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3. Destinados

destinados

«Yo creo que nada sucede por casualidad.
¿Sabes qué? En el fondo las cosas tienen su plan secreto, aunque nosotros no lo entendamos».

—La sombra del viento, Carlos Ruiz Zafón.

   
EL SONIDO DE LA BATERÍA RESONÓ FUERTE. Estaba al compás preciso de la guitarra, luego se unió la voz. Adán y su grupo de amigos volvió a reunirse otra vez como todos los miércoles por la tarde a prácticar en la casa de Lute, la amiga que tenía el sitio pero que prefería quedarse más en la banca como una fiel admiradora del rock y posiblemente jugar a ser manager, ella estaba moviendo el pie al ritmo de la bateria mientras seguía pasando el feed de instagram.

—Espera, volví a adelantarme. —dijo Eva, parando los platillos de la bateria. Suspiro temblorosa.

Eran una banda de rock amateur, adolescentes que soñaban con los grandes escenarios y la vida al ritmo de lo radical. Pero inscribirse a un concurso donde tendrían público real que no solo fuera Lute, significaba un miedo inquietante. Eva lo demostraba mejor que nadie, estaba nerviosa...sentía que podía arruinarlo. Por ella, habían estado un poco más de lo común tocando. Sin embargo, no había un avance, se le soltaban las baquetas, se ponía inquieta adelantandose o sencillamente olvidaba hacer sonar el bombo.

—Podemos dejarlo por hoy, Eva. Despeja tu mente. —aconsejó Adán, quitándose la correa de la guitarra. — Será el primero de muchos más, incluso podrían invitarnos a tocar en fiestas o una mierda así, además si un imbécil se burla yo mismo le rompere la nariz.

Eva negó, sonriendo. El resto de muchachos guardo sus propios instrumentos, estaban cansados y hambrientos.

—Recuerda avisar cuando estes con tu madre. —señaló Eva, despidiendo amablemente a Adán.

El que sentía que era rudo caminar durante la medianoche para llegar a su casa. El chico rodó los ojos.

—Siempre dices lo mismo, calmate. No soy una flor debilucha, ¡soy un jodido maestro!

        Aunque Adán comenzó a sentirse intranquilo, la noche estaba silenciosa, como si el mundo de pronto se hubiese apagado y nada existiera, nada fuera real. Negó, seguramente tenía demasiado sueño y estaba entrando en algún colapso de paranoia por el cansacio. Siguió caminando, el aire meneando su cabello con la sensación de que la Luna lo estaba observando. Tragó saliva, se sentía como un idiota, él no tenía miedo de niñerias absurdas mucho menos de caminar a oscuras.

Seguramente habría lluvia o se iba a presentar alguna especie de problematica climatica, lo cual esperaba que no ocurriera con el concurso tan cerca. Ajusto la correa del estuche de la guitarra, para comenzar a caminar más rápido, cobarde o no de todos modos no le daba buena espina la sensación constante de estar siendo observando por cosas que ni ojos tienen. Llegó a una esquina importante, que abría paso hacia la cuadra del complejo de apartamentos donde vivía. Giró su cuerpo tenso, entonces lo que vió hizo que gritara del susto.
Se sintió avergonzando al notar que solo parecía tratarse de un hombre en lugar de lo que creía haber visto, porque después de todo una mente un tanto asustada podía crear imagenes inquietantes. Como haber visto dos puntos rojos observando en su dirección, salidos desde las sombras.

—Puta madre, cabrón. —murmuró entre dientes, estar enojado era una forma más fácil de enfrentar las cosas. — No sé que mierda haces allí amigo, pero hiciste que me cagará.

La figura se removió, confirmandole a Adán que solo era un hombre. Un hombre que camino lentamente hacia la luz, Adán solo frunció el ceño. Lo vió mejor, era pálido, bajo, de cabello claro y unos ojos azules profundos que lo estaban mirando fijamente. Adán supo con certeza que pese a su apariencia bien cuidada, se sentía como un hombre. De esos que halagan a las damas, los exitosos que desgustan vino, unos totales imbéciles que creen ser los jefes del mundo.

—Debes disculparme, no tenía intenciones de asustarte. —habló, soltando una risa ronca al final.

Adán pocas veces creía que una voz podía ser atractiva, esta fue la primera en donde al menos, no se trataba de alguien que estuviera cantando.

—Ya. Perdone, voy algo atrasado a casa. —comentó. Las palabras salieron de su boca con más facilidad de lo que pensó.

¿Acaso no tenía sentido común? Hablar con un extraño al que se encontro en un callejón.

—Puedo llevarte, es peligroso que camines solo. Podrías encontrarte al diablo.

Adán rio irónico.

—Eso podría ser exactamento lo que diría el diablo. No vayas por allí, ven conmigo. Una mierda así.

El hombre en lugar de sentirse ofendido pareció disfrutar del momento, como si fuera una estúpidez que le hacia gracia. Adán arrugó la nariz, se preguntó si al menos sentiría frío usando esa delgada camisa oscura.

—Vivo en el complejo Santa Emily.

—Eso es maravilloso, yo acabo de mudarme allí está mañana.

Adán pensó que era raro. Las personas que viven o se mudan a Santa Emily son personas que no tienen el jodido auto último modelo, ni visten con ropa tan elegante y de apariencia cara. Lo sabe, después de todo sus pantalones rasgados fueron comprados en una venta de garaje, pero quién era él para juzgar las decisiones de la gente rica y sus desesperados intentos por huir hacia lo "cotidiano".
             Una vez en un espacio más reducido y cercano, Adán observó distraidamente el perfil del hombre desconocido que ahora resultaba ser su nuevo vecino. Fue como una casualidad increíble, vecino nuevo que lo acerca a casa justo cuando se sentía tan raro. La Luna afuera sigue pareciendo una Luna anormal, que sigue al auto en su recorrido por las calles vacías.

—¿Cómo se llama? —preguntó Adán.

El hombre sonrió, una pequeña sonrisa que dejo entre ver algunos dientes. Adán creyó haber visto colmillos inusualmente afilados, tragó saliva.

—Luzbel.

Un nombre anticuado para un hombre de porte anticuado. Otra casualidad tonta de todos modos, su nombre era Adán, su mejor amiga Eva y ahora conocía a un hombre que se llamaba Luzbel, se rio mentalmente, solo faltaba la manzana.

—Espero que se sienta cómodo en nuestro humilde barrio, Luzbel. Aunque sea un sitio de mierda.

—Puedes estar tranquilo. Sé que encontré justo lo que buscaba, Adán.

Jugando al misterio. Adán pensó que este hombre seguro vivia asombrando a la sociedad bajo su propio misterio. Bajo del auto, agradeciendo la amable muestra de empatía, cuando entró a su apartamento las luces estaban apagadas y desde la habitación de su madre se escuchan pequeños ronquidos. Sonrió, mañana le contaria un poco acerca del nuevo vecino.
Entonces se dió cuenta que Luzbel lo había llamado Adán. Estaba seguro de que él nunca dijo su nombre, ni se presento.

Esa noche soñó con ojos rojos, sombras oscuras, cuernos, fuego y manos que sujetaban sus caderas. Un cuerpo encima del suyo, que lo aplastaba, que lo embestía con una lujuría salvaje de la que él nunca había sido victima. Despertó sintiendo como cuerpo ardía, como si aquel sueño que tenía apariencia de pesadilla hubiese sido real. Sentía las manos invisibles aún quemando en su piel.
      
Cuando le contó a su madre del nuevo vecino llegado la mañana anterior, ella lo miró confundida. Ningún nuevo residente había llegado.

        —Creo que tuve una especie de momento paranoico por no dormir una mierda. —comentó Adán en medio del almuerzo.

Lute negó.

—No, viviste un suceso paranormal, seguro fue un alma en pena o una cagada de esas, carajo se me ocurre toda una canción nueva inspirada en esto. Tengo una idea: El diablo es un caballero.

Adán hizo una mueca de asco.

—Tocamos rock, no baladas.

—Una balada peligrosa. —se rió a un costado uno de los chicos.

       Adán no podía dormir. Estaba seguro de que Luzbel había sido real, lo vió y lo pudo sentir, había un punto auto de por medio claro que sabía distinguir uno de esos de uno falso. Se grió por cuarta vez en su cama, quizá solo se trato de un sujeto amable que solo quiso dar una cuartada para no verse como un sociopata y solamente invento lo de ser un vecino, para Adán era aceptable esa mentira si tan solo no pusiera sus pelos de punta. Fue un momento tan extraño.
Esa noche soñó que unos labios besaban sus labios y unos dientes se apretaban en su cuello.
Despertó agitado, otra vez.

Fue una semana después cuando Adán lo volvió a ver, era de día y el hombre estaba de pie observandolo en silencio al otro lado de la calle. Tan imprudente como siempre, Adán cruzó la calle enfurecido, nadie venía a mentirle ni mucho menos hacerle quedar como un demente frente su madre y amigos.

—¡Tú! Eres un idiota, jodido puto de mierda. Nunca viviste en Santa Emily, ni mucho menos eres de por aquí. Además, ¿quién carajos te dijo cómo me llamaba?

Los ojos azules le miraron fijamente, la pupila se expandió dando la sensación de que los ojos eran de pronto negros.

—Sé todo lo que debo saber, llevo siglos esperando conocerte. Como dicen algunos, eres mi destino, mire el hilo rojo que envuelve mi dedo y me trajo hasta ti.

Adán tragó saliva.

—¿Estás jodiendo, no? ¿Qué clase de demonio psicópata eres?

—El peor de todos.

Adán creyo que la apariencia de tipo petulante no era cierta, que él había hecho un mal juicio acerca de lo que creía.

—No acepto salidas de tipos como tú.

—Yo puedo esperar precioso, soy paciente.

       Adán sintió que había vivido ese momento antes, mucho antes...Cuando las cosas aún debían ser nombradas.

"Lucifer salía cada diecisiete años del averno, caminaba por la tierra de los mortales persiguiendo a su destinado.
Aquel que volvió al polvo del que fue creado, pero todo lo muerto nace otra vez, y mientras eso pase, Lucifer seguirá caminando entre nosotros hasta que encuentre lo que busca. Hasta que por fin, el destino se ajuste al deseo del Diablo y lo una a Adán, el Primer Humano. El pecado de todos nosotros". — Santa Emily, experta en demonologia.

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