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12: Una arriesgada salida

Teresa llegó con la angustia en el pecho, a causa del detector y las cosas que Carla le hizo ver. Nuevamente la duda, ¿qué haría?

De pronto se le ocurrió la cosa más sencilla. Dejar el detector en el floter. Suspiró aliviada, abrió un compartimento y lo guardó. Listo. Era una genio sin duda.

—DOPy —lo llamó, pero no hubo respuesta.

Quería decirle que vigilase que Adrián no se acercara al floter, pero se lo diría al entrar, quizá estaba ocupado. Ingresó a casa, vio hacia el salón y se espantó. DOPy con su parte posterior abierta, en la mesa, siendo examinado por el joven.

—¡¿Qué le hiciste?! —exclamó acongojada como si de su mascota se tratara.

—Solo lo reviso, veo cómo funciona... o trato.

—¿No lo estás malogrando?

—Descuida, solo veo. Sabes que me dijo que estos muros guardan luz y la proyectan al interior, además de dejar que esta pase en el día. Es por eso que no veo bombillos ni nada por el estilo... —La chica lo miró confundida—. En mis tiempos se logró algo similar con la policondensación de compuestos como sílice, arena, álcalis, agua, a temperatura ambiente.

Teresa no sabía en qué idioma estaba hablando. Sacudió la cabeza.

—Necesito darle órdenes y firmar mi entrada, despiértalo, o que funcione, o como sea...

—Pf. Está bieeen...

Le tocó el sensor en la cabeza y se encendió, Teresa respiró aliviada al ver que solo estaba en modo «dormir». El aparato cerró su espalda y flotó desplegando su pantalla para ella. Firmó su llegada, vio de reojo a Adrián y se percató de la tristeza en su mirada mientras contemplaba el jardín por el ventanal.

No le gustaba verlo triste, era como si pudiera sentirlo también. Quería ver esos ojos de celeste gris brillar de felicidad.

—DOPy, saca el detector que dejé y llévalo al lado de mi madre, a su habitación, pero sin pasar por aquí.

El aparato salió por una pequeña abertura.

—¿Tu detector? —se intrigó el joven.

Le sonrió y le tomó del antebrazo incitándolo a ponerse de pie.

—Nos vamos a comprar cosas para la casa, en vez de pedirla online, ¿te agrada la idea?

Él le regaló una deslumbrante sonrisa.

—Últimamente no nos has dejado ver qué diseñas —comentó una mamá de Kariba, que salió a comer algo.

—Es... para mi baile. Y para Teresa. Un secreto —dijo de forma extraña.

Se sentó frente a su barra junto a sus madres, las miró de reojo, mostró una inocente sonrisa y se concentró en su plato. Su cabello antes rizado ahora estaba lacio y con puntas color púrpura al igual que las sombras en sus párpados.

—Así que Teresa entró a M.P. las mujeres ahí son algo rudas, pero está bien para ella, no es tan guapa, afuera no lograría nada, ha de estar entretenida viendo másculos y a esas mujeres, imagino que buscará saber más de...

—Lo dudo, no reconocería algo emocionante aunque lo tuviera en su casa —interrumpió la rubia. Se percató de lo que había dicho.

—¿Cómo así?

—Nada, no es nada. Solo digo.

A ella tampoco le convenía que se supiera lo del bicho raro, a veces quería soltar lo que sabía por puras ansias de desfogar su ilusión pero se contenía. Era la primera vez que se guardaba algo por tanto tiempo, a pesar de ser pocos días todavía.

Quería sorprender a ese fósil viviente, que quisiera venirse con ella. De la nada le habían surgido las ganas de llamar toda su atención, no sabía bien por qué, pero necesitaba hacerlo. Además estaba segura de que ahí se aburría.

Terminó su comida y volvió a su estudio. Mientras la ropa se materializaba en la máquina, continuó investigando sobre los hombres, qué les gustaba, y no fue sorpresa encontrar que el cuerpo de una mujer podía sacarlos de sus cabales. Claro, eran másculos después de todo, seres básicos.

—Qué fácil —susurró deslizando su dedo en la pantalla mientras leía.

Pensó un segundo en Teresa, pero aunque la información dijera que no les importaba si era fea, no se preocupó, ya que consideraba que como su amiga no fue del gusto de mujeres, mucho menos de un hombre atrayente como él.

—También les gustaban los deportes —agregó la máquina—, actividades físicas, apareamiento.

—Uh... como los másculos... Uhmm, aunque esas actitudes primitivas quedaron enterradas hace siglos —fingió desinterés.

Buscó sobre el proyecto de «Futuro nuevo» y las personas que ahí entraron, pero solo encontró los requisitos, los datos de los jóvenes eran secretos y además borrados. Se sintió frustrada por eso, quería saber más de él.

Teresa y Adrián iban en el floter luego de que DOPy escondiera el dichoso detector.

—Despliega ubicación de tiendas de suplementos y comida para casa —le ordenó ella al aparato.

El parabrisas mostró los lugares como si de otra pantalla de computador se tratara, a Teresa le encantaba ver la expresión de sorpresa y asombro que Adrián ponía.

—¿Qué te parece ir al auto-centro?

Él la miró y pareció confundido.

—Vamos a donde gustes, no tengo problema.

Ella sonrió y tocó en la pantalla el lugar, lo deslizó y se pasó a la ventana del lado derecho.

—Luego vamos por helado —agregó tocando una heladería y mandándola a la ventana izquierda—. Eso es todo.

Las figuras desaparecieron y en su lugar quedó un mapa reducido a un costado marcando los destinos y la trayectoria que iba recorriendo. El cristal se opacó, se apreciaba el exterior pero nadie veía quiénes iban adentro.

—¿Desea revisar sus redes sociales durante el tiempo de ida? —preguntó la máquina.

Teresa de antes hubiera aceptado, o en todo caso, se hubiera puesto a dibujar, pero tener a Adrián ahí solo para ella era mejor.

—No, pon música suave. —Y enseguida empezó una baja melodía instrumental.

—Ya supongo que esta cosa no se choca con otras —comentó él—. Ha de tener sus sensores, además de ser magnético...

—La superficie en las vías también lo es, y ahora como puedes ver, ya puso su ruta y se señala con una tenue luz en esta.

—Wow. Por eso no ha de haber choques... ¿Y si brinco se desestabiliza?

—¿Qué? —El castaño se levantó parcialmente y cayó sentado removiendo el vehículo—. ¡Hey! —El lo repitió una y otra vez empezando a reír—. ¡Adrián! —Se aferró al asiento—. ¡Basta!

Llegaron a una intersección. Otras mujeres vieron cómo el floter gris del costado, color que identificaba a los de M.P, daba leves botes sobre su sitio, el magnetismo no le permitía chocar con la pista y lo regresaba a su posición. Continuó con su camino.

—¡Eres peor que una niña traviesa! —reclamaba la chica.

Él paró y terminó riendo a carcajadas. Teresa, a pesar de estar ruborizada y molesta sabiendo que otras mujeres habían visto al aparato hacer show, rio también. Un cinturón se enroscó al torso del muchacho.

—¡Oye!

—Permanezca sentada, por favor —pidió la máquina.

Teresa rio más.

—Gracias —dijo aliviada.

Vieron al mega auto-centro, cosa que dejó con la boca abierta a Adrián. Una entrada monumental y fuertemente iluminada por donde los floters ingresaban, pasaron por un sector lleno de anuncios, avisos de nuevos productos, descuentos, etc.

Se situaron en un módulo cerrado, las ventanas y parte superior del floter se abrieron. Dejando pase a un tablero que descendió.

«Bienvenidas a auto-centros Kristal» dio su aviso haciendo aparecer un menú, mostrando las categorías de productos.

—Vamos a comida diaria —dijo Teresa tocando el ícono.

Se desplegaron los distintos productos. Empezó a tocar los que necesitaba: insumos, frutas que venían en cubitos, hasta que Adrián tocó la imagen de huevos.

—Hey...

—Lo necesito.

—Pero cuestan.

—¿Acaso lo demás no?

—No. ¿Cómo crees? Casi todo es gratis, solo unas cuantas cosas y alimentos son pagados, de todos modos no son muy necesarios, están por simple gusto. Por ejemplo estos que vienen de seres vivos, ropa hecha por diseñadora y no por una máquina estandarizada.

—Entonces, si trabajas te dan dinero, pagas, ¿y a dónde va?

Teresa suspiró al ver que tocaba explicar.

—Por ejemplo, si alguna mujer enseña en una escuela, por ese trabajo te dan dinero, que no es como el antiguo que conociste... Es algo como una gratificación, y lo cambias por cosas que no son estándar o básicas, y así muchas mujeres no se sienten del montón, como que se dan más... clase, tal vez.

—¿Cómo se llama esa moneda?

—Cress. Nos enseñaron que viene de un nombre griego, Cressida, que significa oro.

—Y si no tienes ese dinero, ¿no se te niega nada?

—Por supuesto que no, hay todo lo básico para vivir bien. ¿Por qué?

Quedó perplejo. Lo comparó con un videojuego, en el que se obtenía dinero de mentira y este solo servía para conseguir cosas especiales y una vez usado no iba a ninguna parte, simplemente desaparecía.

—Wow, antes no era así —meditó para sí mismo.

—¿Cómo?

—Antes... Bueno, mientras miles morían de hambre, literalmente, otro poco de gente recibía dinero en cantidades ridículamente excesivas, que de nada servía porque lo gastaban estúpidamente, restregándoselo en la cara a todas esas otras personas...

—¿Qué clase de mundo inhumano era ese? —cuestionó en susurro.

—No lo sé —soltó en suspiro.

Regresó su vista al tablero.

—Aunque, si no tienes dinero también se te niega ser atractiva, se paga por cada mejora cuando te hacen un bebé... —Eso intrigó a Adrián, tal vez por eso ella no se sentía bonita—. Otra desventaja de no tener genes mejorados es que luego algún órgano te puede fallar. Ya sabes, nada es perfecto, la clonación a veces flanquea así.

—Cómo...

—Puedes curarte aunque en pocas ocasiones es algo fulminante, como en mi abuela... le falló el corazón.

Quedó en silencio un par de segundos.

—No voy a dejar que algo así te pase —habló sorprendiéndola—, no por nada estudié medicina, no terminé pero puedo seguir, he visto que lo tienen todo en internet, estudios completos. Al más mínimo malestar me avisas.

—Gracias. Bueno, mi mamá me preocupa, yo todavía estoy joven.

—Las cuidaré a ambas.

La chica esbozó una sonrisa y retiró la vista un instante sintiendo timidez de pronto al ver esos ojos.

—En fin... Por ahora, llevemos huevos. —Lo vio sonreír y eso le gustó—. Pobres gallinas, harán más huevos por tu culpa.

—Bah, no es tan grave. —Otra cosa llamó su atención—. ¿Y esto? —Lo tocó.

—Aich —se quejó la chica dándose un palmazo en la frente.

Descendieron bandejas con cosas para probar y sus respectivos nombres con la opción de agregarlos al carrito de compras también. Eran productos nuevos. Teresa cedió y agarró un cubo pequeño que parecía chocolate, pero era pulpa de vayas mixtas en cubo.

—¡Um! Prueba este —sugirió Adrián.

Volteó y se encontró con el cubo que él le sostenía a milímetros de sus labios. Le dio una mordida sintiendo cómo su pulso se descontrolaba sin motivo aparente, hasta podía jurar que él se percató, cosa que le hizo reaccionar. Se sonrieron con leve vergüenza y timidez, retirando las vistas, volviendo a concentrarse en el tablero.

—Sí está rico... —Un hormigueo en su estómago apareció, mantuvo su sonrisa unos segundos pensando en el tenue rubor que le había notado al castaño, cosa que le estaba gustando más de lo que había pensado. Ella también estaba ruborizada así que mejor se aclaró la garganta y trató de disimular—. Entonces lo añadimos a la canasta. —Tocó el ícono.

—¿Podemos pedir fruta?

—Ya pedí fruta...

—En cubos, quiero la real.

—Es real...

—Vamos, aunque sea una. Lo haremos jugo o algo, sé hacer batidos, vamos, pecosita...

¿Cómo podía rogar tan fácil y hacer que ella aceptara tan rápido?

—Uch, no puedo creerlo —refunfuñó.


Luego de terminar, una compuerta se abrió y el floter pasó al siguiente ambiente, cerrando sus ventanas y parte superior, y abriendo la posterior. Descendió un brazo mecánico y puso una caja grande con todo lo que habían pedido ya puesto en compartimentos y empaques respectivos. Se cerró, dio las gracias, y abrió la salida.

—Ya veo por qué controlan las calorías —murmuró Adrián sorprendido todavía por ese sistema de compras—, si casi no caminan la mayoría...

—Exagerado, claro que caminamos.


Llegaron a la heladería, una temática que simulaba ser un bosque, aunque bien pasaba por uno real casi, los floters podían ingresar y ponerse junto a mesas en ambientes privados en donde, como siempre, había una pantalla transparente con los íconos para elegir en la superficie. El ambiente podía modificarse de forma automática dependiendo de si se ingresaba a pie o por la entrada de aparatos móviles. Luego estos últimos se retiraban dejando ahí a sus ocupantes.

Como eran dos, otro menú con opciones apareció en la superficie de la mesa.

—Bien, aquí sí puedes elegir qué helado quieres.

—Genial. ¿Son gratis?

—Sí, además de no engordar... —Lo vio tocar y tocar múltiples opciones—. Por la tierra, tranquilo, ¿qué haces? No abuses. —No pudo evitar reír.

—Dices que no engordan.

—Pero sí tienen calorías, hay un límite para todo. Ay, señor. —Se cubrió la cara riendo en silencio todavía.

—¿No pides el tuyo? ¿Puedo pedir por ti?

—¿Cómo?

—Elijo uno para ti, tratando de adivinar qué te gustaría.

—Ja. —Se cruzó de brazos con diversión—. Será interesante, a ver qué pides.

—Ok —guiñó un ojo—, prepárate.

Empezó a elegir, mientras tanto, del cubo que era la extraña mesa, se abrió una sección y subió el primer helado que había pedido él. Teresa abrió los ojos como platos. Había helado de tres sabores, frutas en cuadraditos, chocolates, jarabe de chocolate, gomitas de diversas formas, galletas como decoración.

—Woh, a eso me refería —comentó él en tono aprobatorio—. Listo, ya sube el tuyo.

—No me habrás puesto una montaña de cosas como ese —comentó asustada. Adrián soltó su leve y varonil risa, cosa que a ella no solo le gustaba, la adoraba. ¿Qué rayos le estaba pasando? ¡No podía estar así!—. No comeré tanto —agregó recuperando la compostura mientras él se tapaba la boca recordando que podían escucharle.

—Bueno, si no te gusta no lo comes, pero si te gusta, lo comes, y no solo eso, prometerás salir conmigo más seguido.

—Estás loco, si con cómo te has portado hoy ya me da miedo sacarte a la calle.

Frente a ella subió su helado. Era una perrita cocker spaniel como Rita, hecha de helado de fresa, sentada sobre la blanca vainilla con ralladura de coco verde, algunas galletas decorando y gomitas de colores.

—Oww —dijo ella un par de segundos antes de recuperar su autocontrol y silenciarse, haciendo que él sonriera satisfecho, marcando sus hoyuelos en las mejillas de nuevo—. Uch —gruñó—, bien. Por ahora ganas, pero no aseguro nada.

—Jum —reclamó con la cucharita con helado que se había metido a la boca.

Mientras comían, él observaba el ambiente en donde estaban. Plantas subían por las paredes, enredaderas, flores, mariposas falsas pero que se veían muy reales, se dio cuenta de eso porque repetían sus circuitos de vuelo.

Los muros no eran sólidos, se veían algunas figuras opacas y siluetas del resto del local, excepto por dos de los costados, uno que parecía dar a un jardín también falso, y otro que quizá era la salida al interior del local. Le pareció detectar un movimiento entre las plantas del bosque jardín, pero tras un rato de mirar atento y no encontrar nada, le restó importancia.

El ruido del lugar, los murmullos suaves, las mujeres hablaban bastante pero no se les entendía por ser tantas.

—¿Nadie va a entrar, cierto? —quiso saber sintiendo leve preocupación.

—No.

—Hay mesas privadas como esta, y públicas, ¿verdad?

—Sí, ¿por qué?

—Curiosidad. —Se encogió de hombros y acabó con la vida de un osito de goma.

Ella lo miró escasos segundos, con la sonrisa en el rostro. Los ojos celestes profundos hicieron contacto con los de ella y la corriente la recorrió, pero a pesar de esa fuerte sensación, quedó ahí manteniéndola. Su sonrisa atractiva la hizo querer decirle que no le parecía un bicho raro ya, estuvo por aflojarle la boca y hacerle confesar cosas que ni siquiera conocía.

Un pitido corto la hizo salir de su nube, volteó asustada hacia la salida del ambiente que daba al interior del local. Otro pitido lejano le empezó a bajar la presión.

—¿Qué pasa? —preguntó el castaño al verla empalidecer.

Otro pitido.

—Debemos irnos —dijo en susurro—. Ay no, no...

Sin duda una guardiana estaba muy cerca en el lugar, con su detector sonando a causa de la presencia de un másculo, o mejor dicho, un hombre. Llamó a su floter dando la orden desde su móvil.

—Está cerca esa pequeña bestia —les escuchó murmurar.

Se pusieron de pie, Teresa le acomodó la bufanda y la capucha del abrigo.

—Tranquila...

Pero no podía estarlo, la sola idea de que lo encontraran la desesperaba. Llamó al floter repetidas veces tocando la pantalla con apuro. El pitido del detector sonaba más seguido y más fuerte, se aproximaban tres o cuatro guardianas a paso firme.

Le tomó la mano y quiso correr a esconderse al bosque falso cuando las mujeres entraron de golpe haciéndola soltar un corto grito y abrazarlo como acto reflejo. De un matorral saltó un másculo directo a ellos arrancándole otro grito justo antes de que las mujeres espantadas lo noquearan con electricidad, gritaron más cuando salió otro y corrió al local iniciando el caos y el griterío.

El floter llegó, subieron sin perder ni un segundo mientras las otras se lanzaban a perseguir y dormir a los másculos que ya correteaban tras las mujeres del lugar.


Teresa veía por la ventana posterior mientras se alejaban. Soltó un profundo suspiro de alivio y se deslizó en el asiento.

—Cuatro másculos más fueron encontrados en una heladería. Creí que preferían estar lejos del movimiento —comentaba el dron DELy.

—Puede que tanta mujer los atrajera —respondió Carla—. Bestias. En ese caso habrá que dejar las zonas apartadas y más bien ir a lugares concurridos.

—Pasan estas cosas porque algunas creen que deben estar libres.

—Si tan solo estuvieran extintos —refunfuñó la líder revisando el aviso en su pantalla nuevamente.

—Podríamos haberlos acabado. Con lo que te propusiste hace unos años al concejo...

—Demandaría tiempo hacer que las computadoras procesen y destruyan sus espermatozoides «Y».

—Pero no nacerían más, y podrían solo clonar los que ya tenemos aquí.

—¿Y si no resulta? Recuerda que es complicado, habría que hacer muchas pruebas, si se nos acaban todos los másculos, el Edén ya no tendría motivo para existir.

—Señora, los tenemos —avisó una de las guardianas—, además se capturaron otros cinco por el centro comercial.

—Perfecto, los quiero a todos aquí.

Las noticias continuaron, se preguntaban qué famosa causó revuelo en una universidad, y criticaron a M.P por haber dejado escapar másculos. Tras los cortos sobre chismes de las celebridades, que era lo más popular entre el público, salió la toma de un floter de M.P dando botes en una intersección. La elegante presentadora con maquillaje extravagante reía relatando el extraño incidente, burlándose de la institución. Carla soltó un cansado resoplido y se masajeó la sien.

—Cómo odio a esa mujer.

—Carla —le habló Helen a través de un comunicador—, la maquinaria encontró algo extraño en las ruinas de «Futuro nuevo» que están siendo removidas por la construcción.

Carla frunció el ceño. Se desplegó la imagen en donde podía ver al equipo que vigilaba esa zona y el lugar.

El dron que transmitía la grabación siguió a la mujer hasta una cápsula.

—Puedes decirme loca, pero se ve en muy buen estado, ¿no te parece? No le había caído nada y al parecer el fuego tampoco llegó.

—¿Insinúas que hay alguien vivo ahí?

—De hecho... está vacía. No hay restos humanos, si hubo alguien, está ahí afuera...

—Tonterías, todo fue revisado cuando ocurrió el incendio.

—En la documentación no figura esta zona.

—Tal vez solo eran cápsulas vacías, recuerda que no todas se llenaron, la gente estúpida reclamó que por qué no aceptaban personas de diversidad sexual. Ja. —Se cruzó de brazos apoyándose en el respaldo de su silla—. Como si eso hubiera podido ayudar a preservar la humanidad.

—Investigaré más sobre las cápsulas vacías, porque en esta debió haber habido un varón, Carla... Un hombre... y está vacía e intacta.

Un mal sentimiento se ancló en la líder, su pulso se desestabilizó y se le formó un nudo en el estómago.

—Sí, investiga —dijo disimulando la preocupación.

Cortó la transmisión, sus manos se habían enfriado. Un hombre. Como si fuese posible. Frotó sus palmas contra sus muslos para recuperar calor.

Un hombre ahí afuera.

Como si fuese posible...


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