Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

15: De bailes e intimidades

Helen logró hacer que su dron descifrara la clave de una de las carpetas de archivos antiguos del proyecto futuro nuevo que solo poseían ellas en el Edén en una computadora muy vieja, la que había llamado su atención y que era de su interés, ya que llevaba el nombre de zonas. Había más, pero abrirlas requería de toda una noche, como le había pasado con esa, así que por el momento la revisaría y luego se encargaría de las otras.

Estudió los planos, los distintos ambientes, la posición de las cápsulas, y algo que la dejó sin aliento. Esa cápsula, justo esa, sí figuraba como ocupada.

Resopló recostándose contra el respaldo de su silla. Entonces todo indicaba que había un ochenta por ciento de probabilidades de que un hombre estuviera por ahí, pero ¿por qué no se había presentado, por qué nadie lo había visto? Un ser primitivo como ese no estaría tardando tanto en querer subordinar a alguna mujer descuidada.

Quizá simplemente eran errores y no había tal hombre. Eso le daba alivio a su mente angustiada y temerosa por su perfecta sociedad.

De todas formas accedió a los datos de esa cápsula y se le enfrió el cuerpo, encontrando solamente las iniciales del sujeto, edad, peso y demás datos generales. Una imagen censurada, que luego no fue puesta en la cápsula por fines de privacidad. De esta solo se distinguía que tenía cabello oscuro y la parte inferior del rostro, el mentón, los labios, detalle que observó más de la cuenta.


La sensación de tibieza de esos labios masculinos no se fue de la piel de la pelinegra toda la noche. Anduvo sonriente por el corredor del Edén, recordando, abrazando su abdomen, tratando de contener las mariposas que revoloteaban. Él la había hecho sentirse atractiva con sus miradas, sus palabras y sus acciones. La había hecho sentirse femenina, más mujer, los textos que leyó Kariba tenían razón.

—Alaysa, tenemos un encargo para ti.

Fue enviada a hacerle una visita de inspección a la mujer que había sido dueña del local del que confiscaron las cosas y los másculos. Aceptó sin problemas, cualquier cosa que le dijeran no la sacaría del estado de felicidad en el que estaba.

Quedó frente a la celda, el cristal que las separaba dejaba ver a la prisionera pero ella no podía ver quién estaba afuera. Estaba con ropa blanca, el cabello, que con la mejor iluminación, se veía entre rubio y gris, desordenado, mirando a la pared blanca de su costado. Chequeó signos vitales que aparecían en la superficie y trasladó con la punta del dedo esos datos a la pantalla pequeña que llevaba.

—¿Qué les hicieron a mis niños? —la escuchó cuestionar. Tragó saliva con dificultad, quiso hablar, pero terminó volviendo a lo que estaba haciendo, tal vez la observaban—. Sé que estás ahí.

Teresa se intrigó, en el cristal vio reflejado un leve movimiento y giró solo para ver cómo un pequeño dron ascendía veloz y bajaba, la había escaneado. Volvió a ver al frente, la mujer miraba en su dirección.

—Eh... Los durmieron —trató de decir en voz baja.

—Infelices —se lamentó ella regresando sus ojos a la pared vacía de su lado.

—No sé qué esperaba, si han atacado y son salvajes, no piensan...

—Digas lo que digas, no quitas el hecho de que también son humanos. Y sí piensan, sí llegan a hacerlo, pero aquí ustedes nunca les dieron la oportunidad. Tú no sabes, si solo eres una recién llegada, no conoces la naturaleza masculina.

Pero sí que la conocía. Bajó la vista, pensando sin querer en lo que podría ocurrir si encontraban a Adrián. ¿Entenderían que era un ser pensante? ¿Cómo reaccionarían? ¿Lo encerrarían? Apretó la pantalla que tenía entre sus brazos, no podía imaginar tal cosa, ni que la separaran de él, ni que lo durmieran hasta morir solo por usarlo...

—¿Qué sucede? Acabas de reaccionar como si ocultaras algo. —La escudriñó y sonrió de lado—. ¿Acaso ocultas másculos también?

—¡No! —Retrocedió—. Ha sido suficiente. Las cosas tienen que ser así, si los dejamos libres, arman caos, no puedo creer que confíe en ellos.

—No deberías confiar en las mujeres de aquí tampoco, al final, todos somos iguales. Ellos y nosotras, seres tercos sin capacidad para razonar.

—Hablando de confianza, nunca me dijo quién le compró ese móvil.

La mujer sonrió de lado.

—Teresa —interrumpió Diana—. ¿Qué tanto haces?

La pelinegra se percató de que el pequeño dron ya no estaba y lo vio de forma fugaz entrar por una rendija de ventilación de la parte superior.

—Me han mandado aquí, no necesito que me vigilen.

—Deja de perder tiempo, ella no puede escuchar lo que dices, el vidrio no deja —comentó ignorante de la presencia del dron—. Vámonos, debemos registrar a los másculos bebés que han llegado.

La chica suspiró.

—Me llamo Olga Vásquez —habló la mujer rara—, por si me necesitas.

Diana frunció el ceño y se dispuso a retirarse. Teresa sintió que no había algo bueno ahí, no era la primera vez que Diana interrumpía cuando quería hacerle preguntas a la extraña. Por otro lado, ese pequeño dron al parecer podía ir por donde quisiera sin que lo notaran, temió que de algún modo la hubiera seguido y visto a Adrián. Caminó tratando de no lucir preocupada por eso, se tranquilizó a sí misma planteándose el pensamiento de que no había problema, DOPy tenía muchas clases de censores, al igual que su floter de M.P.

No iba a confiar.


Luego de pasar el día escaneando los números de los brazaletes magnéticos de los bebés másculos y que uno la orinara, volvió a casa, todavía con la preocupación, apenas atendió a la llamada que le hizo Kariba, diciéndole que tenía listo su vestido para el baile de la noche, al cual ya ni siquiera tenía ganas de ir.

Entró, firmó su llegada en el sistema de DOPy.

—Clara fue a cortar cabello pero estará aquí para alistarte para la fiesta, Adrián está en el jardín posterior, hace ejercicio, según dijo, para mantener lo que te gusta.

—¿Lo que me gusta? Nada me gusta —negó avergonzada y roja.

Quería verlo y reclamarle por su gran ego, pero pensar en el día anterior, en que le había tocado ahí, el beso, y las demás cosas, todo vino junto a hacerla avergonzar más. Sin embargo, sonrió a causa del hormigueo en su estómago, también por recordar, y sí, lamentablemente le gustaba, pero no se lo había dicho, así que él no tenía por qué suponer nada.

Ya que no confiaba en los baños secos desde que el otro no la ayudó contra el agua de mar, y había sido orinada, subió a su habitación para entrar a la ducha. Helen le dijo que ya estaba limpia, pero le dio igual.

Aseguró su puerta y respiró hondo, gozando del silencio y la privacidad, ya que últimamente encontraba música al llegar. Por un momento pareció como aquellos días en los que se encontraba sola en casa, siendo esa su rutina, a pesar de que no había sido hacía mucho. Fuera como fuera, prefería a Adrián y su bulla que eso.

Soltó su cabello y deslizó su dedo por una línea central del traje para abrirlo y sacárselo, quedando en ropa interior. Lo colgó en su antebrazo y se dirigió al baño, la puerta se abrió y se topó con el pecho desnudo de Adrián.

Soltaron cortos gritos de sorpresa, el traje reaccionó a su susto y botó chispas haciendo que ella chillara y lo arrojara.

El castaño quedó con la mirada atrapada por el cuerpo de la pelinegra. Bonitos pechos redondos detrás de ese sujetador que estorbaba, las caderas anchas que le llamaban a que las tomara, los muslos, pero sobre todo: pecas, pecas en los hombros, algunas muy pocas salteadas por sus caderas...

—¡DOPy dijo que estabas en el jardín posterior! —reclamó ruborizada.

—¿En dónde más tienes pecas? —preguntó acercándose con una sonrisa traviesa y seductora.

—Eso qué importa. —Retrocedió un paso, queriendo escapar de su magnetismo.

Pero ¿qué rayos? ¡Estaba semidesnuda frente a él y no era otra mujer, era un hombre! ¡Un ser que se dejaba dominar por el instinto, por más pensante que fuera! Empezó a respirar agitada.

—¿Me dejas revisar?

—Adrián. No —pidió poniendo ambas manos contra su pecho, sin oponer resistencia sin embargo.

El tacto de sus manos en su cintura le quemó la piel. Cerró los ojos y estuvo a punto de chillar pero él no la atacó como había pensado en un fugaz segundo de miedo.

—¿Pasa algo?

Alzó la vista, la miraba con preocupación, era consciente de estar con las mejillas rojas, y, ah, claro, seguir semidesnuda.

—T-tú... No me atacarías, ¿verdad? —preguntó tratando de ocultar su temor.

Pero sus ojos eran muy expresivos. Adrián la soltó enseguida.

—No, jamás. ¿Por qué?

—Eh, nada —soltó una risilla de nerviosismo y alivio—, olvídalo.

—Pero puedo rogar y ver si cedes —ronroneó volviendo a tomarla y pegándola a su cuerpo.

—Oyeee —volvió a reclamar.

—Anda, pecosita —murmuró derritiéndola con la voz grave—, déjame contarlas —Teresa se negaba queriendo dejar de sonreír, perdida de nuevo, prácticamente piel con piel con él—, solo eso y te dejo.

—Estás loco si crees que no llamaré a DOPy a que te dé un buen shock eléctrico...

—No haré nada malo, solo quiero verte —deslizando un tirante del sujetador de la chica por su hombro sin perder tiempo, aprovechando que la tenía atrapada contra su cuerpo.

El corazón le dio un fuerte brinco a ella, se le calentó hasta lo que había olvidado que existía. Toda su piel reaccionó, sus pulmones exigieron un jadeo. No sabía cómo hacerle frente de forma eficaz, si nunca en su vida imaginó estar con un hombre siquiera. Qué débil era si ya estaba perdida bajo la mirada intensa de él, esa sonrisa ladina, se mostraba más que satisfecho.

La sintió estremecerse apenas, sus manos inocentes contra su pecho, y por estar tan cerca, sus antebrazos también. El calor de su piel, su aroma dulce y femenino. Retiró su cabello negro y apenas ondeado hacia atrás, por su espalda tenía más pecas, era un encanto, aprovechó y respiró su esencia. Lo estaba enamorando con tantos detalles, ya debía aceptarlo aunque no pensó que pasaría finalmente.

—Eres adorable —susurró estremeciéndola de nuevo—. Por ahora quedo complacido —dijo devolviendo el tirante del sujetador a su sitio.

Si no paraba, iba a ser complicado no ceder a los impulsos. Podía seguir insistiendo aunque no fuera correcto. Nunca la lastimaría ni la obligaría a nada, pero era consciente de que ella le temía. No quería eso.

—¿Tan rápido contaste?

—Lo dejo para después, cuando me permitas más intimidad. —Guiñó un ojo dándole un toque en la punta de su nariz.

—Eh...

—Te dejo alistarte, tienes esa fiesta más tarde.

Lo vio salir, quedando con las palabras atoradas en la boca, reaccionando, ya que tontamente iba a soltar algo como: «espera, sí te la permito». ¿En serio? ¿Qué garabatos tenía en la cabeza?

¿Intimidad? ¿A qué se refería?

Pronto vino a su cabeza el texto que decía «apareamiento». Enrojeció. Él era macho, iba a querer aparearse, si incluso estaba activo, tal y como su mano lo había comprobado el día anterior. ¿Qué haría entonces? ¿Llegaría a estar en intimidad con él? Pero si no lo habían acordado, ¿o ya se sobre entendía?

Algo de nerviosismo la recorrió. ¿Era capaz de entregarse a él? Lo que los textos decían, en su momento le pareció irreal, posiblemente muy doloroso y desagradable, pero estando en carne propia sintiendo su calor corporal había despertado en ella algo más, desconocido. Deseo, fuerte deseo por ser tocada, admirada. Deseo porque esas fuertes manos pasaran a recorrerla, y también deseo por explorar ese cuerpo que la llamaba en silencio, por escuchar esa grave voz susurrándole bonitas palabras.

Respiró y resopló echándose aire con una mano, cuando un leve zumbido la hizo voltear. DOPy tomaba su temperatura.

—Uch —gruñó—, estoy bien —dijo empujándolo despacio—. ¡Dijiste que Adrián estaba en el jardín!

—No la sentí subir.

—¡Para la próxima, persíguelo!

Volvió a resoplar masajeando su frente. Quizá debía dejar de pensar en el joven como un ser que no podía contener sus instintos, estaba pareciéndose a las de M.P., él era listo y pensaba muy bien.


Cuando salió de la ducha vio un vestido de un color anaranjado rojizo, en la falda bailaban líneas de color más rojo, pareciendo fuego.

—Te lo trajo Kariba —dijo su mamá, entrando—, póntelo para arreglarte el cabello.

—Ella... ¿Está aquí todavía?

—Sí, ya la peiné, está acosando a Adrián con preguntas.

Eso le produjo el ya conocido nudo en su estómago, recuperó el control de su respiración que por un momento se quiso descarrilar. Clara no pasó desapercibida su reacción. La vio ponerse el vestido con prisa y dirigirse a la silla para que la peinara. Se acercó con cautela y tomó el cepillo para empezar, el espejo le mostró el rostro lleno de incomodidad de su hija.

—Creo que... quizá deberías calmarte en cuanto a Adrián, digo, quizá no esté aquí siempre...

Teresa se sorprendió pero no para bien.

—¿Qué quieres decir?

—Nada garantiza que estará con nosotras el resto de su vida.

—Claro que debe seguir aquí, mamá —reclamó.

—Ay, mi niña. Te estás encariñando con él, y no creo que sea prudente.

—No —pero el rubor apareció en su rostro enseguida, delatándola—, nada de eso, es mi amigo simplemente. No quiero que le pase nada.

—Pues estás un poquito posesiva, te molesta que incluso Kariba le hable, ella es tu amiga.

—No me molesta, solo me preocupa. A él no le gusta hablar sus cosas.

Clara soltó un bajo suspiro. Tampoco sabía qué hacer o qué decir, supuso que el cariño que Teresa podía estar sintiendo no se diferenciaba del cariño que se podía tener por otra mujer, aunque ella nunca se hubiera enamorado, lo había visto en sus compañeras y demás.


Kariba contemplaba a Adrián que se mantenía entretenido sentado frente a la barra, jugueteando con unas pequeñas esferas que tenía en una mano y haciendo experimentos con el menú que aparecía en la superficie del cristal, con DOPy haciendo un conteo de las calorías.

—¿Te gusta mi vestido? —preguntó apoyándose en la barra frente a él.

—Está bonito —comentó sin el interés que ella esperaba.

—Combina con tus ojos —agregó. Y claro que lo había hecho del mismo color, con destellos que se presentaban con cada movimiento.

—Ah —dijo alzando la vista y fijándose—, interesante.

Además de eso, tenía un tremendo escote. Era una rubia bellísima, lo aceptaba, pero más que eso no veía, por último, no sabía qué tanto era maquillaje y qué otro su verdadero rostro. Kariba estaba segura de atraerle, se consideraba así misma muy atractiva, ya que sus madres pusieron grandes cantidades de dinero para hacerla, era popular entre las mujeres, tenía que serlo también para él. Lo contemplaba con sus ojos violetas sin parar, concentrado en lo que hacía.

—Leí que como hombre, te gusta ver.

—¿Ver? Depende de qué —se hizo el desentendido.

—Cuerpos de mujeres.

Volvió a mirarla, esta vez de reojo.

—También depende.

—¿Cómo así?

No podía depender de nada, si sabía que era una criatura puramente sexual, fuera como fuera, tenía que gustarle ver su cuerpo, eso no venía a depender de nada, ni siquiera de los ánimos en los que se encontrara, eso no decían los textos. Pero aunque esperó, no hubo respuesta, se entretuvo haciéndole preguntas a DOPy sobre las extrañas esferitas que tenía en la mano, mientras este intentaba mostrarle los insumos de comida.

Ya le había preguntado si recordaba su pasado y le había dicho que no, sobre su cuerpo y sus aptitudes en cuanto a apareamiento tampoco parecía que diría más, pero esperaba tener una conversación sobre eso, así que no se iba a rendir.

—Además de ver, les gustaba tocar, no podían estar sin eso... También leí que les gustaba mucho aparearse con mujeres —susurró—, como los másculos, aunque sea una actitud primitiva. —Él arqueó una ceja—. ¿Ves que sí sé? Teresa seguro no te ha preguntado, es un poco quedada, pero la entiendo y apoyo, después de todo, su mamá no pagó muchas mejoras por ella. Mis madres sí, por eso no solo soy atractiva sino que también me gusta investigar.

—Uhm. —Regresó su vista al menú frunciendo el ceño y jugueteando con un par de esferitas—. Sí, puede decirse que me gusta ver y mucho más tocar, pero no voy a darte demostraciones. Por cierto, Tesa me ha dicho lo de las mejoras y me parece irrelevante, eso no te define. —Volvió a mirarla—. Es curioso que ella no necesite disminuir a otras para quedar bien.

La rubia no captó el mensaje, no sentía además que había disminuido a nadie, había dicho una verdad, creció sabiendo eso, creció teniendo todo y sus madres siempre se lo repitieron. Dejó de lado el asunto.

—Entonces, ¿me dejarías verte y tocarte? Ando curiosa, ya sabes que no todos los días se ve a un hombre —dijo rodeando la barra y acercándose.

A ella también le atraía su aroma, su voz, su cuerpo, ya le había repetido que estaba dispuesta a tenerlo en su casa, así iba a tener oportunidad de despejar bien sus dudas, pero nuevamente había recibido una respuesta negativa.

—No hay nada que ver en realidad —se excusó.

DOPy señaló algo de menú y él lo tocó, puso una esferita sobre la barra y esta botó luces. Kariba sintió que la comida y esas pelotitas le estaban robando protagonismo. Teresa había tenido razón, no era tan simple eso de querer manejarlo como si fuera otro másculo normal que no pensaba.

—Listo, ¿nos vamos? —preguntó la pelinegra bajando por las escaleras.

Ambos la miraron, estaba con el vestido cuya falda se iluminaba con tenues luces rojas moviéndose que parecían lava. Un sencillo pero bonito peinado, el cabello suelto con sus ondas, algunas lucecillas diminutas que se encendían de vez en cuando con distintos colores. El maquillaje natural, mientras que Kariba tenía pestañas postizas largas y con brillos. La rubia pensaba que si el maquillaje no se notaba tanto como el vestido, no tenía sentido hacerlo, se le hacía aburrido.

—¡Pero qué guapa estás! —exclamó mientras se acercaban—. Pero te hubieras pintado más, ¿tu maquillador no tiene más modelos?

—Eh... Bueno...

Adrián tomó su mano y le dio una suave vuelta para observarla, haciéndola reír en silencio.

—Me parece que todo queda perfecto. Si así estás cómoda es mejor, ¿no?

La chica sonrió con ilusión, sus dudas sobre su aspecto se despejaron con solo esas palabras. Poco a poco iba alejando la inseguridad que la había rodeado durante su vida por no considerarse atractiva, iba a seguir siendo ella misma sin importarle las modas. Clara bajó y llamó a DOPy.

—Vamos —dijo Kariba con emoción.

Las dos fueron a la puerta y DOPy capturó una imagen de ambas.

—Diviértanse.

—Suerte —las despidió Adrián regresando a la barra con el dron.

Teresa le dio una última mirada que él correspondió acompañada de una dulce sonrisa, hasta que la puerta se cerró. Subieron al floter y partieron.

-------

Carla observaba los ojos celestes con gris del video, a pesar de ya ser noticia antigua. Había terminado con una reunión con su concejo, mujeres que habían sido líderes antes. Helen entró.

—Ya se les ubicó en los jardines a los nuevos bebés másculos, las cosas ya vuelven a la normalidad, la noticia de que una gimnasta va a hacer una presentación tiene locas a todas, además del baile de la universidad Prime que había sido retrasado... —Se percató de la falta de atención—. ¿Está todo bien?

—Quiero que me aparten a uno de esos bebés, quiero ver si lo pueden clonar en el Edén alternativo —comentó, ya que la decisión estaba hecha desde que habló con las antiguas líderes.

—¿Clonarlo? ¿Por qué?

—Deberían dejar de existir másculos fuera de nuestra institución, quizá solo nosotras deberíamos tener a todos los ejemplares. Ya ordené a los drones que vayan y los busquen a todos los que viven afuera de la ciudad.

—¿Hablas de prácticamente extinguirlos?

—El Edén alternativo ha ido ganando clientela en cada ciudad al pasar los años, con sus opciones de mejoras, aunque no es un número significativo, el dinero que las mujeres podrían gastarlo aquí, ahora están prefiriendo gastarlo allá. Ya no es solo para bajo estatus económico. Y como solo hay un Edén en todo el país, que es este... prefieren quedarse en sus ciudades.

—Entonces quieres clonar másculos...

—E ir mejorándolos también, además de controlar que los espermatozoides «Y» ya no salgan, sino que se garantice una niña al cien por ciento. Y como pronto estarán encerrados aquí, ya no necesitamos estar con estos problemas de andar buscando a esas bestias que sus tontas madres liberan por ahí solo para causar problemas.

Helen bajó la vista. Si tal vez las cosas se salían de control, podían quedarse sin másculos por completo, ¿qué dirían los medios sobre eso? Había mujeres que los protegían, aunque solo fueran palabras y no acciones, ya que ellas los tenían ahí dormidos en el Edén. De eso no se quejaban, pero quizá era porque casi nadie lo sabía.

—¿Investigaron sobre la cápsula misteriosa? —preguntó tomándola por sorpresa sin retirar la vista de su escritorio y la imagen congelada.

—N-no... Es decir, sí, pero...

—Señora, una llamada —le avisó la computadora mostrando el nombre del lugar de donde venía.

—El centro de reciclaje —resopló Carla—, vaya situación extraña. —Tocó la opción de responder—. Dime.

—Disculpa la molestia a esta hora —habló una mujer encargada—, pero encontramos algo extraño. Las máquinas lo clasificaron en orgánico, de orgánico lo pasaron a ropa, y de ropa a orgánico de nuevo, y así ha estado durante días, recién nos damos cuenta.

Se apartó del campo de visión del dron que transmitía y dejó ver en una bandeja lo que parecía ser un traje gris, o lo que quedaba, ya que estaba roto y faltaban partes.

—Quizá alguna usó, o mejor dicho, creó alguna materia especial para diseñar esto y le falló y lo arrojó, los análisis indican que era una especie de tejido vivo, ahora obviamente muerto. Simplemente quería saber si quizá es de ustedes...

—Claro que no es nuestro. Ha de ser como dices, de alguna rara que usó materia extraña.

Helen sin embargo, tuvo otra conclusión. Tragó saliva con dificultad, lejos de poder asimilar la situación, ese miedo que le recorrió la espina dorsal, esa posibilidad de que de verdad hubiera un hombre ahí afuera.

No sabía si decirle a Carla, la conocía, iba a ponerse histérica, es que era una situación inverosímil. No podía haber un hombre vivo, su sociedad ya era perfecta así, simplemente no podía romperse el orden.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro