiones de angustia y preocupación solo les recordaron lo importantes que eran el uno para el otro. Adrián tensó los labios, ver a su pecosa pasando por eso era detestable, verla angustiada por todo lo que hacían las otras por tenerlo, no era justo. Tal vez no hubiera habido caos si hubieran afrontado el problema de su existencia de otra forma, en eso Teresa tenía razón. No quería dejarla, quería hacerla feliz, y amar era eso, amar era no dejar, era felicidad, éxtasis, cuidarse mutuamente.
—Ven aquí —pidió acabando con la distancia y entregándose en un beso.
Un beso que les robó el aliento, que unió sus cuerpos una vez más, sus almas ya eran una sola. Teresa supo que tendría sus labios grabados en ella por siempre, se sabía incluso el sabor de su piel bajo sus besos de pasión, el sonido de su voz, los fantasmas de sus caricias la acompañarían, su cuerpo ardería con el suyo en las noches. Él se había vuelto parte de su vida, era amistad, locura, deseo, risas.
No iba a entregarlo. No.
Un estruendo la hizo soltar un corto grito y aferrarse a él, que ya estaba haciéndole frente a la puerta de grueso cristal. Podía distinguir a los drones con sus luces rojas afuera, chispeando para volver a lanzar una descarga.
Otros ruidos llamaron la atención de la chica. Miró a su alrededor, los másculos estaban despertando. Las alarmas y el desbloqueo de las salidas de emergencia habían desactivado el modo de sueño y solo había sido cuestión de tiempo para que empezaran a reaccionar.
Otro estallido rajó el cristal de la puerta.
—¡Vamos! —avisó Adrián tomándola de la mano y buscando la salida de emergencia desbloqueada con sus ojos.
Los másculos comenzaban a salir de sus cubículos, y al verlo a él, se ponían alertas o a gruñir, cosa que les recordó que no todos eran educados como los de Olga. Uno quiso morder a Teresa arrancándole un corto grito y Adrián se puso entre ambos. Pronto se vieron rodeados.
Con un veloz movimiento jaló una pequeña mesa, botando las tabletas de información que tenía encima y causando ruido que alejó a los másculos solo un poco, amenazó con el objeto, estaba dispuesto a defenderse con eso.
Otro estallido y los drones entraron a disparar armando el caos.
—¡Adrián! —gritó Teresa queriendo tirar de él y escapar.
Pero el muchacho se lanzó a golpear a los aparatos, usando la mesa como escudo y como bate. Los másculos corrían de un lado para el otro, la pelinegra contempló un par de segundos horrorizada cómo varios caían abatidos. Los drones también les disparaban a ellos al detectar su naturaleza masculina como la de Adrián, a quien tenían orden de disparar.
—¡Basta, no los maten, solo quedan ellos! —chilló tomando otra mesa y atacando también.
Adrián le dio a uno lanzándolo contra la pared y recibió a otro que se dio contra la mesa por querer embestirlo a él, lo botó y con la misma le dio, rompiendo al aparato como a insecto contra el suelo, un disparo le cortó el brazo y ahogó un grito dándole con la mesa al dron que venía a dispararle más. Teresa le dio a otro y se puso espalda con espalda con él, ya empezaban a querer rodearle.
—¡Corre, Tesa, de esto me encargo yo!
—¡No cuentes con eso! —Apretó los controles en sus palmas del traje y su magnetismo, para su alivio, alejó a los drones.
Carla andaba de un lado para otro, esperando a que los drones le trajeran lo que quería, Olga estaba aprisionada por los brazaletes magnéticos de DELy. Diana mantenía lista su nueva arma de electricidad.
—Nada vas a ganar matándolo —habló la rebelde Olga tratando de liberarse aunque fuera inútil, se preguntaba en dónde estaba Helio—, sabes que no va a ser olvidado. Las mujeres ahí afuera siempre recordarán el día en el que un hombre apareció.
—No te adelantes, a él le tendré todo el tiempo que quiera. Mi verdadero plan es terminar lo que empecé, deshacerme de la chica, ella estorba, y a ti también, ¿no es así?
La mujer frunció más el ceño, apostaba a que le haría hacer el trabajo a Diana, ella no se ensuciaría las manos, trataba en vano de no sentirse la loca asesina que estaba siendo. DELy de repente proyectó imágenes y pudieron ver lo que los drones hacían: disparar a los másculos que corrían por los pasillos.
Carla quedó con los ojos bien abiertos.
—¡No le disparen a los másculos, máquinas idiotas! —ordenó.
Pero era tarde. Los másculos que habían estado en cubículos todavía durmiendo estaban muertos, otros tantos que habían querido huir, también. Los pocos que quedaban escapaban, siendo perseguidos por los otros drones.
Teresa le pidió la mano a Adrián, ella flotaba a causa del magnetismo, se fijaron que los drones empezaban a dejar de querer acercarse. La chica bajó el magnetismo un segundo y al otro lo volvió a activar de golpe y al máximo, estrellando a los aparatos contra los muros.
—¿Estás bien? —preguntó pisando suelo, preocupada y tomando su brazo herido.
—Tranquila...
Pero sangraba, parecía un corte profundo. Él lo apretó dando un paso atrás. Teresa supo que no podían seguir ahí, debían salir, esos drones eran listos.
—Vámonos, si los otros nos encuentran, cambiarán sus polos magnéticos para poder acercarse sin problemas —advirtió—. Eso era lo que planeaban estos.
—Por aquí —les llamó Helen. La acompañaba el único dron que le obedecía.
No lo esperaban pero la siguieron, Teresa dudó sin embargo, pero al ver que Adrián confiaba, no le quedó más opción. Helio también los perseguía, transmitiendo todo al exterior.
—Traté de activar los muros trampa —comentó Helen—, pero al haberse activado las alarmas ahora son más peligrosos, ya que se activó el bloqueo en el edificio porque Carla no quiere que nadie salga, así que si la barrera detecta algo saliendo, esos muros podrían...
—Helen, saca a Adrián de aquí —ordenó la pelinegra deteniéndose.
Ambos la miraron con sorpresa.
—No —negó él enseguida.
—Si salimos, todos esos muros trampa podrían explotar, ¿cómo saldrás antes de eso?
Eso no ayudó a que Adrián se tranquilizara.
—¿Ya escuchaste? Vámonos —pidió queriendo tomarla de la mano pero ella retrocedió.
—Te busca matar, no lo soportaría, yo puedo pelear contra ella, puedo distraerla lo suficiente...
—No voy a dejarte, Tesa.
—Y yo no voy a dejar que mueras, no tenemos tiempo, por favor. Helen —le rogó a la castaña.
Ella tensó los labios pero asintió. Sabía que Carla buscaba matarla, estaba segura de que Teresa también lo sabía, la líder no iba a quedarse tranquila al no haberlo logrado la primera vez. Y cuando ellos salieran, casi todo el edificio explotaría, el problema era que Carla también podía dar la orden cuando quisiera.
—No voy a irme a ningún sitio sin ti, Teresa —insistió él tomándola de los hombros—. Sin ti no soy, ¿recuerdas? Si soy Adán, tú eres mi Eva.
Teresa juntó las cejas al ver su angustia, pero hizo el esfuerzo porque no notara su labio temblar.
—Tú prometiste vivir, tu existencia es importante aunque no lo creas. Soy solo una mujer más, tú el único hombre, eres importante.
—¡No digas tonterías!
—¡Vete, no seas terco! —Le dio un empujón con la fuerza del traje que lo hizo caer sentado, marcó un código en el cristal del costado.
—¡Tesa! —gritó él poniéndose de pie y un muro se alzó entre ambos.
Inició un conteo regresivo y Helen tiró de él.
—¡Explotará!
Corrieron en dirección contraria lo más veloces que pudieron, al igual que Teresa. La chica cerró los ojos con fuerza, dejando caer un par de lágrimas por haberlo dejado de nuevo, temiendo que fuera la última vez que lo veía, pero se encargaría de Carla, la haría entender de buena forma o de mala.
Solo podía pensar en salvarlo, lo tenía claro y ya lo había dicho, haría lo que fuera, todo lo que estuviera a su alcance, todo por él.
Llegó corriendo a donde se encontraba, Olga abrió mucho los ojos con susto, sabiendo que la líder le esperaba con una sorpresa. La mujer frunció el ceño.
—¿Y mi hombre?
Teresa, que jadeaba por haber corrido, fruncía el ceño también, clavándole su rabia.
—Olvida que lo tendrás. ¡Nunca vuelvas a tocarlo! ¡¿Escuchaste?!
Helen y Adrián llegaron al lugar por donde había entrado el floter con Teresa y Olga, la barrera podía verse en el exterior, causando leves deformaciones en lo que se podía ver del boque de atrás. El joven se detuvo.
—Adrián —murmuró Helen con cautela—, salgamos, ella va a tener tiempo de salir, estoy segura... —Él negó despacio, retrocediendo un paso. La mujer tragó saliva con dificultad—. Entiende que si vas, te pueden matar.
—A ella también, y no me importa ser el único hombre, ya podrán hacer más si saben cómo manipular los genes, lo harán —aseguró.
—Le vas a complicar las cosas, ¿quieres eso? No puedes hacer nada más que estorbar. ¿O acaso tienes un traje o algo especial? Hazle un favor y sal, que te encuentre afuera cuando esto acabe. —Eso le hizo bajar la vista unos segundos, pensando. Los zumbidos de los drones yendo a ellos les alertó—. ¡Vámonos, te dispararán!
Corrieron pero Adrián se desvió hacia el floter, pegó un brinco posándose contra el vehículo gracias a la velocidad con la que iba y se impulsó hacia atrás, pasando sobre los drones, esquivándolos.
Cayó del otro lado, golpeándose una rodilla y el antebrazo sin que eso le importara y continuó corriendo lo más rápido que podía.
Si bien era el único hombre, estaba ahí para cuidar a Teresa, se prometió a sí mismo darle su ser, amarla, y lo iba a hacer hasta su último aliento.
Helen echó a correr detrás de él y de los drones que habían volteado para perseguirlo, lo llamó pero sabía que estaba demás. El dron que la acompañaba empezó a chispear y dispararles para inhabilitarlos al estar distraídos queriendo cumplir la orden que les habían implantado.
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Teresa lanzó a Diana contra el muro con su magnetismo, gracias a que la chica estaba aferrada a su arma. Se puso de pie con dificultad.
—¡Deja de enfrentarte a mí! —pidió la pelinegra—. ¡Esto no tiene que ver contigo!
Carla esperaba impaciente a que la castaña hiciera lo que ella no se atrevía. Sin embargo, se frustración aumentó cuando Diana disparó la electricidad pero esta fue desviada, en parte por el traje de Teresa, y porque ella también era veloz esquivando. Helio se puso de por medio y condujo la electricidad de regreso a la chica.
Diana fue lanzada contra el muro de nuevo y quedó inconsciente en el piso. La líder apretaba tanto los puños que temblaban.
—¡Helio! —lo llamó Olga.
DELy, que la vigilaba, se preparó para recibir al pequeño dron y atacarlo hasta inhabilitarlo.
—¡Eres tan dura de desaparecer! —renegó Carla.
—Te quisiste aprovechar de él —dijo Teresa entre dientes—, ¡no tenías derecho!
—¡Claro que sí, total esa es su función! —Empuñó el arma que ocultaba, alistándose para sacarla y dispararle.
—¡Cállate, no sabes nada! ¡Les enseñaré a todas que hemos estado erradas por milenios!
—Te reto a que lo intentes. Lo voy a encontrar, esté en donde esté, y demostraré lo que en verdad es.
—¡No te atrevas! —Agarró el arma de Diana y corrió hacia la líder.
—¡DELy!
La chica fue embestida por el dron y lanzada al piso, rodó esquivando un par de brazaletes y se puso de pie, espantándose al ver a Adrián correr a ella, esparciendo más adrenalina en su cuerpo. Carla, que aferraba el arma, también lo vio. Él pidió que se detuvieran, pero con solo notarlo tan preocupado por la joven, recordó cuando fue rechazada, revolviéndose en ira.
Era de nunca acabar. Nunca iba a acabar si la pelinegra seguía existiendo.
—¡Olvídala ya! —exigió sacando veloz el arma antigua que había sido suya, para horror de Adrián, apuntándole a Teresa.
Y disparó.
Carla sentía su brazo temblar, dejó caer el arma, pasmada, sin poder creer que lo había hecho. Finalmente la naturaleza que siempre creyó tener controlada había salido a flote, prohibiéndole el dichoso paraíso también.
Teresa abrió los ojos, respirando agitada por el miedo y la adrenalina. Adrián la tenía abrazada, dándole la espalda a la líder. La pelinegra abrió más los ojos soltando un sollozo, sintiendo cómo la sangre se le enfriaba, se le detenía el pulso y hasta la respiración.
Él perdió fuerza y cayó.
—¡Adrián! —lo llamó con la voz quebrada cayendo con él, evitando que terminara por completo contra el suelo.
Él ahogó un débil jadeo. La chica sintió un tibio líquido en su mano que estaba contra su espalda, la retiró y la miró entre las lágrimas que se juntaban en sus ojos, llena de sangre, destruyendo su corazón. Empezó a negar.
—Perdóname —susurró el joven, sabiendo que inevitablemente la dejaba. El irrumpir y el quemar insoportable de la caliente bala en su interior le quitaba vida.
—No. No me dejes, ¡NO! —Bajo su impotente mirada, él ya había cerrado los ojos. Abrió la boca tragando aire, sintiendo asfixia, queriendo gritar algo que pudiera retenerlo de algún modo pero solo le salió un quejido lastimero, ahogado por el nudo en su garganta—. No... —soltó con un hilo de voz, sintiendo cómo su alma la abandonaba queriendo irse con él, sintiendo como si le arrancaran el corazón del pecho.
No volvería a escuchar su voz, no más de sus abrazos, ¿no iba perderse en esos ojos nunca más?
Helen embistió a Carla, furiosa, rodaron contra el suelo. Helio escapaba de DELy y le respondía con electrochoques, quería deshabilitarlo para que Olga pudiera moverse. El sol ya salía por el horizonte, dejando atrás a la noche, dejando atrás todo lo que había acontecido.
Teresa, lejana del caos a su alrededor, acarició el rostro de su Adrián, dejando caer también sus lágrimas en él, apretaba los dientes mientras estas corrían por sus mejillas sin cesar. ¿Cómo podía haber sido tan descuidada? Por más que intentó, al final no había podido salvarlo, ¿fue en vano todo?
Sus besos, sus conversaciones, sus noches de pasión, sus travesuras, su risa. Todo pasaba a formar parte de la corta historia de su existencia, de lo que había sido un hombre en una tierra que lo había olvidado. Un efímero recuerdo de la naturaleza, un latido de lo que alguna vez el mundo había sido, lo que alguna vez la tierra presenció y dejó atrás, ayudada de mala forma por las antiguas mujeres, las únicas que no quisieron que siguieran existiendo.
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