En un día cualquiera,
donde la insignificancia reina,
te deslizabas por el firmamento,
envuelta en esa mágica esencia.

Tus colores, sublimes y cautivadores,
embriagaban mi corazón asfixiado,
el mismo que se reprime
bajo la cruda realidad.

Se dice que mis pétalos violáceos
reflejan la dicha,
pero solo en una huella del pasado
se conoce la realidad.

Mi ambiente de existir
es denso y pesado,
así como mis pétalos
eran suaves y ligeros.

La brisa contonea mi figura,
elevando el suave aroma de mi cuerpo,
atrayendote a un suplicio
del cual te lamentarás.

Quisiera arrancar
estas mediocres raíces,
acercarme a tu lado,
rozar tus delicados labios,
y sumergirnos en la pasión.

Pero, ¿cómo podría arrastrarte
hacia este lugar oscuro y frío?

Sos destellante por naturaleza,
codiciada por los cielos
y admirada por la tierra.

¿Acaso estarías dispuesta
a perder toda tu belleza,
a lado de esta marchita
y amargada planta?

Solo puedo admirarte,
solo debo admirarte,
solo debo amarte,
sin que sepas de ello.

Porque tu corazón es tan noble
que sería capaz de hundirse conmigo.

Solo soy un geranio que se marchita
en la tierra fétida de mis lamentos.

No vengas, no te acerques.

Solo vuela,
hazlo lejos.

No veas cómo las lágrimas brotan
de este cuerpo perene.

Toca algo que valga la pena
y roza con tu alas,
lo que te pueda dar felicidad.

Soy un alma vieja
en un cuerpo que se desvanece,
con una maldición en mi vida
que no se puede borrar.

Solo vuela,
hazlo lejos.

La felicidad no está en mi destino,
no podría hacerte esto.

Porque te amo lo suficiente
para verte feliz, surcando los cielos.

De un geranio
a su amado colibrí.