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20: Atrapada

Teresa entró sola a casa y se encontró con Diana, vestida de forma casual, en altos tacones, cabello suelto, su blusa roja de manga cero era lo que más saltaba a la vista. La castaña jugueteaba con Rita, volteó y sonrió.

—No me imaginaba que me visitarías —comentó Teresa.

—Pero si somos amigas —dijo con entusiasmo—, me interesa saber más de ti, de ese deporte que prácticas, así que decidí salir contigo.

—Otro día será, estoy cansada.

—Ay pero qué, si hemos salido ya hace más de dos horas del Edén. —La miró de arriba abajo—. Sigues con el uniforme.

—Tuve algo que hacer, que claro, son cosas mías.

—¿Has ido a alguna competencia? —preguntó con emoción—. Porque estás levemente roja en las mejillas.

La chica se palpó el rostro. El calor causado por la felicidad de saber a Adrián suyo, más sus labios latiendo por ese beso tan único e intenso, sensación que parecía querer permanecer ahí por muchísimas horas, todavía la tenían entre una nube rosa y el mundo real.

—Oooh yo creo que acabas de ver a tu novia —canturreó la castaña.

—Eh, no. No....

—Si es obvio, tus labios también están rojos.

—Siempre lo son...

—Pero esto es rojo por un largo beso, ¿crees que no lo reconozco? —Arqueó las cejas con picardía.

Teresa rodó los ojos.

—Bueno, como gustes.

—¡Ajá! —exclamó dando un par de brincos—. Bueno, no te molesto más por ahora, pero me verás más seguido, quiero ser tu amiga en verdad.

—Bue...

—Y ya me contarás de tu novia, ha de ser una chica muy dulce. —La pelinegra rio en silencio—. Uf, en fin. Te veo entonces.

—Bien —se despidió con su leve sonrisa.

La vio salir y fue a asomarse apenas por una de las ventanas, la castaña subió a su vehículo magnético y se fue. Teresa suspiró. Le era raro socializar, quizá debía empezar a hacerlo pero tenía a un hombre en casa, entonces era complicado.

Pasó a la casa de su mamá y subió a su habitación, la puerta se abrió y se encontró con DOPy de vigilante y a Adrián detrás, que los había hecho entrar por la rampa secreta del jardín posterior. Se abrazaron. Rodear su torso le encantaba, seguía comparándolo con un tronco firme pero blando.

DOPy se acercó y empezó a brillar de colores intrigando al joven y haciendo que Teresa se ruborizara.

—No, DOPy...

—¡Felicidades por tu nueva novia! —Soltó florecitas virtuales en el ambiente mientras sonaba un arpa.

Adrián rio de forma leve.

—Ay qué vergüenza —se quejó la chica con un hilo de voz.

—¿Que no somos novios? —preguntó él con diversión.

—No lo hemos acordado.

—¿Un beso y una declaración no son suficientes? —murmuró inclinándose.

—Bu-bueno... —Fue silenciada con otro beso.

Nuevamente esa sensación de pertenencia mutua la envolvía, más su aroma y el sabor de su piel, el grosor de esos labios. Tenía una respuesta más, los hombres también besaban, y él lo hacía delicioso. Sonrió poniendo su mano contra su pecho, se dio cuenta así de que si ella no lo detenía no sabía si él pararía.

—¿Estás seguro? —preguntó a causa de sus dudas sobre ella misma.

—¿Seguro de qué?

—De esto... Digo. Es que...

—¿Quieres oírlo? Sé mi novia, Tesa. Aunque sea raro —se puso en modo pensativo manteniendo su leve sonrisa—, después de todo, no sé ni a dónde voy, y soy un bicho raro perdido en un mar...

Ella negó y resopló.

—A eso me refiero. —Se cruzó de brazos—. Tienes nenas de sobra para escoger.

Adrián se carcajeó por cómo lo había dicho.


Clara llegó y sonrió al escuchar la risa que venía del segundo nivel. Se había acostumbrado a él también, a verlo por ahí comiendo algo o curioseando con las cosas. Suspiró, su hija estaba enamorada, y no sabía si aconsejarle o qué aconsejarle siquiera, no sabía tampoco qué podría pasar, estaban ocultándolo, eso no era para tomarlo a la ligera.

De todas formas tenía algo en cuenta, que Teresa ya era un adulta, aunque como madre no lo sintiera así casi siempre. Su niña ya era una mujer hecha y derecha, como se decía, podía enamorarse, comer lo que quisiera, ocuparse de seguir sus pasiones, ocultar a un hombre si así lo deseaba o sentía que era lo mejor. La dejaría hacer lo que creyera correcto.


Teresa trataba de seguir seria ya que verlo reír era una gozada.

—¿Celosita, pecosita?

—No.

—Literalmente el mundo está lleno de mujeres, pero solo me interesas tú.

—Uhm. —Retiró la vista—. Si le viste el tatuaje a Kariba ese día... —Dio un corto grito y rio al ser alzada en brazos.

La recostó en el colchón y la cubrió con su cuerpo avanzando a gatas.

—Te he visto más que a ella, lo sabes, y tú me has visto y tocado. Pero si quieres puedo verte de nuevo —ronroneó—. ¿Cómo se abre esto? —preguntó tocando la base del cuello del traje haciéndola reír.

—Oye... esta es la cama de mi mamá...

La línea se iluminó.

—Ah, así...

—¡Adrián! —reclamó entre risas intentando cerrar de nuevo su traje que ya la dejaba descubierta ante los ojos de él.

—Sí, ese color te queda muy bien —aseguró refiriéndose al tono rojo de su sujetador.

Ella rio más.

—¿Cuál es tu afán de ver, si dijiste que ya sabías cómo era?

—Saber cómo es el cuerpo de una mujer es muy diferente a saber cómo es tu cuerpo en especial, conocer la posición de cada lunar, cada peca, saber cómo reacciona tu piel ante mi tacto... —Ya había logrado abrirle el traje de nuevo.

Otro delicioso beso al que correspondió gimiendo bajo en su garganta le vació la mente un par de segundos. Teresa sentía su pulso enloquecido, pero además tenía claro que el muchacho también se le estaba saliendo de control. Pasaba cuando veía más de su piel que lo normal. Ahora estaba prisionera de su cuerpo, de esa boca de labios masculinos que se dejaban devorar, envuelta por su aroma, su calor, su peso.

Nuevamente recordó que si ella no paraba, no sabía si él lo haría ni lo que podía pasar. Lo apartó con suavidad unos centímetros posando una de sus manos contra su pecho, ya que la otra se puso sobre la de él, que recorría la piel de su cintura, provocando fuertes brincos a su corazón y el correr de más calor a su vientre bajo.

—No —soltó en susurro con un leve temor que de pronto la invadió.

Él se percató y juntó las cejas con preocupación.

—No me temas —pidió retirando la mano culpable—. Discúlpame.

—No te temo, es solo que... Esto es nuevo, no sé cómo vas a reaccionar...

Sonrió y rozó su nariz con la suya.

—No voy a lastimarte, ni atacarte, ni nada por el estilo, grábate eso. —Ella asintió en silencio mientras él sellaba su traje de nuevo—. No soy esa clase de hombre del que probablemente te han enseñado. No lo soy.

Teresa volvió a asentir tranquilizándose, sonriendo de nuevo, sin embargo, al segundo dejó de hacerlo.

—¿No vas a querer tocarme? —preguntó de pronto arrancándole otra risa.

—Ya te vas dando cuenta de lo complicado que me resulta controlarme ahora para no tocarte todo lo que quiero, ¿y todavía te lo preguntas? —La chica se ruborizó volviendo a sonreír—. ¿Vas a hacerme sufrir? —Le besó el mentón estremeciéndola.

—Sí —jadeó—, sigues castigado.

—¿Qué? —Ella rio—. Esto sí que no es justo.

—Pero yo sí te tocaré y veré.

—¿Qué?

Sonrió al verla reír de nuevo, y aunque dejarse tocar no le era problema, también se moría por pasear sus manos por el cuerpo de la chica.

—Obviamente yo nunca he tocado a un hombre y ahora eres mío así que tengo todo el derecho. —Escucharla decir que era suyo le causó regocijo—. En cambio tú dijiste que ya sabías cómo era y me da celos pensar en eso, por eso estás castigado.

Volvió a reír a carcajadas.

—¿Cuánto tiempo ha pasado? Cualquier chica con la que pude haberme relacionado ya ha de estar fosilizada.

—Pues qué bueno —aseguró cruzando los brazos con molestia.

Él cayó a su costado con otra carcajada. Teresa sintió el calor en sus mejillas pero por la cólera que había sentido. Entendía que sus celos eran ilógicos pero no podía evitarlos.

—Gozas porque tú no tienes competencia —agregó.

—Te equivocas, nunca creí que pasaría, pero sentí celos de una mujer cuando me hiciste creer que te gustaba Kariba.

—Oh —lo miró con sorpresa—, ¿en serio?

Fue rodeada por sus brazos con fuerza, recibiendo un beso en la frente.

—Lo que siento contigo es algo nuevo y fuerte... Tenía dieciséis, no he hecho mucho en mi vida, si te detienes a sacar cuentas, todo era estudios.

Eso la hizo reaccionar, le correspondió el abrazo y respiró de su aroma.

—Dime más —pidió despejando su cólera.

—Uhm... Veamos. Mi familia era de renombre, siempre me exigieron perfección, y como tenía las capacidades, pude darles lo que querían. —Entonces sí tuvo familia, ¿no estaba solo? ¿Por qué aquella vez dijo que no tenía nada de sus padres? Quizá algo pasó—. Aparte, quisieron que modelara para un par de marcas, nada oficial, aunque no acepté, mejor trabajar el cerebro que posar a lo bobo...

—¿Modelar? Wow, ¿por qué?

Arqueó una ceja.

—Bueno, ¿no has visto? Soy un encanto.

—¡Aaaay, por el santo océano! —exclamó la chica riendo con ganas.

—¿Me vas a negar que no te ha gustado verme y tocarme? —reprochó haciéndose el ofendido.

Ella se apretó el abdomen tratando de parar de reír.

—Tu ego es tan grande...

Él sonrió de lado.

—No es lo único de buen tamaño —murmuró de forma tentadora volviendo a cubrirla con su cuerpo.

La chica entrecerró los ojos.

—No sé a qué te refieres y al mismo tiempo trato de no adivinar porque sospecho hasta cierto punto. —Eso le causó más risa a él, había dicho cosas en doble sentido antes y ella no había reaccionado—. Ahora no sé si debo pensar raro... —comentó al verlo divertirse con su ingenuidad.

DOPy descendió al su lado y voltearon a verlo.

Un mensaje.

Desplegó su pantalla.

«No te habrás olvidado de nuestro trato, quiero verlo mañana mismo»

Y la cena está lista —agregó el aparato.

Teresa dio un largo suspiro con molestia, toda su alegría del momento se fue.

—¿Pasó algo? —preguntó él con preocupación.

Ella se mantenía con los ojos cerrados, tensando los labios. Sus cejas se juntaron mostrando su angustia y fastidio que tenía y lo miró.

—¿Recuerdas esa edificación de donde se escaparon los másculos? La dueña sabe de ti...

—¿Cómo?

—No sé, tiene un dron enano que se escurre por cualquier sitio, quizá es hasta indetectable. —Soltó un quejido de frustración—. Dijo que si no te presto, me delatará, además quiere que libere a sus «niños» —hizo la señal de comillas—, no sé qué hacer, no quiero... —Él la abrazó y lo rodeó también, sintiéndose reconfortada, aliviada por escasos segundos.

—Tranquila, si quiere verme lo hará.

—Pero...

—No va a pasar nada, no dejaré que pase nada, te lo aseguro, además no pienso ir sin ti.

Teresa no podía dejar de preocuparse.

—¿Y los másculos?

—Ya se nos ocurrirá algo, para todo hay solución. Ahora ven —se reincorporó y la ayudó a salir de la cama tirando suave de sus manos, haciéndola sonreír—, que ya hay comida.

—Claro, la comida, el objetivo de tu día a día —se burló.

Fue rodeada por la cintura y besada con pasión, desbocando sus latidos otra vez.

—Eso y más cosas —ronroneo desviando una mano y dándole un fugaz palmazo en el trasero.

—¡Adrián! —rio la chica tratando de atraparlo ya que él salió corriendo.

Bajaron y encontraron a su mamá sonriente en la barra. Nuevamente ella se percató de sus miradas, sus sonrisas cómplices.

—Ya veo que algo está pasando aquí y no me han dicho —comentó.

DOPy descendió brillando de colores.

—Ay no —dijo Teresa con un hilo de voz.

Volaron florecitas virtuales nuevamente mientras tocaba un arpa. Clara sabía a la perfección qué significaba eso, el dron los había visto besándose como mínimo, aparte de haber detectado palabras clave. Quedó con los ojos bien abiertos.

Era un hombre del que se había enamorado, ¿podía reclamarlo como suyo siendo el único? Por un lado no había algo que quisiera más que ver a su hija feliz, pero por otro lado, estaba la realidad golpeando su puerta.


Entraron a su habitación, mientras él jalaba su ropa para cambiarse e ir a dormir, ella le observó. Su mente jugaba feliz repitiéndole una y otra vez que era suyo, que ese atractivo joven era suyo ya. Él volteó y la atrapó mirándolo, sonrió.

—Ehm... ¿duermes conmigo? —cuestionó la chica.

Su sonrisa se ensanchó, mostrando sus coquetos hoyuelos en las mejillas.


Teresa salió de su closet luego de haberse cambiado, Adrián la esperaba sentado al borde de la cama, solo tenía puesto el pantalón de tela suave. Ella sintió el rubor calentar sus mejillas, se acercó, esperó a que se acomodara en el colchón pero no lo hizo, la tomó de la cintura recorriéndola con esos ojos celestes. Ella puso sus manos sobre sus hombros desnudos.

—Cuéntame más, cómo era el mundo antes —le pidió—. Lo que gustes...

Quería saber más de él, pero no quería tampoco hacerle sentir presionado por contar la razón por la cual entró a la cápsula. Que le contara cómo era todo antes, eso le bastaba. Finalmente retrocedió para recostarse en la cama y así ella también pudo subir y acomodarse a su lado.

—¿Qué te gustaría saber? —cuestionó rodeándola con sus brazos.

Pregunta difícil, la chica esperaba a que él iniciara con lo que quisiera. Quedó con los labios tensos, con su expresión de intriga, buscando en su mente. Eso le causó gracia al castaño y le dio un beso en sus labios, trayendo una posible pregunta.

—¿Diste tu primer beso antes? —Enseguida se arrepintió.

Eso no lo quería saber, no quería ni imaginárselo con otra. Quiso darse con la almohada.

—Uhm, sí. Bueno... Continuemos con un poco más de mí, ¿te parece? —Ella asintió—. Desde niño solo viví estudiando, como dije, la verdad nunca me interesé por nada más que eso y el mundo parecía contento con ello. Pero cuando entré a la pubertad, crecí demás, me hice más fuerte y me cambió la voz...

—¿Tu voz no siempre fue así? —cuestionó con sorpresa haciéndolo reír en silencio.

—No, se fue haciendo grave cuando cumplí trece, ya a los catorce estaba transformado, como se dice. Empecé a llamar la atención de mujeres y hombres, casi por igual...

—¿Hombres?

—Ustedes se gustan entre mujeres, ¿no?

—Oh —parpadeó confundida—, sí... No todas, pero sí.

—Lo mismo era antes. Pero en fin, yo seguí con lo mío. Fue ahí cuando una... Bueno, unas primas me agarraron en una fiesta familiar... —Teresa abrió los ojos como platos, ruborizándose, víctima de los celos—. No pude detenerlas, ya sabes —se encogió de hombros—, besar por primera vez se sintió excelente. —Se percató de la expresión de la chica—. ¿Estás bien?

—Sí —gruñó.

Él pegó una carcajada echando la cabeza hacia atrás. Teresa bufó cruzando los brazos.

—Creí que querías saberlo, tú misma preguntaste —se defendió entre risas.

—Me equivoqué...

—Hey —la rodeó con fuerza, acelerándole el pulso—, estoy enamorado de ti, ya lo hablamos más temprano, recuerda que están fosilizadas...

Ella trató de no reír pero apenas lo ocultó recorriendo su mano contra su pecho masculino, preguntándose si estaba bien tocarlo así de pronto. Aunque era su novio, ¿no? Podía tocarlo... Ah, pero eso significaba que él también podría tocarla, y eso podría descontrolarse. Paró.

—Puedes tocarme —susurró—, sigue...

—Sigue contándome de ti.

Empezó a acariciar sus cabellos negros, sonriendo de forma leve, los celos de su pecosita eran tremendos.

—Inicié la universidad a los quince años. En un mundo en el que las enfermedades estaban a la orden del día, en donde todo debía ser rápido, porque las cosas se te adelantaban... —De pronto le notó un cambio de ánimo—. Ver cómo una enfermedad se llevaba la vida de la persona que amabas, era duro ver eso a diario...

Teresa quedó con un nudo de pronto. ¿Había amado él a alguien? ¿O se refería al día a día en la carrera?

Fuera como fuera, prefirió no preguntar, prefirió, de forma muy egoísta, pensarse como la única en su vida. Él había dicho que lo que sentía con ella era nuevo, ¿entonces? Su mente se hizo un lío pero nuevamente la calmó metiéndose la idea de que sí era única.

—¿Me cuentas algo de ti? No sé, tal vez tu vida en tu escuela...

Sí, eso era mejor. Aceptó recorriendo las formas de su cálido pecho y sonriendo con alivio.

—No hay gran cosa, siempre estuve apartada. Mientras todas morían por la última pieza de diseñadora en la tienda, yo prefería ponerme a dibujar. Sin embargo, un tiempo sí quise encajar, tontamente intenté hacerme una vez el delineado permanente, pues... no se quedó permanente y fue horrible, todas se burlaban, hasta que se olvidaron. Ese se suma a otros hechos ridículos de mi adolescencia. Supongo que algunas personas necesitan aplastar a otras para sentirse mejor.

—No necesitas encajar, eres perfecta así.

—Siempre me sentí poco atractiva, de algún modo me convencí de que no necesitaba arreglarme porque total, eso no me cambiaría el aspecto, no estaba hecha para eso, simplemente seguir con lo mío...

—Si me permites decirte esto... Estás hecha una delicia, no necesitas ponerte cosas, las que crees que son tus imperfecciones, cada detalle, te hacen perfecta en realidad.

Ella le ofreció su sonrisa y con timidez le dio un suave y corto beso. Solo eso, que el calor de su cuerpo amenazaba con llevarla por otras ramas y hacerla perderse en la tentación. Pero fue débil nuevamente, y pronto se encontró gozando de otro de sus deliciosos besos.

¿Cómo no enloquecer con eso? Si su forma de besar era tan arrebatadora, sus labios se entregaban y pedían con la misma fuerza, sus suaves y firmes mordidas, las veces en las que succionaba su labio inferior, cerrando su cintura con sus brazos, sintiendo que se llevaba ahí toda su sensatez.

No se detuvo, al contrario, con su mano apretó uno de sus pectorales. El sonido grave y gutural que él soltó mientras se apoderaba de su muslo le calentó hasta la última fibra. Jadeó al sentirlo desviarse y besarle el mentón. El resto de su piel reclamó exigiendo sus labios, sus latidos empezaban a golpear en su garganta. Sus manos recorrían su abdomen, duro y suave al mismo tiempo.

Él se aclaró la garganta, deteniéndose y sonriendo, pegando su frente a la suya.

—Tesa, si seguimos no podré ser responsable de lo que pudiera hacer o pasar... —Su advertencia no la intimidó, al contrario, era una caliente promesa, dicha con esa voz que se colaba en su interior.

—S-sí —balbuceó—, te refieres a... ¿Te refieres a la cosa que...?

—¿Cosa? —cuestionó entre risas—. ¿Otra vez con eso?

—Ya sabes —se excusó avergonzada—, eso que cambia de tamaño y... —Su comentario le hizo reír más.

—Sí, eso también está incluido —aceptó.

La volvió a abrazar respirando hondo, tratando de bajar su temperatura. Teresa cerró los ojos.

—¿Me cantarías una canción?

—¿Eh?

—Desde que leíste y cantaste para mí, muero por escucharte arrullarme así —confesó con el rubor molestándola, acariciando con su mejilla su piel.

El joven sonrió y le dio un beso en la frente, volviendo a acariciar sus cabellos. Miró al techo pensando en alguna canción, no conocía ninguna para dormir, pero podía cantar una suave. Suave... como Smooth.

Es una muy caliente... Como siete pulgadas de sol al medio día. Te escucho susurrar y las palabras derriten a todos, pero tú sigues tan impasible. —La chica sonrió y cerró los ojos, él cantaba en inglés, pero le entendía—. Mi muñequita, mi española Mona Lisa. Tú eres la razón de mi razón, el compás de mi ritmo... —Su voz baja y suave la arrulló.

Se dejó llevar al sueño en sus brazos mientras él con la canción le hablaba de dar su mundo para levantarla, cambiar su vida por satisfacer su humor, comparando lo que le hacía sentir con la visión del océano bajo la luna. Le preguntaría cómo se llamaba la canción, y si estaba en el CD. Deseó que todas sus noches fueran así.


Despertó rodeada por sus fuertes brazos, aunque le había sido difícil dormir con él ahí, como no tenía que ir al Edén, no le fue problema distraerse en la noche.

Todavía se preguntaba por aquello que podía hacer felices a las mujeres, o mejor dicho, cómo, sin hacer doler, ya que la cosa que tenía ahí abajo era la responsable, y no era muy pequeña cuando cambiaba. También estaba su conciencia reprochándole por sus pensamientos. Sus labios todavía latían a causa de los besos, supuso que el resto de su cuerpo también lo haría si finalmente se dejaba explorar por él.

Sintió que afianzaba su agarre a su alrededor y sonrió.

DOPy se acercó despacio y ella supo qué iba a hacer, bajando su temperatura de pronto. Desplegó su pantalla y vio un mensaje.

«Hoy a las cinco, ya mandé las coordenadas a tu dron, si no vienes ya sabes qué pasará»

La chica frunció el ceño con bastante molestia, tomó la pantalla y desplegó el teclado virtual para responderle.

«Pero si me delatas te puedes ir despidiendo de tus niños también, así que creo que puedes esperar»

Sonrió satisfecha.

«Puedo liberarlos con o sin tu ayuda, para que sepas, así que te espero»

Soltó un bufido y alejó al dron.

—Tipa odiosa —gruñó—. ¿Por qué no se contenta con dedicarse a su vida? Tenía que estar espiando a las personas y cosas.

—Renegando tan temprano, pecosita —murmuró él.

—Es culpa de esa vieja loca. —Se estremeció y sonrió al recibir una suave mordida en el lóbulo de la oreja, pero cuando notó que le daría un beso en los labios, se apartó—. Ejem... Voy a alistarme —dijo preocupada por su posible aliento de mañana. Aunque bien sabía que el enjuague bucal era tan poderoso que impedía hasta cierto punto que eso pasara, no quiso arriesgarse.

Él arqueó una ceja.

—¿No me vas a dar mi beso de buenos días?

—Pero... recién despertamos... —Retiró la vista.

Adrián rio de forma leve.

—¿Y? Te haría toda clase de cosas estuvieras como estuvieras —ronroneó en tono seductor. Teresa lo miró con sorpresa y aprovechó para tomar su rostro y plantarle un beso así sin más—. Listo. ¿Ya ves? No pasó nada.

La chica salió de la cama riendo en silencio y lo contempló ahí con el torso desnudo, que se le hizo provocativo como siempre. No solo ella estaba así, él también la observaba ahí con ese pijama de color rosa pálido, el cabello negro en ondas desaliñado luego de haber dormido entre sus brazos, ¿qué mejor imagen que esa?

Estaba dispuesto a repetirle que era hermosa, ya lo había hecho y seguiría haciéndolo. Quiso borrar sus inseguridades creadas por su sociedad. Le había provocado contarle lo suyo también, pero sería luego, cuando fuera su turno de mostrarle sus pesadillas sin que pudieran arruinar los ánimos, rogando que al ver el arma no desconfiara.


Ese día, Teresa lo vio estudiar sobre células madre, de tal forma que comenzó a hablar de las posibilidades de crear órganos nuevos con eso, cosa que estaba planteada desde el pasado. Dejó de dibujar diseños de trajes para ponerse a dibujarlo, captándolo con esa concentración que le encantaba ver, mientras le mostraba su lado brillante con los comentarios que hacía sobre lo que leía.

Al finalizar, le pidió que le dijera qué canción le había cantado, y pudo cumplir su sueño de escucharla y bailarla con él, cuerpo a cuerpo por el ritmo sensual, mordisqueándole los labios en cada beso, dejándose llevar por su pasión.


Entrada casi la noche, era la hora acordada, Teresa todavía con temor, subió al floter con Adrián y partieron. DOPy llevaba al aparato con las coordenadas que tenía.

—Más le vale a la loca que no se quiera pasar de viva contigo —renegó celosa.

—Tranquila, en verdad lo dudo, solo ha de estar queriendo saber.

Teresa respiró hondo.

Se acercan drones del Edén —avisó DOPy de pronto.

Eso preocupó a la chica.

—Pero... ¿están pasando por ahí o vienen hacia nosotros específicamente?

No logro definir la señal todavía.

Tragó saliva con dificultad y miró al castaño.

—Seguirán buscando aquí a pesar de que me contaste que las desviaste —comentó.

Nos están buscando —avisó DOPy, angustiándola—, están en modo rastreo.

—¿Por qué? ¡No saben sobre Adrián!

Un fuerte remezón los tomó por sorpresa. Un floter iba al lado en la vía magnética a toda velocidad, se aproximó y rozó el de ella poco antes de que se alejara para evitar colapso, desestabilizándolo otra vez.

—¡Qué rayos!

—¿No se supone que siguen rutas programadas? —cuestionó Adrián.

El aparato hizo un giro brusco y el floter de Teresa reaccionó de igual forma, pasando al otro carril.

—¡No! —gritó la chica al ver que venía por ellos de nuevo.

El floter no se pudo alejar más al estar al borde, y tras el fuerte choque, la sensación de vacío y caída la hizo gritar, Adrián la rodeó en brazos y recibieron el primer impacto contra la tierra, dando vueltas con violencia sobre la ladera. Bolsas de aire los envolvieron, el floter rodó y rebotó hasta quedar contra la espalda de una edificación, otro fuerte golpe que les aturdió.

Mujeres que vieron la escena, espantadas comenzaron a comentar y a querer acercarse. DOPy encendió sus luces, las bolsas de aire empezaban a disminuir su tamaño. Adrián pudo moverse y reaccionó al bajo quejido de la chica.

—Tesa, dime algo.

—Estoy bien. —¿Cómo no? Si la había protegido con su cuerpo, recibiendo el primer golpe antes de que las bolsas de aire se desplegaran—. Debemos salir.

Los drones están cerca —avisó DOPy.

—Rayos. —El castaño jaló una palanca del costado que había quedado hacia arriba que indicaba emergencia, empujó con fuerza y la puerta salió, cayendo a un lado—. Vamos. —La ayudó a salir, salió también rápido y se encontraron rodeados de algunas mujeres, otras que veían de lejos.

—¿Están bien? —preguntó una preocupada.

—Sí —dijo Teresa con prisa.

Tomó de la mano a Adrián y salieron corriendo.

Fueron por un lugar solitario, cuando volteó y vio al cielo, solo para encontrar a cinco drones persiguiéndolos.

—No —susurró desesperada.

Corrieron por callejones, escondiéndose, a pesar de que la desesperanza había envuelto su corazón. Su mano sujetaba con fuerza la suya, sentía su temor. De ese error no se libraría, ¿cómo supieron de él? Algún descuido de su parte, estaba segura, o tal vez la mismísima Olga ya había abierto la boca. El temor por ser separada de él la invadió, y pensar que en un inicio había llegado a pensar en librarse o entregarlo también, era de lo peor.

Quedaron sin saber a dónde correr, respiraba agitada. A su mente volvieron sus recuerdos a recriminarle. Ya no tendría sus risas ni sus momentos de curiosidad, su mirada con cierta inocencia ni sus preguntas estúpidas.

No, ¡no! Ellas podrían hacerle de todo en ese laboratorio, hacerlo sufrir. Se encontraron rodeados en un abrir y cerrar de ojos.

—Gracias por el correo —dijo Carla dando un paso adelante.

Eso la espantó más. ¡¿Qué correo?! ¡Nunca lo mandó!

—¿Qué? —susurró Adrián volteando a verla mientras ella empezaba a negar.

Helen contemplaba sorprendida al hombre que estaba ahí frente a ellas, uno real, le parecía mentira todavía. Carla tampoco podía ocultar su sorpresa.

—Drones.

—¡NO! —chilló Teresa pero los aparatos veloces inutilizaron sus manos uniendo sus muñecas con brazaletes magnéticos.

—¡Tesa! —Otros rodearon al castaño y se tornaron amenazantes botando chispas.

—¡DÉJENLO! —Cayó al ser retenida de los pies también.

DOPy quiso usar su campo magnético para ayudarla pero DELy lo embistió. Fue arrastrada lejos por el magnetismo de otro mientras chillaba tratando de liberarse de forma inútil.

Era tarde. Lo perdía, y era su culpa.

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