CAPÍTULO UNO - LAURA
Lunes, 22 de julio del 2019
Quedarme todas las mañanas en la cama descansando hasta tarde se ha vuelto mi actividad favorita. Estoy cansada y he empezado a entender esa frase de "se me quedaron las sábanas pegadas". No solo me despierto tarde, sino que me quedo en la cama un buen rato después.
—Laurita, ¿estás despierta? —me incordia Jacobo por tercera vez esta mañana.
—No, Jacobito, aún no son las nueve y la máquina de construir bebés ha estado trabajando toda la noche.
—¡Qué exagerada eres, amiga! Si has tenido mucho mejor aspecto estos últimos días. Seguro que tienes el hierro mejor.
—Peludo, aún no te has enterado de que lo del cansancio no es por el hierro, sino por el embarazo. Es como las náuseas. Hay mujeres que no sienten nada los primeros tres meses, otras sienten náuseas y a otras les da por dormir —le intento explicar a mi amigo.
—Pues ¡qué bien que dentro de poco se te van a quitar! Ya tienes un montón de semanas —exclama con su alegría habitual.
—A veces te puede durar hasta que finalice el embarazo, pero la verdad es que ya no duermo como si se me fuese la vida en ello y estoy menos cansada.
—Entonces, levántate y vamos a desayunar al pueblo. Seguro que dentro de nada llega el abuelo de Rafael y te rapta. Ese hombre te acapara más que su nieto —se queja Jacobo.
—Sí, es muy mono —le contesto con una sonrisa de boba en la cara.
—Lo que tú digas, pero ni te duches. Lávate la cara, ponte algo decente y vámonos. Tomás y tu hermano han salido temprano a hacer no sé qué papeleo y tenemos el día libre.
—¡No exageres, Jacobo! Siempre lo tenemos libre, estamos de vacaciones.
Mi amigo es experto en busca una excusa para salir a dar una vuelta, aunque esta sea para no tener que hacer nada.
En cuanto llegamos a la cafetería, no nos dejan solos ni un momento. Desde que he vuelto, todos se han comportado conmigo como lo hacían antes del accidente, incluso mejor. Jacobo me ha contado la conversación que han tenido él y Rafael con Silvia y, en realidad, el pueblo solo tenía miedo.
Todavía está abierta la investigación del accidente y se supone que la empresa de la familia de Rafael tendrá que pagarnos, a mi hermano y a mí, una cantidad desorbitante de dinero, pero como Rafael les ha explicado, lo harán los seguros. Además, ahora que se ha encontrado al culpable del asesinato de mis padres y se ha demostrado que ha sido causado por un trabajador de la compañía, el seguro no tendrá más remedio que pagar. Mi hermano me ha dicho que existe una cláusula específica para eso.
A mí lo del dinero me da un poco igual, al fin y al cabo, tenemos más de lo que necesitamos, no obstante, que me vuelvan a tratar como si existiera, es muy agradable. Si Rafael hubiese estado aquí, seguro que nunca hubiesen sido tan desagradables conmigo.
—Peludo, ¿tú crees que me estoy aprovechando de la familia de Rafael? —le pregunto, cuando por fin nos dejan un rato solos.
—¿Por qué lo dices? ¿Por qué has hecho que te preparen el cuarto de Rafael para que puedas utilizarlo tú, te cocinan lo que a ti te gusta para comer y te consienten todo lo que se te pasa por esa loca cabecita tuya? —me responde Jacobo medio en broma, medio en serio.
—¿Consideras que abuso de ellos? —insisto, preocupada.
—No sé si te has dado cuenta de que el tener un bebé es lo máximo a lo que se puede aspirar en esta familia. Yo pensaba que sería ganar un Premio Nobel o hacer un descubrimiento científico, pero no, un bebé gana por diferencia.
—Sí, y me parece tan mono. Imagino cómo sería si estuviese aquí Rafael —sueño, despierta.
—Algún día tendrá que volver. Pero si yo fuese él, estaría tan enfadado que no te tocaría en años.
—¿En serio? Pues no sabes los sueños que he tenido últimamente —le digo, como siempre, sin reflexionar mucho lo que voy a soltar por la boca.
—¿No decías que no tenías apetito sexual? Si no recuerdo mal, utilizaste justo esa palabra —me recuerda Jacobo, levantando una ceja.
—Sí, amigo, no obstante, eso era antes. Ahora he estado a punto de hacerme algo yo sola —reconozco, un poco avergonzada.
—¿Por qué no lo haces?
Jacobo siempre ve todo lo relacionado con el sexo con mucha naturalidad.
—No sé, algo me frena, además, no sabría cómo hacerlo —me sincero, ya que no tengo idea ni por dónde empezar.
—Pues aprende, porque si piensas que voy a aguantarte tu falta de sexo otra vez, estás equivocada —me amenaza, pero con un tono dulce en su voz.
—Yo también te quiero, amigo —le respondo, sonriendo.
—Tenemos que hacer algo para encontrar a Rafael —me dice Jacobo, después de reflexionarlo unos segundos.
—Pero ya oíste a mi hermano, no podemos hacer nada. Si quiere desaparecer, desaparecerá —repito las palabras de Santiago y volviendo a ponerme triste, lo echo mucho de menos.
—Sí, pero también oí al abuelo. La Yaya puede encontrarlo si quiere —murmura Jacobo, como si fuese un secreto.
—¿Tú crees que no quiere? —le preguntó, incrédula.
—No querrá delatarlo —me dice, aunque no entiendo a dónde quiere llegar mi amigo con esta conversación.
—Sí, la Yaya siempre antepondrá a Rafael y sus deseos a todo lo demás —afirmo yo.
—En eso te doy la razón, amiga.
—Pues tienes que convencerla, Jacobo, tú sabes que te aprecia mucho —le pido a mi amigo, porque estoy segura de que si alguien puede persuadirla es él.
—Sí, pero yo no soy el que le va a dar un hijo a Rafael. Si utilizas bien tus cartas, puedes obligarla a que nos diga dónde puede encontrarse.
—¿Me estás sugiriendo que la amenace? —me sorprendo.
—No, amiga, es la Yaya, con amenazas, solo conseguirás que se cierre más. Esa mujer es cien por cien leal a Rafael. Pero si piensa que mientras Rafael no vuelva, no querrás saber nada de su familia, seguro que hará lo posible para que regrese y muy rápido.
—¿Por qué no iba a querer ver a la familia de Rafael? ¿No has visto cómo me tratan? Aquí estoy mejor que en mi propia casa —le hago saber, sin poder imaginarme una razón para no querer ver a la familia del padre de mi hija.
—¡Amiga, qué lela eres a veces! Le dices que te recuerdan mucho a él y que no lo puedes soportar. Tampoco hace falta que lo anuncies a los cuatro vientos, solo que se lo cuentes a la Yaya en privado.
—Jacobo, eres un genio de la estrategia.
—No, amiga, es que en Frikilandia estáis muy escasos de ciertas habilidades —me dice él sonriendo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro