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37: Quien puede eliminar debe ser eliminado

Un beso en los labios le hizo despertar, sonrió al ver a su pelinegra sonriente, con ese rubor en sus pecosas mejillas. La abrazó con fuerza, disipando la horrible sensación de vacío y soledad que le había ahogado durante la noche.

—Tesa, creí que te había perdido —susurró.

Escuchó su suave risa.

—¿Has soñado conmigo?

Quiso respirar su aroma pero otros ruidos similares a zumbidos se colaron en sus oídos, trataba de retener a la chica con él pero cada vez le era más irreal. Poco a poco el sonidos de hizo más insistente, colándose hasta ser total.

Abrió los ojos, parpadeando despacio, confundido, sintiendo volver la opresión en su pecho, devorando más de su alma, acabando con él.

Frío. Intentos de su estómago en hacerle recordar que tenía hambre, y al mismo tiempo incapaz de recibir ni un bocado de comida. Había sido solo un maldito sueño, Teresa no estaba más a su lado.

El dron lo vigilaba de cerca, emitiendo sus característicos sonidos. No sabía qué hora era, no sabía en qué momento Carla iba a decidirse a darle fin de una vez por todas. Por otro lado, si Olga se atrevía a ir por él nuevamente, no iba a seguirla tampoco. Si de algún modo se salvaba nuevamente de la muerte, no iba a seguir a nadie.

Bebe agua —le indicó el aparato—. Si no quieres sufrir en exceso cuando se te inyecte el químico.

Dirigió la vista al vaso que se encontraba en donde había dejado su comida sin consumir. Lo agarró y observó.


Carla vigilaba al muchacho en la celda a través de su pantalla en el escritorio, sonrió satisfecha al verlo beber el agua. DELy se aproximó y le mostró unas imágenes que la llenaron de gozo, había ganado, se estaba saliendo con su gusto, iba a tenerlo después de todo.

—¿Quieres ganarte un poco de tiempo con él? —le preguntó a Diana.

La chica, que cabeceaba a causa del sueño, se puso alerta.

—Por supuesto.


Fueron a la celda del joven.

—Vigilas aquí, esperas a que te indique que es tu turno, y a ver si me dejas en paz luego. —Le apuntó con el dedo para amenazarla—. Si fallas te olvidas de verlo o incluso de seguir aquí.

La castaña no hizo cuestionamientos ni reclamos. Carla ingresó con DELy, el otro dron se retiró, la puerta se cerró y los cristales se opacaron impidiendo que Diana viera. Adrián frunció el ceño.

—¿Este lugar se te hace conocido? —preguntó la mujer con sus ojos violeta brillando con malicia. DELy proyectó la entrada del refugio en la montaña en donde habían estado escondiéndose, el cambio de expresión en él la complació—. Lo sabía.

Se puso de pie con enfado.

—Déjala.

—Qué satisfactorio ha sido ver que todavía tengo cómo lograr lo que quiero. Ella ni siquiera sabe que mis drones la vigilan, tras una simple orden podría terminar todo, ¿quieres eso?

Adrián negó con preocupación. No otra muerte por su causa.

—Ellas nunca debieron conocerme —lamentó con rabia.

Clara no sabía todo lo que pasaba, si salía vivo de ahí, ¿qué le diría? No podría verle a la cara nunca más.

—Sin embargo no he venido a hacer ningún trato, ahora solo te daré una lección. Veamos si sigues haciéndote de rogar. —DELy empezó a chispear—. Ya sabes que si intentas algo, mi dron tiene distintos tipos de voltajes.

Los brazaletes magnéticos manipulados por el dron lo pusieron contra la pared mientras él negaba con insistencia.

—¿Qué vas a hacer?

—Nunca debiste rechazarme ni hacerme pasar esa vergüenza. Vas a cumplir conmigo como hombre que eres, o terminaré matándola también.

—¡No te atrevas! —Pero una fuerte bofetada le hizo cerrar los ojos.

Volvió a verla, fulminándola con la mirada.

—Tú no te atrevas a alzarme la voz, salvaje. —Sonrió con malicia y se pegó a su cuerpo, empezando a recorrerle el pecho con las manos, sintiendo sus formas, era satisfactorio para ella, menos para él.

—No hagas esto... —Cerró los ojos y tensó los labios al sentir su toque en su zona baja.

—Ah, ya empiezas a querer.

Volvió a negar. La mujer deslizó el dedo índice por el centro de su camisa, abriéndola así, quedó viéndolo con ese deseo que iba creciendo, tocó su piel caliente, se empinó y quiso besarlo pero él retiró el rostro.

—¡Deja de negarte! —le reclamó empujándolo contra la dura pared.

DELy le lanzó una chispa de corriente que le hizo ahogar un corto grito. Empezó a respirar agitado, Carla se mordió el labio y lo besó. Beso que fue obligado a corresponder, sintiendo asco, no duró mucho sin embargo, volvió a tensar los labios, cosa que le trajo un nuevo empujón y otro beso más tosco.

Forcejeaba para separar las manos de la pared pero era inútil, esos brazaletes parecían fusionados a esta. La mujer abrió su traje y pegó su pecho desnudo al suyo, causándole estremecimientos. Su mano descendió y la restregó en su parte baja.

—Basta —rogó.

Ella sonrió satisfecha sin dejar de hacerlo, al contrario, lo hizo con más ímpetu, ahí empezaba a aparecer una erección, más grande que la de los másculos, la deseaba, lo sabía. Pero estaba lejos de la realidad.

Él gruñó a causa de la exasperación, las erecciones eran involuntarias, o quizá era que le había dado algo en el agua, fuera como fuera, su cuerpo lo estaba traicionando de la peor forma y no sabía cómo detenerlo. Las cosquillas y sensaciones que debían ser placenteras con la mujer que amaba, con otra, y sin su consentimiento, empezaban a ser torturadoras.

Esa corriente abrumante que te hacía querer salir corriendo, esa que quemaba, repelía y estremecía con dolor en vez de ser buena. Carla recorrió su lengua por su pecho, desabrochando el pantalón y agarrando su miembro sin perder tiempo, arrancándole un ronco quejido.

—No lo hagas... por favor.

—No entiendo por qué niegas lo que tu cuerpo dice a gritos que sí. —Dio una mirada expectante hacia abajo, sonriendo al ver lo que tenía—. Finalmente te dejas conocer.

Tesa, él quería a su Tesa, y la pesadilla de estar siendo usado así, en contra de su voluntad, víctima de sus propios reflejos instintivos, de las cosas que lamentablemente no podía controlar, sintiéndose vulnerable, básico, como tantas veces escuchó decir. Un objeto hecho para procrear y nada más, no veían un humano en él.

—DELy, captura esto, Olga debe verlo, ¿no te parece?


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Olga vigilaba la entrada de la clínica que se mantenía cerrada, temiendo que algún dron la estuviera buscando para dispararle. Volteó y se acercó a una camilla, Teresa estaba ahí, la pelinegra ya empezaba a reaccionar.

—Ya era hora —reclamó.

Lo primero que su mente trajo fue a Adrián corriendo a ella. Se reincorporó angustiada mirando a su alrededor.

—¡Adrián!

—Oye, calma...

—¡Dónde está!

—Se lo llevaron, ¿qué esperabas?

Teresa intentó bajar de la camilla pero un punzante dolor la hizo quejarse y apretarse el abdomen.

—Vamos...

—Olvídalo, estás viva por suerte, el traje que tienes te protegió en parte, disminuyendo el impacto del láser, lo que te dejó inconsciente fue su descarga.

—Voy a ir por él, ¡lo matarán!

Pisó suelo sin dejarse vencer por el dolor, apretando bien su herida. Olga la detuvo.

—A estas alturas ya ha de estar muerto, entiende.

—¡No! —La empujó—. No voy a dejar que se salgan con su gusto...

Olga resopló, su herida había sido cerrada y cauterizada pero debía descansar, sin embargo la chica no se iba a detener. No iba a descansar tranquila hasta que tuviera a Adrián a su lado y a salvo.

La mujer de cabellos blancos todavía temía por su vida, no quería enfrentarse a más drones, al final no sabía si de verdad valía la pena. Teresa anduvo con dificultad hasta el floter en el estacionamiento interno, sentía su herida tirar, punzar, a pesar de ya estar curada, sabía que no debía moverse pero no le importó. Encontró su traje magnético y el de M.P., iba a ponerse ambos.

Selló el traje y se dispuso a ponerse el otro encima. Quejándose bajo puso ambas piernas y lo subió, metiendo los brazos a cada manga larga. Tomó un arma eléctrica y la conectó a su cinturón. Ambos trajes se conectaban. Helio le anunció un correo exclusivo para Olga. Al ver que era de Carla, no tardó en abrirlo sin importarle invadir la privacidad.

El estómago se le hizo un revoltijo al ver la imagen. Carla besando a su Adrián, tocándolo, ¡tocándolo ahí! Su respiración se agitó, sus ojos abiertos de par en par se llenaron de lágrimas.

—Oh vaya —murmuró Olga a sus espaldas.

La chica apretó los dientes mientras las lágrimas corrían por sus mejillas y la rabia barría con su cordura.

—Le está.... Le está... —Ni siquiera pudo decirlo.

Carla se estaba aprovechando. El asco la invadió, la ira, el desamor. Notó que el joven se estaba resistiendo, pero los brazaletes le tenían ambos brazos contra el muro. 

La rabia pudo más.

—¡Cómo se atreve! —chilló bajando y cayendo a causa de una fuerte punzada en su abdomen, golpeándose el costado contra el duro suelo.

Se apretó el abdomen jadeando.

—Cálmate —dijo Olga bajando también.

Teresa ahogó un sollozo limpiando sus lágrimas, apretó los puños. Adrián no ponía su deseo sobre sus pensamientos, no se entregaría a otra. Dio un fuerte jadeo poniéndose de pie con dificultad.

Lo estaba obligando y eso jamás lo perdonaría.

—Voy a hacerla pagar por tocarlo —dijo entre dientes dando la vuelta y regresando al floter.

—¿Total? —susurró Olga, confundida.

—¡Olga! —la llamó sellando el traje luego de ver si no sangraba, apretó los dientes a causa de otra punzada pero lo aguantó y siguió—. ¡¿Vas?! —Puso el destino en el aparato—. No importa, iré sola por mi hombre —renegó.

La mujer subió de prisa y partieron sin perder ni un segundo.


Teresa terminaba de poner otra arma en su cinturón, la miró sorprendida, ¿acaso una no le bastaba? Teresa activó su traje magnético y pudo elevarse unos centímetros para probar.

—¿Cómo es que flotas si no estás en la arena esa?

—El magnetismo está en todas partes —murmuró—, el traje magnético puede servirme en cualquier lugar prácticamente. Pero no lejos de superficies o pierde fuerza.

Tomaron el rumbo hacia el centro de la ciudad, hacia el Edén que se veía a la distancia como un hito. Otros vehículos se dirigían al mismo lugar a causa de las noticias, la reportera seguía transmitiendo con sus drones, hablaba sobre el fenómeno Adán. La pelinegra detestó que estuvieran llamando la atención al lugar, eso llamaba a las cotillas y la vía se llenaba de vehículos.

Al recordar que el aparato tenía la opción de ser conducido, movió el asiento frente al tablero, furiosa e impaciente, y desactivó la programación, tomando el control y pidiendo acelerar. Olga, que quiso detenerla, fue devuelta a su asiento de golpe. El vehículo avanzó sin encontrar resistencia en la vía magnética, haciendo que los otros cambiaran de vía como medio de escapatoria al detectar al aparato avanzar sin sistema automático y sin intenciones de frenar.

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Helen entró a la oficina de Carla, ella no estaba, así que se dirigió al escritorio. El menú se desplegó y lo ojeó, hasta que la imagen en la esquina superior la impresionó. Salió corriendo, todavía sin creer lo que Carla estaba haciendo.

La mujer semidesnuda recorría a besos el pecho del joven a quien había ordenado inmovilizar sobre el colchón, seguía tocándolo mientras él se mantenía negándose y pidiendo que se detuviera. Ella le lamió el cuello y volvió a besarlo.

No halló reciprocidad, él estaba más que asqueado, ella había dado la orden de dispararle a Teresa, arrebatándosela, el universo no podía estar siendo más cabrón con él. La despreciaba en cada beso que le daba, la aborrecía con cada toque. Carla se dispuso a penetrarse, haciendo a un lado su ropa interior.

—Tranquilo, te gustará. —Pero él respondió escupiéndole en la cara.

Jadeaba clavándole todo su odio con esos ojos de oscuro celeste, era una nube de tormenta queriendo acabarla. Otra fuerte bofetada le arrancó un quejido ahogado.

—Te voy a domar, quieras o no —sentenció ella, limpiándose—, bestia.

—¡Carla! —Intervino Helen—. ¡Qué haces!

Pudo sentir el horror en la mirada de Adrián, además de vergüenza, respiraba agitado a causa del agobio. Diana no pudo evitar que entrara y ahora estaba mirando la escena también, pasmada.

—Otra vez tú, ¿vas a juzgarme por esto también? —dijo la líder, cruzando los brazos debajo de sus pechos descubiertos—. Recuerda que se acabó lo nuestro.

—¿Por qué no lo dejas? No es un másculo más, ¿no ves que no quiere?

—Tú qué sabes.

—Estás actuando como ellos lo hicieron en el pasado.

—¡No lo estoy violando si eso insinúas!

—¡Él no quiere!

—¿Parece que no quiere? —cuestionó haciéndose a un lado, saliendo de la cama.

Helen retiró la vista soltando un resoplido, ruborizándose y volviendo a verla sin desviar los ojos.

—Su mirada lo dice todo. DELy, suéltalo.

—Él solo acata mis órdenes.

Otro dron salió de atrás de Helen y empezó a chispear.

—Este no. —Y el aparato se lanzó contra DELy.

Lo embistió y Adrián pudo moverse, acomodó su ropa enseguida saliendo de la cama, nada le quitaba el sentimiento de humillación que tenía encima, como una nube negra dispuesta a ahogarlo.

La alarma tronó con fuerza a causa del ataque a uno de los drones. Carla la había programado, sin pensar que uno de los suyos terminaría activándola. Adrián tocó en la pared de cristal la combinación que recordaba de aquella vez que Helen lo liberó.

—¡DELy, detenlo! —exclamó Carla el verlo huir pero el dron estaba sufriendo un choque eléctrico de parte del otro—. ¡No! —Tomó su traje, vistiéndose lo más rápido que podía—. ¡Diana, encárgate de ella! —Tocó un área en su antebrazo y fue tras él—. ¡Todos los drones, dispárenle al hombre sin matarlo!

—¡Carla! —reclamó Helen pero Diana se interpuso apuntándole con su arma.

DELy esquivó al dron y salió a la persecución, siendo seguido por el otro que todavía tenía la orden de inhabilitarlo.

—¡Quítate! —reclamó Helen.

Pero la castaña alterada disparó. Con suerte esquivó el rayo lanzándose a ella y golpeándola.

—¡Tengo órdenes que acatar! —se excusó la chica devolviendo el ataque tras derrapar en el suelo.

Helen bloqueó el golpe y le hizo una llave, forcejearon por el arma y Diana la usó para darle en el abdomen a la mujer que la tenía atrapada por la espalda. Giró y volvió a darle con ella haciéndola caer contra el cubo por el cual salían los platos de comida.

—¿Sólo eso sabes, seguir órdenes? —atacó con la respiración entrecortada, sobando su cabeza—. ¿Sabes que antiguamente los hombres hacían lo mismo? No somos tan diferentes al fin y al cabo.

—Carla confía en mí, no puedo dejarte avanzar, así que aquí te quedas. —Le apuntó y el arma empezó a botar chispas—. De todas formas ella ya no te quería. Tomaré tu lugar.

Bajó el arma sonriendo con burla y volteó dispuesta a irse, cuando Helen se reincorporó veloz y la volvió a atrapar tirando se sus cabellos hacia atrás y dándole un rodillazo. Corrió en sentido contrario, a buscar el cuarto de máquinas en donde podía activar trampas de forma manual.

—¡A dónde vas! —chilló Diana saliendo tras ella, enfurecida.

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Adrián corría siendo perseguido por los drones y Carla, la adrenalina y su naturaleza le permitieron tomar ventaja de ella, excepto de las máquinas. Tocó un muro y se encendió el panel, ingresó el código que sabía y se cubrió de forma instintiva al caer disparos láser contra la superficie.

DELy se acercaba a toda velocidad pero el otro dron le volvió a lanzar una descarga eléctrica, desviándolo. La puerta se deslizó veloz y entró tras ver cómo ese horroroso dron contraatacaba a su salvador.

Solo sabía que debía ir hacia abajo y así podría huir, esperaba que el gran edificio circular e intrincado no lo hiciera regresar a donde empezó. Tocó una de las alarmas y las puertas se cerraron, se encontró en una habitación llena de incubadoras vacías.

Carla gruñó al no saber por dónde estaba pero al seguir avanzando y ver a los drones acumulándose afuera de uno de los ambientes, sonrió de lado. DELy estaba ahí, emitiendo sus ondas para que los otros lo ubicaran.

—DELy, transmite esto para que nuestras amigas del noticiero y todas lo vean. No quiero que les queden dudas de lo peligroso que es, y de que nos deshicimos eficazmente de él.

La puerta está bloqueada por dentro.

—Ordena bajar niveles de oxígeno y se desbloqueará. Apenas se abra, le disparan si todavía no está muerto.

El joven buscaba otra salida pero no lograba hallarla, de pronto se sintió mareado, sacudió la cabeza apoyando las manos en el muro, su cuerpo le exigió tragar más aire sin obtener alivio, empezando a jadear como si hubiera corrido una maratón.


Las mujeres que en el exterior todavía debatían e intentaban hacer que les abrieran, hicieron las cabezas hacia atrás y retrocedieron para ver una especie de proyección. Se apreciaba una de las puertas de vidrio no translúcido y a otros drones a los costados, esperando órdenes.

—El hombre hostil está tras estas puertas —anunció Carla—, nos atacó y ahora se oculta, pero no será por mucho.

—Ay, no —susurró Helen al ver eso tras entrar al área de máquinas, en una toma del exterior.

Desplegó el menú y vio el corte de oxígeno en uno de los ambientes, los niveles descendían, quiso reactivarlo pero su frente dio contra el duro material al ser golpeada por Diana. Una patada en el vientre la tumbó antes de que pudiera reaccionar.

Su traje se había hecho resistente a los golpes así que al caer atrapó sus piernas con las suyas y giró tumbando a su atacante también.

—¡Traidora, lo quieres salvar! —reclamó la castaña forcejeando con ella—. ¡Si se escapa no podré tenerlo y le fallaré a Carla!

Helen la presionaba contra el suelo con ambas rodillas y una mano, mientras que con la otra buscaba abrir todas las salidas de emergencia. Diana la golpeó con el arma arrancándole un grito y ella la atrapó con el brazo aguantando el dolor que se esparcía al costado de su cabeza y hombro derecho.

Abrió las salidas y restableció el oxígeno, bloqueando el panel. Le arrebató el arma a Diana y la usó para romper el panel, que no fuera usado ni que recibiera órdenes. Diana quiso quitársela de nuevo, tocando sin querer un botón que desconocía, activando una cuchilla y empujando contra ella cegada por la rabia, clavándola en su abdomen.

La chica apenas sintió el corte seco, para luego ver su sangre empezar a brotar. Diana soltó el aparato que se desplomó al suelo con un fuerte ruido metálico, llevó sus manos temblorosas a su cabeza, empezando a negar.

—¡Tonta! ¡¿Ves lo que hiciste?! ¡MIRA LO QUE ME HICISTE HACER! —chilló histérica.

Helen cayó de rodillas apretando su abdomen. Diana salió huyendo con lágrimas en los ojos, impactada por todo, incapaz de hallarse culpable.

«Guardiana herida», empezó a repetir la voz de la computadora del Edén, haciéndose lejana.

Por milisegundos vinieron palabras a su mente.

¿Sabes por qué elegimos de preferencia a las que atacan a matar? —había dicho una vez Carla—. Porque así las mantenemos cerca. Porque entre nosotras también puede haber asesinas. No digo que todas lo sean pero es una forma de prevenir.

Los hombres lo eran...

Es verdad, pero en nuestro caso es incluso mejor. Ellos eran muy obvios, mientras que una mujer, si se lo propone, puede nunca ser descubierta, es muy sutil. Así que lo mejor es vigilarlas de cerca, por eso hacemos test cada año, y las pruebas para reclutarlas, además suelen ser eficientes en cuanto a atacar sin pensar, eso se requiere, no queremos lloronas temiendo a los másculos.

—¿Y si mata a otra mujer?

—Si alguien es asesino debe desaparecer.

Tenía clara una cosa: todas merecían desaparecer al final. Todas se habían equivocado miles de veces arrebatando a los másculos, juzgando al hombre que apareció, y atacándose entre sí. La humanidad iba a seguir siendo la misma pasaran los milenios que pasaran.

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