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Adán...

Un jabalí de grandes proporciones inclinó su cabeza hacia abajo, abriendo sus fauces para tomar agua de un lago pequeño. Se encontraba en un prado con pocos árboles muertos por el calor del lugar, pero a los lejos había un bosque donde hay más animales, y por ende, depredadores.

Hoy el cielo estaba despejado de nubes, por lo que hacía una calor casi infernal. Sin embargo, era soportable para un hombre que se escondía detrás de un árbol muerto, sosteniendo una lanza en su mano derecha.

El hombre miraba al animal con los ojos entrecerrados, asegurándose que estuviese muy distraído como para notarlo. Este hombre era nada más ni menos que el primero entre los hombres, el primer ser humano en ser creado por las manos de Dios.

Solo que ya han pasado cientos de años  desde que él y su antigua esposa fueran expulsados del Edén a causa del "sueño" de un maldito angel con cara chistosa. Su cuerpo, antes blanco, estaba bronceado por el constante tacto del Sol, su cuerpo entero, como abdomen, espalda, pecho y sus mejillas, estaban llenas de cicatrices por las peleas que tuvo con múltiples animales salvajes y de las bestias primordiales ya extintos.

Ya no era aquel hombre inocente y amable del Edén, sino un hombre por derecho propio, que tiene en sus espaldas incontables victorias y pérdidas, conocido como un líder nato entre sus hijos y un padre/abuelo.

Asintiendo su cabeza hacia otro árbol, una persona salió sigilosamente, siendo un chico de nomás de 16 años, piel pálida, pelo rubio y ojos violeta.

Este era nada menos que Asmodeus, hijo de Adán y Lilith, quien yace en la Tierra por petición del propio hombre, ya que era consciente que el Infierno no era un lugar para criar un bebé humano; Lilith, por supuesto, accedió, igualmente conciente de ello.

Caminando hacia el el gran jabalí, el joven levantó su lanza con ambas manos, asegurándose que sus pasos no fueran escuchados. Finalmente, con un rápido descenso, clavó su arma en el costado del animal que ya había notado su presencia.

Liberando un chillido de dolor, el animal escurridizo corrió hacia el lado contrario de Asmodeus, llevándose la lanza con él.

Maldiciendo en voz baja, el joven corrió hacia el animal con todo lo que tenía, siendo seguido por su padre.

Si dejó que se vaya al bosque, lo perderé —pensó el joven, recordando los consejos de su padres, hermanos y sobrinos mayores.

Aumentó su velocidad, gracias a ser hijo de los dos primeros humanos, era evidente que sería más fuerte que los demás, logrando alcanzar al animal. Saltando, logra montarse en el lomo del gran jabalí, aferrándose a él con sus uñas mientras utilizaba su otro brazo para tratar de alcanzar su lanza del costado.

El animal, al sentir el peso de su cazador, comenzó a brincar salvajemente para quitárselo encima de manera desesperada. Esto mareaba a Asmodeus, que estiró más su brazo, logrando tomar su arma con la palma de su mano. Acto seguido, se arrastró por el lomo para acercarse a la cabeza del animal, levantando su lanza una vez más para enterrar justamente en el cráneo del animal, teniendo que aplicar fuerza para penetrar el cerebro del mismo.

Por la muerte repentina, el animal cae, derrapando contra el suelo con el humano encima, dándose golpes contra pequeñas piedras, ramas o insectos que se encontraban, hasta terminar cerca del bosque.

Adán rápidamente apartó el cadáver para ver a su hijo, notando que tenía pequeñas heridas, nada graves, por lo que suspiro con alivio antes de ayudarlo a levantarse.

Los dos vieron el cadáver del jabalí salvaje, era tan grande como una leona, suficiente para alimentar a diez personas. Adán colocó una mano en el hombro de su hijo, una señal de que estaba orgulloso, haciendo que Asmodeus sonriera por su primera cacería.

Cargando el animal sobre sus espaldas, volvieron se dispusieron a irse hacia su hogar antes que un depredador oliera la sangre del jabalí.

Visualizando muros de madera, una torre encima de las compuertas, el dúo padre e hijo llegaron hacia su hogar: el primer pueblo creado por la humanidad.

Al atravesar las compuertas, el dúo fue saludado por una niña de cabello rubio y ojos dorados, que se entusiasmó al ver a su hermano y al animal cazado.

—¡Hermano! —saludo la fémina, corriendo para abrazar a su hermano, quién corresponde el abrazo—. ¡Veo que trajiste mucha carne!

—¡No te lo comerás todo tu sola, Belcebú! —contradijo Asmodeus tras separarse del abrazo.

El primer hombre dejó que ambos hermanos siguieran hablando para dirigirse con la carne hacia su casa.

Tras entrar, saludó a su hijo menor, el último que tuvo con su antigua esposa, Seth, uno de los que se parecía más a él con el cabello marrón, piel bronceada, y ojos dorados.

Este jugaba con los demás nietos jóvenes de Adán, Belcebú y Asmodeus los siguieron, pero este último lo hizo mas para presumir su casería en lugar de jugar.

Suspirando mientras negaba la cabeza por la intención de su hijo, dejó el jabalí para proceder a degollar su piel y guardar la carne en trozos, tirando los huesos y partes que nadie quiere a los perros y gatos cercanos.

—¿Y como fue la cacería? —una voz femenina le preguntó al primer hombre.

—Le fue bien —contesto de manera corta, cerrando los tarros en que guardo la carne después de lavarla, y cerrandolas para que ninguna mosca pudiera infectarla.

Al darse la vuelta, miró a su hija mayor, la primera hija que tuvo con Eva, y la que más se parece a ella: Aclima. Ella parecía aún en su juventud a pesar de tener 200 años, mientras que Adán ya estaba en su 759 años.

—¿Como está Caín? —preguntó el primer hombre.

—Esta cuidando de nuestro hijo, aún se siente inseguro de sí mismo, pero estoy haciendo todo lo posible de que no se sienta así.

Adán asintió ante las palabras de su hija. Entiende que Caín estaba traumado por haber matado su propio hermano, y no era un mentiroso, quiso exiliar a su primer hijo por tal atrocidad, pero si de una cosa lo caracteriza, es que tiene un pleno control de sus emociones y una mayor compresión sobre las cosas. Así que, con mucho esfuerzo, pudo cambiar a su hijo, hacerlo arrepentirse por su pecado y buscar el perdón de Dios, logrando quitarse la maldición que éste le había puesto, pero los ecos del pasado no desaparecen tan fácil.

Dejando su lanza y cuchillo de lado, caminó hacia otra casa, encontrándose a un hombre que miraba la fogata con una mirada perdida. Adán se sentó a su lado, los dos se mantuvieron en silencio por un rato, hasta que el hombre habló.

—No sé si pueda ser un padre...

Adán no respondió por unos segundos, apreciando el fuego abrazador—. Lo sé, Caín.

Alzando la mirada, los dos observaron a un bebé durmiendo plácidamente en un manto de lana.

—Pero debes intentarlo, por él, y por tu esposa —termino Adán.

Caín exhaló casi como una sonrisa, pero de inmediato su mirada se convirtió en una de arrepentimiento.

—Tengo miedo que vuelva a pasar otra vez, que él haga lo mismo que yo.

—Las tormentas del pasados son fuertes, hijo —intervino Adán, alejando a su primogénito de malos pensamientos—. Pero huir de ella solo los hará más fuertes. Tu hijo te necesita, Enoc te necesita. Sé el padre que él necesita, el que lo cuide y guíe del peligro del mundo, y de las tentaciones del pecado.

Un tercer silencio invadió a ambos hombres, que dejaron de mirar al bebé para observar el fuego de la fogata, su baile peligrosa que quemaba cada rama, cada madera, dejando solo cenizas de lo que alguna vez fueron.

—¿Como le diré que su padre fue el primer asesino en la historia? —la pregunta de Caín resonó en toda la casa, su voz estaba llena de angustia y dolor.

—Dejalo crecer, si lo cuidas bien, si muestra tu verdadero yo a tu hijo, él te perdonaría como tus sobrinos lo hicieron contigo, como todos lo hicimos contigo —Adán colocaría una mano en la espalda de su hijo, sus ojos, dorados y llenos de sabiduría reconformaria al primer hijo—. Muestrale a tu hijo cuánto has cambiado. 

Con eso dicho, golpearía ligeramente la espalda de su hijo antes de marcharse para permitirse pensar por su propia cuenta.

Afuera de la choza, se dispuso a caminar hacia el área agrícola, hurtando las plantas y dándoles consejos a los novatos/as sobre el cuidado de las plantas antes de la próxima cosecha.

Cuando finalmente estuvo desocupado, se sentó en su silla, la primera que ha hecho, y contempló el cielo en silencio. Recordando su vida en el jardín, y como todo se fue al caño.

Miserable egoísta —susurro en voz baja hacia la imagen de cierto serafín.

¿En serio ese tipo hecho a la borda todo por su supuesto "sueño"? Arruinó los planes de su padre, maldijo la tierra y a su descendencia con el pecado. No le basto con ser el que decoraba el espacio con las estrellas, no le fue suficiente con ser el tercer ángel más poderoso, ni tampoco fue suficiente con engañar y manipular a su primera esposa.

—(Todo para tener una pizca de atención) —nego con la cabeza con el ceño fruncido—. (Nunca aceptaba sus errores, se creía el más listo, que sus ideas para la creación serían las mejores... Ahora está condenado al Averno, donde nunca vera algo bueno de mis hijos, sin el poder y la habilidad que antes te caracterizaba; convertido en una mancha de lo que solia ser).

Suspirando, despejó su mente de los recuerdos de antaño, optando por tomarse su descanso, relajando los hombros y músculos tensados.

Adán...

El mencionado no responde, se quedó quieto mirando la nada, negándose en ver a la mujer detrás de él. La susodicha no dice nada por un largo tiempo, hasta que puso su mano en el hombro.

—Perdon...

Adán aleja la mano con un rápido movimiento, levantándose del suelo para caminar hacia la salida.

—Mi perdón es algo que perdiste hace mucho, Eva —contesto con secades y frialdad.

[...]


Adán se despertó repentinamente, mirando a su alrededor un par de segundos antes de suspirar. Sintió como la decepción, impotencia, y la rabia lo invadían. Quería beber alcohol hasta desmayarse, olvidar su antigua esposa que lo abandonó hace siglos.

Pero dejo ese sentimiento de lado; no estaba solo, tenía a toda su descendencia que lo miraba como una figura de autoridad indestructible, una figura que los hombres y mujeres quieren ser; no podía permitirse que lo vean decaído.

—¡Padre!

Mirando al lado suyo, captando a su hijo que corría hacia él a gran velocidad.

Girando su cabeza hacia quién lo llamo, preguntaría—. ¿Seth? ¿Que sucedio?

—¡A... Afuera, hay una bestia!gritaria, apuntando hacia la entrada.


Sin tener que esperar a que su hijo dijera algo más, Adán corrió a una velocidad sorprendente hacia su cada, quitando de una patada la piel de un oso y abriendo una pequeña puerta, tomando de ahí dos espadas encadenadas que guardaba para estas ocasiones.

[...]

Los arqueros de la torre disparan la flechas hacia la criatura que mataba a los suyos que peleaban con lanzas, espada y escudo, que morían bajo su fuerza.

—¡Aguanten hasta que llegue el Gran Padre! —gritó Caín, atacando a la bestia con su lanza, logrando herirlo. La bestia intentó atacarlo, pero esquivaba sus ataques por sus instintos agudos—. ¡Lárgate de aquí, bestia asquerosa!

En respuesta, la bestia envía un zarpazo al primer hijo, quien intentó bloquearlo con su lanza, provocando que la chuleta del arma fuera destruido. Saltando hacia atrás, Caín logra esquivar una mordida de la bestia.

Dichosa criatura era una combinación de una cabra con un humano, con cuatro garras en sus manos, poderosas patas en la parte inferior, y piel oscura con poco cabello.

—¡Esta cosa se comía de nuestros ganados! —gritó uno de los sobrinos luego de aprovechar el momento para cortar el tendón de la cabra humanoide.

La criatura liberó un poderoso grito sonico que mandó a volar a los hombres alrededor. Acto seguido, utilizó su pata sana par saltar y aterrizar encima de un hombre, aplastando su cuerpo con ambos casco. Arrancando el cuerpo superior del cadáver, lo arrojó a otro hombre con tanta fuerza que lo mató en el impacto.

Más flechas aterrizaron en la piel del animal, haciéndolo gritar y tambalearse por el desangramiento. Con ira, salto hacia una de las torres, golpeando a los arqueros con una mano antes de tomar a uno para arrancar su cabeza por la boca.

Quiso seguir comiendo de otro arquero, pero fue derribado del torre por la figura de Adán con tanta fuerza que lo hizo escupir la cabeza. Acto seguido, el padre de la humanidad indio ambas espadas en el abdomen de la bestia para después arrastrarla hasta la parte inferior, haciendo que los intestinos de la cabra salieran, matándolo instantáneamente.

El movimiento fue tan rápido que ni los otros hombres primordiales apenas se dieron cuenta que el animal estaba muerto.

—¿Cuantas bajas? —preguntó Adán como si nada.

—... Diez —contesto Caín.

—Preparen el entierro y notifiquenle a las familias de los fallecidos —ordenó el primer hombre, dando media vuelta para regresar al pueblo. Frunció el ceño al ver la cabeza de uno de sus hijos—. ¡Que los demás hombres se reúnan en mi choza!

Los demás escucharon la última orden del Gran Padre como si estuviera enojado, así que rápidamente hicieron lo que les ordenó.

Tras el entierro honorable y la mala noticias a las esposas e hijos de los fallecidos, atender a los heridos, los hombres de la aldea estaban reunido alrededor de la choza del Gran Padre, murmurrando entre ellos.

—¿Que es lo que El Gran Padre dirá?

—¿Acaso Dios le mando un mensaje?

—¿Habrá una calamidad?

Los murmurllos  se detuvieron cuando Adán sale de la choza, las dos espadas flotaban en su espalda, como si estuvieran adheridas a él.

—Tenemos que terminar este problema, estás bestias vienen a nuestro pueblo, comen de nuestro rebaño, arruinan nuestras cosechas, y matan a los nuestros —diria Adán, su voz seriedad con algo de ira resonaba en los hombres—. Reuniré a cien hombres y nos encargaremos de extinguir a las criaturas que imponen un peligro a los nuestros, el resto cuidarán del pueblo.

Los que estuvieron en la pelea levantaría sus lanzas y gritarian en acuerdo, no era la primera vez que eran atacados, muchos hombres murieron a causa de estas bestias hostiles, y si no hacen nada, sus hijos y esposas podrían ser las siguientes.

—¡Preparen sus caballos, tomar sus lanzas, espadas y escudos, recogan provisiones, dentro de tres días nos iremos a cazar a estas aquerosas criaturas para que ninguno de los nuestros sean atacados! —levantando  su mano, los hombres victorearon en acuerdo.

—Padre, quiero ser parte de esos hombres — dijo Caín.

No. Tú te quedarás aquí para proteger a la aldea —contradijo Adán, pero antes que su hijo pudiera continuar, intervino—. Eres bueno guiando a los demás, Caín, necesito que alguien como tú se quede a cuidar al pueblo. Confío en ti, hijo.

Caín se callaria al escuchar las palabras de su padre, procesandolo y asumiendo su nueva tarea. Adán asintiria, luego escogería a los hombres que lo acompañarán en la cruzada, serían, por supuesto, hombres con experiencias contra estas bestias, que aceptaron con gusto.

Posterior a eso, y de despedir a los demás, Adán regresó a su choza.

Adentro de la Choza, se dirigió nuevamente al lugar donde guardó las espadas, se arrodilló y saco un escudo hecha con escamas azules. Era el Escudo de Leviatán, la última Bestia Primordial que se enfrentó por petición de Dios, a cambio de curar a sus hijos de una plaga que los azotó. Se llevó una escoba y lo hizo un escudo, y cabe decir que es altamente resistente, además de darle cierto control sobre el agua.

Después saco un arco que brillaba como el fuego, este arco estaba hecho con los huesos de Ziz, otra de Bestia Primordial que tuvo que matar, pero está fue obligatoria, debido a que la Ave había bloqueado el Sol en el pueblo, lo que causaba la muerte de las cosechas.

Por último, sacó la una lanza hecha de huesos de Behemot, la primera Bestia Primordial que se enfrentó, del cual fue necesario la ayuda de algunos angeles, y donde Dios le regaló el dúo de espadas.

Tres armas hechas a partir de los huesos de las Grandes Bestias Primordiales, serían utilizados nuevamente para esta cruzada, para proteger a la aldea.

—¿Papá? —mirando hacia atrás, se percata que la voz provenía de Asmodeus, que era acompañado con su hermana—. ¿Te irás?

—Si —contesto, volviendo hacia las armas, envolviéndolas con una piel de león.

—¿Puede ir contigo? —preguntó Asmodeus, acercándose un par de pasos.

Belcebú tembló ante la pregunta.

No. Aún no estás preparado, y debes de cuidar a tu hermana —arremetió Adán, levantándose.

—Pero.

Asmodeus, iremos a enfrentar algo que solo presas, hay criaturas allá afuera de los limites de nuestro territorio, pueden atacar cualquier momento la aldea. Quédate aquí, y cuida a tu hermana  —interpuso el primer hombre con seriedad, mirando a su hijo—. Sé que quieres demostrar tu fuerza, pero todo toma su tiempo.

El joven no insistio más y asintió con la cabeza, siendo abrazo por su hermana aliviada, que realmente no quería que se fuera tanto tiempo de ella.

Después de eso, Adán empezaría a cocinar para él, Seth, Asmodeus y Belcebú, aunque esta última pedía más carne que los demás.

[...]

Han pasado los tres días, los hombres se despidieron de sus familias y se embarcaron a buscar a las bestias más peligrosas del supercontinente.

Pasaron los años, los hombres habían acabado con un sin números de bestias indescriptibles que fácilmente acabarían con la vida de un humano moderno, reclamando sus territorios para la creación de nueva comunidad y pueblos por sus tierras fértiles y localización. Adán se procuró que ninguno de ellos murieran, si, había heridos, pero por él ninguno ha muerto, y estaba satisfecho que ellos podrían defenderse en caso de una bestia aparezca entre esas nuevas aldeas y comunidades.

Más años transcurrian, aun faltaban más bestias, pero, lamentable, Adán ya no podía participar. Su cuerpo ha envejecido por los siglos, sus movimientos eran lentos, su fuerza ya no era la misma, y su resistencia ha decaído. Le era difícil moverse sin que le duela las articulaciones, por lo que se limitó a ser la voz de la razón para aquellos que aún permanecían en el primer pueblo.

Cuidó de Asmodeus, Belcebú, y Seth por su propia cuenta, guío a Caín en su dura travesía como padre primeriso, oro por sus hijos cada día; su amor de padre, aunque estoico y duro como una roca, era inmensa, por que, gracias a ellos, él no estaba solo.

Vivió lo suficiente para ver a Seth convertirse en el Primer Héroe, Bendecido por su Padre, enfrentarse a las bestias restantes como un guerrero.

Vivió lo suficiente para ver a Caín perdonandose a sí mismo por su pecado.

Vivió lo suficiente como para despedirse de Asmodeus y Belcebú.

Vivió lo suficiente... para ver lo feliz que era ser padre.

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El día llegó, Adán estaba por dar su último aliento en el mundo mortal. Sus hijos, nietos y más lo rodeaban con lágrimas en sus ojos, llorando y orando para su ingreso en el Cielo. Él estaba feliz, pues no moriría solo como alguna vez pensó, Crio y cuido de sus hijos dandoles todo, amor, disciplina, enseñanzoles la luz en una dia deprimente, mostrarles a no rendirse cuando todo luce para mal.

Él era Adán, El Padre de Toda la humanidad.

______________________

Fin del capítulo.

Quería hacer esta historia relatando la vida en la Tierra Salvaje de un Adán más serio, experimentado y más inteligente que su versión canónico. Lamentablemente, me quedé sin ideas, y solo lo termine de forma abrupta y soza.

Y si, este Adán es mucho mas poderoso, además de poseer, si entendiste la referencia, Las Espadas Del Caos (regalo de Dios) y armamentos hechos con los cadáveres de las bestias primordiales.

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