La verdadera mirada
Anabela es una persona muy extraña, si entendemos por extraño el hecho de que nunca se la ha visto decir una mentira o robar. Quizás lo más extraño de todo sea que trata a los demás como seres únicos, se acerca a quien le llama con tanto respeto y atención que parece inevitable verla y no llamarla. Tal es su carácter que se dice de ella que si algún día alguien consigue quitarle la sonrisa debería ser juzgado penalmente.
Las opiniones de la sociedad como siempre se dividen en dos, hay quien dice de ella que es un tesorito reluciente mientras que otros piensan que tiene dependencia emocional con el universo; No les debe importar demasiado porque luego la llaman igual que los demás.
Hay un personaje, no podemos hablar de él de otra manera, que se cree instagramer, bueno, aunque nos pese, lo es... El mayor problema es que ha decidido que Isabela es su complemento perfecto y gran parte de su contenido se centra en eso, lo que ha llamado "mi gran historia de amor". Su nombre es Gastón, sí, como el del cuento, y tiene una vida llena de viajes y anuncios, de fiestas y fans. De alguna manera ha conseguido tener a los 20 años lo que muchos de 45 todavía siguen soñando. Conoció a Anabela sin querer, parece que ella acompañó a una amiga a una sesión de firmas de Gastón y este al verla le pidió su número. Su amiga, sin pensarlo ni preguntarlo se lo dió. La estrategia de Gastón ha sido la de encontrar sus RRSS y decir públicamente que quiere quedar con ella.
Desde entonces las redes de Gastón están incineradas con este tema. Hay una porra abierta sobre la fecha en la que Anabela dirá que sí. Si todo fuera eso tampoco sería tan grave. El problema viene cuando toda esa muchedumbre de personas sin filtros encuentran la manera de llegar a Anabela. Le inundan el correo electrónico de amenazas para que acepte o para que no lo haga. Ella por su parte ha dejado de mirar las redes sociales, aunque su buzón de cartas... ¿Quién usa hoy en día el buzón? No hay día que no lleve consigo 4 o 5 mensajitos de lo que Anabela debería o no hacer. Esto último tiene una cosa buena. Por lo menos su padre ha descubierto que a su hija le pasa algo serio y malo. Con toda su buena intención ha decidido que lo mejor es que su Anabelita ponga tierra por medio y, buscando en secreto, ha dado con un campamento natural. Un lugar incomunicado, lejos de todas esas redes de bilis, en el que su querida niña pueda encontrar su camino.
Lo ha encontrado buscando por internet gracias a una noticia que reza lo siguiente:
"El hijo de los empresarios Grant, una de las familias más adineradas del mundo, Lleva meses en un campamento rural"
Y bajo el lema de: lo que es bueno para los Grant es bueno para nosotros. Ha querido enviar allí a Anabela. Le ha costado horrores que la admitieran, se ha tenido que enfrentar incluso a los millonarios señores Grant, pero al ser un lugar oficial y tener plazas vacantes de sobra no han podido impedirlo. Tiene un permiso de dos meses de campamento y, por increíble que parezca, el precio no va a ser demasiado problema. Se tranquiliza con la certeza de que su hija en verano podrá encontrar paz. Una paz muy necesaria porque en unos meses empieza la universidad.
El padre ha firmado un contrato secreto y no ha querido decir nada. Viendo la cara de Isabela sabemos que no está muy animada, para empezar no quiere ir allí, menos hacerlo sola y mucho menos sin móvil ni ordenador ni nada. Le preocupa que le llamen y no poder estar y le sorprende que su padre haya aceptado eso, él tampoco podrá ponerse en contacto con ella. Si a eso le añadimos que Isabela piensa que su padre no es capaz ni de ponerse los calcetines solo... se entiende que no quiera estar en ese campamento natural.
Al llegar al lugar descubre varias cosas de golpe, la primera es que todo está lleno de criados más o menos engalanados, la segunda es que es un bosque vallado, es impenetrable y la tercera es que nunca hubiese imaginado que existiesen barracones de lujo, todo parece diseñado y ordenado de manera perfecta. Todas las construcciones son de madera negra, de una sola planta y con acabados tallados dando formas a instrumentos musicales, animales del bosque y sobretodo rosas, muchas rosas, algunas talladas en ramilletes y otras en solitario, algunas decorando dinteles y otras como colgando en forma de cortina desde el porche. El recinto de acampada parece milimetricamente medido para que cada árbol de sombra en el lugar exacto a la hora exacta. Lo que más le llama la atención es ver solo a un chico medio grandote encorvado sobre una mesa y tarareando algo parecido a una puerta que chirría.
Parece que es el único chico en el lugar. Todos los criados, Anabela los identifica así gracias a su vestimenta, paran sus actividades para mirarla. Alguno no consigue disimular su sorpresa e incluso su miedo.
Se acercan dos de ellos, como intentando guiar los pasos de Anabela en dirección contraria al chico
—Disculpe señorita, debe haber habido algún error. Está usted en el campamento natural Grant, no debería estar aquí— comenta el mayordomo alto y delgado
—desde luego que no, es peligroso que estés aquí— dice su compañero, lleva una campana enganchada al cinturón
—Simón, trata con respeto a la señorita, no podemos perder nuestro lugar por muy contratiempo que sea todo esto.
—Me podéis tratar normal, de hecho sería raro otra cosa, me llamo Anabela, tú eres Simón por lo que veo ¿y tú?— Isabela mira directamente a los ojos al alto y espera una respuesta
—disculpe mi descortesía, soy Oier. Un placer, pero al caso, no puede estar aquí.
—No quiero estar aquí pero aquí es donde he venido, ¿no os han avisado?— Anabela cada vez se encuentra más desconcertada.
La conversación sigue y descubre que en ese lugar no hay internet ni medios de contactar con el exterior. Descubre también que el chico que está sentado en la mesa se llama Adam, y que es el motivo de que exista el campamento y de que todos ellos estén allí. Se da cuenta también de que hay que tener cierto cuidado con él y que es mejor que no acercarse. Descubre también que llevan en el campamento más de dos años y que desean con todas sus fuerzas volver a sus casas con sus familias. Por último, Mientras Isabela hace preguntas sobre el lugar, al señalar una choza que está un poco separada, en la zona oeste, tanto Simón como Oier dicen a la vez: allí no se puedes entrar, está prohibido. Se refieren a una cabaña que está al oeste del campamento.
El lugar para dormir de Isabela es una choza completa con ropero, sofá, escritorio y baño. Muy bien iluminada y acondicionada. El sonido de la naturaleza también es impresionante.
Separarse de esos dos no ha sido nada fácil. Ha gastado su último recurso, aludir a necesidades fisiológicas y despedirse tajantemente.
Al verse libre toma su decisión, por muy poco bienvenida que sea sabe que va a quedarse allí así que lo mejor es hablar con el chico cuanto antes y ver de qué pie calza. Tras una carrera rápida llega a la mesa y descubre que el chico está jugando con un cuchillo y un trozo de madera, sigue tarareando. Se acerca a él y le toca el hombro. —¿Silvia?— Al girarse un poco y ver a Anabela se eriza la piel del chico y se vuelve rígida.
A partir de aquí todo pasa muy deprisa, el chico da un giro rápido con el que tira la pieza que tenía en su mano y cinco cosas de la mesa pero no el cuchillo. Su mirada es inexpresiva, todo él se puede definir con una palabra: tensión. Anabela se ha caído hacia atrás y al verle de esta manera empieza a retroceder hasta que considera que tiene una distancia prudente. Se le queda mirando y descubre que el chico, aparte de apretar las mandíbulas como si fuese a fusionarlas con el cráneo y de temblar desde la nuca a los tobillos, no le mira a los ojos sino un poco más abajo. Algunos mayordomos consiguen llegar a tiempo y toman consigo a Anabela, la llevan a su cuarto y le piden que no salga de allí a no ser que sea algo imprescindible. Que si no lo hace todo empeorará.
Estos son los primeros días de Anabela en el campamento, comer y dormir. Su cuarto es su propia cárcel. Su sonrisa se ha desvanecido, el recuerdo de su padre le duele por la incertidumbre, porque no la escuchó y porque ahora él también está solo.
***
Ha aguantado cuatro días encerrada. Cuatro días de escuchar una campana sonando a distintas horas, cuatro días de aburrimiento total, sin siquiera un libro. Al quinto ha decidido que no tiene ningún sentido, o bien le dan una explicación lógica o bien hará lo que quiera. Hoy es el primer día en que sale a explorar. Los mayordomos le miran con mala cara pero no dicen nada. Acaba de encontrar las cocinas, un lugar espectacular con todos los lujos posibles y brillante, muy brillante, impoluta. Sigue su vuelta por el lugar y llega a la zona de la hoguera, parece que no se usa desde hace años. Cuando se acerca a unas casetas le sale al encuentro Oier quien le pregunta sí ha visto ya las pistas de frontón. A Isabela no le interesan nada esas pistas, pero se da cuenta de que no tiene elección posible y se deja guiar, le enseña el frontón y la lleva otra vez a su caseta.
—Oier, ¿verdad? Dime de una vez qué está pasando, porqué no debería estar aquí y porqué tengo que estar encerrada?
—No puedo contestar a esas preguntas señorita
—Entonces que no te extrañe que desobedezca— y girando en redondo Anabela se aleja de su cuarto y se dirige a una zona de varias casetas. Oier se queda mirando quizás con el nudillo de la mano en la boca.
Cuando Isabela está cerca de la primera caseta descubre que es una zona de minigolf, todo es un gran jardín y las casetas que están por ese lugar son en realidad zonas de sombreado con mesas y alguna supone que será un baño. Sentado en uno de los bancos está el mismo chico. Ésta vez está mirando el paisaje y la ve venir.
Isabela se acerca directamente hacia él y empieza a hablarle
—Ayer me asustaste mucho
El chico no responde
—Me llamo Isabela, voy a estar aquí un mes y poco. Un placer— le tiende la mano.
Se sorprende al ver que el chico se la agarra de vuelta. La primera impresión es que se la rompería pero en verdad nota un apretón delicado, casi calculado. Perfecto.
—¿Me puedo sentar aquí?— Sin esperar respuesta lo hace
Enseguida el chico se aleja medio metro. En lugar de amedrentar a Isabela esta continúa
—¿te gusta este lugar?
—Adam, mi nombre es Adam
Se lo dice mientras mira al paisaje y pilla por sorpresa a Anabela
—Mucho gusto Adam.
Se han quedado en silencio un buen rato. En un momento dado Isabela le pregunta si le gusta el minigolf y Adam sigue sin responder. De pronto suena una campana, parece que es Simón quién la zarandea y Adam se levanta y se dirige hacia allá. Isabela lo sigue y entonces Oier se le sitúa al lado y le dice, —¿por hoy es suficiente, no cree?
Al día siguiente Anabela se propone conseguir arrancarle más que cuatro palabras. Para eso se acerca con una estrategia bien definida. Retarle al minigolf porque "todo el mundo se relaja cuando juega al minigolf". Lo hace con prudencia, por la mañana le hace la propuesta y por la tarde le espera con el equipo que ha encontrado en uno de los edificios de madera. Se sorprende enormemente al ver llegar a Adam al punto de encuentro. Lleva una camisa blanca arremangada y un pantalón de lino largo y reluciente.
Antes de empezar a jugar Adam quiere aclarar todas las normas de la partida. Se nota que Anabela no sabe casi nada del juego en cuestión y se queda escuchando la retahíla de puntos de penalización y de intentos sobre los obstáculos. En verdad se siente realizada porque su objetivo de hacerle hablar se ha cumplido con creces, ¿Ha hablado solo de detalles técnicos y matices? Sí, pero ha hablado.
Empiezan la partida e Isabela se da cuenta que Adam es demasiado preciso, no necesita saber las normas para descubrir que está perdiendo de paliza. Aún así se la ve divertirse.
—¡Qué pequeños son los hoyos y los túneles!— comenta Isabela bastante decepcionada con su tiro
—Si fuesen grandes el juego no tendría ninguna gracia— le contesta Adam
—Es cierto— Anabela responde bastante atónita.
Siguen jugando en silencio y cada vez que Anabela hace algún comentario sobre cualquier cosa recibe una respuesta del estilo de la anterior. Los dos están disfrutando aunque cada uno a su manera.
En el hoyo 12, el arranque está pegado a un mini lago de estilo japonés. La marca de inicio está casi en el agua. Se hizo así pensando en la foto que quedaría con el reflejo del golfista y pelota. Va a golpear Anabela y cuando está preparando el golpe escucha a Adam preguntarle
—¿Tienes novio?
Con esa pregunta el golpe acaba en el agua lo que salpica a Adam. Éste se queda mirando su ropa.
—¿Qué pregunta es esa?— le responde Anabela pero cuando le mira se da cuenta de que se ha quedado petrificado concentrado en su ropa. Enseguida llega un criado y le dice a Adam que le siga, usa un tono autoritario. Adam obedece sin gesticular, camina como si no fuese él quién caminase.
Anabela se queda allí, en el hoyo 12 mirando como se alejan. Al poco aparece Simón quién le dice que lo mejor es dejarle tranquilo y que para eso que se vaya a su cuarto. Qué si quiere hacer algo con el señor Adam antes lo consulte con Oier y espere la respuesta.
***
Han pasado tres días en los que Anabela ha estado sola. De vez en cuando se escucha el sonido de la campana. Los criados la tratan con una distancia inexplicable y no se atreve a acercarse a Adam. Empieza a tener miedo de si en verdad se acerca a él como si fuese un juego y no una persona. ¿Qué es lo que le lleva a querer escucharle hablar? ¿A querer saber qué le impulsa a comportarse así? Y la respuesta aparece en forma de susurro: entender.
En uno de sus paseos Anabela se acerca a una criada de porte elegante y le pregunta directamente cuál es su función allí. Ella le contesta que no tiene autorización para responder esa pregunta.
—¿Y cuál es la finalidad de este lugar? A eso sí que me puedes responder, ¿No?— Pregunta Anabela
—La única finalidad es que el señorito tenga paz, para eso necesita la rutina y sobretodo necesita que usted no vaya por allí alterando el tiempo y el espacio— Le dedica una mirada acusatoria
—¿eres una fan loca de Gastón o algo?
—¿de quién?
—da igual, ¿puedo hacer una última pregunta? ¿Te he hecho algo?
—Si, venir. ¿Sabes que llevamos dos años sin salir de aquí para que el señor se reponga? intentando que todo esté controlado, que no haya imprevistos y de pronto aparece usted con la necesidad imperiosa de pasear e importunar. Lo mejor sería que se amoldara al plan o se fuese pero esto último no es posible. Créame, ya lo hemos intentado.
—Yo no he venido aquí a trabajar y menos en un trabajo que no sé ni siquiera en qué consiste. Porque la mitad de los que estáis no parece que mováis un dedo. Además qué es eso de que no haya imprevistos, me parece una estupidez ¡si los imprevistos son la salsa de las cosas!
Al cuarto día se dio el imprevisto más extraño, Adam empezó a buscar por todos lados a Anabela y la encontró en la zona de frutales inspeccionando una flor de un naranjo.
—Hola
Anabela se giró extrañada y respondió devolviendo el saludo
—¿Podemos hablar?—Le pregunta Adam
Entonces Anabela, sin responder se empieza a dirigir al banco que está mirando hacia el huerto, al darse cuenta de que Adam no le seguía, se gira y le dice —Si, claro que podemos hablar.
—Siento lo del otro día— Adam dice esto mirando en dirección a huerto
—No te preocupes— Contesta Anabela— Aunque me tienes un poco intrigada.
—Espera, déjame decirlo todo y luego me contestas por favor. Siento haberte dejado con la partida a medias.
—La verdad es que no entendí lo qué pasó, siento haberte manchado
—No soporto tener manchas
—Pero eso es un poco de maníaco, ¿no?— Le pregunta Isabela como testeando el ambiente
—Eso es algo que me pasa— dice Adam
Tras un largo periodo de silencio Adam empieza a murmurar. Intenta decir algo pero las palabras le salen sin volumen. Al final se decide y lo dice fuerte, con decisión
—Hace 10 años me diagnosticaron TEA
Anabela se queda en silencio, intentando procesar toda la información
—¿Porqué me lo has contado? Es algo bastante personal—Le pregunta Anabela
—Una amiga hace mucho me dijo que era mejor si la gente que me trataba lo sabía. Decía que ser normal es solo un juego aburrido y que mejor hacer otra cosa
—¿Eso que has dicho es autismo?
—Sí
—¿Y por eso todo este tinglado?
—Por eso está este lugar sí. Mis padres lo crearon para que pudiera tener paz
—¿Y lo han conseguido?— pregunta Anabela curiosa
—Diría que sí, esto es muy tranquilo
—Otra pregunta ¿Porqué hay tantos criados?
—No son todos criados algunos son psicólogos y otros médicos y nutricionistas. Se encargan de que no tenga caídas ni ansiedad
—¿Y eso como se consigue?
—Hace unos años empezaron con las rutinas, por eso Simon está siempre con la campana. Me organizan el día desde que me levanto hasta que me acuesto, yo necesito tener mucho orden en estas cosas porque si no es un desastre.
—¿Debería fingir normalidad ahora?— Le pregunta Anabela con una sonrisa
—No te entiendo— Adam no sonríe lo más mínimo
—¿Y qué te gusta hacer?— Le pregunta Anabela
—Me relaja la escultura, me encanta intentar recrear cosas o animales que veo. De pequeño estaba todo el día con la plastelina. Mis padres no sabían que hacer para quitármela
—¿Tus padres vienen a verte?
—No, ellos no. Creo que hablan con los psicólogos pero conmigo no
—Perdona pero hay muchas cosas que no me cuadran nada ¿dices que lo que buscan es que tengas paz y se desentienden así?
Antes de que pueda responder suena la campana, entonces Adam se levanta y se va hacia el origen del sonido.
Anabela por su parte se va en busca de la señora elegante. No la encuentra hasta el día siguiente. Entonces se planta delante de ella y le recrimina que no le hayan avisado de que lo que tenía el chico era Autismo. La mujer no puede esconder su cara de sorpresa y alarma. Enseguida le pregunta si se lo ha contado Adam y al confirmarlo se tranquiliza.
Luego le pide a Anabela si pueden sentarse. Entonces empieza a hablar
—Sus padres han invertido mucho para que Adam tenga una vida tranquila y estable. Han creado este espacio y han dispuesto de todo para que Adam pueda recrearse. Aunque no te lo creas la inversión es muy grande.
—y usted es la psicóloga imagino, ¿no?
—Sí
—¿No se supone que los psicólogos están para ayudar en momentos de la vida y no para hacer dependientes a sus pacientes?
—Eso pregúntaselo a su anterior terapeuta. Por su culpa estamos hoy aquí.
—¿A qué se refiere?
—Le llenó la cabeza de que el mundo es grande y diverso y de que tenía que vivir con los ojos abiertos y la mente soñando. Nos ha costado mucho que vuelva a tener paz y para eso lo mejor es que haga lo que le gusta pero con mucho orden.
—Vamos que no pretenden que viva fuera de esta granja, ¿no? ¿Y si él no quiere vivir así?
—Es imposible que no quiera vivir así, todos querríamos hacerlo
—Usted está cobrando mucho ¿verdad?— sin esperar respuesta Anabela se levanta y se va corriendo por la zona, sin pensar hacia donde. Acaba frente a la puerta de la caseta del oeste, la caseta prohibida. Estaba abierta. Al entrar se encuentra con una habitación parecida a la suya pero muy decorada. Por todos lados se pueden ver rosas talladas en madera, preciosas, algunas coloreadas De azules rojos y blancos, otras mostrando el color de la madera con sus betas. Hasta los muebles tienen flores talladas o pegadas con gusto.
—Te estaba buscando— Escucha una voz seria a su espalda. Se gira y por primera vez le está mirando a los ojos, descubre unos ojos azules que deberían asustarla pero no lo consiguen. Hay más miedo pavor y respeto en ellos que intimidación. En sus manos lleva una rosa de madera
—¿Qué es este lugar?
—El cuarto de Alicia
—Pero aquí no duerme nadie
—Lo sé— Adam empieza a caminar hasta una lámpara de mesa y ajusta la rosa nueva al pie de la lámpara
—¿Todo esto lo has hecho tú?
—¿Sabes que aquí no puede entrar ni siquiera Oier, verdad?
—¿Te molesta que haya entrado?
—¿Has tocado algo?
—No
—En verdad no pasa nada— dice Adam tranquilo
***
Desde ese día Anabela pasa todo el rato que puede con Adam y cuando no lo hace es Adam la busca a ella. A veces la campana de Simón tiene que sonar varias veces y cada día es más agradable ese lugar en el que los jóvenes están ahora hablando ahora contemplando un árbol. Para sorpresa de todos Anabela se ha atrevido a pedirle que le enseñe a esculpir y ahora se les puede ver un rato al día juntos en el taller con las mejores herramientas del mercado.
***
El campamento es un lugar impermeable a la realidad y eso es lo que más inquieta a Anabela. Una inquietud que incluso Adam es capaz de percibir. Ha pasado más de un mes desde que la chica llegó al campamento y Adam le pregunta sin introducción
—¿Porqué miras siempre a Oier?
Anabela en este tiempo ha aprendido algo importante, cuando se trata de Adam lo mejor es hablar directa, sin rodeos y sin convenciones sociales, cómo hace él. Le responde así —Llevo aquí mucho tiempo, vine por un problema de un chico que me acosaba por internet y me preocupa mi padre. Hace demasiado que no sé nada de él y nunca hemos estado separados tanto tiempo
—¿Te preocupa mucho?
—No te puedes hacer a la idea
—Le ordenaré a Miriam que se informe de cómo está tu padre y que te lo transmita. Así podrás estar tranquila
Miriam es el nombre al que responde la psicóloga elegante, cuando recibe la orden se ve obligada a ejecutarla. Se encierra en un edificio discreto, está allí 20 minutos y al salir vuelve con la pareja que en este momento está haciendo un montón de leña y dice lo siguiente
—Por lo visto a un tal Gastón se le ha ocurrido ir presencialmente a casa de tu padre haciendo un blog en directo. Tu padre al abrir la puerta se le ha lanzado casi fuera de sí y ahora está en manos de la policía, todo ha quedado grabado y mucha gente lo ha visto en directo. Si quiere mírelo usted misma.— le ofrece un teléfono móvil con la noticia abierta. Lo lee todo y ve el vídeo, intentando controlar sus emociones pero se echa a llorar
Adam empieza ha hacer movimientos semirobóticos, como queriendo acercarse a ella pero sin dar un paso. Anabela cada vez está más alterada. Sin darse cuenta lee también algunos comentarios a la noticia en voz alta —Este amor cada vez me parece más bonito porque su padre se opone— o —es un bestia— Los lee en voz alta. En el momento en el que dice la palabra bestia a Adam se le cambiala cara y Miriam empieza a gesticular a los distintos criados que están cerca. Adam se va encogiendo poco a poco. Entonces Anabela se acerca a él y le mira ojos un rato mientras le toma la mano y diciendo algo como estoy aquí. Para sorpresa de los criados que estaban llegando Adam retoma bastante compostura.
—Tenemos que hablar— Le dice Anabela a Adam y aún de la mano se lo lleva a un banco cercano.
—Lo primero, no me lo cuentes si no quieres pero ¿qué ha sido eso de ahora?
—De pequeño en el colegio me llamaban la bestia. Solía ser callado y como actuaba raro me solían tener miedo y acabaron por llamarme así. No puedo contar más
—No lo sabía... Espero que lo hayas superado—Anabela, después de una pausa se gira hacia Adam y empieza a contarle el contexto de la noticia —Ese chico, Gastón es la razón por la que mi padre me trajo aquí, es un pesado de los gordos aunque mi padre lo ve como algo peor y más peligroso. Ahora mi padre está en problemas, tengo que ir con él. Si me dejas vendré algún día a visitarte
—Este espacio es tuyo Anabela
—¿Y qué pasa con Alicia?— Pregunta Anabela medio socarrona, como intentando desenfocar un poco la situación
—Alicia murió el 6 de febrero de 2020— contesta Adam
—Eso es hace tres años y medio, ¿verdad? Lo siento mucho— Anabela reacciona instintivamente a acercarse a él y abrazarlo pero no llega a hacerlo —¿te puedo dar un abrazo?— la respuesta de Adam es un si silencioso. Anabela con su cuerpo pequeñito intenta abarcar todo el gran cuerpo de Adam, y este la rodea también dando forma al momento. Están un tiempo así, como queriendo detener el reloj y la realidad.
—Adam, me tengo que ir, mi padre me necesita a su lado. Volveré algún día. Recuerda que tenemos una hoguera pendiente
—Lo sé, gracias por estos días. La hoguera me da igual. Vuelve, ¿vale?
*****
Anabela está con su padre en el salón. Todo ha ido mal. Parece que la condena va a ser fuerte. Los jueces no entendieron que ese chico castaño y guaperas pudiese ser un acosador. Tampoco entendieron que el padre de Anabela reaccionara con violencia y delante de tantos testigos. Si por lo menos no le hubiese roto un dedo a Gastón. En privado Anabela recibía mensajes del susodicho. Mensajes como "tú puedes hacerlo todo fácil para tu Padre, solo tienes que salir conmigo" y otros por el estilo.
En un momento dado suena el timbre de la casa, en la puerta, esperando fuera de encuentran Oier y Adam. Van bien vestidos y arreglados. Al ver a Anabela Adam sonríe a su manera. Le mira a los ojos. —¿Está el señor Mauro?— dice Oier
—¿A qué viene tanto formalismo?— pregunta Anabela inquieta mientras su padre asoma por detrás diciendo —Soy yo
—Verá todo el asunto este del juicio está arreglado. Ya no tiene de qué preocuparse, han retirado la demanda.
—Así, ¿sin más? Es imposible que ese enclenque no haga más espectáculo de esto— Dice Mauro.
—Así, sin más. Responde Oier muy sonriente
Anabela abre el Instagram de Gastón. Su penúltima publicación es un día en la casa de lujo de los Grant y su última es el anuncio de un baile para encontrar el amor "el baile de las 999 damas", mira a Adam y este le devuelve la mirada.
—No parece que haya sufrido mucho— dice Anabela
—Creo que esa cuenta es pura fachada— contesta Oier y mira a Adam —¿quieres contar lo que pasó?
Adam se queda pensando y al rato empieza a hablar —Le hablé de ti, le enseñé mi casa y en cuanto llegamos al sótano taller empezó a correr hacia la salida. Cuando le llamé de nuevo me dijo que todo estaba arreglado. Y ha resultado ser verdad
*****
Han pasado meses, están Anabela y Adam paseando por un parque de la ciudad
—Sabes tengo una pregunta que me ronda desde hace tiempo —Le dice Anabela— ¿Qué es mejor, la paz que tenías en el bosque en el que estabas o el agobio de esta selva? ¿Ahora tienes paz?
—¿selva?
—ciudad...
Adam la mira curioso —He pensado mucho en eso. Sobretodo desde que me preguntaste si el bosque me daba paz. Creo que en el bosque la paz que podía conseguir era una paz que venía de que no sucediese nada. Ahora en cambio si consigo paz no es por lo que no pasa sino por cómo me preparo para lo que pasa
—baja de ese árbol, que no puedo seguirte— Le dice Anabela
—¿de qué árbol hablas?
Un perro del parque se acerca a Adam y lo huele con tan mala suerte que le deja una mancha en la camisa. Adam se para en seco. Anabela, al verlo, le toma la mano, le mira a los ojos y le dice. Allí hay una tienda, vayamos de compras.
Se les puede ver cruzando el parque. Anabela estira a Adam con decisión y él se deja llevar, cada vez más calmado. En un momento dado mira la mano se Anabela y se fija en la pulsera que le regaló hace unos meses, una pulsera con una rosa de madera tallada.
Ahora ya casi puede andar normal hacia la tienda de ropa.
*******
Al final me he atrevido, nunca había intentado escribir un retelling y me ha parecido muy interesante. Pasaros por el club pluma y tinta para leer los relatos que han participado. Lo encontraréis en el perfil de TriciaRoss2 Seguro que son interesantes, (yo lo haré ahora, quería publicar antes este para lo influenciarme xD)
Se que no es mi mejor relato, pero también sé que me ha encantado tratar este tema y acercarme a él porque sabía muy poco y creo que en la vida estamos mucho más cerca de lo que pensamos de personas que viven estarealidad. Ayer mismo estuve con la madre de un chico TEA. (Por poner un ejemplo)
Espero que te haya gustado el relato y si no ha sido así házmelo saber porque me encanta aprender y mejorar, pero sobretodo entender xD
¡Muchas gracias!
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