Domingo, 21 de julio del 2019

Llevo diez días sin tener contacto alguno con mi vida anterior y ya tengo mis rutinas. Soy una persona de rutinas, siempre lo he sido, no obstante, cuando estoy triste, nervioso o estresado las necesito todavía más. Es una forma de sentir que tengo el control de mi vida.

Mañana volverá a ser lunes, iré temprano al gimnasio y sobre las once empezaré mis trabajos de restauración en el local.

La fachada la acabé en un día y luego la terminé de retocar los tres días siguientes antes de entrar a trabajar, por lo que en menos de una semana, el restaurante ha quedado como nuevo por fuera.

La semana pasada cambié las cartas, pero también arreglé el comedor. Es increíble lo que puede hacer unos botes de pintura. Ahora el restaurante no solo parece más luminoso, sino también más limpio, aunque tengo que añadir que la limpieza es algo que aquí siempre se han tomado muy en serio. No entiendo por qué los asiáticos tienen fama de no ser limpios. Supongo que será igual que en los demás países, habrá gente limpia y gente que no lo es.

También me ha dado por poner orden en la cocina. Tiré cajas de cosas que hacía años que estaban en una esquina. Y dejé libre la zona de la escalera que está en el comedor. La escalera no lleva a ningún lado, porque en su día iba a ser un edificio de dos o tres plantas, pero solo construyeron una, aunque la escalera sigue ahí, recordándome que siempre hay cosas que quedan inacabadas en la vida o que no salen como se han planeado.

Mi jefe está contentísimo con la nueva oferta de los domingos por la mañana. Tenemos un nuevo menú para personas con resaca. Empezamos esta semana, pero se ha vendido tan bien que quiere ofrecerlo también los sábados. En realidad, solo he hecho un menú con recetas que en su día me enseñó él.

Lo que también ha funcionado genial es la nueva carta para pedir a domicilio. Las raciones se pueden pedir desde individuales hasta para cuatro comensales y el recipiente es biodegradable o también pueden elegir uno reutilizable. El reutilizable lo recogemos en la siguiente entrega y le devolvemos el dinero o se pueden quedar con él.

Hemos llegado a un acuerdo con una empresa que se encarga de llevar la comida a los clientes por un euro por pedido y hasta ahora no ha habido problema alguno porque he organizado una parte de la cocina que no se utilizaba solo para estos pedidos y así no nos liamos. Sin embargo, mi jefe está pensando en contratar en unos meses a uno o dos chicos para que entreguen la comida y así crear más puestos de trabajo entre la comunidad asiática, puesto que en esta pequeña ciudad no tienen muchas opciones.

Me he empeñado en que el restaurante tenga la distinción de ecológico, aunque el abastecimiento de todos los productos ecológicos está siendo muy difícil y lo de kilómetro cero es casi imposible. Lo único que se me ocurre es plantar nuestras propias verduras y hortalizas. He estado hablando con agricultores ecológicos de la zona y en realidad solo se preocupan por la rentabilidad. ¡Qué triste! Incluso los que se suponen que quieren cuidar el planeta y el futuro de todos, solo velan por sus intereses económicos, aunque también entiendo que, si un negocio no es rentable, acabará desapareciendo.

Todos los lunes voy a la ferretería a comprar los materiales que luego utilizo ese día y durante toda la semana para restaurar el local. Pago con el dinero de las propinas y lo que me da mi jefe por el alquiler, ya que le he dicho que no quiero cobrar nada por mi trabajo porque como y duermo en el local y no necesito nada más.

El lunes, me encontré con Carla, una compañera que el año pasado estaba en clase conmigo. Se sorprendió mucho de verme porque, según me contó, no queda casi ninguno de los compañeros de clase por aquí, aunque como ya acabaron las clases en las universidades, empiezan a regresar poco a poco.

Tiene que ser verdad que no hay muchos chicos porque intentó ligar conmigo de una forma descarada y, anteriormente, no le había interesado lo más mínimo. A lo mejor es porque estaba cargando los bidones de pintura en una carretilla que me había prestado la ferretería y me había quedado en una camisilla que me había reglado mi jefe para que no estropease mi ropa.

En cuanto me miró de arriba abajo, me recordó a Laura y lo celosa que se ponía cuando una chica me miraba así. Solo pude entristecerme, pensar en ella siempre me aflige. También pensé lo que diría Jacobo: "Hermano, si mi amiga ha pasado página, tú tienes que hacer lo mismo, además, la chica es muy guapa". Pero yo no podría. A lo mejor en uno o dos años, pero en este momento sería incapaz de tocar a otra chica. En primer lugar, porque nunca me ha gustado el contacto físico y, segundo lugar, porque sigo indiscutiblemente enamorado de Laura.

Y aunque mis apetitos sexuales están volviendo a despertarse, después de unos días de luto, tendré que utilizar mi imaginación, como una vez me recomendó el Friki. Aun así, me machaco todos los días en el gimnasio para que la imaginación no corra mucho.